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Una clara definición del ecologismo político sobre la demografía humana la podemos encontrar en la Carta Verde de la Tierra, aprobada en el primer Congreso de los Verdes Globales, celebrado en Canberra en 2001, donde se menciona que:
Nosotros creemos que para lograr la sostenibilidad, y para proveer las necesidades de las generaciones presentes y futuras dentro de los recursos finitos de la tierra, la continuidad del crecimiento en el consumo global, de la población y la falta de equidad material debe ser detenida y reversada….Eliminar las causas del crecimiento poblacional mediante la seguridad económica y la provisión de acceso a la educación básica y a la salud para todos; dando tanto a mujeres como a hombres la capacidad de control de su propia fertilidad.
Es claro que el crecimiento exponencial del número de humanos que poblamos el planeta es considerado por el ecologismo político como una amenaza para alcanzar estabilidad ecológica. La mayor parte de los ecologistas consideran que los niveles de población deberían ser más bajos que los actuales, existiendo diferencias apreciables en cuanto a cuáles serían los niveles sostenibles.
El ecologismo político considera como problema acuciante la estabilización y posterior reducción de la explosión demográfica mundial pero rechaza enfáticamente las medidas represivas o coactivas de control demográfico.
Frente a las «opciones» arriba descritas obviamente emerge la EDUCACIÓN e información como el camino idóneo para enfrentar este verdadero desafío civilizatorio.
Dado que la demografía humana, sus causas y consecuencias resultan un tema particularmente controversial, traeremos aquí diferentes miradas que nos ayuden a formar una opinión propia.
Nicholas Georgescu-Roegen
El padre de la bioeconomía – Georgescu-Roegen – sostenía que era urgente y necesario controlar la población, distribuir las riquezas, previa su apropiación social y repensar el ritmo y la forma de la utilización de sus recursos. En su ensayo Energía y Mitos económicos [1975] propone un «programa bioeconómico mínimo» de ocho puntos entre los que incluye la necesidad de reducir gradualmente la población mundial hasta el nivel en que pudiera alimentarse únicamente con agricultura ecológica.
Lester Brown
En el capítulo II de su libro Plan B menciona que los franceses emplean un acertijo para enseñar a los niños la naturaleza del crecimiento exponencial. Un estanque de lirios contiene una sola hoja. Cada día el número de hojas se duplica – dos hojas el segundo día, cuatro el tercero, ocho el cuarto, y así sucesivamente. ¿Si el estanque está lleno el trigésimo día, en qué punto está medio lleno? Respuesta: «En el día veintinueve.»[1]Las actuales tendencias sobre la reducción de la superficie mundial de tierras de cultivo y de los suministros de agua para riego sugieren que estamos viviendo en el día treinta y uno.
Fritjof Capra
En El Punto Crucial – Ciencia, sociedad y cultura naciente, Fritjof Capra al analizar lo que denomina el callejón sin salida de la economía se refiere a la explosión demográfica en los siguientes términos:
Para reducir el ritmo veloz del agotamiento de nuestros recursos naturales no sólo tenemos que olvidar la idea del crecimiento económico continuo, sino que también hemos de controlar el incremento de la población mundial. Los peligros de esta «explosión demográfica» suelen reconocerse, pero las opiniones sobre cómo lograr un «crecimiento demográfico cero» varían mucho, y los métodos propuestos van desde la planificación familiar voluntaria y la educación sexual hasta la coacción con medidas legales y mediante el empleo de la fuerza bruta. La mayoría de estas proposiciones se basan en una visión exclusivamente biológica del fenómeno, relacionándolo sólo con la fertilidad y la contracepción. Pero hoy existen una serie de pruebas concluyentes, reunidas por demógrafos de todo el mundo, de que el crecimiento demográfico se ve afectado también, o incluso más, por varios factores sociales poderosos. La concepción sugerida por estas investigaciones ve afectado el índice de crecimiento por la compleja interacción entre varias fuerzas biológicas, sociales y psicológicas.
