El 13 de mayo en Central Newbery, Encuentro Verde por Argentina (EVA) – un colectivo de pensamiento y acción ecologista – organizó una reunión con el objetivo de:

  • Definir cuáles son los elementos comunes que nos podrían reunir y hacer confluir
  • Intercambiar y debatir sobre las posibles estrategias de acción política del ecologismo en Argentina.
A continuación se publica la intervención de Carlos Merenson (presentación y texto).

 

 

PRESENTACIÓN EN FORMATO PREZI

 

TEXTO

Introducción

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Un MOVIMIENTO ECOLOGISTA POLÍTICO es el que hace suya una ideología: la ecología política y adopta un paradigma ecosófico[1] capaz de desafiar al que inspira a la corriente principal.

¿Por qué crear un movimiento ecologista político?

Existen al menos cuatro razones:

  • La crisis del paradigma hegemónico
  • El agravamiento de la crisis ecosocial global
  • La irrupción del paradigma ecologista político
  • La marcha a contramano de los inevitables y monumentales cambios que se avecinan por parte del establishment  en nuestro país,

En conjunto definen las condiciones objetivas que tornan urgente, necesaria y viable la creación de un movimiento político inspirado en los valores y principios generales y básicos de la ecología política.

Veamos entonces hacer un breve análisis de cada una de las mencionadas condiciones objetivas.

Crisis del paradigma de la corriente principal

paradigmaEntendiendo por paradigma a una particular visión del mundo, podemos afirmar que un paradigma entra en crisis cuando se queda sin respuestas, cuando los hechos, en lugar de corroborar las hipótesis por él formuladas, las desechan. Cuando las observaciones largamente no apoyan a las teorías, es tiempo de cambiar las teorías – lo que el historiador Thomas Kuhn llama un cambio de paradigma.

Tal es lo que ocurre en la actualidad con el paradigma imperial, antro-andro-eurocéntrico, mecanicista y cornucopista, que desde la década del año 1950, atrapado en la exponencialidad de sus crecimientos se aproxima a un choque monumental contra los límites biofísicos del planeta.

A nivel global, el productivismo – en su expresión capitalista – se ha convertido en el paradigma hegemónico porque fue capaz de imponer en la sociedad su cultura en el sentido más amplio, concentrando todos los esfuerzos y medios para fabricar sentido común a su medida. Tanto neoliberales como neoconservadores fueron capaces de construir y mantener su hegemonía ideológica, fueron capaces de naturalizar la permanente competencia de todos contra todos, la mercantilización de las relaciones sociales y el consumismo, transformado a la mayor parte de la humanidad en adictos al crecimiento económico y en idólatras del mercado y la tecnología.

Desde la década del año 1980 – tras la caída del Muro de Berlín y la autodisolución de la URSS – se globalizaron dos leyes generales y absolutas: la de acumulación capitalista y la de degradación ambiental bajo el capitalismo.

Mientras la primera ley general absoluta de la acumulación capitalista tiene como resultado la acumulación de riqueza por un lado y por otro, la miseria y degradación humana; la segunda ley general y absoluta de la degradación ambiental se manifiesta en la tendencia a la acumulación de riqueza por un lado y por otro, al agotamiento de recursos, contaminación, destrucción de especies y hábitats, congestión urbana y deterioro de las condiciones de vida.

El sistema-mundo productivista en su vertiente capitalista no logra resolver las contradicciones entre capital-trabajo y entre capital-ambiente, que lo han conducido a un callejón sin salida.

Cuanto mayor es la riqueza, el capital circulante, la extensión y la energía de su crecimiento, mayores son las demandas ecológicas del capital y el nivel de degradación ambiental.

Con el crecimiento de la producción crece la degradación entrópica y con el objetivo de promover las ganancias privadas sin tener en cuenta los costes sociales o ambientales, el sistema conduce a la degradación entrópica a globalizarse a los máximos niveles económicamente posibles.

Bajo el capitalismo, el capital no puede crecer sin explotar al trabajo y sin degradar el ambiente.

