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Para el desarrollo de este tema – la descripción del sistema agroalimentario – nos apoyaremos, fundamentalmente, en las visiones de Lester Brown[1] y de Jorge Riechmann[2].
Es de hacer notar que en el presente capítulo no se abordan las opciones al sistema agroalimentario, tema que será tratado en el eje temático «4» dedicado a las propuestas del ecologismo.
LESTER BROWN
Una economía de crecimiento inevitablemente tiende a impartir características industriales a sus sistemas agrícolas.
Desde los albores de la revolución industrial, la escala de las explotaciones agrícolas ha aumentado enormemente. El empleo de fertilizantes artificiales, tractores y otras tecnologías, junto con el petróleo barato, han incrementado la producción de alimentos y han conducido a una disminución de sus costos. Así – por ejemplo – en EEUU, los ciudadanos hoy gastan sólo el 11% de sus ingresos en alimentos lo cual es aproximadamente un tercio de lo que gastaban hace cincuenta años.
Medido en U$S/caloría, la agroindustria parece ser muy eficiente. El problema, sin embargo, es que los bajos precios de los alimentos se obtienen externalizando gran parte de sus costos. Costos como los de la degradación de los ecosistemas, la escasez de recursos y la desarticulación de las comunidades rurales no se reflejan en estos bajos precios de los alimentos.
Steve Suppan, director de investigación del Institute for Agriculture and Trade Policy menciona que: no es que realmente produzcamos alimentos baratos. Simplemente, al externalizar buena parte de los costes, hemos hecho que parezcan baratos.
Brown advierte que en la actualidad comienzan a aparecer síntomas preocupantes que nos conducen a preguntarnos si los alimentos se podrían tornar en el eslabón débil de nuestra sociedad moderna.
Tanto en Plan B 4.0: Mobilizing to Save Civilization (2009) como en World on the Edge: How to Prevent Environmental and Economic Collapse (2011), Brown analiza en detalle los problemas asociados con la inseguridad alimentaria y remarca que el aumento de precios de los alimentos y las crecientes filas de hambrientos se cuentan entre los primeros signos de una tensa situación alimentaria mundial. Signos que caracterizan una época de escasez alimentaria crónica, que está dando lugar a una intensa competencia por el control de la tierra y los recursos hídricos, que Brown define como una nueva geopolítica de los alimentos.
Según el análisis de Brown entre mediados de 2006 y mediados de 2008 los precios mundiales de cereales y soja casi se triplicaron y pese a que la peor crisis económica desde la Gran Depresión los hizo bajar, ellos se mantuvieron muy por encima de los niveles históricos. En Abril de 2008 varias cadenas de distribución en EEUU racionaron el arroz (cosa que no había ocurrido ni durante la segunda guerra mundial).
Ingresamos a una era de encarecimiento de los alimentos:
• 2007-08: los precios de los cereales y la soja aumentaron más del doble, lo que lleva a disturbios por alimentos en 60 países.
• Los precios bajaron con la recesión mundial.
• 2010-11: Otra subida de precios ayudó a impulsar la Primavera Árabe.
• 2012: Los precios volvieron a acercarse o a establecer nuevos récords.
Enfrentamos una precaria situación alimentaria mundial. Se estrechan peligrosamente los márgenes entre producción y consumo de cereales y granos.
En la actualidad las reservas de granos han caído a niveles peligrosamente bajos.
Paralelamente, después de caer a 825 millones a mediados de la década de 1990, el número de personas que padecen hambre comenzó a subir, alcanzando 915 millones en 2008 y en 2009 saltó a más de mil millones.
El actual pico de precios de los alimentos tensa los presupuestos familiares. Para los consumidores que gastan un 50-70% de sus ingresos en alimentos, el aumento de los precios significa comer menos.
Aumenta el hambre: cerca de mil millones de personas pasan hambre. El porcentaje de familias con “días sin comida”: Nigeria 27%; India 24%; Perú 14%. Siguiendo con el negocio como de costumbre como método habitual de la agricultura, la población y la energía, 1200 millones o más personas padecerán hambre para el año 2016.
Lester Brown afirma que en el pasado, los picos de precios de los alimentos fueron definidos por eventos naturales, por ejemplo, cambios de los monzones en la India, pero los precios normalmente regresaban a sus niveles históricos con la próxima cosecha; pero el actual pico de precios de los alimentos es impulsado como resultado de las tendencias a largo plazo no resueltas de limitación de la oferta de alimentos y la creciente demanda.
Las tendencias que impulsan el consumo son: el crecimiento de la población; el consumo de proteína animal a base de cereales y el uso masivo de granos para alimentar automóviles.