Los demógrafos han descubierto que el modelo más significativo radica en la transición entre dos niveles de poblaciones estables, que ha sido una característica de todos los países occidentales. En las sociedades premodernas los índices de natalidad eran altos, pero también lo eran los índices de mortalidad, de suerte que el número de la población permanecía estable. Al mejorar las condiciones de vida en la época de la revolución industrial los índices de mortalidad comenzaron a disminuir y, puesto que los índices de natalidad seguían siendo muy altos, la población comenzó a aumentar rápidamente. Sin embargo, al mejorar constantemente el nivel de vida y al reducirse cada vez más los índices de mortalidad, también los índices de natalidad comenzaron a disminuir, con ello disminuyó también el ritmo del crecimiento demográfico. La razón de esta disminución se ha observado en todo el mundo. A través de la interacción de las fuerzas sociales y psicológicas, la calidad de vida —la satisfacción de las necesidades materiales, la sensación de bienestar y la confianza en el futuro— se convierte en una motivación muy potente y eficaz para controlar el crecimiento demográfico. De hecho, se ha descubierto un nivel crítico de bienestar que conduce a una rápida reducción del índice de natalidad y que tiende al equilibrio demográfico. Las sociedades humanas, pues, han desarrollado un proceso de auto-regulación, basado en las condiciones sociales, que tiene como resultado una transición demográfica de una población en equilibrio con un alto índice de natalidad y mortalidad y un bajo nivel de vida a una población con un nivel de vida más alto, mayor en número que la anterior pero igualmente equilibrada, en la que tanto el índice de natalidad como el de mortalidad son muy bajos51.
La crisis demográfica del mundo moderno se debe al rápido aumento de la población en el Tercer Mundo, y las consideraciones mencionadas anteriormente demuestran con claridad que este aumento continúa al no haberse cumplido las condiciones necesarias para la segunda fase de la transición demográfica. En el pasado colonial, los países del Tercer Mundo experimentaron una mejora de las condiciones de vida que bastó para reducir el índice de mortalidad, iniciando así el crecimiento demográfico. Ahora bien, el nivel de vida no siguió aumentando, pues las riquezas de las colonias se transferían a los países más desarrollados, donde contribuían a la estabilización de sus poblaciones. Este proceso ocurre todavía, pues muchos países tercermundistas siguen estando colonizados económicamente.
Esta explotación sigue aumentando la opulencia de los colonizadores e impide que las poblaciones del Tercer Mundo alcancen el nivel de vida necesario para reducir su índice de crecimiento demográfico.
La crisis demográfica mundial es pues un efecto imprevisto de la explotación internacional, una consecuencia de las relaciones fundamentales dentro del ecosistema mundial, en el que cada explotación vuelve, con el tiempo, a perjudicar a los explotadores. Desde este punto de vista resulta evidente que el equilibrio ecológico también requiere la justicia social. La manera más eficaz de controlar el crecimiento demográfico será ayudar a los pueblos del Tercer Mundo a alcanzar un nivel de bienestar que los induzca a limitar voluntariamente su fertilidad. Para ello, se requiere una redistribución mundial de la riqueza, a saber, que parte de la riqueza del mundo se devuelva a los que contribuyeron mayoritariamente a su producción.
Un aspecto importante pero poco conocido del problema demográfico es que el costo de aumentar el nivel de vida de los países más pobres hasta el punto en que la gente se convenza de no tener un número excesivo de hijos es muy reducido con respecto a la riqueza de los países desarrollados. En otras palabras: hay suficiente riqueza para mantener a todo el mundo en un nivel que desemboque en un equilibrio demográfico. El problema radica en que esta riqueza está repartida de manera desigual, y que se desperdicia en gran parte.
Jared Diamond
En el libro: Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen el autor se detiene en la cuestión poblacional al analizar diferentes colapsos acontecidos a sociedades pasadas y presentes; sociedades que se enfrentaron a drásticos descensos del tamaño de la población humana y/o la complejidad política, económica y social a lo largo de un territorio considerable y durante un período de tiempo prolongado. Resulta de particular importancia su visión de lo acontecido en África que a continuación se transcribe:
A menudo calificamos el tipo de problemas de población de África oriental como “maltusianos”, ya que en 1798 el economista y demógrafo inglés Thomas Malthus publicó un famoso libro en el que sostenía que el crecimiento de la población humana tendía a superar el crecimiento de la producción de alimentos. Ello se debía (según argumentaba Malthus) a que la población crece de forma geométrica, mientras que la producción de alimentos aumenta solo de forma aritmética. Por ejemplo, si el período de duplicación de una población es de 35 años, entonces una población de cien habitantes en el año 2000, que continúe creciendo de forma constante, se habrá duplicado en el año 2035 hasta alcanzar las doscientas personas, cuyo número se duplicará de nuevo hasta los cuatrocientos en el año 2070, los cuales se duplicarán de nuevo hasta los ochocientos habitantes en el año 2105, y así sucesivamente. Pero el incremento en la producción de alimentos se suma en lugar de multiplicarse: un primer incremento aumenta el rendimiento del trigo en un 25 por ciento; después, otro aumenta la producción en un 20 por ciento adicional, etcétera. Es decir, hay una diferencia fundamental entre cómo crece la población y cómo aumenta la producción de alimentos.
