CIENCIA

Carlos MERENSON

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LA TECNOCIENCIA

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Viñeta de: El Roto – Publicada por El País
En la medida en que la política verde es un ataque contra las normas y prácticas de la ciencia y sociedad de finales del siglo XX, y en la medida en que culpan al avance científico (en determinada dirección) de muchos de los males que en su opinión padecemos, y en la medida en que, finalmente, arremete contra la creencia de que más de lo mismo curará dichos males, la tecnología está siempre bajo la mirada escrutadora del crítico verde.
Andrew Dobson
Es necesario dejar de ver al hombre como un ser sobre-natural. Es preciso abandonar el proyecto de conquista y posesión de la naturaleza, formulado a la vez por Descartes y Marx. Este proyecto ha llegado a ser ridículo a partir del momento en que nos hemos dado cuenta de que el inmenso cosmos permanece fuera de nuestro alcance. Ha llegado a ser delirante a partir del momento en que nos hemos dado cuenta de que es el devenir prometeico de la tecnociencia el que conduce a la ruina de la biosfera y por ello al suicidio de la humanidad. La divinización del hombre debe cesar. Ciertamente, nos es necesario valorar al hombre, pero hoy sabemos que sólo podemos valorar verdaderamente al hombre si valoramos también la vida, y que el respeto profundo hacia el hombre pasa por el respeto profundo hacia la vida. La religión del hombre insular es una religión inhumana.
Edgard Morin

El ecologismo político cuestiona a la civilización occidental antropocentrista y productivista cuya tecnociencia se encuentra enteramente orientada hacia la producción y el consumo.

DOBSONPara Andrew Dobson[1] esta visión del ecologismo político sobre la tecnociencia resulta ambivalente y para demostrarlo se vale del ejemplo del reciclado de la siguiente manera:

Evidentemente, existe la tecnología para reciclar enormes cantidades de material “de desecho” (periódicos, botellas, etc.) y hacerlo útil de nuevo. Este es probablemente el tipo de actividad asociado más frecuentemente con la política verde, y es verdad que los miembros del movimiento verdee basan a menudo sus cuadros de la sociedad sustentable en tales estrategias…En el marco más amplio de la exigencia verde de reducir el consumo, sin embargo, esto es claramente insuficiente, y algunos verdes se preocupan por la posibilidad de que la excesiva confianza en el reciclado reste peso al reconocimiento de que se requieren cambios más profundos. Se debe insistir en reducir el consumo, más que en reciclar lo que ya ha sido consumido…”La ficción de combinar los actuales niveles de consumo con un “reciclamiento ilimitado” es más característica de la visión tecnocrática que de la ecológica. También el reciclado usa recursos, gasta energía, crea contaminación térmica; a fin de cuentas, es simplemente una actividad industrial como todas las demás. Reciclar es a la vez útil y necesario, pero resulta ilusorio imaginar que da respuestas fundamentales” (Porritt, 1984ª, pág. 183).

Indudablemente, la ciencia reviste un enorme valor frente a la grave crisis ecosocial que nos toca enfrentar, en tanto necesitamos el mejor conocimiento para comprender sus causas y enfrentar sus consecuencias, pero tal como lo plantea Jorge Riechmann[2] inmediatamente surge un interrogante:

en lo que se refiere a la crisis de la que estamos hablando, la ciencia –en su específica configuración actual, a la que solemos llamar “tecnociencia”– ¿es parte de la solución, o más bien –como piensan muchos contemporáneos nuestros— tiende a ser parte del problema?

Para el ecologismo político la tecnociencia ligada al mercado, pretende ser la única solución de los problemas pero – de hecho – suele ser incapaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros.

