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En “La Última Andanada de Mitología Productivista”, Joaquín Valdivielso afirma que con la publicación de “El ecologista Escéptico” (Bjørn Lomborg) como punta de lanza, una nueva oleada de antiecologismo emerge para recordarnos que vivimos en el más sostenible y en prácticamente el mejor de los mundos posibles.
La contraletanía productivista se sostiene en una descripción del ecologismo con tres rasgos destacados:
1 – catastrofismo malthusiano
2 – funcionamiento como un grupo de interés
3 – efecto contraproducente en la determinación de prioridades sociales y en la buena gestión de recursos escasos
Argumentos y creencias del antiecologismo
- Deberíamos dedicar nuestros recursos a otras prioridades.
- La creencia en la sustituibilidad entre distintas formas de capital, generando la ilusión de que el stock de recursos naturales puede aumentar con más capital y que el único bien escaso es el dinero.
- La creencia en la correlación entre precios y escasez, ignorando que el axioma está errado y que los precios de las materias primas o de los alimentos no responden a los requisitos de la competencia perfecta.
- La creencia en que la calidad ambiental mejora a medida que la renta aumenta (Curva de Kuznets Ambiental) ignorando los flujos ocultos de la economía (más del 70% de los materiales que fluyen a través de la economía de Holanda, nunca tocan suelo holandés).
El razonamiento económico convencional frente a los problemas ambientales también se suma a la crítica antiecologista: Podemos gastar hoy una suma “X” para impedir mañana un daño de valor “Y”, en tanto el valor “Y” resulte superior al valor “X”, caso contrario, es mejor utilizar el recurso “X” para fines más “agradables”. Para comparar estos valores, los economistas recurren a la “tasa de actualización”.
Veamos un ejemplo: Nicholas Stern emplea para sus cálculos una tasa de actualización de 1,4%, mientras que William Nordhaus emplea una tasa de actualización del 6%. Para Stern 1 billón de Euros del futuro de aquí a 100 años equivale a 247.000 M de Euros, mientras que para Nordhaus tan solo equivale a 2500 M de Euros.
El debate ha dejado de ser científico (en ciencias experimentales) y ha pasado a ser económico, cuando en realidad, el debate es ético.
Una constante productivista: el desprecio al riesgo.
La renuencia a la regulación ambiental denota un silogismo del tipo siguiente: (1) La precaución es cara, (2) nunca tendremos certeza de que no hay riesgos, por lo tanto (3) hacer caso a las voces de alarma es caro e inútil.
La irrupción de las ideas del ecologismo condujo a una reacción virulenta en Latinoamérica en tanto fueron mayoritariamente interpretadas como un ataque directo a la base de la concepción del progreso continuado. En este cuestionamiento coincidían tanto gobiernos como intelectuales que invocaban la necesidad de mantener el proceso de desarrollo de la región, considerando que los problemas ambientales eran propios de los países industrializados y no de América Latina.
Es así que, por ejemplo, el Secretario General de la OEA – Galo Plaza – recalcaba que las normas ambientales de los países desarrollados no pueden ser aplicadas a los países en vías de desarrollo (1972).
O cuando Helio Jaguaribe señalaba que el continente no enfrentaba una sobreexplotación ecológica ni una sobrepoblación, y tildaba al Informe Meadows como neo-malthusiano (1973).
Otra corriente de crítica anti-ecologista la constituye el “NEGACIONISMO”, que consiste en negar la existencia del cambio climático. Los referentes internacionales del negacionismo ambiental son Aznar y el Presidente Checo, Václav klaus, autor de “Planeta azul, no verde”.
Aznar capitanea a los negacionistas del calentamiento global y lideró en Nueva York la mayor cumbre de escépticos del cambio climático. Los organizadores están financiados por la petrolera ExxonMobil.
Desde la derecha estadounidense se mantiene una postura anti-ecologista virulénta
Jorge Riechmann identifica alternativas “negacionistas” a las que califica como movimientos de fuga frente a la actual crisis ecológica y de los límites planetarios.
En primer lugar la que denomina como huida de los límites al crecimiento económico mediante la fusión nuclear y las nanotecnologías.
Una segunda es la que llama la huida del planeta Tierra por medio de la colonización de otros mundos.
Un tercer camino es la huida de la condición humana con la ingeniería genética y la simbiosis hombre-máquina.
Una cuarta es la huida de la sociedad hacia el ciberespacio.
Frente a todas ellas presenta como la única opción posible, la opción ecológica: vivir dentro de los límites. Señala que tenemos que asumir, aunque no sea fácil, que somos «criaturas de frontera», ni animales, ni dioses, ni máquinas.