La Convención 

En 1992, las Partes signatarias de la Convención – decididas a proteger el sistema climático para las generaciones presentes y futuras – convinieron lograr la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera a un nivel que impidiera interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático.

 

Aceleración de las Emisiones

Por ese entonces, dichas concentraciones rondaban las 350 partes por millón (ppm) en promedio anual. Veintidós años después alcanzaban las 400 ppm. En las dos últimas décadas transcurridas desde la entrada en vigor de la Convención, lejos de tender hacia la estabilización, las concentraciones atmosféricas de CO2 han mostrado una significativa aceleración en sus tasas de incremento. Durante la década de 1995 al 2004, el incremento anual alcanzó un promedio de 1,87 ppm y en la última década – de 2005 a 2014 -, el incremento medio anual fue de 2,11 ppm. Téngase en cuenta que ambas tasas promedio son las más altas registradas desde que se realizan mediciones precisas (1958).

 

La Convención No Conviene

Mientras los científicos dimensionan la cuantía de la disminución de las emisiones antropogénicas de GEI que realmente se requiere y los políticos especulan con el límite en tal disminución, el sistema-mundo[1] capitalista empuja en la dirección contraria, abriendo un profundo abismo entre los objetivos planteados por la Convención y lo que acontece fuera de las salas de negociaciones.

Pareciera que a muchos negociadores, tras dos largas décadas de grandes conferencias e innumerables reuniones preparatorias, les está sobrando la Convención y les está faltando convicción para enfrentar las verdaderas causas que nos conducen arrolladoramente a un colapso  de nuestra civilización.

El incesante aumento en la concentración de GEI tiene su correlato en la prioridad existencial que el sistema otorga a la expansión económica y a la conquista de la naturaleza. Prioridad que ha conducido a una desenfrenada mercantilización de todos los ámbitos de la vida natural y social, como así también a un descomunal proceso de concentración del capital. Esta centralización y acumulación financiera, acompañadas por el desarrollo de tecnologías de alta concentración de capital, han afectado de modo directo la extracción de recursos naturales, han alentado el consumismo infinito y han multiplicado y globalizado los impactos socioambientales.

Por otra parte, los mecanismos centrípetos de redistribución de recursos sobre los que se asienta el sistema-mundo imperial conducen a los países periféricos hacia estrategias extractivistas que agudizan la crisis ecosocial en curso.

 

Esperando en el Punto Ciego

Si no crecemos, el sistema colapsa y si seguimos creciendo, destruimos las bases físicas que hacen posible ese crecimiento y la vida misma. Sumergido en esta contradicción fundamental el sistema, a la par que retroalimenta el proceso expansivo, adormece la reacción sociopolítica para que no se actúe ante la destrucción de los recursos naturales, los efectos de la industrialización masiva en el ambiente y la desaparición de las culturas vulnerables y de los excluidos.

Ha sido en el marco de tal contradicción que en las negociaciones dentro de la Convención se fue abandonando el entusiasmo inicial, basado en el desarrollo de estrategias de mitigación – asimilables a una verdadera ofensiva contra el cambio climático – para pasar decididamente a admitir su inevitabilidad, lo cual condujo a replegarse en estrategias defensivas de adaptación. Es allí que emerge el objetivo de limitar a 2° C el aumento de las temperaturas medias del Planeta. Objetivo que –a priori – puede parecer muy loable, pero que demuestra claramente la imposibilidad de resolver el desafío del cambio climático global dentro de los estrechos márgenes de la Convención.

 

Especulaciones y Cambio Climático

Si con 0,85º C de aumento de la temperatura actual ya estamos experimentando los dramáticos efectos del cambio climático  – miles de damnificados y destrucción de asentamientos humanos – ¿cómo se puede plantear como objetivo deseable un aumento de 2° C?

Obviamente se trata de una especulación “epidemiológica global” de: cientos de miles de animales y personas muertas, millones de afectados y de migrantes, degradación del suelo y de tierras de cultivo, bosques y asentamientos humanos, uso de costosos reactores para la generación de energía. También es una especulación “rentística” con: megaobras de defensa costera, desmantelamiento del patrimonio social y de tierras fértiles al alentar la migración rural-urbana e incrementar la densidad poblacional urbana, con un “mega recambio tecnológico” de infraestructuras, servicios de seguridad y renovación edilicia que aseguran el incremento de la temperatura y de la extracción de más minerales para su “nueva producción”.

 

Hacia Cambios Imperiosos

Resulta cada día más evidente que las estrategias distractivas, de hacer ruido con anodinas reuniones internacionales colmadas de frases épicas, ya no alcanzan para disimular la escandalosa sustracción de recursos naturales que lleva a un creciente incremento de las emisiones de los GEI.

Tristeza, ruegos y oraciones, documentos esclarecedores, marchas, publicaciones en los medios, afectados, desplazados, prácticas alternativas, capacitaciones para auto-organizarse, territorios libres de productivismo, todo ello implica a millones de voces y personas que hasta la fecha han sido sistemáticamente ignoradas a la hora de tomar decisiones. Personas que, como aquellas que habitan en los países más vulnerables al cambio climático[2], lo arriesgan todo sin haber contribuido prácticamente en nada a las emisiones de GEI.

Frente al cambio climático global no queda lugar para el inmovilismo. Los pueblos del mundo deben desenmascarar todos y cada uno de los intentos por desviar la atención sobre las verdaderas raíces del cambio climático global y deben denunciar las pinceladas verdes que se le quieren dar al “negocio como de costumbre”, que no son otra cosa que artificios financieros a expensas y costas de nuestro hogar común y de los millones de personas que lo habitamos.

Es por todo lo anterior que hacemos un llamamiento para que, enmarcados por la justicia social, la sabiduría ecológica, la democracia participativa, la no violencia, la sostenibilidad y el respeto de la diversidad, avancemos resueltamente con el objeto de erradicar la pobreza; eliminar las modalidades insostenibles de producción y consumo; proteger las bases naturales de la vida; integrar la economía, el desarrollo social y la protección del ambiente como pilares interdependientes del proceso de desarrollo; respetar la vida; rechazar cualquier tipo de violencia; luchar sin cuartel contra la corrupción; otorgar prioridad por el interés general sobre el interés particular; reconocer y valorar las diferencias y la pluralidad y todo ello manteniendo la coherencia entre fines y métodos. Avancemos entonces hacia los cambios necesarios, con convicción, con la Convención, sin la Convención y a pesar de la Convención.

 

NOTAS

[1] Immanuel Maurice Wallerstein – Análisis de sistemas-mundo: una introducción – Siglo XXI, 1 ene. 2005 – 153 páginas

[2] http://www.v-20.org/