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La solución de la tecnociencia en su específica configuración actual: ABEJAS MECÁNICAS

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El interrogante que plantea Riechmann es crucial en el pensamiento ecologista político. Uno de sus destacados referentes: Ivan Illich[3] señala que:

Desde la época de Bacon, los europeos comenzaron a realizar operaciones indicadoras de un nuevo estado mental: ganar tiempo, reducir el espacio, aumentar la energía, multiplicar los bienes, echar por la borda las normas naturales, prolongar la duración de la vida, sustituir los organismos vivos por mecanismos que los simulan o amplían una función particular. De estos imperativos se desarrollaron en nuestras sociedades los dogmas de la ciencia y de la técnica que tienen valor de axiomas porque no se les somete a análisis.

Illich hace aquí referencia al proceso que dio inicio en los siglos XVI y XVII que condujo a un profundo cambio en la visión que se tenía del universo. A continuación se presenta una síntesis de este proceso extractada del libro: El Punto Crucial – Ciencia, sociedad y cultura naciente de Fritjof Capra.

ciencia14La naturaleza de la ciencia medieval era muy diferente a la de la ciencia contemporánea. La primera se basaba al mismo tiempo en la razón y en la fe y su meta principal era comprender el significado y la importancia de las cosas, no predecirlas o controlarlas.

La visión del universo como algo orgánico, vivo y espiritual fue reemplazada por la concepción de un mundo similar a una máquina; la máquina del mundo se volvió la metáfora dominante de la era moderna.

La Revolución Científica comienza con Nicolás Copérnico. Sus teorías invalidaron la visión geocéntrica expuesta por Tolomeo y descrita en la Biblia; dicha visión había sido el dogma aceptado durante más de mil años.

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Johannes Kepler, logró formular sus famosas leyes empíricas sobre el movimiento planetario, que confirmaron ulteriormente el sistema ideado por Copérnico.

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El verdadero cambio en la esfera científica no se produjo hasta que Galileo Galilei, apuntó en dirección al cielo el recién inventado telescopio y aplicando su extraordinario don de observación a los fenómenos celestes, logró poner en duda la antigua cosmología y afirmar la validez científica de la hipótesis concebida por Copérnico. La obra de Galileo no se limitó a corroborar la teoría de Copérnico, lo que resulta muy significativo fue su aporte al desarrollo del enfoque empírico y la descripción matemática de la naturaleza. Ello implicó un gran adelanto para su época, convirtiéndose en las características dominantes de la ciencia del siglo XVII.

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Con Francis Bacon la ciencia comenzó a tener como fin un tipo de conocimiento que permitiera dominar y controlar la naturaleza para lograr objetivos que resultaban profundamente antiecológicos. Los términos que Bacon utilizaba para defender su nuevo método empírico se pueden tachar de atroces.

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El antiguo concepto de la tierra/madre se transformó radicalmente en la obra de Bacon y desapareció por completo cuando la Revolución Científica reemplazó la visión orgánica del mundo con la metáfora del mundo/máquina.

Emerge aquí la figura de René Descartes que creía que la clave del universo se hallaba en su estructura matemática y, para él, ciencia era sinónimo de matemáticas. Pensaba que la matemática era el lenguaje de la naturaleza.

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ciencia21El conocimiento cierto sólo se obtiene mediante la intuición y la duda. El método cartesiano es analítico, esto es, consiste en dividir los pensamientos y problemas en cuantas partes sea posible y luego disponerlos según un orden lógico. El método de razonamiento analítico quizá sea la principal contribución de Descartes a la ciencia. El racionalismo se ha convertido en una característica esencial del, pensamiento científico moderno.

 

Según Descartes el universo material era una máquina. La naturaleza funcionaba de acuerdo con unas leyes mecánicas, y todas las cosas del mundo material podían explicarse en términos de la disposición y del movimiento de sus partes. Esta es la base del paradigma mecanicista que dominó la ciencia, hasta que la física del siglo XX efectuó un cambio radical.

