Argentina está viviendo, hace años, un proceso de enajenación voraz de sus bienes naturales. La aceleración de esta tendencia se expresa en escenarios que se pueden resumir en: minería, diversidad biológica, destrucción de la fertilidad natural de sus suelos, glaciares, bosques y selvas, como así también la pérdida de la cultura del trabajo agrario y las artesanías tradicionales de la familia campesina, sustentada en el acceso a los bienes naturales y cultivados a escala humana. La concentración de la tierra, la tecnología y el conocimiento, escribe libros sobre sus consecuencias negativas para las mayorías y sus ecosistemas.
Pero lo sucedido el día 23 de noviembre de 2016 en la Cámara de Senadores de la Nación, con el no tratamiento del proyecto de Ley de presupuestos mínimos de protección de los humedales, logrado por la actitud política del senador nacional por Entre Ríos Alfredo De Ángeli y liderado por el gobierno nacional, con la complicidad de muchos legisladores de diversos colores políticos, demuestra que la política de la «Caja del gobierno central», compra y vende sin escrúpulos de naturaleza alguna, haciendo caer originarias posiciones políticas, logrando cambios incluso impensados y de una escala de contradicciones alarmantes.
Se trata de un nuevo triunfo de los representantes del productivismo infinito frente a lo que tenemos que proteger entre todos: los bienes naturales esenciales para la producción de agua saludable y tantos servicios ambientales que siguen a expensas de acuerdos políticos y financieros oscuros, funcionales al modelo del «sueño americano» en desarrollo en sus profundidades más impensadas y que nos llevan a la ruina en todo el complejo entramado biológico, social y cultural de los humedales.
La experiencia de la no existencia de cláusulas prohibitivas transitorias que establecieran una pausa, una emergencia ambiental, un alto a emprendimientos o inversiones exóticas y complejas en los casos de las leyes de protección de bosques y glaciares, ha posibilitado que la depredación impune avance de manera descontrolada en estos dos contextos esenciales para el futuro. No puede repetirse así con los humedales. No establecer estas normas claramente, determina abrir el camino a la pampeanización del Delta, su descontrol y destrucción, como ya está sucediendo.
La confrontación política transitoriamente ganada, por los influyentes actores que se encuentran a la sombras del poder de turno, responde a una telaraña de intereses que confluyen y se asocian para frenar, demorar y derrotar un proyecto de Ley que venía siendo construido social y democráticamente en el seno de la Comisión de Ambiente del Senado Nacional, presidida por el senador Pino Solanas.
Lo sucedido expone dos culturas políticas extremas, dos vagones que chocan de frente. La cultura del mundo del capitalismo de los paraísos y la cultura de los reinos de vida que se expresan en un humedal, como en el gran Delta argentino y tantos rincones biodiversos de nuestra tierra.
Estos hombres que intentan demoler el proyecto de protección de los humedales, miran sus paisajes y su obra de arte milenaria, sin contemplarlo, no pueden sentir, ni vibrar con sus bellezas y bondades. Lo que se mira en realidad, expresa un modelo que termina en una isla donde el dinero se apila sobre la protección de la oscuridad y la seguridad de que nadie lo sabrá. Nada cambia, «que se vayan todos», allí están, muchos, en el honorable cuerpo representando el modelo voraz y productivista ilimitado. Y así, en cada proyecto de Ley, seguirán bailando la timba de sus intereses, ahora, ni la menor duda.
Por eso, no deja de ser saludable la actitud del otro senador nacional por Entre Ríos, Pedro Guastavino, por coherente, frente a este personaje que perdió su historia cooptado por las falsas luces del poder fugaz.
Estos mandatarios de las corporaciones del cemento y las semillas modificadas genéticamente, como Alfredo De Ángeli -o como el senador por Chubut, todo un desconocido, Alfredo Luenzo, quien solicitó vuelva a comisión el proyecto de Ley-, ni siquiera contemplan o escuchan la historia de su propio pueblo. Le creíamos, mínimamente podía existir una base de confianza en aquel Alfredo que se decía ambientalista y agrarista. Vacío, un enorme engaño más, otra frustración cargada de cobardía política y militante, máscara de carnaval bien vestida y ejercida con globos amarillos que el viento se lleva hacia la nada.
Pero Alfredo de Ángeli no es el principal responsable de destruir el dictamen de comisión que había logrado un consenso construido durante tres años, anteponiendo otro que convoca a la explotación sin límites del Delta y los humedales todos.
El senador de Ángeli está siendo el sirviente funcional y cómplice a favor de estos intereses.
Los nuevos y transitorios mandatarios en el poder democrático, liderado por el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, juegan a la ruleta del quién da más por los bienes naturales del Delta. Lo hacen ahora, burlándose brutalmente sobre las cientos de organizaciones, académicos, universidades y una diversidad llamativa de sectores de la vida nacional, que acompañaban, transparente y democráticamente, el dictamen acordado, participando de modo activo y comprometido, creyendo en la fortaleza, reitero, transparente del escenario abierto de consultas, en la cámara alta.
La militancia CEO y desarrollista de la Caja de los dineros de todos los argentinos, usada para dinamizar los mega emprendimientos privados y públicos, desde la extorsión del poder central, con la complicidad de los traidores de ayer y de ahora, son la expresión más brutal de un extractivismo desaforado, liderado por esta dirigencia ministerial que desdeña el futuro de las tierras y aguas más privilegiadas de la cuenca del Plata, a cambio de la ganancia de unas pocas corporaciones y de las propias, como las del emprendedor ministro Frigerio, en el Delta sur.
Esta realidad nos convoca a una movilización gigantesca de nuestro pueblo, sus organizaciones sociales, para que esto no siga así.
En Entre Ríos, como en el país, debemos seguir tejiendo una enorme red, movimientos sociales y políticos que profundicen los caminos auténticos de participación social y política para una transición democrática hacia la sustentabilidad. Como dice un entrañable amigo, no tenemos excusa.
Original publicado en: ANÁLISIS DIGITAL.COM