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En 1970 durante un debate entre Barry Commoner, Paul R. Ehrlich y John Holdren desarrollaron la siguiente ecuación para describir nuestro impacto en el ambiente:
I = P x A x T
El impacto Humano (I) en el ambiente es igual al producto entre Población (P), Riqueza (A) y Tecnología (T).
También podemos ver nuestro impacto en el ambiente de la siguiente manera:
El metabolismo urbano-agro-industrial se nutre con un creciente consumo de recursos materiales y energéticos de todo tipo (inputs biofísicos) extraídos del ambiente natural que son procesados por un sistema tecnológico y organizativo con el concurso fundamental del trabajo humano de allí emerge la producción de mercancías de toda índole destinadas al consumo y también producción acumulada en forma de stock construido (edificios, infraestructuras, etc.), todo lo cual genera residuos o emisiones de muy diversa naturaleza (los outputs biofísicos) que son vueltos a lanzar al ambiente natural.
En este metabolismo, la economía neoclásica considera que los inputs biofísicos estarán disponibles ad eternum para ser utilizados sin freno y sin impacto por parte del carrusel imparable de la producción, mientras desprecia cualquier repercusión ambiental de los outputs biofísicos, resultado de los procesos productivos y de consumo; considerando que ninguno de los dos puede afectar a su dinámica de expansión “sin fin” y que el progreso no se puede ver frenado ni condicionado por la biosfera.
Bajo tales supuestos, durante el siglo XX – particularmente a partir de la década del año 1950:
- la urbanización planetaria pasó del 15% de la población a principios de siglo a casi el 50% a finales del mismo
- la población mundial se multiplicó por 4
- el número de metrópolis con más de un millón de habitantes se multiplicó por 40
- la agricultura industrializada prácticamente se globalizó, partiendo de cero en 1900
- el transporte motorizado se desbocó a finales del siglo, partiendo también prácticamente de la nada y utilizando una construcción extraordinaria de medios e infraestructuras de transporte
- el comercio mundial pudo multiplicarse por 50 en la segunda mitad del siglo pasado, dos veces más que la producción industrial
- el flujo energético – de carácter no renovable – se multiplicó por 20, a pesar de las mejoras alcanzadas en la eficiencia de su uso
- el consumo de petróleo se multiplicó por ocho en los últimos cincuenta años del siglo
El actual sistema urbano-agro-industrial pone en movimiento cada año un tonelaje de materias primas muy superior a cualquier fuerza geológica y el comercio mundial mueve, por sí solo, un tonelaje mayor que los aluviones que arrastran todos los ríos del planeta en su conjunto.
La Tierra es un sistema que la vida misma ayuda a controlar y las acciones de los humanos definen efectos múltiples, que interactúan en cascada a través del Sistema de la Tierra de maneras complejas. La dinámica de la Tierra se caracteriza por umbrales críticos y cambios abruptos. Las condiciones bajo las que la Tierra está operando actualmente resultan inéditas.
A lo largo de su evolución, el capitalismo ha experimentado una serie de crisis que, si bien iban en aumento, resultaban manejables. A diferencia de lo anterior, en la presente etapa, las crisis parecen estar sobrepasando la habilidad de las instituciones de la sociedad para gobernarlas y administrarlas lo cual preanuncia un gran cambio, una bifurcación, un punto crucial en donde se escindirá el camino evolutivo de la sociedad.
En La Gran Bifurcación, Ervin Laszlo menciona que: … las estructuras ecológicas, sociales, económicas y políticas en que vivimos, constituimos sistemas complejos. Estas estructuras se desenvuelven y – tarde o temprano – sus vías evolutivas se bifurcan …las bifurcaciones son más visibles, más frecuentes y más dramáticas cuando los sistemas que las representan se acercan a sus umbrales críticos de estabilidad cuando «viven peligrosamente» . Y es así como vivimos.
Laszlo identifica en En El Punto de Caos: El mundo en la encrucijada (2006) las siguientes cuatro fases en la dinámica transformadora de la sociedad:
- Fase Disparadora: que se desarrolló entre 1800 y 1960 aparición de tecnologías duras – herramientas y máquinas.
- Fase de Acumulación: se desarrolló entre 1960 y 2005 crecientes impactos socio-ambientales.
- Ventana de la Decisión: se abrió en 2005 con la irrupción de crecientes fuerzas desestabilizadoras en los ámbitos político económico, ambiental y social.
- Punto de Caos: aquel en el que la sociedad llega a ser tan críticamente inestable que de una manera u otra tiene que iniciar un proceso de cambio.