 

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El hombre que realizó el sueño cartesiano y completó la Revolución Científica fue Isaac Newton. Nacido en Inglaterra en 1642, Newton desarrolla toda una fórmula matemática del concepto mecanicista de la naturaleza y con ella sintetizó magníficamente las obras de Copérnico y de Kepler, y también las de Bacon, Galileo y Descartes.

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ciencia25En su libro “Principios Matemáticos de la Filosofía Natural”, Newton expuso su teoría con gran lujo de detalles. “Principia” (diminutivo del título original latino de la obra) comprende un vasto sistema de definiciones, proposiciones y pruebas, que los científicos admitieron como la correcta descripción de la naturaleza durante más de doscientos años. En “Principia”, Newton combinó el método empírico e inductivo propuesto por Bacon y el racional y deductivo de Descartes, haciendo hincapié en el hecho de que era imposible llegar a una teoría cierta mediante experimentos desprovistos de una interpretación sistemática ni por medio de unos principios básicos confirmados por la experimentación.

En la mecánica newtoniana todos los fenómenos físicos se reducen al movimiento de partículas de materia provocado por su atracción mutua, esto es, por la fuerza de gravedad.

florentFlorent Marcellesi en Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde menciona que:

En el terreno ético y ante la crisis ecológica, Xabier Etxeberria apela a distanciarse del «antropocentrismo tecnocrático» —nacido en la edad moderna occidental con el papel destacado de Descartes—, donde la naturaleza es sobre todo el objeto propuesto para nuestro dominio, para nuestro provecho, gracias a la tecnociencia, fuente de la felicidad de los seres humanos (1994: 2).

Por su importancia para adentrarnos en la visión que el ecologismo político tiene sobre la ciencia– en su específica configuración actual –  a continuación se transcribe parte del capítulo “4” de La Convivencialidad (1978):

La desmitificación

Por encima de todo, el debate político está congelado por un engaño respecto a la ciencia. La palabra ha venido a significar una empresa institucional en vez de una actividad personal; la solución de un rompecabezas en vez del despliegue imprevisible de la creatividad humana. La ciencia es actualmente una agencia de servicios fantasmas y omnipresente, que produce mejor saber, igual que la medicina produce mejor salud. El daño causado por este contrasentido en la naturaleza del saber es aún más radical que el mal hecho por la mercantilización de la educación, de la salud y de la movilidad. La falsedad de la mejor salud corrompe el cuerpo social, pues cada uno se preocupa cada vez menos de la calidad del ambiente, de la higiene, de su modo de vida o de su propia capacidad de cuidar a los demás. La institucionalización del saber conduce a una degradación global más profunda, pues determina la estructura común de los otros productos. En una sociedad que se define por el consumo del saber, la creatividad es mutilada y la imaginación se atrofia.

Esta perversión de la ciencia se funda en la creencia en dos especies de saber; el inferior del individuo, y el saber superior de la ciencia. El primer saber sería del dominio de la opinión, la expresión de una subjetividad, y el progreso nada tendría que ver en ello. El segundo sería objetivo, definido por la ciencia y extendido por voceros expertos. Este saber objetivo es considerado como un bien que se puede almacenar y mejorar constantemente. Es un recurso estratégico, un capital, la más preciosa de las materias primas, el elemento base de lo que se ha dado en llamar la toma de decisiones, siendo éstas, a su vez, concebidas como un proceso impersonal y técnico. Bajo el nuevo reino del computador y de la dinámica de grupo, el ciudadano abdica de todo su poder en favor del experto, el único competente.

El mundo no es portador de ningún mensaje, de ninguna información. Es lo que es. Todo mensaje que le concierne es producto de un organismo vivo que actúa por él. Cuando se habla de la información almacenada fuera del organismo humano, se cae en una trampa semántica. Los libros y las computadoras forman parte del mundo. Ofrecen datos siempre que haya ojos para leerlos. Al confundir el medio con el mensaje, el receptáculo con la información misma, los datos con la decisión, relegamos el problema del saber y del conocimiento al punto muerto de nuestra mente.