Cuando la población crece, las personas nuevas que se suman a la población también se reproducen; al igual que sucede con el interés compuesto, en que el propio interés produce interés. Esto hace posible el crecimiento geométrico. A diferencia de ello, el incremento de la producción de alimentos no produce un incremento mayor de la producción, sino que, por el contrario, desemboca solo en el crecimiento aritmético de la producción de alimentos. Así pues, una población dada tenderá a expandirse para consumir todo el alimento disponible y nunca dejará un excedente, a menos que el propio crecimiento de la población se vea frenado por una hambruna, una guerra o una epidemia, o, además, por que las personas adopten medidas preventivas (como, por ejemplo, imponiendo medidas anticonceptivas o posponiendo el matrimonio). La idea todavía generalizada hoy día de que podemos favorecer la felicidad humana con solo incrementar la producción de alimento, sin frenar al mismo tiempo el crecimiento demográfico, está llamada a acabar en frustración; o al menos eso decía Malthus.
Ernest García
En: El cambio social más allá de los límites al crecimiento: un nuevo referente para el realismo en la sociología ecológica, Garcia sostiene que hay dos preguntas para las que las teorías del post-desarrollo no han encontrado todavía una respuesta consistente: La primera tiene que ver con el crecimiento demográfico: ¿Cómo podrían aplicarse las soluciones del post-desarrollo para mantener nueve o diez mil millones de seres humanos? ¿Cómo podría hacerse relativamente benigna la transición a una población sensiblemente más reducida que la actual? La segunda concierne al grado actual de urbanización, pues las megalópolis del presente son un producto más o menos monstruoso del desarrollo y dista de estar claro cómo la gente que las habita podría subsistir fuera del mismo. Es decir, la búsqueda de consistencia en los discursos del post-desarrollo y del desarrollo local alternativo lleva a situarlos de algún modo en un contexto de decrecimiento económico y demográfico.
Joaquín Valdivieso
En su artículo: André Gorz, Michel Bosquet, precursor de la ecología política, Joaquín Valdivieso aporta una interesante diferenciación en cuanto a la apreciación que los primeros ecólogos-ecologistas, como Hardin tenían sobre la cuestión del crecimiento poblacional, respecto de la visión que aportan los primeros ecologistas políticos, como es el caso de Gorz. Valdivieso menciona que los primeros se lanzaron a una verdadera cruzada por el control demográfico en los países pobres, por medidas tecnocráticas y autoritarias de emergencia, o por la huida hacia paraísos añorados de una supuesta armonía primitiva; mientras que los ecologistas políticos nos hicieron saber que la crisis ecológica es resultado de relaciones sociales, de poder, y de una historia concreta que una supuesta «ecología apolítica» sólo puede ayudar a ocultar y es entonces que esta nueva visión discrepaba con ciertas asunciones que articulaban el análisis en forma de dicotomías insalvables como por ejemplo la establecida entre población/capacidad de carga.
Albert Allen Bartlett
Por su importancia para abordar la cuestión que nos ocupa haremos un resumen de los principales conceptos contenidos en la revisión acortada (2006) de la versión impresa de Reflexiones sobre sostenibilidad, crecimiento de la población y medio ambiente del Profesor Albert Allen Bartlett.
El Profesor Bartlett inicia su análisis señalando que: En los años 80 empezó a resultarle evidente a la gente reflexiva que los crecimientos de la población, de la pobreza, de la degradación medioambiental, y de la escasez de recursos aumentaban en unos ratios que no podrían ser sostenidos mucho tiempo más.