En tal escenario, el imparable proceso de concentración de la riqueza, con secuelas de hambre, exclusión y violencia social, convirtió rápidamente en utopía el eslogan de la globalización: el acceso colectivo a la aldea global de la prosperidad y el bienestar. Han hecho crisis los falaces argumentos de la teoría del goteo o derrame con los que trataron de convencernos que primero se deben hacer los mayores sacrificios para hacer crecer la riqueza para luego poder compartirla en un futuro nunca definido y que hoy – en un escenario de escases – se va transformado en la desesperada lucha por recoger las migajas.

Pero además de la crisis socioeconómica, el sistema-mundo productivista, con su crecimiento perpetuo y su cultura de la perpetua insatisfacción, elevando a nivel de virtudes la codicia, imprevisión, irresponsabilidad y omnipotencia tecnocrática, nos condujo al descuido y la mala administración de la casa común; a un choque monumental contra sus límites naturales, colisión cuyas consecuencias emergen en forma de una crisis ecosocial que no reconoce precedente en la historia de nuestra especie.

Las creencias fundamentales que se aceptan como verdaderas, sin necesidad de prueba alguna – los axiomas – sobre los que, dentro de la tradición occidental, se ha construido el paradigma hegemónico, con sus valores, costumbres, leyes e instituciones, en sus efectos hoy se han constituido en una verdadera amenaza para la integridad, productividad y capacidad de adaptación de los sistemas de apoyo para la vida, tanto naturales como sociales.

El agravamiento de la crisis ecosocial global

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Bajo el capitalismo, el capital no puede crecer sin explotar al trabajo y sin degradar el ambiente; tal es así que, aun cuando existen advertencias y múltiples señales de no avanzar, el sistema no puede detenerse ni – aunque quisiera – ralentizar su imparable avance.

Una irrefutable prueba la constituye el reciente informe de la Agencia de Evaluación Ambiental de Países Bajos que concluye que el sistema global sigue de cerca el escenario BaU construido hace 45 años atrás por el modelo computacional del Instituto Tecnológico de Massachusetts llamado World3 que advertía sobre el posible colapso civilizatorio en el siglo XXI.

En el informe Meadows se advertía que la civilización industrial global tenía tanta inercia que no podría corregir fácilmente el curso en respuesta a señales de estrés planetario y que – a menos que el crecimiento económico se detenga antes de llegar al límite – la sociedad se encaminaba hacia el rebasamiento y colapso, en un escenario, en el que la población alcanzaría su pico alrededor de 2030 en ocho mil millones y para luego disminuir bruscamente, hasta estabilizarse en unos cuatro mil millones en 2100.

¿Y saben qué? A 45 años de distancia, todas las tendencias siguen exactamente a las del escenario de no haber hecho nada y seguir con nuestro insostenible modo de vivir.

De allí la triple crisis que supimos conseguir:

  • la crisis climática antropogénica;
  • la crisis biosférica antropogénica y
  • el agotamiento del modelo energético fosilista

Pero, en una suerte de venganza de la naturaleza, esta triple crisis repercute en el campo económico de muchas formas diferentes y el saqueo de los sistemas ecológicos no puede alargarse sin consecuencias desastrosas para la propia economía, la capacidad de producción de alimentos y la seguridad alimentaria a nivel global, factor este último que a lo largo de la historia ha sido el desencadenante del colapso de la mayor parte de las sociedades complejas que nos precedieron.

La ecología política: nuevo paradigma para el siglo de la Gran Prueba

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La Ecología Política, lejos de ser un conjunto de ideas que tienen en común la preocupación por la cuestión ambiental, es un sistema de pensamiento político – global y autónomo – que responde a unas necesidades históricas concretas y que le permite describir analíticamente el sistema socioeconómico imperante y – a partir de ello – describir una sociedad diferente, prescribir acciones particulares dentro de ella y buscar formas de motivarnos a emprender tales acciones; todo lo cual le confiere el carácter de ideología: la ideología del ecologismo político.

Sus principios generales son los acordados en la Carta de la Tierra, también conocida como Carta de los Verdes Mundiales[2].

NATURALEZALa Sabiduría Ecológica

Principio por el cual se reconoce que los seres humanos somos parte del mundo natural y debemos respetar los valores específicos de todas las formas de vida, incluso las especies no-humanas; que la sociedad humana depende de los recursos ecológicos del planeta y debe garantizar la integridad de los ecosistemas y preservar la biodiversidad y la resiliencia de los sistemas de apoyo a la vida; y que se reconoce y valora la sabiduría de los pueblos indígenas del mundo, como custodios de la tierra y sus recursos.