Intoxicados por la creencia de un porvenir mejor, los individuos cesan de fiarse de su propio criterio y piden que se les diga la verdad sobre lo que `saben’. Intoxicados por la creencia en una toma mejor de decisiones, les es difícil decidir por sí solos, y pronto pierden la confianza en su propio poder de hacerlo. La impotencia creciente del individuo para tomar por sí mismo decisiones afecta a la estructura base de su espera. Antes, los hombres se disputaban una escasez concreta, en el presente reclaman un mecanismo distribuidor para colmar una falta ilusoria.

El ritual burocrático organiza el consumo frenético del menú social: programa de educación, tratamiento médico o acción judicial. El conflicto personal se ve privado de toda legitimidad, desde que la ciencia promete la abundancia para todos y pretende dar a cada uno según sus demandas personales y sociales, objetivamente identificadas. Los individuos, que han desaprendido a reconocer sus propias necesidades así como a reclamar sus propios derechos, se convierten en presa de la mega-máquina que define en su lugar lo que les hace falta. La persona ya no puede por sí misma contribuir a la renovación continua de la vida social. El hombre llega a desconfiar de la palabra, se apega a un ser supuesto. El voto reemplaza al corrillo; la caseta electoral, a la terraza del café. El ciudadano se sienta frente a la pantalla, y calla.

Las reglas del sentido común que permitían a los hombres conjugar y compartir sus experiencias se destruyen. El consumidor-usuario tiene necesidad de su dosis de saber garantizado, cuidadosamente acondicionado. Encuentra su seguridad en la certidumbre de leer el mismo periódico que su vecino, de mirar la misma emisión televisiva que su patrón. Se contenta con tener acceso al mismo grifo del saber que su superior, antes que tratar de instaurar la igualdad de condiciones que darían a su palabra el mismo peso que tiene la del patrón. La dependencia, en todas partes aceptada como un hecho, en relación al saber altamente calificado, producido por la ciencia, la técnica y la política, erosiona la confianza tradicional en la veracidad del testigo y despoja de su sentido las principales formas en que los hombres pueden intercambiar sus propias certidumbres. Hasta en los tribunales, el experto rivaliza en importancia con los testigos. El experto es casi admitido como testigo patentado, se olvida que su declaración no representa sino lo que se oye decir: es la opinión de una profesión.

Sociólogos y psiquíatras acuerdan o rechazan el derecho a la palabra, a una palabra audible. Al poner su fe en el experto, el hombre se despoja de su competencia jurídica, primero, y política, después. Su confianza en la omnipotencia de la ciencia incita a los gobiernos y a sus administrados a descansar sobre la ilusión de que se eliminarán los conflictos suscitados por un evidente enrarecimiento del agua, del aire o de la energía; a creer ciegamente en los oráculos de los expertos, que prometen milagros multiplicadores.

Nutrida en el mito de la ciencia, la sociedad abandona a los expertos hasta la preocupación de fijar límites al crecimiento. Ahora bien, semejante delegación de poder destruye el funcionamiento político; a la palabra, como medida de todas las cosas, se la sustituye por la obediencia a un mito y, finalmente, legitimiza en cierta forma los experimentos practicados en los hombres. El experto no representa al ciudadano, forma parte de una élite cuya autoridad se basa sobre la posesión exclusiva de un saber no comunicable; pero, en realidad, este saber no le confiere ninguna aptitud particular para definir las delimitaciones del equilibrio de la vida. El experto no podrá jamás decir dónde se encuentra el umbral de tolerancia humana. Es la persona quien lo determina; en comunidad, nada le puede hacer desistir de ese derecho. Ciertamente, es posible hacer experiencias sobre seres humanos. Los médicos nazis han explorado los límites de resistencia del organismo. Descubrieron por cuánto tiempo el individuo medio puede soportar la tortura, pero esto nada les reveló respecto a lo que alguien puede considerar tolerable. Hecho significativo, esos médicos fueron condenados, de acuerdo con un pacto firmado en Nuremberg, dos días después de la destrucción de Hiroshima, en vísperas de destruir Nagasaki.