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Crecimiento de la población
El crecimiento de la población conduce a una sobrecarga de los sistemas naturales:
- Sobrepesca: el 80% de las pesquerías oceánicas están siendo explotadas por encima del rendimiento sostenible
- Sobrepastoreo: La población mundial de ganado creció en 1,2 mil millones de animales desde 1960
- Sobrelaboreo: En algunas partes de África, Asia y el Medio Oriente, las tierras de cultivo productivas se está convirtiendo en desierto
- Sobretala: Los bosques del mundo pierden un neto de 5,6 millones de hectáreas-un área del tamaño de Costa Rica, cada año
- Sobrebombeo: La mitad de la población mundial vive en países que están extrayendo aguas subterráneas de los acuíferos más rápido de lo que se repone.
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Consumo de proteína animal a base de cereales
El aumento del consumo de proteína animal a base de cereales ha conducido a un ascenso a gran escala en la cadena alimentaria. La demanda mundial de carne se quintuplicó desde 1950.
A medida que aumentan los ingresos, alrededor de 3 mil millones de personas en el mundo en desarrollo desean comer más carne, leche y huevos, lo cual requiere más cereales y soja para la alimentación animal.
Un ejemplo es el aumento en el consumo de carne de China que ahora consume el doble de carne de los Estados Unidos pero en el nivel per cápita, los papeles se invierten y el consumo de los EE.UU. por persona es el doble del de China.
En definitiva, a medida que los ingresos siguen aumentando, la presión para producir suficiente grano y soja para satisfacer el creciente apetito por los productos ganaderos y avícolas se intensificará.
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Uso masivo de granos para alimentar automóviles
En cuanto al uso masivo de granos para alimentar automóviles condujo a destinar cerca de 1/3 de la producción de maíz de los EE.UU. – fundamental para los suministros mundiales de alimentos – para la elaboración de etanol.
El grano utilizado como combustible para automóviles de EE.UU. en 2011 podría haber alimentado a 400 millones de personas. La euforia para fabricar Etanol en los EE.UU. comenzó en 2005 y ayudó a elevar los precios de los alimentos en todo el mundo
Las principales causas que limitan la oferta:
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La erosión de los suelos y la expansión de los desiertos



El avance de los desiertos, como resultado del exceso de pastoreo, el sobre-laboreo y la deforestación, está invadiendo las tierras de cultivo en el África subsahariana, Oriente Medio, Asia Central y China. El avance de los desiertos en el norte y el oeste de China ha obligado al abandono total o parcial de cerca de 24.000 aldeas y las tierras de cultivo que las rodean.
Erosión en el sur de la provincia de Buenos Aires, Argentina
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El agotamiento de acuíferos
Disminución de mantos acuíferos y exceso de extracción de agua de los ríos que limita la ampliación de áreas bajo riego.
A nivel mundial el 70% del agua es utilizada para la agricultura y aproximadamente, el 40% de la cosecha mundial de granos se produce en tierras de regadío.
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Las caídas de las cosechas por olas de calor
Por cada aumento de 1º Celsius en la temperatura por encima de la normal durante la temporada de cultivo, los agricultores pueden esperar una disminución del 10% en los rendimientos del trigo, el arroz y el maíz.
Durante la ola de calor registrada en Moscú en 2010 se perdió el 40% de la cosecha de trigo.
El julio más cálido registrado en los EE.UU. en 2012 condujo a una sequía que abarcó más del 60% del territorio y en la medida que la sequía y las altas temperaturas dañaron los cultivos de maíz y soja, los precios de los productos básicos subieron.
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El derretimiento de hielos y aumento del nivel del mar
Cada delta en el que se cultiva arroz en Asia se ve amenazado por el aumento de los deshielos. Un aumento en el nivel del mar de 90 cm sería devastador para la cosecha de arroz en el delta del Mekong, que produce más de la mitad del arroz en Viet Nam, segundo exportador mundial de arroz.
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El derretimiento de los glaciares
Los glaciares de montaña están desapareciendo rápidamente en todo el mundo. Si la fusión continúa al ritmo actual, ríos como el Amarillo, Yangtze, Ganges e Indo, podrían llegar a ser estacionales, lo que conduciría a las cosechas de trigo y arroz a caer en picada.
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La pérdida de tierras de cultivo por usos no agrícolas
La conversión de tierras de cultivo a otros usos ocupa un lugar preponderante en China, India y los Estados Unidos.
China, con su masiva construcción industrial y residencial y su pavimentación de carreteras, autopistas y estacionamientos para una flota de automóviles en rápido crecimiento, puede ser el líder mundial en la pérdida de tierras de cultivo. En los Estados Unidos, la expansión suburbana está consumiendo grandes extensiones de tierras agrícolas.