Frente a la bifurcación, en el punto de caos, si elegimos la rigidez y la falta de previsión se generarán tensiones insostenibles y el mundo degenerará en anarquía global y violencia, conduciéndonos a la “decadencia”. O la elección podría ser la “evolución” en la que el sistema evoluciona hacia una mayor adaptabilidad y flexibilidad y se estabiliza en un nuevo modo.
Resulta oportuno aquí recordar un viejo proverbio Chino: Si no cambiamos nuestra dirección, es muy probable que terminemos en el lugar hacia dónde vamos.
Analizar la forma en la que hemos avanzado hasta situarnos frente a nuestro punto de caos implica necesariamente analizar aquellas corrientes del pensamiento que han influido e influyen en una forma determinante sobre la manera en la que vemos el mundo que nos rodea y la forma en la que llegamos a tomar decisiones sobre qué acciones son permisibles.
En este contexto – sin lugar a duda – ha sido la visión “europea” del mundo, compuesta por muchas tradiciones distintas – filosóficas, religiosas y científicas – la que ha influido decididamente para habernos encaminado hacia el proceso de cambio ambiental global. Esa visión se caracterizaba por considerar que:
- Los seres humanos se situaban en una posición especial, por encima de un “mundo natural” independiente, que ellos podían explotar impunemente.
- El pensamiento científico, basado en modos reduccionistas, debía poner énfasis sobre la observación y la comprensión de partes del sistema en lugar de fijarse en el todo.
- Su posición material y su nivel de conocimiento eran mayores que los de sus predecesores, y a esto lo llamaron “progreso”.
- Los niveles más altos de consumo material y la mayor capacidad para alterar el mundo natural debían ser considerados como grandes logros.
- El progreso era – por definición – beneficioso y algo a lo que todas las sociedades debían aspirar en el futuro, y se asoció el progreso, por encima de todo, con el crecimiento económico.
La forma de pensar de los europeos sobre el mundo que los rodeaba fue importante y contribuyó a dar una autojustificación intelectual a lo que hicieron con el mundo natural, a la manera en la que adaptaron a otras sociedades a sus propios fines y a la forma en la que explotaron los recursos naturales del mundo.
El paradigma dominante
El paradigma dominante promueve continuamente la dominación sobre la Naturaleza; considera al ambiente natural solamente como un recurso para los Humanos; se centra en la búsqueda del crecimiento material/económico para una población humana creciente; imagina la existencia de amplias (infinitas) reservas de recursos naturales; deposita una Fe ciega en la tecnología como sinónimo de progreso y solución de todo problema; fomenta el consumismo como motor de un infinito crecimiento económico.
A partir de la Primera Revolución Industrial, pareciera que una nueva subespecie del Género Homo comenzó a poblar el Planeta. Su principal característica: poseer un cerebro monetizado.
Hasta nuestros días, el Homo economicus, estableció cinco axiomas que sustentan su paradigma, aparentemente exitosos en su inicio y lamentablemente letales en sus inevitables consecuencias ambientales, sociales y económicas, a los que caracterizaremos como “numina de insostenibilidad”.
Numina de insostenibilidad
Con numen se designaba a las deidades del paganismo que se encontraban dotadas de un poder misterioso y fascinador. Los sociólogos para referirse al poder mágico que hay en los objetos, especialmente cuando se refieren a ideas dentro de la tradición occidental, han utilizado frecuentemente el término numen, asimilándolo a tales deidades. Aquí adoptaremos esa denominación, o mejor su plural: numina en tanto se trata de cinco axiomas.
Trataremos entonces de identificar y describir las creencias fundamentales que se aceptan como verdaderas, sin necesidad de prueba alguna – los axiomas – sobre los que, dentro de la tradición occidental, se han construido los paradigmas, con sus valores, costumbres, leyes e instituciones, que en sus efectos, se han constituido en una verdadera amenaza para la integridad, productividad y capacidad de adaptación de los sistemas de apoyo para la vida, tanto naturales como sociales.
Primer numen de insostenibilidad
Si bien el pensamiento religioso y filosófico occidental influyeron sobre nuestra visión del mundo, en los últimos 250 años, el crecimiento de una disciplina: la ECONOMÍA, ha introducido un potente elemento nuevo.
En todo el mundo, los debates contemporáneos sobre cómo tendría que estar organizada la sociedad giran en torno a la dirección de la economía nacional e internacional.
Los Economistas confían en el mercado para guiar su toma de decisiones. Respetan el mercado porque estiman que puede asignar los recursos con una eficacia que la planificación centralizada nunca puede igualar.