Lo que un pueblo puede tolerar queda fuera del alcance de todo experimento.

Se puede decir lo que será de un grupo de hombres particulares dentro de una situación extrema: prisioneros, náufragos o conejos de indias. Pero esto no puede servir para determinar el grado de sufrimiento y frustración que una sociedad dada aceptaría sufrir a causa de la instrumentación forjada por ella misma.

Ciertamente, las operaciones científicas de medida pueden indicar que un determinado tipo de comportamiento amenaza un equilibrio vital mayor. Pero sólo una mayoría de hombres juiciosos, que conozcan la complejidad de las realidades cotidianas y que las tomen en cuenta en sus actuaciones, pueden encontrar la forma de limitar los fines que persiguen la sociedad y los individuos. La ciencia puede iluminar las dimensiones del reino del hombre en el cosmos, pero precisa una comunidad política de hombres conscientes de la fuerza de su razón, del peso de su palabra y de la seriedad de sus actos, para elegir libremente la austeridad que garantizará su vitalidad.

 

La Idolatría Tecnocientífica

Un axioma ampliamente difundido en las sociedades contemporáneas es el que supone que investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) son el conjuro mágico, el mantra que nos salvará de todos los males. Es esta idolatría tecnocientífica la que se cuestiona desde el pensamiento ecologista político.

En Los límites del crecimiento, treinta años después escrito por Donella Meadows, Jørgen Randers y Dennis Meadows los autores mencionan que:

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Resulta aquí oportuno traer el ejemplo de la “Identidad Kaya” en tanto corrobora las afirmaciones arriba citadas.

En 1989 el economista japonés Yoichi Kaya[4] presentó una forma pragmática de visualizar el proceso y las causas que definen el aumento de las emisiones antropogénicas de gases efecto invernáculo mediante una simple identidad matemática que relaciona los factores que determinan el nivel de impacto humano sobre el clima en la forma de emisiones de dióxido de carbono.

Kaya postula que son cuatro los factores que definen la cuantía de tales emisiones:

ICE = “intensidad de carbono de la energía” (emisiones de carbono por unidad de energía consumida);

IEE = “intensidad energética de la economía” (consumo de energía por unidad de PIB);

RE = renta económica (PIB per cápita)

P = Población

Tn CO2 = ICE * IEE * RE * P

CIENCIA2Mientras las negociaciones que se desarrollan dentro de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático giran sobre la reducción de los dos primeros términos de naturaleza técnica (las formas de disminuir la “intensidad de carbono de la energía” modificando las fuentes energéticas y las formas de disminuir la “intensidad energética de la economía” aumentando la eficiencia en su uso), poco es lo que se dice y nada lo que se negocia sobre el siempre creciente PIB/cápita, como expresión de un modelo económico productivista-consumista y el crecimiento exponencial de la población, pese a que ambos factores resultan preponderantes y definitorios de la cuantía de las emisiones de CO2.

Mariano Marzo en su artículo Cambio climático y crecimiento publicado por El País en febrero de 2011 ejemplifica muy bien lo antes señalado cuando advierte que:

…las proyecciones en el horizonte de 2035 contenidas en un reciente informe del Gobierno de Estados Unidos (International Energy Outlook 2010) señalan que en los próximos 25 años, el mundo podría reducir su intensidad energética a algo menos de la mitad y disminuir ligeramente la intensidad de carbono respecto a los valores de 2007. Sin embargo, estas mejoras se verían ampliamente contrarrestadas por el crecimiento del PIB per cápita (cercano al 100%) y por el aumento de la demografía (próximo al 30%), de forma que, en conjunto, la multiplicación de los cuatro factores de Kaya arroja el resultado de que en 2035 las emisiones globales de CO2 se habrán incrementado en algo más del 40% respecto a las de 2007.

