Carlos Merenson

 

 

Vaca Muerta es una oportunidad del carajo (Macri)

Me voy más apasionado que nunca y comprometido con esto (Scioli al finalizar su visita al yacimiento de Vaca Muerta)

 

El atronador silencio de la clase política argentina sobre la Primer Encíclica del Papa Francisco dedicada al cuidado de la casa común invita a recordar aquella estrofa de Violeta Parra que – adaptada a las actuales circunstancias – podría ser reescrita de esta manera: Que dirá el santo padre, que vive en Roma, que para cuidar la casa común, los políticos no asoman.

En plena campaña electoral, los candidatos con chances para alcanzar la presidencia de la nación no solo ignoran la mencionada Encíclica sino que además le dan la espalda, al contradecirla con propuestas que – por encima de sus pretendidas diferencias – coinciden plenamente en su anacrónico productivismo y en todo lo mucho más de lo mismo que pregonan. A la fecha los proyectos de Macri y Scioli no ofrecen otra cosa que exacerbación del consumo; nacional-nuclearismo y neoextractivismo petrolero, megaminero y sojero.

Bueno es detenernos en algunos párrafos de Francisco en Laudato si´ que – seguramente – explican el silencio de nuestros políticos sobre su prédica:

Sobre el consumismo

  • El drama del inmediatismo político, sostenido también por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir crecimiento a corto plazo. Respondiendo a intereses electorales, los gobiernos no se exponen fácilmente a irritar a la población con medidas que puedan afectar al nivel de consumo o poner en riesgo inversiones extranjeras. La miopía de la construcción de poder detiene la integración de la agenda ambiental con mirada amplia en la agenda pública de los gobiernos. Se olvida así que «el tiempo es superior al espacio» [130], que siempre somos más fecundos cuando nos preocupamos por generar procesos más que por dominar espacios de poder. La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación. (178 – p. 55)

  • La visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. (144 – p. 46)

Sobre el extractivismo

  • Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora. (165 – p. 52).

 

  • Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre. (51 – p. 16)

 

  • En muchos lugares, tras la introducción de estos cultivos (cereales transgénicos), se constata una concentración de tierras productivas en manos de pocos debido a «la progresiva desaparición de pequeños productores que, como consecuencia de la pérdida de las tierras explotadas, se han visto obligados a retirarse de la producción directa» [113]. Los más frágiles se convierten en trabajadores precarios, y muchos empleados rurales terminan migrando a miserables asentamientos de las ciudades. La expansión de la frontera de estos cultivos arrasa con el complejo entramado de los ecosistemas, disminuye la diversidad productiva y afecta el presente y el futuro de las economías regionales. En varios países se advierte una tendencia al desarrollo de oligopolios en la producción de granos y de otros productos necesarios para su cultivo, y la dependencia se agrava si se piensa en la producción de granos estériles que terminaría obligando a los campesinos a comprarlos a las empresas productoras. (134 – p. 42)

Sobre el nuclearismo

  • Pero no podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo… ¿En manos de quiénes está y puede llegar a estar tanto poder? Es tremendamente riesgoso que resida en una pequeña parte de la humanidad. (104 – p. 33)

 

  • Algunos proyectos, no suficientemente analizados, pueden afectar profundamente la calidad de vida de un lugar debido a cuestiones tan diversas entre sí como…los efectos del uso de energía nuclear. La cultura consumista, que da prioridad al corto plazo y al interés privado, puede alentar trámites demasiado rápidos o consentir el ocultamiento de información. (184 – p. 57)

 

Sobre el extractivismo el Papa Francisco advertía recientemente en su discurso en el encuentro con los movimientos populares reunidos en la ciudad boliviana de Santa Cruz: El colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano…

En el mencionado discurso también afirmaba que: Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje. Y detrás de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que Basilio de Cesarea llamaba «el estiércol del diablo». La ambición desenfrenada de dinero que gobierna. Ese es el estiércol del diablo. El servicio para el bien común queda relegado. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.

Bueno sería que la dirigencia política de nuestro país, tan ávida de fotografiarse con el Santo Padre, tuviera también la misma avidez por hacer propias sus advertencias y propuestas.