Luego de un pormenorizado análisis de la definición de desarrollo sostenible y los principales conceptos que sobre el mismo se vierten en el informe de la Comisión Mundial de Naciones Unidas para el Medioambiente y el Desarrollo sobre el Informe Brundtland, al que se llama originalmente Nuestro Futuro Común (Our Common Future, Brundtland 1987), Bartlett se centra en el análisis de la Capacidad de Carga – un tema central a la problemática que nos ocupa – afirmando que:
El término “capacidad de carga”, bien conocido por los ecólogos (nota del traductor: en el original en inglés ecologist) también ha recobrado popularidad recientemente. “Se refiere al límite de seres humanos que la Tierra puede sustentar en el largo plazo sin dañar el medio ambiente”. (Giampietro y otros 1992)
El concepto de capacidad de carga es el eje de la discusión sobre crecimiento poblacional. El concepto ha sido examinado por Cohen en el libro ¿Cuánta gente puede mantener la Tierra? (“How Many People can the Earth Support?” Cohen 1995). Cohen hace un concienzudo análisis de varias estimaciones anteriores de la capacidad de carga de la Tierra y concluye que no es posible decir cuánta gente puede sostener la Tierra. Obviamente ello depende del nivel de vida deseado.
No hay ninguna fórmula para calcular la capacidad de carga de la Tierra, incluso para un determinado estándar de vida. Esto significa que cualquier estimación de la capacidad de carga de la Tierra puede ser cuestionada y que ciertamente será ignorada.
Las actividades humanas ya han causado un gran cambio en el medio ambiente global. Se puede observar que (mayo de 1993):
…la escala y el ámbito de las actividades humanas han crecido, por primera vez, hasta competir con los procesos naturales que conforman la biosfera y que la mantienen como un lugar donde puede florecer la vida. Muchos hechos certifican esta sentencia. Se estima que entre el 20% y el 40% de la productividad original de la Tierra, proveniente de la fotosíntesis de plantas terrestres y acuáticas, está siendo apropiada por el ser humano. Un impacto en el medio ambiente global de tal magnitud debería ser efectivamente causa de alarma.
La conclusión ineludible, inevitable, es que si queremos parar el creciente daño al medio ambiente, como mínimo, debemos parar el crecimiento poblacional.
Así que, en lugar de intentar calcular cuánta gente puede sostener la Tierra, deberíamos centrarnos en la pregunta de ¿por qué querríamos tener acaso más crecimiento demográfico? Esto está elegantemente expresado en el siguiente reto:
¿Puede usted imaginarse algún problema, a cualquier escala desde microscópica a global, cuya demostrable solución en el largo plazo sea ayudada, favorecida, apoyada por el hecho de tener una población mayor, ya sea a nivel local, estatal, supranacional o global?
Incluso teniendo en cuenta que no podemos calcular la capacidad de carga de la Tierra, tenemos un indicador inequívoco de que la población ya ha excedido la capacidad de carga: observamos un calentamiento global, y entonces: Si cualquier fracción del Calentamiento Global observado es culpa de la actividad humana, entonces tenemos una prueba de que la población actual de la Tierra, viviendo como lo hace, es mayor que la capacidad de carga de la Tierra.
A partir de lo anterior, Bartlett desenmascara lo que podemos calificar como un “negacionismo” que se basa en distorsionar y marginalizar la importancia cuantitativa de la aritmética del tamaño y el crecimiento de las poblaciones, sosteniendo que:
El reconocimiento de la importancia de análisis cuantitativos demográficos fue popularizado por primera vez por Thomas Malthus hace doscientos años (Appleman 1976) pero la intencionada marginalización de Malthus continua hoy día en todos los niveles de la sociedad.
En un artículo, “Se terminó la explosión demográfica” (The Population Explosion is Over), Ben Wattenberg encuentra un soporte para el título de su artículo en el hecho de que los índices de fertilidad están declinando en algunas partes del mundo. (Wattenberg 1997). La mayoría de los países de Europa mantienen, a 2004, un nulo o negativo crecimiento poblacional, y los índices de fertilidad en partes de Asia han declinado dramáticamente. En lugar de regocijarse por la clara evidencia de que esta tendencia es precisamente en dirección y sentido hacia la sostenibilidad, Wattenberg hace sonar las alarmas a cuento de la escasez de nacimientos, como si este declive del índice de fertilidad requiriera una reversión inmediata.