JUSTICIA SOCIALLa Justicia Social

Este principio afirma que la clave de la justicia social es la distribución equitativa de los recursos sociales y naturales, tanto a nivel local como global, para satisfacer incondicionalmente las necesidades humanas básicas y para asegurar que todos los ciudadanos tengan oportunidades completas de desarrollo personal y social. No hay justicia social sin justicia ambiental y no hay justicia ambiental sin justicia social.

participacion_ciudadanaLa Democracia Participativa

Este principio enfatiza la necesidad de luchar por una democracia en la cual todos los ciudadanos tengan el derecho de expresar sus puntos de vista, y sean capaces y libres de participar directamente en las decisiones ambientales, económicas, sociales y políticas que afectan sus vidas; para que el poder y responsabilidad sean concentrados en las comunidades locales y regionales, y se devuelvan hacia niveles más altos de gobierno sólo cuando sea esencial que así sea.

no violenciaLa No-Violencia

Este principio por el cual el ecologismo declara su compromiso con la no violencia, enfatiza la necesidad de luchar por una cultura de paz y cooperación entre los Estados, dentro de las sociedades y entre los individuos, como base de la seguridad global; en el convencimiento de que la seguridad no debe descansar principalmente en la fuerza militar, sino en la cooperación, el desarrollo económico y social, la seguridad ambiental y el respeto de los derechos humanos.

SOSTENIBLELa Sostenibilidad

Este principio implica el reconocimiento del limitado alcance de la expansión material de la sociedad humana dentro de la biosfera y la necesidad de mantener la biodiversidad mediante el uso sostenible de los recursos renovables y el uso responsable de los recursos no renovables. Enfatiza el convencimiento de alcanzar la sostenibilidad y atender las necesidades de las generaciones presentes y futuras dentro de los recursos finitos de la tierra, para lo cual debe detenerse y revertirse el crecimiento continuo del consumo global, la población y la inequidad material, como así también reconoce que la sostenibilidad no será posible mientras persista la pobreza.

DIVERSIDAD CULTURALEl Respeto a la Diversidad

Con este principio el ecologismo honra la diversidad cultural, lingüística, étnica, sexual, religiosa y espiritual dentro del contexto de responsabilidad individual hacia todos los seres. Implica un compromiso con la defensa del derecho de todas las personas, sin discriminación, a un ambiente que apoye su dignidad, salud corporal y bienestar espiritual. Implica también el compromiso de promover la construcción de relaciones respetuosas, positivas y responsables entre las líneas de división en el espíritu de una sociedad multi-cultural.

Este conjunto de principios resultan un marco general para la ecología política, como así también lo son para diferentes corrientes del ecologismo, tales como: el ecologismo social, el ecologismo profundo, el ecosocialismo y diferentes movimientos ecosociales; pero debemos tener en claro que tales principios no alcanzan para definir el campo de los principios fundamentales del ecologismo político.

En esa dirección tenemos que hacer el intento de analizar su estructura de pensamiento, su particular representación del mundo a partir de su lógica y ello nos introduce en el análisis de lo que podemos definir como el núcleo duro ideológico de la ecología política, frente al cual, otros aspectos resultan accesorios.

Núcleo Duro Ideológico

ideas2El acta de nacimiento de la ecología política como ideología se encuentra en el siguiente párrafo del informe Meadows[3]:

estamos convencidos de que tomar conciencia de las restricciones cuantitativas del ambiente mundial y de las consecuencias trágicas de un exceso es esencial para el inicio de nuevas formas de pensamiento que conduzcan a una revisión fundamental de la conducta humana y, en consecuencia, de la estructura entera de la sociedad actual”.

La ecología política toma conciencia de las restricciones cuantitativas del ambiente mundial y de las consecuencias trágicas de los excesos haciendo suya la noción de los límites para el crecimiento de los sistemas humanos, fundamentalmente el sistema económico; lo cual la conduce a desarrollar nuevas formas de pensamiento.

Es así que, en lugar de la difundida idea del límite como impedimento a vencer y el progreso como la constante superación de límites; la ecología política redefine la noción de progreso que se transforma en el reto por perfeccionar – lo más posible – la adaptación a aquellos límites que no se deberían traspasar.