Pero cuando la confianza se transforma en exigencia intransigente de sometimiento a la creencia que el mercado es la respuesta a cualquiera que sea la pregunta o en la creencia en un “Modelo Económico Único” que puede y debe ser aplicado a toda circunstancia y a todo el mundo; es entonces que la ciencia deja su lugar al fundamentalismo, dando lugar a una economía autista y egocéntrica.
Un ejemplo particularmente importante de fundamentalismo es el que ofrece la escuela económica austriaca, propulsada por von Hayek y von Mises, conocida como “neoliberal”, que ha impulsado a la adopción de una nueva lógica: la lógica del mercado.
La perspectiva neoliberal:
El primer numen de insostenibilidad es entonces el “Fundamentalismo de Mercado”.
Este fundamentalismo de mercado, inexorablemente lleva a la sobreexplotación de los recursos del planeta y a ensanchar la brecha entre ricos y pobres.
Segundo numen de insostenibilidad
A fines del siglo XIX Herbert Spencer y William Summer extienden las teorías del naturalista inglés Charles Darwin sobre la evolución de las especies por medio de la selección natural a la evolución social de la humanidad, incorporando a nivel social el concepto de supremacía del más apto.
Tales ideas inexorablemente condujeron a la negación de la solidaridad dentro de la especie y la ayuda mutua (paradójicamente tan común en la naturaleza), estimulando la agresividad en la conducta del ser humano, transformándolo de hermano en enemigo y rival de sus semejantes.
La naciente economía política proclamaba en los albores del siglo XIX la naturalidad de la economía capitalista y la libre competencia en el mercado como el sistema que mejor expresaba la naturaleza humana.
El pensamiento de Spencer era solidario con estas posturas, planteando una no injerencia del Estado ante los problemas de la pobreza y ante las consecuencias genocidas y etnocidas de la expansión colonial, pues allí se libraría una lucha por la existencia en la que sólo perdurarían los pueblos y los sectores de la sociedad capaces por sí mismos de sobrevivir, los biológicamente superiores.
Se iba imponiendo una opinión en la cual: “…los pobres eran pobres porque eran biológicamente inferiores, los negros eran esclavos como resultado de una selección natural que ya les había asignado un lugar adecuado para ellos” (Van Den Berghe).
Ernst Heinrich Philipp August Haeckel en su obra “Morfología General del Organismo” (1869) mencionaba: “Entendemos por ecología el conjunto de conocimientos referentes a la economía de la naturaleza, la investigación de todas las relaciones del animal tanto con su medio inorgánico como orgánico, incluyendo sobre todo su relación amistosa y hostil con aquellos animales y plantas con los que se relaciona directa o indirectamente. En una palabra, la ecología es el estudio de todas las complejas interrelaciones a las que Darwin se refería como las condiciones de la lucha por la existencia.”
Haeckel hizo del darwinismo una especie de filosofía religiosa natural, a la cual denominó “monismo”, un término que pretendía contraponerse al “dualismo” entre espíritu y materia. Para Haeckel, la vida y el pensamiento europeo se pervirtieron cuando la humanidad se separó de la naturaleza a través de la creencia en que los seres humanos eran cualitativamente diferentes de otras cosas naturales por tener un alma inmortal.
Como devoto panteísta, Haeckel estaba convencido de que el cristianismo había separado al pueblo alemán de su recta y precristiana adoración de la naturaleza, y de que debía volver a esas raíces precristianas. De este modo dio la voz al movimiento Völkisch alemán, posteriormente utilizado por Hitler, que aconsejaba a los alemanes volver a sus raíces raciales, a su idiosincrasia (Volk) histórica y natural, para de este modo deshacerse de las perversas influencias de la fe cristiana. Haeckel se convertiría en el hombre que, más que ningún otro, estableció el puente entre los argumentos de Darwin y las políticas raciales y eugenésicas del Tercer Reich.
Como vemos, la extensión de las teorías del naturalista inglés Charles Darwin a la evolución social de la humanidad condujeron a los peores resultados.
El segundo numen de insostenibilidad es el “Darwinismo Social”
Tercer numen de insostenibilidad
Durante la Segunda Revolución Industrial nace la línea de montaje, la producción en serie y el desarrollo de la industria pesada. Se instala en la sociedad el “consumo masivo”
Consumo que poco a poco se transforma en una tendencia inmoderada de adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios, originada en la inducida confusión entre “ser” y “tener” como idea de valor humano, que lleva a pensar que más vale quien más tiene; privilegiando el consumo y la posesión de bienes materiales
Bien señalaba Don Antonio Machado: Es de necio confundir valor y precio.