El caso más extremo es el de Julian Simon que aboga por un crecimiento poblacional largamente continuado en el futuro. Escribiendo en el periódico de un importante medio de opinión de Washington DC dice Simon:
Tenemos ahora en nuestras manos –actualmente en las librerías- la tecnología para alimentar, vestir y suministrar energía para una población que estuviera en constante crecimiento durante los próximos 7.000 millones de años… incluso si no se adquiriesen conocimientos nuevos… seríamos capaces de incrementar nuestra población por siempre. (Simon 1995)
Se ha hecho notar que una Tierra esférica es finita, pero que una Tierra plana puede ser infinita en extensión. Así que si Simon está en lo correcto, debemos estar viviendo en una Tierra plana (Bartlett 1996)
Richard Heinberg
En: El fin del Crecimiento, Heinberg menciona que en los últimos dos siglos: la población mundial creció a tasas que van desde menos del uno por ciento a más del dos por ciento por año. En 1800 la población del planeta era de aproximadamente mil millones. En 1930 se había duplicado a dos mil millones. Sólo 30 años más tarde, en 1960, se duplicó nuevamente a cuatro mil millones. En la actualidad estamos en carrera para duplicarnos otra vez y llegar a ser ocho mil millones de humanos alrededor del año 2025. Seriamente nadie espera que la población humana pueda continuar creciendo durante siglos en el futuro. Basta imaginar que si lo sigue haciendo a tan sólo un 1,3% por año (esa fue la tasa de crecimiento del año 2000), para el año 2780 habría nada menos que 148 billones de seres humanos en La Tierra. Una persona por cada metro cuadrado de suelo en la superficie del planeta. Por supuesto que tal cosa no va a suceder.
A partir de lo anterior Heinberg advierte que: En la naturaleza, el crecimiento tarde o temprano siempre se da de narices contra ciertas restricciones que no son negociables. Si una especie encuentra que su fuente de alimentos se ha expandido, su número de individuos aumentará a partir de las calorías sobrantes, pero entonces luego esa fuente de alimentos comenzará a reducirse proporcionalmente a cuantas más bocas la consuman, y por su parte, sus predadores naturales también serán más numerosos (más sabrosa comida para ellos). Los florecimientos poblacionales caracterizados por períodos de rápido crecimiento siempre son seguidos por colapsos, hambrunas y muerte masiva. Siempre.
Richard Duncan
También resulta de interés transcribir aquí las reflexiones que el Dr. Duncan hace sobre la capacidad de carga en: La teoría de Olduvai: El declive final es inminente.
La capacidad de carga de la Tierra La era del petróleo barato creó una burbuja artificial de plenitud, durante un periodo no mucho mayor que el de una vida humana: alrededor de 100 años…por ello, me aventuro a declarar que en cuanto el petróleo deje de ser barato y las reservas mundiales se dirijan hacia el agotamiento, quedaremos repentinamente con un enorme exceso de población…que la ecología de la tierra no podrá soportar. No habrá programas de control de natalidad que sirvan de algo. Las personas ya están aquí. El viaje de vuelta homeostáticoi a una población sin petróleo no será agradable. Descubriremos de forma abrupta que el gigantesco crecimiento de la población fue un simple efecto secundario de la era del petróleo. Fue una circunstancia, no un problema con una solución. Eso es lo que sucedió y estamos atrapados en ello. James Howard Kunstler (2005, pags. 7-8)
En mi anterior ensayo cité cinco fuentes que sitúan la capacidad de carga de la Tierra a largo plazo entre 500 y 2.000 millones de personas. (Duncan 2005- 2006). Desde entonces, he añadido las siguientes cinco referencias a este asunto tan vital como tabú para los medios de comunicación:
- El profesor Howard C. Hayden (2004, pp. 230-31), autor de The Solar Fraud: Why Solar Energy Won’t Run the World (El fraude solar: por qué la energía solar no moverá el mundo) elaboró los detalles: “La población de la Tierra ha superado con creces la cifra que las fuentes solares podrían mantener. Asimismo, la tecnología agrícola que existía hace apenas un siglo no podría alimentar posiblemente una población de miles de millones. Para aquellos que añoran los viejos tiempos gloriosos de una población por debajo de los mil millones, es útil señalar que el i N. del T. Homeóstasis: Conjunto de fenómenos de autorregulación, que conducen al mantenimiento de la constancia en la composición y propiedades del medio interno de un organismo 4 único camino hacia este fin es la muerte de muchos miles de millones de los que ahora están vivos, incluso aunque no naciese ningún niño en los próximos treinta años”.