Aceptada la existencia de límites naturales, físicos, biofísicos la ecología política se centra en el análisis de la conducta humana en tanto es la responsable de la alocada carrera hacia la autodestrucción.

Consecuencia directa de lo anterior es el cuestionamiento a la superideología del sistema-mundo: el productivismo, definido como la creencia en que las necesidades humanas sólo se pueden satisfacer mediante la permanente expansión del proceso de producción y consumo, transformados en el fin último de la organización humana.

Es este antiproductivismo la piedra angular sobre la que se edifica el ecologismo.

El eje productivista/antiproductivista que Marcellesi postula como eje estructurante y autónomo lo lleva a afirmar que: frente a los dos sistemas dominantes y antagónicos de los últimos siglos y ambos motor de la sociedad industrial, se afirma una tercera vía ecologista basada en el rechazo al productivismo fuera de la dicotomía capitalista-comunista, es decir, una nueva ideología diferenciada y no subordinada a ninguno de los dos bloques, con un objetivo claro: cambiar profundamente la sociedad.

Al aceptar que existen límites para el crecimiento y cuestionar el productivismo, el ecologismo también reconoce que existen límites para el consumo de allí que, del antiproductivismo, se pase – sin solución de continuidad – al anticonsumismo, a la idea de reducir la demanda cuantitativa, poniendo en tela de juicio una importante aspiración de la mayoría de la gente: aumentar al máximo el consumo de objetos materiales.

La revisión de la conducta humana: antropocéntrica, productivista y consumista conduce a la ecología política a la urgente e indispensable revisión de la estructura entera de la sociedad actual y a su propuesta de una sociedad convivencial y sostenible.

La secuencia entonces es:

  • del reconocimiento de la existencia de límites naturales para el crecimiento;
  • a la redefinición de la noción de progreso;
  • al antiproductivismo;
  • al anticonsumismo
  • a la convivencialidad y sostenibilidad.

He aquí el núcleo duro de la ecología política que es una ideología de raíz arcadiana, ambiocéntrica, antiproductivista y reformista radical.

En nuestro país, el establishment – tercamente – marcha a contramano de los inevitables y monumentales cambios que se avecinan

contramano

En nuestro país, las dirigencias políticas tradicionales y sus tecno-burocracias han estado y están obsesionadas con encontrar el camino para convertirnos en un país del “primer mundo”. El tiempo se ha encargado de demostrar lo inútil que ha sido correr tras un objetivo inalcanzable en un sistema-mundo caracterizado por sus mecanismos centrípetos de redistribución de los recursos y la riqueza. Ninguno parece advertir que – dentro del sistema –  es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un país periférico entre en el reino del “primer mundo” y menos aún advierten que la actual crisis ecosocial global, ya ni siquiera asegura la continuidad del desarrollo en los países centrales a los que se intenta imitar.

Todas nuestras tendencias apuntan en la dirección equivocada:

  • en momentos en los que el mundo se encuentra embarcado en un inevitable proceso de transición energética, aquí apostamos a convertirnos – frackingmediante – en la Arabia Saudita de Latinoamérica y como si esto no fuera poco, irresponsablemente, pretendemos ampliar la generación eléctrica construyendo infraestructuras a las que el mundo está dando la espalda, como las mega-represas y las centrales nucleares.
  • mientras la seguridad alimentaria, en un mundo sin petróleo, exigirá el desarrollo de la agroecología, aquí se promueve un modelo de insostenibles monoculturas agroindustriales.
  • mientras la megaminería – resabio y expresión del feroz extractivismo colonial – solo ha dejado sus irreversibles impactos ecosociales a los países periféricos que la han albergado, aquí la promovemos en todas las formas posibles.
  • mientras cada día se hace más urgente asegurar el suministro de agua, aquí se privilegian intereses inmobiliarios que atentan contra la existencia de los humedales o intereses mineros que atentan contra la existencia de los glaciares.
  • mientras resulta fundamental la protección de los bosques para ayudar a resolver la crisis ecosocial, aquí – en aras de un idílico desarrollo – se los destruye sin miramiento alguno.