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El desvío de agua de riego a las ciudades
A miles de agricultores de California hoy les resulta más rentable vender el agua de riego a Los Ángeles y San Diego, dejando sus tierras ociosas. En la India, las aldeas están vendiendo el agua de los pozos de riego a las ciudades cercanas. Los agricultores de China también están perdiendo agua de riego al ritmo del vertiginoso crecimiento urbano.
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La desaceleración del crecimiento en los rendimientos de los cultivos
A nivel mundial, el aumento de la productividad de los suelos agrícolas cayó de 2,1% al año entre 1950 y 1990; al 1,3% anual desde 1990 hasta 2008. Los avances científicos son cada vez más difícil de conseguir ya que los rendimientos de los cultivos se acercan a los límites inherentes a la eficiencia fotosintética. Este límite, a su vez, establece los límites superiores de la productividad biológica de la tierra, lo que finalmente regula la capacidad humana para su realización.
El rendimiento promedio mundial de cereales se ha triplicado desde 1950, pero el ritmo de crecimiento se está desacelerando.
1950-1990: creció 2,2%/año
1990-2011: creció 1,3%/año
En algunos de los países agrícolas más avanzados, el incremento de los rendimientos de grano se aproxima a una meseta.
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La reducción de los suministros derivados del petróleo
La disminución de la producción y los esfuerzos por reducir las emisiones de carbono definen un declive en la utilización del petróleo. La triplicación de la cosecha mundial de cereales durante el último medio siglo se vincula al petróleo. Resulta relativamente fácil aumentar la producción alimentaria mundial cuando el petróleo es barato y abundante. Será mucho más difícil cuando su oferta decline y el precio del petróleo suba.
Brown agrega que nos encontramos en un escenario de estrés inminente definido por el Cenit Petróleo, la escasez de agua y las consecuencias del Cambio Climático, que conjuntamente anuncian nuevas limitaciones a la producción de alimentos, subidas de precios y aumento de la inestabilidad política a menos que sean abordados.
En resumen se puede afirmar que las causas de la subida de precios de los alimentos han sido:
· La inestabilidad en los precios y abastecimiento del petróleo.
· El aumento de la demanda de carne y productos lácteos en el mundo en desarrollo.
· El desvío de cosechas para la producción de biocombustibles.
· La falta de acceso a mejores insumos y mercados, entre los pequeños agricultores en el mundo en desarrollo.
· Las respuestas de las políticas domésticas a los precios de los alimentos en los países en desarrollo, tales como impuestos a la exportación, las prohibiciones, restricciones o de otro tipo.
· Las condiciones climáticas adversas.
· La especulación.
El escenario descripto ha ido configurando una verdadera “Geopolítica de la Seguridad Alimentaria”, una peligrosa geopolítica de la escasez de alimentos que refuerzan las tendencias negativas.
Un ejemplo de lo anterior lo tenemos a finales de 2007 cuando los precios de los alimentos se dispararon y los exportadores de granos tradicionales, incluyendo los más importantes, como Vietnam, Rusia y Argentina limitaron o prohibieron las exportaciones, endureciendo aún más el mercado mundial, provocando disturbios y malestar en decenas de países importadores.
Como respuesta a la situación planteada los importadores de alimentos de países con altos ingresos intentaron primero cerrar acuerdos de importación a largo plazo sin ningún éxito y rápidamente comenzaron a comprar o alquilar grandes franjas de tierra en el extranjero para producir alimentos para sí mismos.
Los países compradores de tierras son en su mayoría aquellos cuyas poblaciones han abandonado su propia tierra y los recursos hídricos. Entre ellos se encuentran Arabia Saudita, Corea del Sur, China, Kuwait, Libia, India, Egipto, Jordania, los Emiratos Árabes Unidos y Qatar.
A manera de ejemplo tenemos los casos de Libia con planes de cultivar trigo en 100.000 hectáreas en Ucrania; Corea del Sur que firmó acuerdos para cultivar trigo en 690.000 hectáreas en Sudán; o el caso de varias empresas chinas que garantizaron 2,8 millones de hectáreas en la República Democrática del Congo para producir aceite de palma.
En total, unos 50 acuerdos por $ 20-30 mil millones de dólares se están llevando a cabo en diferentes partes del mundo.
Nuestro país por razones de lejanía, no formó parte de los primeros acuerdos y recibió esta corriente de “inversión” más recientemente. Así por ejemplo y según una noticia de INFOBAE publicada el 13 de Octubre de 2010, Qatar se encontraba buscando invertir unos US$100 millones en tierras para emprendimientos agrícolas en nuestro país destinadas a la producción de cereales.
Las compras de tierras o arrendamiento por parte de países importadores en el extranjero encierra un gran potencial de conflictos.
A menudo las tierras son adquiridas en países pobres con hambre, por ejemplo, Sudán y Etiopía. Hasta la fecha estos acuerdos se han concretado con una absoluta falta de transparencia y exclusión de los agricultores locales. Algunos países además, tienen previsto llevar trabajadores agrícolas extranjeros, pudiendo alimentar aún más la indignación pública.