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No debe extrañarnos entonces que en el mundo real – fuera de las salas de negociación de las conferencias de las partes – las emisiones de CO2 hayan seguido creciendo hasta alcanzar en febrero 2016 una concentración atmosférica de 404,16 ppm – muy lejos del límite de seguridad establecido en 350 ppm y muy lejos de las reducciones establecidas por el Protocolo de Kyoto equivalentes a un 5,2% de reducción respecto de las emisiones del año base (1990).

CIENCIA5La omnipotencia tecnocrática ha conducido a algunos científicos a realizar temerarias afirmaciones que en muy poco tiempo demostraron su inexactitud tal es el caso del premio Nobel de física Robert Millikan quien en 1930 aseguraba que la humanidad no podía construir nada que causara verdadero daño a algo tan grande como la Tierra y lo decía el mismo año en el que – paradójicamente – Thomas Midgley inventaba los clorofluorcarbonos (CFC), que en los decenios siguientes dañaron gravemente esa Tierra tan grande y en apariencia invulnerable.

Sobre el infundado optimismo tecnológico resultan de interés los trabajos de:

  • Herman E. Daly y John B. Cobb: Para el Bien Común
  • Antoni Domènech: La ciencia moderna, los peligros antropogénicos presentes y la racionalidad de la política de la ciencia y la tecnología.
  • Barry Commoner: Science and Survival[5] (1966).
  • Nicholas Rescher: The limits of sciencie[6].

CIENCIA9En El Vértigo de la Tecnología las 5 Advertencias del Cambio Tecnológico publicado en The Ecologist (2012) Postman plantea que:

  • Siempre la cultura paga un precio por la tecnología que incorpora.
  • Siempre hay vencedores y perdedores del cambio tecnológico (y los ganadores siempre intentarán persuadir a los perdedores de que también ellos son ganadores)
  • Toda tecnología incorpora una filosofía que es expresión de cómo la tecnología nos hace usar nuestra mente.
  • El cambio tecnológico no es aditivo, es ecológico (Lo cambia todo a su paso, es demasiado importante como para dejarlo única y exclusivamente en las manos de Bill Gates)
  • La tecnología tiende a hacerse mítica, esto es, que se percibe como parte del orden natural de las cosas, por lo que tiende a controlar más nuestras vidas de lo que sería deseable

Ver en: http://www.theecologist.net/files/articulos/50_art2.asp

 

Límites intrínsecos de la racionalidad: el teorema de Gödel

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El llamado teorema de incompletitud de Gödel implica que la teoría aritmética perfecta no puede existir. El teorema establece que una teoría aritmética no puede ser a la vez consistente, axiomatizable y completa (tres requisitos que exigiríamos a cualquier aritmética “perfecta”). Kurt Gödel viene a señalar que no resulta posible buscar fundamentos definitivos y absolutos del conocimiento científico, ni siquiera en el ámbito de las ciencias “exactas”

La tecnología puede aumentar la eficiencia ¿pero puede disminuir el consumo?

jevonsLa Paradoja de Jevons, también conocida como “efecto rebote” postula que: aumentar la eficiencia disminuye el consumo instantáneo pero incrementa el uso del modelo lo que provoca un incremento del consumo global.

Si la eficiencia en el consumo final es mayor que la eficiencia en ese mismo consumo inicial entonces el consumo instantáneo final resulta menor que el inicial; pero cuándo se considera el número de consumidores, la relación se invierte y aumenta el consumo puesto que el número de consumidores finales resulta significativamente mayor que el de los consumidores iniciales.

