NOSOTROS LOS “BAUTÓMATAS”
Aferrados a mirar para otro lado y seguir con el negocio como de costumbre no resulta casual que – a 40 años de su publicación – hoy constatemos que las previsiones de Los Límites del Crecimiento[1] (Informe Meadows) eran exactas, y ello, mal que les pese a quienes – tanto desde las derechas como de las izquierdas – las hayan considerado predicciones pesimistas, de carácter marcadamente neomalthusiano y conservador.
Modelando datos hasta 1970 sobre industrialización, población, alimentos, uso de los recursos y contaminación, el equipo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) – bajo la coordinación de los Meadows – desarrolló una serie de escenarios, entre los cuales, el “Modelo Mundial Estándar” no suponía ningún cambio importante en las relaciones físicas, económicas o sociales que históricamente han gobernado el desarrollo del sistema mundial, en otras palabras un escenario business-as-usual (BaU).
Recientemente, al analizar los datos actualizados sobre las variables consideradas por los Meadows, el Dr. Graham Turner de la Universidad de Melbourne constató que los datos recogidos coinciden con el escenario del “Modelo Mundial Estándar» (BaU) anticipado en Los Límites del Crecimiento.
Graham Turner y Cathy Alexander en un artículo publicado en septiembre 2014 por The Guardian, afirmaban que hasta el momento, los datos del informe Meadows ajustan con la realidad a partir de lo cual se preguntaban: ¿qué pasará después?
Nada mejor entonces que transcribir las predicciones incluidas en Los Límites del Crecimiento para el Modelo Mundial Estándar.
El modelo mundial «estándar» no supone ningún cambio importante en las relaciones físicas, económicas o sociales que históricamente han gobernado el desarrollo del sistema mundial. Todas las variables trazadas aquí siguen los valores históricos de 1900 a 1970. Los alimentos, la producción industrial y la población crecen exponencialmente hasta que la rápida disminución de la base de recursos obliga a una desaceleración del crecimiento industrial. Debido a los retrasos naturales en el sistema, tanto la población como la contaminación continúan aumentando durante algún tiempo después del pico de la industrialización. El crecimiento de la población finalmente se detiene por un aumento en la tasa de mortalidad debido a la disminución de los alimentos y los servicios médicos.
El modo de comportamiento del sistema claramente es el de exceso y colapso. En este caso el colapso se produce debido al agotamiento de los recursos no renovables. El stock de capital industrial crece a un nivel que requiere un enorme aporte de recursos. En el proceso mismo de ese crecimiento agota una gran parte de las reservas de recursos disponibles. A medida que suben los precios de los recursos y se agotan las minas, se debe utilizar cada vez más capital para obtener recursos, dejando menos que invertir para el crecimiento futuro. Por último, la inversión no puede mantenerse a la altura de la depreciación y la base industrial se derrumba, llevando consigo los servicios y los sistemas agrícolas que se han vuelto dependientes de insumos industriales (como fertilizantes, pesticidas, laboratorios hospitalarios, ordenadores y especialmente energía para la mecanización). Por un corto tiempo la situación es especialmente grave porque la población, con los retrasos inherentes a la estructura de edad y al proceso de ajuste social, sigue aumentando. Finalmente, la población disminuye cuando la tasa de mortalidad se dispara por la falta de alimentos y servicios de salud.
El momento exacto de estos eventos no es significativo, dada la gran agregación y muchas incertidumbres en el modelo. Es significativo, sin embargo, que el crecimiento se detiene mucho antes del año 2100. Hemos intentado en cada caso dudoso hacer la estimación más optimista de cantidades desconocidas, y también hemos ignorado eventos discontinuos como guerras o epidemias, que podrían actuar para poner fin al crecimiento incluso antes de lo que nuestro modelo indicaría. En otras palabras, el modelo está sesgado para permitir que el crecimiento continúe más de lo que probablemente pueda continuar en el mundo real. Por lo tanto, podemos decir con cierta confianza que, con el supuesto de que no se produzca un cambio importante en el sistema actual, el crecimiento demográfico e industrial ciertamente cesará – a más tardar – en el próximo siglo [se refieren al siglo XXI].
El modelo mundial estándar colapsa debido a una crisis de recursos. ¿Qué pasa si nuestra estimación del stock global de recursos es incorrecta? En el modelo supusimos que en 1970 había un suministro de 250 años de todos los recursos, a las tasas de uso de 1970. La columna del índice de reserva estática de la tabla de recursos del capítulo II verificará que este supuesto es realmente optimista. Pero seamos aún más optimistas y supongamos que los nuevos descubrimientos o avances en la tecnología pueden duplicar la cantidad de recursos económicamente disponibles. En una corrida del modelo que funciona bajo esa suposición se ve que es muy similar al de la serie estándar. En este caso, la principal fuerza que detiene el crecimiento es un aumento repentino en el nivel de contaminación causado por una sobrecarga de la capacidad natural de absorción del ambiente. La tasa de mortalidad se eleva abruptamente por la contaminación y la falta de alimentos. Al mismo tiempo, los recursos están gravemente agotados, a pesar de la cantidad duplicada disponible, simplemente porque unos pocos años más de crecimiento exponencial en la industria son suficientes para consumir esos recursos adicionales.
Frente a tales predicciones nos podemos preguntar entonces, tal como lo hicieron los Meadows si: ¿El futuro del sistema mundial está destinado a crecer y luego colapsar en una triste existencia?