- El Dr. Ross McCluney (2004, transparencia 24), Científico investigador jefe en el Centro de Energía Solar de Florida, lo dice de forma tajante: Mi advertencia para hoy: estamos ignorando sistemáticamente el sistema de soporte o mantenimiento de la vida del planeta Tierra. Hemos excedido la capacidad de carga del planeta con un factor de 3. Para que todos pudiesen vivir como los norteamericanos, se necesitarían tres Tierras”
- Lindsey Grant (2005, p. 17), autor de The Collapsing Bubble: Growth and Fosil Energy (La burbuja a punto de explotar: Crecimiento y energía fósil) y anterior Asistente del Secretario Adjunto de Estado para Asuntos Ambientales y de Población, dice: “La población del mundo menos desarrollado ha crecido en dos tercios desde 1950 y eran pobres en 1950. La necesidad de un cambio fundamental en la relación entre recursos y personas en los países pobres puede justificar, por sí misma, una cifra de población mundial óptima de mil millones. A excepción de una catástrofe, podría llevar siglos alcanzar tales cifras, incluso con un esfuerzo mundial determinado”.
- Dale Allen Pfeiffer (2006, p. 1), autor de Eating Fossil Fuels: Oil, Food and the Coming Crisis in Agricultureii , escribe: “Algunos estudios sugieren que sin una agricultura basada en los combustibles fósiles, los EE. UU. sólo podrían sustentar a unos dos tercios de su población actual. Para el planeta en su conjunto, se cree que la cifra sostenible es de alrededor de dos mil millones”.
- Paul Thomson (2006, p.6) autor de The Twilight of the Modern World: The Tour Stages of the Post-Oil Breakdown (El crepúsculo del mundo moderno: las cuatro etapas de la crisis post petrolífera), describe las etapas finales del colapso: “Más pronto o más tarde, todos los restos de nuestra sociedad se habrán desvanecido, convertidos en ruinas que ii Disponible en español como “Comiendo combustibles fósiles: petróleo, alimentos y la próxima crisis agrícola” en http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=20040706185428361 5 rivalizarán con las de los aztecas y mayas. Para entonces, todo aquél que haya sido incapaz de convertirse a un modo de vida sostenible y autosuficiente podría haber fenecido, dejando apenas a los que viven en comunidades independientes continuar con la historia humana .La población humana podría caer hasta tan sólo mil millones, dispersos en oasis de tierras agrícolas entre desiertos de edificios, vehículos oxidados y selvas”.
Colin J. Campbell (2005, p.315) lo resume de forma elegante pero firme: “Tendremos que cambiar la forma en que vivimos a medida que la producción de petróleo caiga hacia su agotamiento. Debo enfatizar que es el inicio del declive terminal lo que es más relevante que el propio fin del petróleo. No es demasiado pronto para comenzar a pensar lo que esto puede suponer”.
Jorge Riechmann
Un aporte de fundamental importancia para analizar la cuestión poblacional resulta el documento de Riechmann: ¿Somos demasiados? Notas sobre demografía humana. Ver en: https://laereverde.com/2016/05/07/somos-demasiados-notas-sobre-demografia-humana/
Donald Worster
En: Transformaciones de la Tierra, Worster menciona que:
De igual modo, cuando explicamos el cambio ambiental como si se debiera simplemente a patrones demográficos, al crecimiento y dispersión de la población, el análisis de políticas pierde complejidad. Los historiadores coinciden en que la fecundidad humana siempre ha tenido importancia. El problema está en saber cómo ha alcanzado sus niveles modernos. La actual población del mundo, ¿puede ser una consecuencia de la riqueza que los humanos han extraído de la naturaleza, o una consecuencia de formas de pensar acerca de la naturaleza, o una consecuencia de formas de pensar acerca de los propósitos de la vida humana?
Durante el último siglo, la población humana creció por un factor de cuatro. La economía mundial, sin embargo, creció por un factor de 14, el uso de energía por un factor de 16, la producción industrial por un factor de 40. Cada una de estas tasas de crecimiento fue significativa. Sin embargo, resulta en extremo difícil determinar con precisión cuál de ellas es responsable por cuál cambio ambiental.
¿Cuál es, exactamente, la manera en que estas tasas de crecimiento se traducen en la pérdida de biodiversidad, de agua pura, o de espacios abiertos? Aún no lo sabemos. Y, sin embargo, no cabe duda de que cualquier conjunto de políticas ambientales debería sustentarse en la búsqueda cuidadosa de respuestas para tales preguntas, respuestas qué únicamente pueden ser encontradas mediante el seguimiento de patrones de cambio a lo largo del tiempo.
Sin embargo, resultaría en extremo incorrecto atribuir todos estos cambios ambientales al puro efecto del brutal incremento de la población. Tal explicación no nos diría de manera precisa cuáles grupos, o cuáles clases económicas de la sociedad europea experimentaron la mayor parte de ese incremento, y por qué.