Enarbolando los más variados y disparatados argumentos, en nombre del “realismo” y el “pragmatismo”, la dirigencia política tradicional ha validado y valida cuanta aventura extractivista y productivista se nos propone desde los centros del poder económico internacional y es en tal escenario, que la ecología política debe irrumpir como una nueva y vigorosa corriente de pensamiento y acción, capaz de llenar el vacío de alternativas a la altura de las circunstancias y debe hacerlo para cambiar el rumbo antes de que el deterioro ambiental y la consecuente declinación económica lo hagan imposible.

Hoy la realidad nos indica que en nuestro país la justicia social está muy lejos de haberse alcanzado. Que la democracia participativa naufraga en las aguas del clientelismo y otras prácticas de la politiquería. Que la no-violencia sucumbe en un escenario de creciente inseguridad y violencia social. Que la diversidad enfrenta crecientes niveles de intolerancia. Que la sabiduría ecológica es ignorada y que la sostenibilidad se ha reducido a “rentabilidad económica” y su verdadero concepto es permanentemente ignorado en los procesos de toma de decisiones.

El ecologismo político, para convertirse en alternativa, debe instalar en la agenda política nacional el debate sobre los objetivos impuestos por la actual etapa de transición:

  • de la economía del siempre más, a la economía de lo suficiente;
  • de la exclusión social, a la justicia social;
  • del darwinismo social, a la convivencialidad;
  • de los combustibles fósiles, a las fuentes renovables y limpias;
  • de la agroindustria, a la agroecología;

Las estrategias del ecologismo

pensadorFrente a las políticas tradicionales que siguen encaminadas solamente a promover la continuidad del modelo productivista/neodesarrollista, imaginando que el crecimiento exponencial del sistema económico puede continuar en un planeta finito, el ecologismo político plantea abandonar definitivamente ese modelo.

Mientras en los países “centrales” del sistema-mundo productivista, el ecologismo político plantea la necesidad de decrecer (algo así como un desesperado intento de poner los motores del Titanic en reversa); en las áreas periféricas en la que nos toca actuar – muy alejadas del puente de mando – la tarea fundamental será prepararse para sobrevivir al inevitable choque y naufragio.

¿Qué tenemos que hacer?

  • Poner en evidencia las relaciones existentes entre la cultura productivista y la crisis ecosocial.
  • Poner en evidencia que la sociedad productivista es autodestructiva.
  • Crear una cultura política que no se limite a la búsqueda de un proyecto salvador ejecutado por el estado.

¿Por qué?

Porque el cambio que perseguimos no será un regalo del estado.

El cambio que perseguimos no puede traducirse en una que otra ley.

El cambio que perseguimos solo lo puede concretar la gente, participando activamente en el proceso de transformación ecosocial, porque si no es la gente la que quiere cambiar la sociedad, entonces no se efectuará en ella ningún cambio real y menos un cambio radical.

Si lo único que nos planteamos es desplegar una estrategia parlamentaria para conquistar el poder y luego cambiar la sociedad, la derrota está asegurada.

Hasta ahora, las estrategias parlamentarias han servido para disolver nuestro objetivo central en un mar de compromisos politiqueros, donde la única opción es el “mal menor” que invariablemente conduce a males mayores.

Sobran los ejemplos en el mundo de ecologistas que – volcados a la acción política como militantes verdes – acabaron siendo cooptados por el poder de las estructuras de los partidos tradicionales y su burocracia.

El parlamentarismo ha servido para despertar el ambientalismo que creíamos superado en la militancia ecologista y en lugar de luchar por cambiar el mundo, vemos a los diputados verdes luchando – denodadamente – por cambiar las lamparitas incandescentes por las de bajo consumo.

Frente a ello, nuestra acción política tiene que estar dirigida – prioritariamente – a constituir un nuevo sistema de relaciones sociales, en el cual, un número cada vez mayor de personas, tome parte activa en la construcción de una sociedad convivencial y sostenible; tenemos que construir un gran movimiento ecosocial en el cual la gente sea la primera protagonista de la historia; movimiento en el que descansa la esperanza de cambiar el rumbo.

¿Qué hacer entonces? ¿Enfrentarnos al monstruo productivista-consumista o simplemente ignorarlo, seguir nuestro camino y dejarlo perecer de muerte natural?