Para una unidad, si Ef > Ei, entonces  Cf < Ci

Pero puesto que Nf >> Ni, entonces globalmente Ci * Ei * Ni < Cf * Ef * Nf

Donde:

C = consumo instantáneo

E = eficiencia en el consumo

N = número de consumidores

i = estado inicial

f = estado final

La fragilidad de la tecnociencia moderna

La tecnología moderna se ha vuelto muy dependiente de numerosos elementos muy escasos en la corteza terrestre. Elementos como el niobio, el litio, el cobalto, el indio, el tantalio son los auténticos talones de Aquiles de nuestro desarrollo.

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Sin ellos tecnologías como la fotovoltaica, las baterías de los vehículos eléctricos, algunos componentes de los molinos eólicos, la electrónica avanzada no son posibles o tienen rendimientos, mucho menores.

La forma de actuar de la sociedad moderna es demencial. Usamos minerales extremadamente raros, los mezclamos para hacer artefactos que tiene una vida corta y después todos esos materiales van a la basura. Una vez que los minerales se han dispersado en los ríos o la tierra, volver a juntarlos requiere una cantidad enorme de energía. Nada se diseña para durar… Esto es demencial y no puede durar.

¿Límites al saber y sus aplicaciones?

La posición crítica hacia la tecnociencia en su configuración actual conduce a preguntarse si el ecologismo político plantea la necesidad de establecer límites para el desarrollo científico-técnico.

castoriadiscuadroUno de los referentes del ecologismo político, Cornelius Castoriadis[7] considera que:

…lo que domina hoy es la autonomización de la tecnociencia. Ya no nos preguntamos si hay necesidades que deben ser satisfechas, sino si tal o cual logro científico o técnico es realizable. Si lo es, será realizado y se fabricará la «necesidad» correspondiente. Las consecuencias laterales o las repercusiones negativas raramente se toman en cuenta. Hay que detener eso también, y allí es donde las cuestiones difíciles comienzan. Todos queremos -en todo caso yo quiero-el desarrollo del saber científico. Queremos entonces, por ejemplo, satélites de observación muy eficaces. Pero éstos implican la totalidad de la tecnociencia contemporánea. ¿Debemos entonces quererla también? No puede plantearse restringir la libertad de la investigación científica. Pero los límites entre el saber puro y sus aplicaciones, eventualmente letales, son extremadamente borrosas, si no es que inexistentes. El gran matemático inglés Hardy, que se había opuesto a las dos guerras mundiales, decía que se había dedicado a las matemáticas porque ellas jamás podrían servir para matar a un ser humano. Lo cual prueba que se puede ser un gran matemático y no saber razonar fuera de su terreno. La bomba atómica habría sido imposible sin la participación de muchos grandes matemáticos «puros»; y desde el momento en que el cálculo diferencial fue inventado, ha sido usado para calcular las parábolas de tiro de los cañones.

Es a partir de lo anterior que Castoriadis se pregunta: ¿Cómo trazar el límite? ¿Es necesario controlar la expansión del saber mismo? ¿Y cómo hacerlo sin desembocar en una dictadura sobre las mentes?

En su intento de dar respuesta a tales interrogantes plantea entonces dos simples principios:

  1. No queremos una expansión ilimitada e irreflexiva de la producción, queremos una economía que sea un medio y no el fin de la vida humana;
  2. Queremos una expansión libre del saber, pero ya no podemos pretender ignorar que esta expansión contiene en sí misma peligros que no pueden ser definidos con anticipación.

Finalmente Castoriadis señala que para hacer frente a estos desafíos se necesita lo que Aristóteles llamaba frónesis, la prudencia, pero advierte que: …la experiencia muestra que la tecno-burocracia actual (tanto económica como científica) es orgánica y estructuralmente incapaz de poseer esta prudencia, pues sólo existe y es movida por el delirio de la expansión ilimitada.

Andrés Lund[8] afirma que Castoriadis cuestionó a lo que él llamó “tecnociencia” (esa “ciencia sin con-ciencia” instrumentalizada por la Razón dominadora), acercándose sin embargo a las interrogaciones ilimitadas (ontológicas, epistemológicas, antropológicas) que la física o la biología, la historia o el psicoanálisis han planteado en nuestra época.