Tampoco nos informaría acerca del proceso por el cual, dentro de ciertas naciones, algunas regiones estaban ganando en población, mientras otras estaban perdiendo. Ni pondría en plena evidencia la complejidad de la emigración en marcha: qué gente emigraba y por qué; qué pueblos y ciudades aportaban la mayor cantidad de migrantes, si éstos eran ricos o pobres, y demás. Finalmente, tampoco reconocería el hecho de que, con niveles crecientes de alimentación y riqueza, Europa empezaría a ver descender sus tasas de natalidad, llegando incluso a experimentar en algunos lugares una tasa negativa de crecimiento en el siglo XX. Esta llamada transición demográfica, en la que la fertilidad respondió a la mejora de las condiciones económicas, sugiere que la población no ha sido siempre una fuerza de cambio constante e incontenible, sino que fluctúa y atenúa su intensidad, y que algun día podría incluso desaparecer en tanto que un importante factor de vulnerabilidad ambiental. En otros términos, explicar la moderna degradación de la naturaleza nos exige mirar más allá de estas tendencias demográficas de orden general.
Carl Sagan
En: Miles de millones, Sagan se refiere al crecimiento exponencial de la población mundial en los siguientes términos:
El crecimiento exponencial constituye también la idea crucial que subyace tras la crisis demográfica mundial. Durante la mayor parte del tiempo en que la Tierra ha estado habitada por seres humanos, su población ha sido estable, con nacimientos y muertes casi perfectamente equilibrados. Tal situación recibe el nombre de «estado estacionario». Tras la invención de la agricultura – incluyendo la siembra y la recolección de aquel trigo cuyos granos ambicionaba el gran visir— la población humana comenzó a crecer, entrando en una fase exponencial, lo que es muy diferente de un estado estacionario. Ahora mismo, la población mundial tarda unos cuarenta años en duplicarse. Al cabo de ese periodo seremos el doble de gente. Como señaló en 1798 el clérigo inglés Thomas Malthus, cualquier incremento concebible en la producción de alimentos será inútil si la población a la que están destinados crece exponencialmente —Malthus habló de progresión geométrica—. Contra el desarrollo demográfico exponencial no podrá ninguna revolución verde, ni la agricultura hidropónica ni el cultivo de los desiertos.
Tampoco existe solución extraterrestre a ese problema. En la actualidad, hay cada día 240.000 nacimientos más que defunciones. Estamos muy lejos de poder enviar al espacio 240.000 personas cada veinticuatro horas. Ningún asentamiento en órbita terrestre, en la Luna o en otros planetas lograría hacer mella de manera perceptible en la explosión demográfica. Aunque fuese posible enviar a todos los habitantes de la Tierra a planetas de estrellas lejanas en naves que viajasen más rápido que la luz, poco cambiaría. Todos los planetas habitables de la Vía Láctea quedarían colmados en cerca de un milenio. A menos que reduzcamos nuestra tasa de reproducción. Nunca hay que subestimar un crecimiento exponencial.
En el gráfico de arriba se muestra el crecimiento de la población de la Tierra a lo largo del tiempo. Nos hallamos claramente en una fase de abrupto crecimiento exponencial (o estamos a punto de salir de ella). Ahora bien, muchos países (Estados Unidos, Rusia y China, por ejemplo) han llegado o están llegando a un punto en que su población dejará de crecer y se aproximará a un estado estacionario. Es lo que se conoce como «crecimiento cero». Incluso así, dado el enorme poder de los crecimientos exponenciales, basta con que una pequeña fracción de la comunidad humana siga reproduciéndose exponencialmente para que la situación sea esencialmente la misma: la población del mundo crecerá de modo exponencial, aunque muchas naciones estén en una situación de crecimiento cero.
Existe una correlación global bien documentada entre la pobreza y las tasas de natalidad elevadas. En países grandes y pequeños, capitalistas y comunistas, católicos y musulmanes, occidentales y orientales, el crecimiento demográfico exponencial se reduce o se detiene en casi todos los casos cuando desaparece la pobreza extrema. De manera cada vez más apremiante, a nuestra especie le conviene que cada lugar del planeta alcance a largo plazo esta transición demográfica. Por esta razón, el contribuir a que otros países consigan hacerse autosuficientes no es sólo un acto elemental de decencia humana, sino que también redunda en beneficio de las naciones más ricas en disposición de prestar ayuda. Una de las cuestiones cruciales en la crisis demográfica mundial es la pobreza.