Ignorarlo y seguir nuestro camino es optar por formas de vida opuestas a la receta única, lo cual, en la medida que se vaya masificando, acelerará el hundimiento del sistema.

La estrategia del ecologismo político debería ser la de ir construyendo en las entrañas mismas del sistema, el sistema alternativo. He ahí nuestro reformismo radical: desarrollar nuevos sistemas locales, de pequeña escala y participativos.

El naufragio es inevitable y la tarea no es evitar lo imposible, sino prepararse para salvar a la mayor cantidad de náufragos.

El desarrollo de sistemas diferentes dentro del sistema no es una idea novedosa y se está llevando a cabo en diferentes partes del mundo. Particularmente en nuestro continente, donde tenemos ejemplos paradigmáticos con el movimiento campesino de los andes que lucha por tomar el poder sobre sus propias vidas.

No se trata de organizarse para derrotar a Estados y gobiernos de turno, simplemente se trata de organizarse para construir la propia sociedad, creándola de las maneras que tengamos a nuestro alcance, aquí y ahora, en el lugar donde vivamos.

Obviamente – tal como lo afirma Trainer – frente a estas estrategias, muchos se pueden preguntar si el monstruo, al identificarte como una amenaza a su supervivencia, no te aniquilará, pero la verdadera pregunta que se deberían hacer es si en la era de la escasez que se avecina ¿será capaz de hacerlo?

¿Será capaz de hacerlo si no puede mantener las estanterías de los supermercados repletas?

¿Será capaz de hacerlo con un creciente e incontrolable desempleo?

¿Será capaz de hacerlo con un libre mercado que demostró palmariamente su falibilidad en la crisis financiera que comenzó en 2008?

¿Será capaz de hacerlo cuando coincidan en el tiempo los enormes e irresolubles desabastecimientos de petróleo, agua, alimentos, tierra, minerales básicos, todo ello acompañado de una población en aumento, los efectos del cambio climático y una acelerada descomposición social?

El sistema-mundo productivista no tendrá capacidad para afrontar estos sucesos simultáneos.

Se abren así, como nunca antes, las puertas para que, en todas partes, las comunidades desarrollen su enorme capacidad de tomar sus destinos en sus propias manos ignorando a las élites gobernantes.

En el corto tiempo disponible, antes de 2030, debemos ayudar a la gente a darse cuenta de que el sistema ya no tiene respuestas y paralelamente – en la transición – desarrollar sistemas alternativos, verdaderos salvavidas frente al inevitable naufragio que se avecina.

En argentina, el ecologismo político deberá entonces ayudar a nuestra sociedad a desarrollar resiliencia para sobreponerse a los desenlaces desfavorables que se avecinan, reconstruyendo sus vínculos internos mediante estrategias basadas – principalmente – en la adaptación, la autoorganización, la autocontención y la autosuficiencia, todo lo cual tenderá a reducir nuestra gran vulnerabilidad ecosocial.

Todo indica que necesitamos cambiar de raíz nuestra forma de vida y los valores que nos guían, pero – como se plantea en el Manifiesto Última Llamada – los grandes cambios se topan con dos obstáculos titánicos: la inercia de nuestro actual modo de vida y los intereses de los grupos privilegiados. Ellos son los que han logrado – hasta el presente – impedir que maduren las condiciones para producir un indispensable cambio de rumbo.

La unidad del campo verde en argentina

Frente al campo productivista – en el que se desenvuelven las organizaciones políticas tradicionales de nuestro país – se abre un nuevo campo: el campo verde, que, sin ser cuantitativamente importante, atesora el poder trasformador de una nueva ideología para este nuevo siglo XXI: la ecología política.

Hacer realidad las propuestas del ecologismo requerirá de la construcción de un amplio movimiento socio-político de nuevo signo, que emerja de la unidad del campo verde y que sea capaz de llegar a disputar el poder a las fuerzas políticas tradicionales.

