«Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven». José Saramago en Ensayo sobre la ceguera
La fragilidad del modelo energético fosilista y la creciente preocupación por las consecuencias del cambio climático global han configurado un escenario en el que – año a año – nuestro actual modelo energético disminuirá su oferta de energía neta, hasta dejar de dar satisfacción a las demandas de la sociedad y cuando un modelo energético deja de hacerlo -inevitablemente – sobrevienen cambios que definen la manera en que se estructura y desarrolla el sistema económico e influyen en forma determinante sobre la evolución de los sistemas social, agro-alimentario e incluso, el propio sistema científico-técnico.
Richard Heinberg en su libro Se acabó la Fiesta: guerra y colapso económico en el umbral del fin del petróleo afirma que, con los combustibles fósiles – particularmente con el petróleo – a una parte de la raza humana se le dio un golpe de suerte de riqueza y decidió dilapidar esa riqueza organizando una fiesta extravagante…Pero pronto la fiesta será un recuerdo lejano – no porque alguien decidió hacer caso a la voz de la moderación, sino debido a que el vino y la comida se han acabado y la dura luz de la mañana ha llegado.
Heinberg se pregunta cuándo – exactamente – se acabará la fiesta, y afirma que son seis los eventos vinculados que pueden considerarse como indicadores del final de este intervalo histórico en el que dilapidamos una fuente inigualable de energía: el pico de la producción mundial de energía per cápita; el pico en la extracción mundial de petróleo; el pico en la disponibilidad global de energía neta; el pico mundial de la producción bruta de energía de todas las fuentes; el colapso de la economía global alimentada por el petróleo y el colapso de las redes eléctricas.
Algunos de estos eventos ya se han concretado y otros se encuentran próximos a hacerlo, preanunciando la salida del modelo hiperenergético fosilista/nuclear – caracterizado por sistemas centralizados con grandes infraestructuras de generación y distribución – hacia un modelo post-industrial hipoenergético, caracterizado por sistemas descentralizados, basados en el empleo de fuentes renovables y limpias, eficiencia energética y la proximidad al consumidor final, tanto en la generación como en la distribución.
Ignorar la existencia de este proceso de cambio; no comprender su real significado; no adecuarse a él y por el contrario, aferrarse tercamente a un modelo energético que colapsa, apelando a las fuentes fósiles no convencionales y a la energía nuclear – tal como lo hacen la mayor parte de los economistas de la corriente principal y los políticos tradicionales, que coinciden en cultivar un irresponsable optimismo cornucopista – resulta una actitud extemporánea, anacrónica y extremadamente peligrosa que conducirá a la decadencia económica y social. Frente a esta situación, como lo plantea Heinberg, cada día es más urgente y necesaria una respuesta cooperativa, solidaria e inteligente, que logre minimizar el sufrimiento humano en el corto plazo y, a largo plazo, permita a las generaciones futuras desarrollar sociedades sostenibles, materialmente modestas y que afirmen las cualidades más altas y mejores de la naturaleza humana.