Tal tendencia, obviamente no resulta saludable ni sostenible, en tanto ha llevado al mundo, particularmente al industrializado, a consumir productos y servicios a un ritmo insostenible, con resultados graves para el bienestar de los pueblos y el planeta
A manera de ejemplo, se debe considerar que en los Países Desarrollados habita el 24 % de la población mundial y que su consumo varía entre el 50 y el 90 % de todas las producciones mundiales.
Consumen el:
60 % de los fertilizantes
81 % del papel
86 % del cobre y el aluminio
80 % del hierro y el acero
85 % de los productos químicos
92 % de los automóviles
Incluso consumen entre el 48 y el 72 % de los totales mundiales de producciones que llenan necesidades básicas, como cereales, leches y carnes. Para todo lo cual, consumen el 75 % de la energía generada en el planeta
La familia británica promedio está compuesta por 2 hijos pero cuando se introduce el factor del consumo de los recursos y el impacto de la contaminación, y se compara luego el estilo de vida británico con el promedio mundial, el tamaño “real” de una familia británica se acerca a los: 20 hijos.
Los 1.200 millones de habitantes de las regiones desarrolladas pueden ser tomados como equivalentes, en relación al consumo, a 24.000 millones de habitantes del mundo en desarrollo, imponiendo al planeta la carga de un siglo de los que aún no han nacido en el Sur.
El tercer numen de insostenibilidad es el “Consumismo”.
Cuarto numen de insostenibilidad
Es en el Neolítico en el que se registró el advenimiento de la agricultura, marcando un punto de inflexión en el desarrollo de la civilización y dando origen a una visión de la naturaleza, que comienza a ser conceptuada como inexhausta, como algo que no se agota ni se acaba, como “infinita”.
Esta verdadera “ilusión” surgida de la ignorancia, reforzada por la codicia y potenciada por el desarrollo tecnológico, nos ha conducido al agotamiento de lo ilusoriamente inagotable y a descubrir la finitud de lo supuestamente infinito.
Adam Smith tenía una idea optimista del futuro generada en plena revolución industrial según la cual, en la división internacional del trabajo se encuentra la clave de un “progreso” sin límites de la humanidad.
El cuarto numen de insostenibilidad es la “Ilusión neolítica”.
Quinto numen de insostenibilidad
El Darwinismo Social potenció una vieja ideología según la cual la fuerza militar es la fuente de toda seguridad, asumiendo que la «paz a través de la fuerza» es la mejor o única forma de conseguir la paz.
Su política se resume en el aforismo latino: «Si vis pacem, para bellum“ – Si quieres la paz, prepárate para la guerra.
El gasto militar mundial en un año es mayor que lo que se necesita para cubrir los Objetivos del Desarrollo del Milenio en 11 años.
El quinto numen de insostenibilidad es el “Militarismo”.
Estas cinco creencias letales hicieron posible un escenario caracterizado por el aumento de la pobreza y marginación; insostenibles patrones de producción y consumo, exponencial crecimiento demográfica; cambio climático global; pérdida de diversidad biológica; deterioro de la capa de ozono; contaminación y acumulación de residuos; sobrexplotación de los recursos naturales; escasez de agua; erosión de los suelos; deforestación; desertificación.
Podríamos preguntarnos aquí si es posible el colapso de nuestras sociedades, el colapso de nuestra civilización.
Las lecciones del pasado
En “Historia Verde del Mundo” (1992), Clive Ponting señala que: “Durante unos dos millones de años los seres humanos vivieron de la recolección, la conducción de manadas y la caza. Después, en el espacio de unos cuantos miles de años surgió una forma de vida radicalmente distinta basada en una gran alteración de los ecosistemas naturales, orientada a la producción de cosechas y a la consecución de pasto para los animales. Este sistema más intensivo de producción alimentaria se desarrolló por separado en tres zonas nucleares del mundo – el suroeste de Asia, y Centroamérica – y marcó la transición más importante de la historia humana”.
La civilización Sumeria localizada en las terrazas de inundación del Río Éufrates se desarrolló entre el 5000 AC y el 1750 AC. Fue la más antigua civilización y la primera en usar la escritura para narrar su historia.
Hace unos cuatro mil años, las ciudades sumerias quedaron sepultadas bajo las arenas del desierto y su lengua dejó de hablarse por completo. Había desaparecido la primera civilización.
¿Cuál fue la causa de su colapso?
Según Sandra Postel[1] la salinización de los suelos, como resultado de una falla en su sistema de riego, fue la responsable de la caída de los rendimientos del trigo y la cebada y, finalmente, de la civilización misma.
Entre el 2000 AC y el 1550 DC se desarrolló en Mesoamérica la civilización Maya.