Rechazando los sectarismos, respetando la pluralidad y la singularidad de sus componentes, el movimiento del ecologismo político debe entonces convocar y albergar a una amplia confluencia política, social y cultural. Un movimiento sociopolítico capaz de diseminar ideas y propuestas; producir contenidos políticos, difundirlos y adoptar estrategias comunes. Un movimiento en el que no puede haber lugar para una burocracia que actué de arriba hacia abajo, basándose en un núcleo donde se toman las decisiones y se imparten directivas hacia aquellos que únicamente obedecen. El movimiento ecologista político debe construirse de tal manera que haga inviable la imposición de ideas por la fuerza, sin respeto por los diferentes o los discrepantes. Si pensamos que luchamos por construir una sociedad sostenible tenemos que tener en claro que: …la sostenibilidad no es una propiedad individual, sino una red completa de relaciones que implica a la comunidad como un todo. (Capra, 2003, p. 274)

Abandonar el callejón sin salida en el que estamos estancados implicará construir un nuevo paradigma a partir de un cambio copernicano en nuestra visión del mundo y la sociedad. En esa tarea resulta prioritario y como primer paso, convocar a una “Asamblea Abierta de la Ecología Política”, con dos claros objetivos:

  • delimitar el tronco común del ecologismo en argentina, y
  • acordar un programa político.

El futuro de la humanidad y de la Tierra así está unido a la formación de una alianza que sea capaz de confrontar simultáneamente ambas leyes generales absolutas. Una alianza que marcará la llegada de una fuerza auténticamente transformadora, histórica y mundial, dando inicio a una lucha que – más que cualquier otra – definirá la historia del siglo XXI, el siglo de la Gran Prueba.

Una propuesta organizativa

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Un Partido político ecologista es un anti-partido.

Un movimiento ecologista político es un movimiento anti-sistema.

La forma en la que se organizan, uno u otro, son el fondo. Para el ecologismo las formas, son el fondo, en tanto tenemos que ser los cambios que queramos ver en el mundo.

Si pregonamos la democracia participativa, ella debe imperar en nuestras organizaciones y en nuestras vidas.

Si hablamos de la necesaria horizontalidad, nuestras organizaciones y nuestras vidas deben rechazar las jerarquías.

Estamos en las antípodas de la violencia, levantamos las utopías necesarias.

Buscamos ser felices sin la necesidad de dominar, competir, humillar y poseer; somos felices empatizando, cooperando y compartiendo.

No buscamos el poder sobre los otros sino el poder con los otros.

No priorizamos la producción sino la reproducción de la vida.

Afirma Cohn-Bendit que en materia de organización política del ecologismo se necesita: …una estructura perenne y flexible a la vez, capaz de elaborar propuestas colectivas y de lanzar el proyecto ecologista sin caer en la esterilidad de los juegos de la lucha por el poder y la locura de la competición entre egos.

No serán las formas organizativas de la política tradicional, las que Cohn-Bendit califica como los “partidos-maquina” o “partidos-empresa”, las que puedan inspirarnos. Ellas son responsables del inmenso abismo abierto entre la “partidocracia” y la sociedad.

Los partidos políticos tradicionales se han anquilosado en un modelo cerrado que aplica amañadamente el principio de representatividad. Con el correr de los años se han transformado en dique de contención de aquellas ideologías que plantean cambios radicales y en consecuencia no puede resultar la forma organizativa que permita expresar políticamente a la ideología del ecologismo.

El desafío reside entonces en encontrar formas organizativas heterodoxas que impidan la generación de una burocracia que actué de arriba hacia abajo, que impidan que se constituya un núcleo donde se toman las decisiones y se imparten directivas hacia aquellos que únicamente obedecen.

Una organización ecologista política debe construirse de tal manera que haga inviable la imposición de ideas por la fuerza, sin respeto por los diferentes o los discrepantes. Si pensamos que luchamos por construir una sociedad sostenible tenemos que tener en claro que “…la sostenibilidad no es una propiedad individual, sino una red completa de relaciones que implica a la comunidad como un todo.” (CAPRA, 2003, p. 274)

Es en base a lo anterior y haciendo propia la propuesta de Cohn-Bendit se propone analizar una organización basada en un movimiento, sostenido por tres pilares: ACTIVISMO, MILITANCIA e IDEOLOGÍA.

cooperativas-de-trabajo-asociadoEl activismo requiere una organización que permita alcanzar una actividad sostenida con el objetivo de cambiar el rumbo hacia el modelo verde: una COOPERATIVA POLÍTICA.

