EDITORIAL 12 de ENERO 2015
…los bosques, por sí mismos, por hacer a la conservación de todos los demás recursos naturales…constituyen el elemento esencial de la heredad natural de un país y su destino hace al destino del país. Es sobre este destino que se está decidiendo cada vez que se decide una política determinada sobre bosques y tierras forestales. Este es un hecho, no una opinión…Si hay algo más dramático que el refugiado político en patria extranjera, es el refugiado ambiental en su propia patria…Son hechos; hechos que tienen que ser tomados en cuenta por los decisores políticos a la hora de decidir la suerte de los bosques. ¿Ante quién podremos reivindicar los suelos erosionados, los ecosistemas desertificados, las especies extinguidas, la pérdida de diversidad genética, la degradación o desaparición de los cuerpos de agua…?
En 1996, el Dr. Antonio Andaluz[1] publicaba este valiente alegato en defensa de los bosques nativos de Bolivia que por su claridad y contundencia bien podría ser reescrito de tal forma de adquirir un mayor alcance abarcando al conjunto de la diversidad biológica y el ambiente.
Que los decisores políticos tomen debida nota de este alegato; que adviertan las graves consecuencias de los pasivos socio-ambientales que lleva consigo el modelo neo-extractivistas que se ha asentado en América Latina.
Es cierto que América Latina no se caracteriza por ser una potencia tecnológica ni financiera y que su mayor riqueza está en sus recursos naturales y su gente, pero la historia ha mostrado que es erróneo pensar que haciendo un uso indiscriminado de los recursos naturales se puede financiar las urgencias del desarrollo.
Pretender elevar el nivel de vida de la gente sin tomar en consideración el impacto catastrófico de la lógica productivista sobre la vida de los seres humanos y el ambiente – como la experiencia regional lo demuestra – solo ha servido para maximizar la renta de pocos y externalizar los impactos sociales y ambientales sobre muchos.
Es en este escenario que la ecología política debe irrumpir como una nueva y vigorosa corriente de pensamiento y acción política capaz de llenar el vacío de alternativas a la altura de las circunstancias y debe hacerlo para cambiar el rumbo antes de que el deterioro ambiental y la consecuente declinación económica lo hagan imposible.
El extractivismo que se ha practicado desde la colonia hasta nuestros días no debe ser el destino eterno de América Latina.
[1] BOLFOR, 1996. Hacia el Manejo Forestal Sostenible. Santa Cruz, Bolivia