Conclusiones

Urge aprender a “domesticar” el progreso científico, lo cual implica tener siempre presente sus dos caras: solución a las crisis, por un lado, y generación de crisis ecológicas, por otro. El progreso técnico nos dice lo que se puede hacer, no nos dice si esto es bueno o dañino. Para el ecologismo político la cuestión de los valores es independiente del cambio técnico y anterior a su aplicación.

La ecología política no cae en el catastrofismo anti-técnico. Trata de volver a dar al progreso técnico su lugar, porque nada permite considerarlo virtuoso «por naturaleza». El ecologismo no deposita su fe ciega en la tecnología ni espera que las soluciones tecnológicas – por sí solas – logren dar respuesta a la crisis sistémica que enfrentamos.

Resulta ilustrativa la declaración conjunta firmada por primera vez en la historia por la Sociedad Real de Gran Bretaña y la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos emitida en 1992 según la cual:

Si las predicciones actuales sobre el crecimiento de la población demuestran ser ciertas y los patrones de la actividad humana en el planeta no cambian, la ciencia y la tecnología no podrán prevenir la degradación irreversible del medio ambiente y la pobreza continuada de la mayor parte del mundo

En definitiva la ecología política plantea que:

  1. Existen límites del crecimiento
  2. Las soluciones tecnológicas no pueden ayudar a realizar el sueño imposible de un crecimiento infinito dentro de un sistema finito
  3. La naturaleza exponencial de dicho crecimiento implica que los límites del crecimiento se pueden hacer visibles bastante más de prisa de lo que podemos pensar
  4. La inmensa complejidad de los sistemas de la Tierra define que nuestros intentos de hacer frente a los problemas ambientales resulten superficiales y peligrosos

 

Sobre los temas tratados ver:

 

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NOTAS

[1] DOBSON, Andrew. Pensamiento político verde – Una nueva ideología para el siglo XXI

[2] RIECHMANN, Jorge. En busca de un nuevo contrato social con la ciencia y la tecnología. Ciencia, Tecnología y Sustentabilidad – El Escorial, julio 2004 Página 1 de 33

[3] ILLICH, Ivan. La convivencialidad. Ocotepec (Morelos, México), 1978.

[4]Ver: KAYA, Y., 1989. “Impact of Carbon Dioxide Emission Control on GNP Growth: Interpretation of Proposed Scenarios,» paper presented to the Energy and Industry Subgroup, Response Strategies Working Group, Intergovernmental Panel on Climate Change, París, Francia.

YAMAJI, K., R. MATSUHASHI, NAGATA, Y. y KAYA, Y., 1991, An Integrated Systems for CO2/Energy/GNP Analysis: Case Studies on Economic Measures for CO2 Reduction in Japan. Workshop on CO2 Reduction and Removal: Measures for the Next Century, 19–21 March 1991. International Institute for Applied Systems Analysis, Laxenburg, Austria.

KAYA; Yōichi and YOKOBORI; Keiichi – Environment, Energy, and Economy: Strategies for Sustainability (1997).

[5] Obra en la que llamaba la atención sobre los riesgos del complejo tecno-científico y denuncia la orientación biocida de la civilización industrial.

[6] Desarrolla cuatro argumentos centrales para demostrar que existen límites de la ciencia y la tecnología determinados por la finitud humana.

[7] CASTORIADIS, Cornelius. LA ECOLOGÍA CONTRA LOS MERCADERES ¡SALVEMOS A LOS ZAPEADORES EMBRUTECIDOS! *Tomado Le nouvel observateur, marzo 1992. Traducción de Silvia Pasternac

[8] Cornelius Castoriadis: ¿el último filósofo? Artículo de Andrés Lund publicado en la edición digital de la Fundación Andreu Nin de diciembre de 2002