Frente a las recurrentes crisis – económicas, sociales y ecológicas – resulta frecuente escuchar a los militantes del optimismo decir que no hay nada porque preocuparnos, que lo que le ocurrió a muchas civilizaciones del pasado no nos puede ocurrir a nosotros. Que nuestra ciencia puede resolver cualquier problema que se nos presente. El modo típico de enfrentarse a los problemas, en nuestra sociedad es la huida hacia delante. Pero cuando uno se encuentra frente a un muro, ésta es la peor de las soluciones. Es por lo anterior que resulta útil aprender de las lecciones del pasado y entre ellas, quizás sean las lecciones de la Isla de Pascua las más adecuadas.
En su libro “Historia Verde del Mundo”, Clive Ponting menciona que cuando llegaron los primeros europeos, en 1722, se encontraron con una sociedad en un estado primitivo, con no más de 3000 habitantes, que vivían en chozas o en cuevas y en permanente estado de guerra, recurriendo al canibalismo para subsistir ante los exiguos recursos alimentarios de que disponían en la isla.
Los primeros en llegar a la isla fueron los polinesios y lograron establecer una sociedad próspera en un territorio de tan solo 388 km2. A 3200 km de la costa oeste de Sudamérica y a 2000 km del territorio habitable más cercano, en su momento de mayor apogeo, la población alcanzó 7000 habitantes y a partir de allí entró en decadencia hasta retroceder a la época de las cavernas.
¿Qué ocurrió en realidad? Clive Ponting en Historia Verde del Mundo[1] lo describe de esta forma:
La historia de la isla de Pascua no es una historia de civilizaciones perdidas y de conocimientos esotéricos. Es más bien un llamativo ejemplo de la dependencia de las sociedades humanas respecto a su medio ambiente y de las consecuencias de dañar irreversiblemente ese medio ambiente.
Es la historia de un pueblo que, a partir de una base de recursos sumamente limitada, construyó una de las sociedades más avanzadas del mundo para la tecnología de la que disponían. Sin embargo, las demandas que impusieron al medio ambiente de la isla para este desarrollo fueron inmensas. Cuando ya no pudo soportar la presión, la sociedad que tan fatigosamente se había levantado a lo largo de quinientos años cayó con él.
En la medida que se desarrolló la sociedad se desarrollaron clanes que, entre otras actividades, concentraron su trabajo en una vieja tradición de los polinesios, la construcción de monumentos de piedra. Como las labores de campo para obtener alimentos demandaban muy poco tiempo, los clanes se dedicaron a actividades rituales, concentrándose en la construcción de gigantescos monumentos que se esculpían en canteras, insumiendo gran cantidad de tiempo, por lo cual cada vez se dedicaba menor atención a la producción de alimentos.
La construcción de estos monumentos les planteaba un grave problema: el transporte a grandes distancias. Ante la falta de animales de tiro, se recurrió al uso de troncos para su deslizamiento y con ello se inició un acelerado proceso de deforestación.
Cuando llegaron los primeros europeos a la isla, solo quedaban un grupo de árboles en el fondo del cráter extinguido más profundo de Rano Kao, como testimonio de los extensos bosques que cubrían la isla al inicio de su colonización.
Paralelamente al uso de madera como deslizadores, los bosques eran cortados siguiendo el ritmo de crecimiento poblacional. Aclarando bosques para agricultura, para combustible, para construir objetos domésticos, postes, casas, canoas.
La causa del derrumbe y la clave para comprender los “misterios” de la isla de Pascua fue la imponente degradación medioambental que acarreó la deforestación de toda la isla.
Sin madera, la sociedad entro en crisis. No pudiendo construir casas, se refugiaron en cuevas. No pudiendo construir canoas, tuvieron que navegar en frágiles barcas de junco, con las cuales no podían hacer largos viajes. Sin cobertura arbórea aumento la erosión y declino la producción agrícola.
Sin árboles, y también sin canoas, los isleños estaban atrapados en su remoto hogar, incapaces de escapar a las consecuencias del hundimiento medioambiental que ellos mismos habían provocado”
Ponting con total claridad remata este relato dándole el valor de una lección cuando afirma que:
El destino de la isla de Pascua tiene también implicaciones mas profundas. Como la isla de Pascua, la Tierra tiene recursos muy limitados para mantener a la sociedad humana y soportar sus exigencias. Como los habitantes de la isla, la población humanas de la Tierra no tiene medios prácticos de escape…..“Desde hace dos millones de años, los seres humanos han conseguido obtener más comida y extraer más recursos con los que mantener a cantidades cada vez mayores de personas y a sociedades cada vez más complejas y tecnológicamente avanzadas. ¿Pero han tenido más suerte que los de la isla en la búsqueda de una forma de vida que no agote fatalmente los recursos de que disponen y que no dañen irreversiblemente su sistema de sustento vital?