Estos intentos de asegurar los suministros de alimentos pueden resultar inútiles a menos que el mundo aborde las tendencias a largo plazo y destaque la inminente amenaza a la seguridad alimentaria.
En Plan B, Lester Brown advierte que la escasez de alimentos provocó el desmoronamiento de la civilización sumeria, la maya, y muchas otras civilizaciones tempranas y en la medida que sigamos fallando en invertir las tendencias que socavan la seguridad alimentaria al tiempo que añadimos nuevas tensiones, los alimentos podrían ser también el eslabón débil de nuestro civilización global del siglo XXI.
La acumulación de estos problemas y sus consecuencias pueden agobiar más y más a los gobiernos, acelerando la propagación de los denominados “Estados Fallidos”[3] que se originan cuando los gobiernos pierden el control de todo o parte de su territorio y ya no puede garantizar la seguridad de su pueblo.
Las poblaciones en rápido crecimiento, el aumento del hambre y la pobreza, el agotamiento de los recursos, y las tensiones políticas cada año están empujando a más países como Afganistán, Haití y Sudán hacia el fracaso del Estado, disminuyendo la estabilidad.
Lester Brown se pregunta: ¿Cuántos Estados deben fallar antes que nuestra civilización global empiece a desintegrarse?
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Jorge Riechmann
En el siguiente párrafo extraído de su libro Cuidar la T(t)ierra – Políticas agrarias y alimentarias sostenibles para entrar en el siglo XXI , Jorge Riechmann sintetiza brillantemente nuestro insostenible modelo agro-alimentario:
El actual sistema de agricultura industrial -que a escala mundial prevalece frente a la agricultura campesina, y se presenta a sí mismo como perfección de progreso- es un disparate en términos sociales, ecológicos, económicos y éticos. Constituye, en cuanto tal, una parte altamente representativa del todo aún más disparatado que constituya la actual sociedad industrial, dentro de la cual se sitúa. Mientras sigamos comiéndonos la Tierra en lugar de comer de la tierra, devorando petróleo en lugar de alimentarnos con la luz del sol, produciendo y extrayendo sin preocuparnos de cerrar los ciclos de materiales, el aceleradísimo declive de la biosfera que impulsamos en la actualidad se agravará sin freno. Es hora de cambiar de rumbo. Este libro querría contribuir a mostrar en qué dirección.
Riechmann en Alimentar a la población humana en el siglo XXI (2009), aborda una serie de cuestiones centrales a la problemática que nos ocupa. Desarrolla su presentación en siete apartados, de los cuales, en los cinco primeros se describe el insostenible modelo agro-alimentario y es en ellos en los que centraremos nuestra atención.
Para ir entrando en materia Riechmann enumera las tres determinantes que definen nuestra situación:
(A) La venganza de Malthus.
Estamos chocando contra los límites biofísicos del planeta en un “mundo lleno”… También en lo que a alimentación se refiere.
(B) Un nivel de desigualdad históricamente inaudito.
Los graneros repletos… y más millones de personas desnutridas y muriendo de hambre que nunca antes en la historia. (Sobre este segundo punto, Joaquín Araujo recordaba que sólo con la décima parte del dinero que se ha empleado en 2008-2009 para salvar el sistema bancario se podrían cubrir las necesidades de agua potable y saneamiento básico de toda la humanidad, salvando la vida a cinco mil niños al día. Análogamente en otras carencias básicas que afligen a los empobrecidos y desposeídos…)
(C) Perspectivas de colapso.
Si la temperatura promedio del planeta sube de los aproximadamente 15 ºC que hemos conocido a lo largo de nuestra historia (y nuestra prehistoria) a 20 ºC, o incluso más –y a esto nos dirigimos a toda velocidad, y puede ocurrir en pocos decenios–, saltarán por los aires todos los sistemas socioeconómicos humanos –incluyendo los Estados y el abastecimiento de alimentos y agua potable claro está–, morirán miles de millones de seres humanos, y desaparecerá todo lo que entendemos por vida civilizada.
En su presentación Riechmann destaca que las características del sistema agroalimentario mundializado son:
- Conversión de los alimentos en mercancías como cualesquiera otras
- Monocultivos: producción en grandes volúmenes
- Bajo coste (al precio de enormes externalidades)
- Distribución rápida y mundial de los productos
Sobre «bajo coste» (tema también abordado por Lester Brown), es oportuno transcribir los datos que aporta Riechmann sobre los Costes ocultos de la agricultura industrial danesa:
INGRESOS (coronas/ha)
- Ingresos extra de la actividad agrícola convencional
+1.500
GASTOS (coronas/ha)
- Descontaminación de los acuíferos (plaguicidas
-900 - Descontaminación de los acuíferos (nitratos)
-793 - Biodiversidad
-225 - Contaminación marina por nitratos
-592 - Valor recreativo
-630 - Consumo energético
-675 - Salud humana
-1.044
TOTAL: -4.879
Los costes de descontaminación de pesticidas se estiman por el coste adicional de purificación del agua potable mediante filttros de carbón activo y radiación ultravioleta: 6’9 coronas por metro cúbico de agua.