Se han manejado muchas hipótesis acerca de la decadencia y desaparición de los centros mayas teocráticos, cuyo orden se resquebrajó entre los años 750 y 900. Una teoría nos habla del colapso ecológico que sufrió la región a raíz de la destrucción de la selva por los sistemas agrícolas que los mayas empleaban, mientras que otra pone el acento en un crecimiento desmedido de la población, que empezó a ejercer demasiada presión sobre la tierra y la producción de alimentos.
Guy Gugliotta en: “The Maya: Glory and Ruin,” (National Geographic, August 2007) postula que la erosión del suelo exacerbada por una serie de intensas sequías parece haber socavado su suministro de alimentos y su civilización.
A menudo fue la erosión del suelo y la disminución resultante en las cosechas lo que llevó a la declinación y derrumbe de otras civilizaciones tempranas.
Joseph Tainter, “The Collapse of Complex Societies “ (Cambridge, U.K.: Cambridge University Press, 1998) y Jared Diamond, Collapse: How Societies Choose to Fail or Succeed (New York: Penguin Group, 2005) profundizan sobre el tema.
El historiador británico Arnold J. Toynbee, en su voluminoso “Estudio de la Historia” (publicada entre 1933 y 1961), utiliza el concepto de hibris para explicar una posible causa del colapso de las civilizaciones, como una variante de la némesis de la creatividad.
Las lecciones del presente: Aprendiendo de China
Un buen ejemplo de la inviabilidad del modelo productivista lo ofrece China.
Lester Brown sostiene que China es un telescopio de la historia, demostrando lo que pasa cuando un gran número de personas pobres rápidamente se tornan más ricas.
Elevar el consumo de carne per cápita en China a la media americana requeriría de: 49.000.000 t adicionales de carne. Si éste abastecimiento de carne se produjera intensivamente, al estilo americano, requeriría de 343.000.000 t de grano anuales, igual a la cosecha total anual en los EE.UU.
Si China se volviera al mar para su abastecimiento de proteína animal necesitaría 100.000.000 t anuales de frutos del mar — equivalentes a la actual captura mundial.
La presión humana sobre la tierra en el noroeste de China es excesiva. Hay demasiadas personas, demasiado ganado y ovejas, y demasiados arados. Alimentar a 1300 millones de personas, una población casi cinco veces la de los Estados Unidos, no es una cuestión simple.
Como las provincias del noroeste, ya padecían de sobre-laboreo y sobre-pastoreo, se araron las tierras más frágiles y la erosión eólica se intensificó. Ahora la aceleración de la erosión eólica del suelo y el resultante abandono de la tierra impulsa a las personas a emigrar hacia el este, en una forma que no difiere de la migración hacia el oeste americano, de las Grandes Llanuras del sur a California, durante los años de las Tormentas de Polvo.
Si China adoptara como sistema de transporte al automóvil, necesitaría mas de 80.000.000 de barriles de petróleo por día — valor superior a los 74 millones de barriles que el mundo produce diariamente.
Si el uso del papel anual en China, de 35 kg por persona, subiera al nivel americano de 342 kg, China necesitaría más papel que el producido actualmente en todo el mundo.
En función de lo anterior, Lester Brown sostiene que el modelo de desarrollo industrial occidental no es viable para China, simplemente porque no hay bastantes recursos para ello y que si el modelo económico basado en combustibles fósiles no funciona para China, entonces no funcionará para India con sus 1.000.000.000 de personas, o para las otras 2.000.000.000 de personas del mundo en desarrollo.
Dado que el mundo es un ecosistema compartido y la economía global está cada vez más integrada, el modelo de desarrollo industrial occidental también limitará inevitablemente el ulterior crecimiento de las economías industriales.
China está mostrando que el mundo no puede permanecer por mucho tiempo en el camino económico actual.
Está subrayando la urgencia de reestructurar la economía global, de edificar una nueva economía.
El problema no es si sabemos lo que debemos hacer o si tenemos las tecnologías para hacerlo. El problema es si nuestras instituciones sociales y políticas son capaces de provocar y realizar el cambio en el tiempo disponible.
El modelo económico occidental prevaleciente — basado en el uso indiscriminado de la energía y de los recursos naturales — está conduciendo a la humanidad a un callejón sin salida.
La búsqueda de nuevos paradigmas y comportamientos, se ha tornado por lo tanto en un tema estratégico para posibilitar la continuidad del progreso económico, de una manera que no ahogue en contaminación y deterioro irreversible los sistemas vitales de nuestro hogar común: la Tierra.
[1] Pillar of Sand (New York: W. W. Norton & Company, 1999), pp. 13–21.