Fundamental pregunta, en cuya respuesta se juega el futuro de la especie y que debe llamarnos a una seria reflexión, más cuando todo indica que paso a paso, seguimos el mismo camino que los de la isla.
Por su parte, Jared Diamond en su libro Colapso[2] dedica un largo capítulo para describir lo que caracteriza como el crepúsculo de la Isla de Pascua, en el que nos habla de su metáfora en los siguientes términos:
El aislamiento de Pascua hace de ella el ejemplo más claro de una sociedad que se destruyó a sí misma sobreexplotando sus recursos. Sí volvemos sobre nuestra lista de control de los cinco elementos que hay que tener en cuenta en relación con los colapsos medioambientales, dos de esos factores —los ataques de sociedades vecinas hostiles y la pérdida del apoyo de sociedades vecinas amistosas— no desempeñaron ningún papel en el fracaso de Pascua, ya que no hay evidencia alguna de que ningún amigo o enemigo mantuviera contacto con la sociedad de la isla de Pascua después de su fundación. Aun cuando resultara que algunas canoas sí llegaran allí posteriormente, estos contactos no pudieron haberse producido a una escala suficientemente importante para constituir ni un ataque peligroso ni un apoyo relevante. Sobre el papel de un tercer factor, el cambio climático, tampoco tenemos ninguna evidencia en la actualidad, aunque puede surgir en el futuro. Eso deja asomar tras el colapso de Pascua solo dos conjuntos principales de factores: el impacto medioambiental del ser humano, especialmente la deforestación y la eliminación de las poblaciones de aves; y los factores políticos, sociales y religiosos que hay tras esos impactos, como la imposibilidad de que la emigración ejerciera de válvula de escape debido al aislamiento de Pascua, su dedicación a la construcción de estatuas por las razones ya analizadas y la competencia entre clanes y jefes que impulsaba la erección de estatuas cada vez mayores, lo cual exigía cada vez más madera, más sogas y más comida.
El aislamiento de los isleños de Pascua seguramente explica también por qué me han parecido que su derrumbamiento, más que el de cualquier otra sociedad preindustrial, obsesiona a mis lectores y alumnos. Los paralelismos entre la isla de Pascua y el mundo moderno en su conjunto son escalofriantemente obvios. Gracias a la globalización, al comercio internacional, a los vuelos en avión y a Internet, hoy día todos los países de la
Tierra comparten recursos y se afectan mutuamente, exactamente igual que lo hicieron la docena de clanes de Pascua. La isla polinesia de Pascua estaba tan aislada en el océano Pacífico como la Tierra lo está hoy día en el espacio. Cuando los habitantes de la isla de Pascua se vieron en dificultades no había ningún lugar al que pudieran huir ni al que pudieran recurrir en busca de ayuda; tampoco nosotros, los modernos terrícolas, podemos recurrir a ningún otro lugar si se agudizan nuestros problemas. Esas son las razones por las que la gente ve en el derrumbamiento de la sociedad de la isla de Pascua una metáfora, el peor escenario posible, de lo que puede estar deparándonos el futuro.
La metáfora, por supuesto, es imperfecta. Nuestra situación actual difiere en aspectos importantes de la de los isleños de Pascua en el siglo XVII.. Algunas de esas diferencias incrementan el riesgo para nosotros: por ejemplo, si bastaron solo varios millares de isleños de Pascua utilizando únicamente herramientas de piedra y su propia fuerza muscular para destruir su medio ambiente y, con ello, hacer desaparecer su sociedad, ¿cómo miles de millones de personas con herramientas de metal y la fuerza de las máquinas no consiguen hacerlo peor en la actualidad?
[1] Ponting, Clive (1992). Historia verde del mundo. Editorial Paidós, 1992 – 584 páginas
[2] Colapso – Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen de Jared DIAMOND. Traducción de Ricardo García Perez. Publicado originalmente por Viking, Penguin Group, Nueva York, 2005: Segunda parte – Sociedades del Pasado – Crepúsculo en la Isla de Pascua. Págs. 70 a 101