Descontaminación de nitratos mediante ósmosis inversa e intercambio de iones: 6’8 coronas por metro cúbico de agua.
La pérdida de biodiversidad se estima según el valor para los cazadores de la población de aves silvestres en el predio (150 coronas/ha. en agricultura convencional, dos veces y media más en agricultura ecológica).
La contaminación marina se valora por los costes de descontaminación de los vertidos líquidos al mar (1.481 coronas por hectárea).
Daños a la salud humana: la pérdida de capacidad reproductiva se valora en 74.000 coronas, según los baremos de las compañías de seguros. A cada caso de salmonelosis se imputan 800 coronas.
Fuente: The General Workers’ Union in Denmark: For Posterity—For Nature’s Sake—Ecological Farming, Copenhague 1995, p. 19-24.
A continuación menciona que la pregunta adecuada en lo que a alimentos se refiere…no es la que suele hacerse: “¿será posible alimentar a toda la población mundial en los próximos decenios…?” sino más bien: ¿querremos hacerlo? No se trata de un problema técnico (aunque tiene aspectos técnicos, claro), sino de una cuestión ético-política. Es hoy así; y lo seguirá siendo en los años por venir.
El análisis de Riechmann se orienta a demostrar que el modelo agroalimentario actual no puede alimentar a la población mundial. Se pregunta entonces si puede hacerlo la agricultura de las transnacionales agroquímicas, la OMC, los latifundios agroexportadores y los laboratorios de transgénicos. Afirmando que a esa agricultura – con su modelo social detrás – le sobran, ya hoy, unos mil trescientos millones de personas.
Destaca Riechmann que en 1974 Henry Kissinger decía ante la Conferencia Mundial sobre la Alimentación de la FAO: En 1984, ningún hombre, mujer o niño se acostará con hambre. Pero en 2009 más de 1300 millones de personas padecen hambre, desnutrición o carencias alimentarias; cada año mueren por esta causa más de 30 millones, a partir de lo cual señala que las hambrunas no son catástrofes naturales (en una época en que ni siquiera las catástrofes naturales –como los huracanes e inundaciones– son ya naturales). El hambre y la desnutrición severas no son problemas técnicos, sino problemas político-sociales: consecuencias de la desigualdad y la injusticia.
Más de 1.500 millones de personas murieron de hambre y desnutrición en 1950-2000, cuando –por primera vez en la historia de la humanidad— globalmente los graneros estaban repletos, y la producción de alimentos crecía muy por encima del incremento demográfico. En efecto, la producción diaria de alimentos suponía 1.980 kilocalorías por persona en el año 1950, ascendió a 2.450 en 1972, y llegó a las 2.770 en 1997.
1.500 millones de personas en 1950-2000: una interminable hecatombe, el equivalente a una guerra nuclear a cámara lenta.
A partir de lo anterior, Riechmann centra su análisis en la crisis alimentaria que empezó en 2007:
Entre febrero de 2007 y febrero de 2008 el precio del trigo sube un 130%, el de la soja un 87%, el del arroz un 74%.
Abril de 2008: varias cadenas de distribución en EEUU racionan el arroz (cosa que no había ocurrido ni durante la segunda guerra mundial); y por primera vez desde hace decenios, Pakistán reintroduce cartillas de racionamiento en zonas vulnerables.
El aumento de precios de los alimentos (se han doblado en tres años, según el Banco Mundial) ha desencadenado estallidos sociales (“revueltas del pan” en el siglo XXI) en más de veinte países, tan variados como Filipinas, Haití, Egipto, Indonesia y varias naciones de África.
Las causas de la crisis en 2007- 2008…
- El incipiente cambio climático–con sequías prolongadas en países como Australia.
- La subida de los precios del petróleoy sus derivados requeridos en la agricultura industrial (fertilizantes y plaguicidas).
- La demanda creciente de economías “emergentes” como China e India–que ascienden escalones en la cadena alimentaria—.
- Los proyectos de expansión del uso de agrocombustibles.
- Y (last but not least) la especulación con los alimentos básicos(tras el desplome de las “hipotecas basura”), alentada por las transformaciones que impusieron las políticas neoliberales de los últimos tres decenios.