He ahí nuestro dilema. Convertidos en “bautómatas” no tomamos en cuenta las advertencias formuladas en la década del año 1970 y continuamos hoy sin tomar conciencia de la existencia de restricciones cuantitativas del ambiente mundial y de las consecuencias trágicas de nuestros excesos.
Marchando a contramano de los cambios necesarios y urgentes, el pensamiento económico dominante conspira contra nuestras posibilidades de evitar a tiempo el colapso preanunciado.
Es por ello que el ecologismo político debe trabajar para facilitar la llegada de nuevas formas de pensamiento que conduzcan a una revisión fundamental de la conducta humana y de la estructura entera de la sociedad actual.
En tal dirección resulta claro que el reciente triunfo electoral de Donald Trump en los EE.UU. modifica radicalmente el escenario mundial, acelerando el proceso de autodestrucción en el que estamos embarcados.
LA CUESTIÓN AMBIENTAL EN EL SISTEMA-MUNDO TRUMP
A no equivocarnos, las opiniones de Donald Trump sobre la cuestión ambiental en general, y sobre el cambio climático en particular – al que considera inexistente – lejos de ser opiniones personales, responden a una ideología común a los sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense.
Estos sectores, en lo que se refiere a la cuestión ambiental, privilegian los intereses económicos por sobre cualquier otra consideración, intereses frente a los cuales, el mundo natural no puede imponer límite alguno. Ellos consideran que – en la práctica – los problemas ambientales no existen y ello en tanto el ingenio humano y la libertad de mercado todo lo pueden resolver. La tecnología y el capital – a manera de deidades de la abundancia – son los únicos factores capaces de mejorar ambientalmente el mundo.
Para Trump y sus acólitos, los análisis y proyecciones hechos por los ecologistas carecen de fundamentos científicos y son siempre de carácter catastrofista, contrastando con el exultante optimismo sobre el renacer del “sueño americano”.
Tal como señala Riechmann, viven una fantasía milenarista, viven como si la entropía no existiera, como si los recursos naturales fuesen infinitos, como si estuviésemos a punto de ser inmortales gracias a la tecnociencia.
Su gran obsesión: el infinito crecimiento económico y el desenfrenado consumismo a los que nada ni nadie podrán detener. Es por ello que son indiferentes frente al agotamiento de lo que hoy consumimos, en tanto están firmemente convencidos que antes de llegar a ese punto, el progreso tecnológico encontrará o inventará los sustitutos.
Están también convencidos que el crecimiento económico no es la causa sino la solución para los problemas ambientales.
En resumen, en el sistema-mundo Trump, la felicidad humana se basa en tener siempre más; la economía tiene que crecer de forma ilimitada; y la tecnociencia (impulsada por el libre mercado) es la que nos evitará cualquier escasez de recursos naturales; una verdadera fórmula para un colapso seguro.
Pero tengamos en claro que intentar revivir el “sueño americano” en el presente, antes que una utopía, resulta la consumación de un doble delito a escala global: ECOCIDIO SEGUIDO DE GENOCIDIO.
EL REFLEJO EN EL ESCENARIO POLÍTICO NACIONAL
En nuestro país, la dirigencia política tradicional se alineó con el proceso de globalización neoliberal iniciado a partir de la caída del Muro de Berlín y la autodisolución de la Unión Soviética y fue a partir de entonces que la búsqueda de nuevos mercados, inversiones y el logro de la competitividad y eficiencia se transformaron en el objetivo excluyente de todas sus propuestas, las que – invariablemente – desembocaban y desembocan en la fórmula mágica de la felicidad: el infinito crecimiento económico, seguido de una de las mayores utopías de la humanidad: la teoría del derrame (lo de utopías resulta un eufemismo por infamias).
Pero a más de tres décadas de un discurso monocorde, la dirigencia tradicional se encuentra hoy frente a un callejón sin salida. Tras reiterados fracasos aplicando variantes de la misma receta, han comenzado a advertir el desmoronamiento de la globalización y la configuración de un nuevo escenario a partir de la victoria de Donald Trump, el auge de la ultraderecha en Europa y el Brexit; escenario en el cual resurgen la autosuficiencia y el proteccionismo como las nuevas reglas del juego.
Lo cierto es que hoy, sus discursos – absolutamente coherentes con el proceso de la globalización – han pasado a ser absolutamente incoherentes en el proceso de desglobalización que se avecina, lo cual hace presagiar una oleada de cambios y mutaciones para adaptarse a los nuevos tiempos.
Nuevos tiempos en los que el ecologismo está llamado a jugar un rol fundamental.
La clásica opción entre globalización neoliberal o globalización humana y sostenible, será reemplazada por la opción desglobalización neoconservadora o convivencialismo ecologista.
Resulta entonces necesario, oportuno y urgente contrarrestar las tendencias autodestructivas que agudizarán y acelerarán la crisis ecosocial.
El vacío de alternativas debe ser cubierto en forma urgente por un amplio movimiento social capaz de aglutinar a todos aquellos que se opongan a un consumismo sin sentido y que den prioridad a la simultánea reducción de las desigualdades sociales y la protección del ambiente. Sólo las opciones auténticamente antiproductivistas pueden tener hoy un discurso sólido y alternativo frente al discurso neoconservador que comienza a desplegarse.
NOTAS
[1] MEADOWS, D.H.; MEADOWS, D.L.; RANDES, J. y BEHRENS, W.W. (1972) Los límites del crecimiento. México: FCE, 1972