La militancia requiere un partido político que posibilite la participación electoral: el PARTIDO VERDE.partido

foroLa ideología requiere una organización dedicada a la construcción del corpus teórico e ideológico de la ecología política como modelo autónomo: un FORO DE ECOLOGÍA POLÍTICA.

Finalmente, se requiere del encuentro entre ideología, activismo y militancia, entre la  cooperativa política, el partido verde y el foro, encuentro que puede adoptar la figura de una gran asamblea, un ENCUENTRO VERDE.

La forma, estructura y estrategias de la cooperativa política serán definidas por sus miembros en un debate abierto, pero podemos imaginar que resultará conveniente que se constituyan sobre una base regional o local para evitar todo tipo de centralismo anti-democrático.

Resulta obvio que los miembros que se integren en la cooperativa política tienen una pertenencia previa con asociaciones, sindicatos o incluso partidos políticos, lo cual no resulta incompatible con la dinámica colectiva que se pretende construir. Aquí lo importante para nosotros no es tanto de dónde venimos sino a dónde queremos ir juntos.

Cuando la cooperativa alcance su madurez seguramente sufrirá una metamorfosis hacia una verdadera organización política ecologista autónoma capaz de trascender las viejas culturas políticas.

La Cooperativa Política – la militancia verde – se puede organizar con todas aquellas personas que adhieran a los principios y valores de la ecología política. A través del principio “un miembro un voto”, un/a cooperativista puede participar en las grandes orientaciones del movimiento, como el programa o las estrategias electorales estatales, así como en las acciones de movilización (desde su definición hasta su puesta en marcha).

La cooperativa podría basarse en una estructura flexible de asambleas territoriales y grupos de trabajo temáticos y operativos.

L@s cooperativistas – obviamente – podrían ser candidat@s a las elecciones, por el Partido Verde.

El Partido Verde es la estructura que se encarga del día a día. Gestiona recursos económicos y humanos, da el sustento jurídico al conjunto de la organización según la ley vigente, lo que permite la participación en los procesos electorales. Se rige a través de órganos democráticos que seguirían las líneas directrices marcadas por el conjunto de la cooperativa política. Es el lugar donde se produce el proceso de convergencia de los diferentes actores que reconocen al Partido Verde como su referente político para dar a luz a un único cuerpo político coherente. Por otro lado, un miembro del partido es automáticamente miembro de la cooperativa.

El foro debe ser capaz de animar y generar el debate intelectual, la formación y la investigación sobre ecología política, y de difundir ampliamente sus ideas actuando como agente de educación popular.

Para articular las tres patas y darles a cada una representatividad suficiente, se necesitaría un espacio de encuentro con capacidad de toma de decisiones estratégicas y legítimas. Un encuentro en el que sus miembros provengan de un proceso de elección interna al partido, al foro y a la cooperativa política, miembros que se elijan de una bolsa de voluntarios seleccionados al azar.

 

El ecologismo surge en Argentina como una reacción contra un insostenible modelo productivista cuya defensa es tercamente ejercida por el sistema político tradicional y se constituye en alternativa al sistema.

Tenemos que ser capaces de convocar y ofrecer un espacio de confluencia abierto a todas las organizaciones y personas que quieran participar en la construcción de un espacio autónomo y alternativo, con peso propio en Argentina.

Resulta indispensable convocar a personalidades del panorama político, asociativo, sindical e intelectual. Debemos reunir a las diferentes corrientes afines a la ecología política para alcanzar los acuerdos mínimos necesarios para garantizar unidad de acción de la ecología política y para fundar el proyecto verde a partir del trabajo en red de las bases del movimiento ecologista, el germen del Movimiento Ecologista Político de Argentina y en tal dirección – como punto de partida – urge convocar a una “ASAMBLEA ABIERTA DE LA ECOLOGÍA POLÍTICA”.

 

 

[1] Corriente de pensamiento que promueve la búsqueda de una sabiduría para habitar el planeta, en medio de la crisis ecosistémica global que enfrenta la humanidad

[2] La Carta de los Verdes Mundiales es un documento redactado y firmado por 800 delegados de partidos verdes de 72 países de todo el planeta a raíz del primer encuentro para organizarse a nivel mundial en Canberra (Australia), en el mes de abril de 2001.

[3] Los Límites del Crecimiento (1972)