…y lo que se añade en 2008-2009
- La crisis económica mundial provoca un incremento del paro y una disminución de los ingresos. Así se reduce el acceso de los más pobres a los alimentos, cuyos precios siguen altos en muchos países. Sólo entre 2008 y 2009, cien millones de personas más se enfrentan a la pobreza y el hambre.
Jean Ziegler, responsable de NN.UU. para la alimentación, habla de “silencioso asesinato en masa”. Declaraciones al diario austriaco Kurier am Sonntag, 20 de abril de 2008.
En la bolsa de materias primas de Chicago se negocian los precios de casi todos los productos alimentarios del mundo. Y el componente especulativo de la crisis alimentaria de 2007-2008 es inequívoco:
“Entre noviembre y diciembre de 2007 el mercado financiero mundial se hundió, con pérdidas cifradas en más de un billón de dólares. A resultas de esa caída, los especuladores se han replegado sobre los mercados de futuros de materias primas agrícolas y alimentos básicos. (…) En 2005 el volumen de productos agrícolas que se negociaba en las bolsas era de 10.000 millones de dólares, mientras que en mayo de 2008 había alcanzado los 175.000 millones. (…) Los economistas del Banco Mundial estiman que la especulación es responsable del 37% del incremento de precios.” Entrevista con Jean Ziegler en Minerva 10, Madrid 2009.
En medio de la crisis, los comerciantes de cereales hacen su agosto
“Ante una crisis hipotecaria o financiera hay masas de dinero que van cambiando de producto. Han decidido refugiarse en los alimentos, algo que no pasaba desde hace tres décadas. (…) Estas inversiones han empezado a empujar los precios hacia arriba”. José María Sumpsi — subdirector general de la FAO– entrevistado en El País, 21 de abril de 2008.
Casi siempre se nos escamotea algo muy básico: los beneficios de Cargill, la mayor multinacional del comercio de cereales, aumentaron el 36% en 2007 (con respecto a 2006), y nada menos que un 86% en el primer trimestre de 2008. GRAIN, “Making a killing from hunger”, consultado en http://www.grain.org el 28 de abril de 2008.
Por otra parte “John Lipsky, número dos del Fondo Monetario Internacional (FMI), estima que la utilización de cultivos alimentarios –en particular de maíz y de trigo– para producir bioetanol es responsable al menos del 40% del aumento de los precios de los productos agrícolas básicos.” Entrevista con Jean Ziegler en Minerva 10, Madrid 2009.
Riechmann menciona en su presentación que La sostenibilidad tiene que ver con el logro de formas de equilibrio entre las distintas dimensiones de la actividad humana –ecológicas, sociales, económicas- -, sus consecuencias y sus objetivos. A partir de lo anterior considera que agricultura, ganadería y alimentación son ejemplos paradigmáticos de desequilibrio y propone como síntesis al respecto el libro de Paul Roberts: El hambre que viene. La crisis alimentaria y sus consecuencias, Ediciones B, Barcelona 2009.
Los desequilibrios en este ámbito son múltiples: desde la ruptura de ciclos naturales básicos, como el del nitrógeno…hasta la acelerada pérdida de biodiversidad, tanto natural como agropecuaria…pasando por la perturbadora desvalorización del trabajo agropecuario y por la existencia de terribles bolsas de trabajo esclavo y trabajo infantil en los sectores agrarios de algunos países.
Uno de estos desequilibrios resulta muy ilustrativo. Aunque en el mundo existen recursos más que suficientes para alimentar a todos los seres humanos de manera adecuada, sin embargo casi la mitad de la población mundial está malnutrida, por defecto o por exceso. Unos 1.200 millones de personas padecen desnutrición o carencias alimentarias (entre los cuales unos mil millones sufren hambre y desnutrición)……mientras que otros 1.200 millones –en su mayoría en Europa y Norteamérica—, que ingieren un exceso de calorías, proteínas y grasas animales, se enfrentan al sobrepeso y los problemas de salud que la mala dieta origina. (La obesidad es un factor de riesgo en dolencias cardiovasculares, diabetes, derrames cerebrales, artritis, algunos cánceres…). Gary Gardner y Brian Halweil, “Nutrir adecuadamente a los desnutridos y a los sobrealimentados”, en Lester R. Brown y otros: La situación del mundo 2000, Icaria, Barcelona 2000, p. 112
Para más de mil millones de personas, las enfermedades del hambre; para otros más de mil millones, las del sobrepeso. Así, emplear la expresión “sobredesarrollo” para referirnos a las zonas más industrializadas del planeta está lejos de ser un exceso retórico. Estos centenares de millones de personas malnutridas por exceso revelan con claridad que más no siempre es mejor. Por debajo de un umbral mínimo (que la FAO establece en las consabidas 2.200 Kcal.) se padece desnutrición, pero existe también un umbral máximo a partir del cual consumir más mina la propia salud del individuo.