Resultan interesantes las excepciones a esta transición demográfica. Algunas naciones con
elevadas rentas per cápita todavía tienen tasas de natalidad altas. Pero se trata de países donde apenas son accesibles los anticonceptivos y/ o las mujeres carecen de todo poder político efectivo. No es difícil establecer la conexión.
En la actualidad la población mundial asciende a unos 6.000 millones de seres humanos. Si el periodo de duplicación se mantiene constante, dentro de 40 años habrá 12.000 millones; dentro de 80, 24.000 millones; al cabo de 120 años, 48.000 millones… Sin embargo, pocos creen que la Tierra pueda dar cabida a tanta gente. Habida cuenta del poder de este incremento exponencial, abordar ahora el problema de la pobreza global parece más barato y mucho más humano que cualquier solución que podamos adoptar dentro de muchas décadas. Nuestra tarea consiste en lograr una transición demográfica mundial y allanar esa curva exponencial (mediante la eliminación de la pobreza extrema, el logro de métodos anticonceptivos seguros, eficaces y accesibles a todos y la extensión del poder político real de las mujeres en los ámbitos ejecutivo, legislativo, judicial, militar y en las instituciones que influyen en la opinión pública). Si fracasamos, el trabajo lo harán otros procesos que escaparán a nuestro control.
Kenneth Boulding
En 1971 formuló tres teoremas que ayudan a comprender el sentido de la necesidad de alcanzar un equilibrio poblacional.
Primer teorema: Teorema Tétrico
Si la consecuencia última del crecimiento de la población es la miseria, entonces la población crecerá hasta que la miseria sea suficiente para detener el crecimiento.
Segundo teorema: Teorema Completamente Tétrico
Cualquier mejora de la técnica que pueda mitigar la miseria durante un tiempo, mientras la miseria sea el único freno sobre la población, permitirá crecer a la población y pronto llevará a vivir en la miseria a más gente que antes. El resultado final de las mejoras técnicas, pues, es incrementar la población en equilibrio, lo que lleva a aumentar la suma total de miseria humana.
Tercer teorema: Variante Ligeramente Optimista del Teorema Tétrico
Si hay alguna otra cosa, que no sea miseria y muerte, que pueda poner freno a una población próspera, entonces esta población no tiene por qué crecer hasta encontrar miseria y muerte y podría ser próspera de manera estable.
Isaac Asimov
La metáfora del cuarto de baño de Asimov nos ofrece también una interesante visión a partir de la descripción de dos escenarios diferentes. En el primer escenario, dos personas viven en un departamento donde hay dos cuartos de baño: Las dos personas tienen libertad para usar el cuarto de baño cuantas veces quieran y por el tiempo que quieran. En este escenario todo el mundo cree en el derecho a cuarto de baño y en la libertad a usarlo cuando le apetezca, nadie está en contra de eso, todos creemos que debería estar hasta en la Constitución. En el segundo escenario, 22 personas viven en un departamento donde hay dos cuartos de baño: No importa cuánto crea la gente en la libertad y el derecho a cuarto de baño, porque tales cosas no existen. Entonces hay que establecer turno para cada persona para usar el baño y se tienen que establecer estrictas normas para su uso.
A partir de lo anterior, Asimov plantea que: De la misma manera la democracia no sobrevive cuando hay superpoblación. La dignidad humana no puede sobrevivir a ello. La comodidad y la decencia no pueden sobrevivir a ello. A medida que crece la población planetaria el valor de una vida no solamente declina, sino que al final desaparece. Ya no importa si alguien muere. Cuanta más gente hay, menos importa cada individuo.
Por último resulta importante considerar la posición que la Iglesia Católica tiene en la actualidad sobre el crecimiento de la población en relación al ambiente natural. En el apartado 50 de su reciente Carta Encíclica Laudato si´, el Papa Francisco señala que:
En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva». Pero, «si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario»[28]. Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre»[29]. De cualquier manera, es cierto que hay que prestar atención al desequilibrio en la distribución de la población sobre el territorio, tanto en el nivel nacional como en el global, porque el aumento del consumo llevaría a situaciones regionales complejas, por las combinaciones de problemas ligados a la contaminación ambiental, al transporte, al tratamiento de residuos, a la pérdida de recursos, a la calidad de vida.
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[1] Lester R. Brown, The Twenty-Ninth Day (New York: W. W. Norton & Company, 1978).