“A pesar de que los costes de la alimentación son hoy la mitad que hace cincuenta años y de que la oferta mundial de alimentos sobrepasa las necesidades calóricas per cápita en cerca de un 20%, el mundo cuenta con casi tantos ciudadanos mal nutridos por defecto como exceso, una simetría malsana que es el símbolo de las fallas aún mayores del sistema.” Paul Roberts, El hambre que viene. La crisis alimentaria y sus consecuencias, Ediciones B, Barcelona 2009, p. 21.
¿Es sostenible el modelo agrícola industrial y el sistema alimentario mundial?
Otro aspecto de particular importancia en el análisis es el referido a la insostenibilidad del modelo agrícola industrial y del sistema alimentario mundial.
Si sostenible fuera sinónimo de rentabilidad económica tradicional el sistema – muy seguramente – sería sostenible, pero la verdadera insostenibilidad emerge en un sistema de producción y consumo al considerar su transumo, entendido como el flujo de energía y materiales a través de nuestros sistemas productivos.
Óscar Carpintero y José Manuel Naredo en Sobre la evolución de los balances energéticos de la agricultura española, 1950-2000[4] mencionan que: La agricultura pasó de apoyarse fundamentalmente en un flujo de energía renovable a transformarse en una actividad productiva muy exigente en combustibles fósiles y recursos no renovables. Y eran esos requerimientos energéticos tan potentes (fertilizantes, combustibles, maquinaria…) los que hacían del conjunto de la actividad agraria un proceso energéticamente deficitario, es decir, que exigía un aporte de kilocalorías superior al que posteriormente se obtenía en forma de alimentos.
Sobre este tema, Riechmann plantea lo siguiente:
Las agriculturas tradicionales eran capaces de generar un excedente físico (biomasa fruto de la fotosíntesis, asociada a la inagotable radiación solar) reponiendo, en “ciclo cerrado”, tanto los nutrientes como la energía (aportada en forma de trabajo humano y animal). La agricultura industrial moderna tuvo que suplir la escasez de mano de obra provocada por el proceso industrializador (centrado en las ciudades) aportando cada vez más maquinaria e insumos desde fuera del sector agropecuario. El elevado consumo de energía fósil en la agricultura intensiva actual (por encima del 95% de las entradas energéticas externas en los agroecosistemas) se debe a los fertilizantes (50-60%), el gasóleo (25-40%), los fitosanitarios (8%) y la maquinaria (2%).
Ahora la producción y distribución agropecuaria está cada vez más subsidiada energéticamente por combustibles fósiles (no renovables). La eficiencia total de los agrosistemas disminuye a medida que incrementan los insumos de energía no renovable. Cuando consumimos productos agrícolas o carne, la mayoría de la energía bioquímica que ingerimos no procede del sol, sino del petróleo. El petróleo (y el gas natural) es un recurso escaso, no renovable… Y nos acercamos rápidamente al “cenit del petróleo” (y del gas natural), si es que no estamos ya ahí.
Mientras que la agricultura intensiva tradicional china llegaba a alcanzar rendimientos de 50:1 (vale decir, con una caloría de energía externa distinta a la solar se llegaban a obtener 50 calorías de alimento) y la tradicional agricultura cerealista castellana de 20:1, la agricultura industrial española actual sólo alcanza en promedio 0’8 a 1: es decir, su balance energético es negativo.
El sistema agroalimentario estadounidense, tomado en conjunto, funciona con rendimiento 1:10 (para poner una caloría sobre la mesa se invierten diez calorías petrolíferas), y en el cultivo de verduras de invernadero durante el invierno llegan a alcanzarse valores tan disparatados como 1:575.
En la era del peak oil, esto plantea graves interrogantes sobre la eficiencia y la viabilidad de nuestros actuales sistemas agropecuarios industriales. Podemos permitirnos un contrasentido semejante durante unas pocas generaciones, pero no más. Comer del sol puede ser ecológicamente sustentable; comer del petróleo no lo es en ningún caso.
Para referirse a la insostenibilidad de nuestro sistema agroalimentario, Riechmann apela a un párrafo extraído de La energía en los sistemas agrarios de José Manuel Naredo y Pablo Campos[5]:
“Lo mismo que hoy se sabe que sería imposible generalizar a todas las sociedades humanas los niveles de ‘producción’, contaminación y consumo de los países industrializados, tampoco sería posible generalizar los frutos de unas técnicas agrícolas que se basan en la desigualdad y exigen una creciente apropiación de energía y recursos no renovables externos a los propios sistemas agrarios y, en general, a las fuentes de energía y materia renovable”
En Desarrollo Sostenible: la lucha por la interpretación[6] al referirse a pautas de consumo antisociales Riechmann menciona que:
Un ejemplo sencillo nos lo proporcionan los sistemas agropecuarios industrializados, altamente quimizados e intensivos en energías fósiles, que imperan en los países industriales avanzados (sobre todo en EEUU) y en los países del Sur que han pasado por la «revolución verde»: como es sabido, el rendimiento energético de estos sistemas es extraordinariamente bajo (en algunos casos, se emplean diez calorías de combustible por cada caloría de alimento producido) (12). Pues bien, si se generalizara la dieta y la tecnología alimenticia de EEUU al conjunto de la población mundial y el petróleo sólo se destinara a este fin, las reservas mundiales se agotarían en un período muy breve: según algunos cálculos, entre 11 y 14 años (13). Nuestra forma de alimentarnos, por consiguiente, parece en alto grado antisocial e inmoral.
(12) «En México, según la información facilitada por la Fundación Xochicalli, hay que utilizar 19.000 kilocalorías para poner 2.200 kilocalorías sobre la mesa. Desde otro punto de vista, el total de energía consumida en transportar alimentos a México es casi igual a la energía total requerida por el sector primario para la producción de alimentos. El hecho de que tales situaciones hayan sido consideradas positivas constituye, indudablemente, una aberración conceptual». Manfred Max Neef citado por Alexander King y Bertrand Schneider en La primera revolución global – Informe del Consejo al Club de Roma, Plaza y Janés, Barcelona 1991, p. 74. Cf. sobre este asunto el capítulo primero («La agricultura moderna, ¿fuente de energía?») de La ecología y la economía de Joan Martínez Alier y Klaus Schlüpmann (FCE, Ciudad de Méjico 1991).
(13) La estimación es de David y Marcia Pimentel: la recuerda José Manuel Naredo en La economía en evolución, Siglo XXI, Madrid 1987, p. 373.
Algunos datos en refuerzo de los anteriores argumentos:
Para engordar una vaca hasta 500 kg se necesitan 6 barriles de petróleo (aproximadamente 1000 litros).
Para producir 1 kg de carne vacuna se consumen 7 litros de petróleo.
Para cultivar tomates de invernadero se consume hasta 50 veces más de su contenido energético.
En el cultivo de verduras de invernadero llegan a alcanzarse valores tan disparatados como 575:1
Los sistemas agrícolas más pequeños, menos mecanizados, producen más calorías de alimento por caloría de energía que se gasta para hacer crecer los cultivos. Si se generalizara la dieta y la tecnología alimenticia de EEUU al conjunto de la población mundial y el petróleo sólo se destinara a este fin, las reservas mundiales se agotarían en 12 años. Nuestra forma de alimentarnos, por consiguiente, parece en alto grado antisocial e inmoral.
Para concluir la descripción del sistema agroalimentario, Riechmann destaca los siguientes dos párrafos extraídos del libro de Paul Roberts: El hambre que viene. La crisis alimentaria y sus consecuencias:
“Prácticamente a todos los niveles, estamos alcanzando el final de lo que tal vez algún día se conozca como la ‘Edad de Oro’ de alimentación, un período breve (…). Nuestros métodos de producción provocan tantos ‘costes externos’ –desde las fugas de residuos químicos de las granjas hasta las desigualdades del empleo precario, pasando por un exceso de calorías que amenaza con asfixiarnos– que la perpetuación del sistema en nuestros días está claramente amenazada.»
«La polémica del etanol se entiende mejor como el preámbulo de una discusión mucho más vasta que gira en torno a la sostenibilidad de los sistemas modernos de producción y distribución de alimentos y sus prácticas, y se plantea la incógnita de si los cambios espectaculares de la dieta que se han producido en el siglo pasado podrán mantenerse a lo largo del siguiente, especialmente el gran aumento del consumo de carne.”
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NOTAS
[1] Lester Russel Brown (nacido el 28 de marzo de 1934) es un analista ambiental de Estados Unidos, fundador del Instituto Worldwatch, y fundador y presidente del Earth Policy Institute, una organización de investigación sin fines de lucro con sede en Washington.
[2] Jorge Riechmann Fernández (Madrid, 24 de marzo de 1962) es un poeta, traductor, ensayista, matemático, filósofo, ecologista y doctor en ciencias políticas español.
[3] Para una información detallada sobre Estados fallidos véase “The Failed States Index” elaborado por Fund for Peace and Foreign Policy, Foreign Policy, July/August 2007, pp. 54–63; Table 1–1, pp. 80–93.
[4] Sobre la evolución de los balances energéticos de la agricultura española, 1950-2000 – HISTORIA AGRARIA Nº 40 (2006)
[5] “La energía en los sistemas agrarios”, Agricultura y sociedad 15, Madrid 1980, p. 80.
[6] Texto publicado como capítulo 1 del libro de Jorge Riechmann, José Manuel Naredo y otros autores De la economía a la ecología (Trotta, Madrid 1995).