Guillermo Baliña

 

(…) más allá de cualquier predicción catastrófica, lo cierto es que el actual sistema mundial es insostenible, desde diversos puntos de vista.
Papa Francisco – Encíclica Laudato si

 

 

En este mundo 
de locos y fascistas 
dime nena…    
¿Cómo puedo yo cambiarlo?
Luis Alberto Spinetta (1950-2012) – Cuenta en el sol (1994)

 

Si alguien le pidiera que enumere  situaciones en las que un grupo de personas se encontrara en una situación de confinamiento, la lista sería algo así como: los sobrevivientes de los Andes, los tripulantes de un submarino, los mineros de San José en Chile, los tripulantes de la estación orbital, etc.

En la lista anterior supongo que muy pocas personas incluirían al planeta Tierra con sus siete mil millones de habitantes.

Una de esas personas fue el economista Kenneth Boulding (1910-1993) quien en 1966 publica un ensayo en donde  propone la novedosa idea de la  nave espacial Tierra. Esto es perfectamente entendible: quienes vivimos en este planeta estamos –sin lugar a dudas- en una situación de confinamiento, pero –paradójicamente- va acompañada de una enorme sensación de libertad. (al menos para los que tenemos satisfechas las mínimas necesidades vitales y espirituales)

En el momento que usted lee estas líneas, entre los siete mil millones de habitantes del planeta, sólo hay 5 personas orbitándolo, son los tripulantes de la Estación Espacial Internacional.

En toda la historia humana sólo veintiuna fueron las personas que -escapando a la gravedad de la Tierra- orbitaron la Luna. De ellas doce lograron pisarla.

¿Hay una diferencia esencial entre la libertad de los astronautas y quienes estamos aquí “abajo”? La diferencia es de escala pero equivalentes en muchos y radicales aspectos.

¿Tienen los astronautas libertad para armarse de un objeto contundente y arremeter contra los paneles solares?

A poco de meditarlo, de inmediato surge otro valor tan importante como el de la libertad: la responsabilidad.

Libertad y responsabilidad, el gran clamor de Victor Frankl.

A partir de Adam Smith, la revolución industrial y la división del trabajo, la sociedad ha evolucionado llevando el crecimiento de la economía a una situación terminal.

Si se habla de libertad no podemos dejar de mencionar el concepto de libre mercado. ¿Qué es el libre mercado? ¿Para qué sirve?

Nos saltearemos una discusión que bien podría ser eterna respecto de su utilidad o inutilidad en el pasado.

Lo que si haremos es decir con toda seguridad que el libre mercado ya no sirve.

¿No sirve para qué?

Para aclarar las cosas nos remitiremos a Friedrich Hayek (1899-1992), el padre del neoliberalismo, quien en su obra Camino a la servidumbre afirmaba:

Tenemos que volver nuevamente al punto crucial: que la libertad individual no se puede conciliar con la supremacía de un solo objetivo al cual debe subordinarse completa y permanentemente la sociedad entera.

Debemos decirle al padre del neoliberalismo, gran defensor de la libertad y del libre mercado y – no casualmente- asesor económico de Augusto Pinochet:

Precisamente, las libertades individuales deberán necesariamente conciliarse con la supremacía del único objetivo al cual debe subordinarse  completa y permanentemente la sociedad global entera: el camino hacia la sostenibilidad.

¿Cómo lograrlo?

Con una enorme dosis de libertad y responsabilidad.

No podrá faltar solidaridad y una importante cuota de planificación democrática.

¿Quiénes podrían liderar este monumental objetivo?

Es difícil saberlo. Lo que resulta bastante fácil determinar es quiénes no podrían:

Ni los egoístas, ni los irresponsables, ni los violentos; o en definitiva y como muy bien lo señala el Maestro Luis Alberto: ni los locos, ni los fascistas.

¿Y por casa cómo andamos?

Tenemos un presidente absolutamente irresponsable que se ha tomado la libertad de endeudarnos al 8.25% anual para los próximos 100 años. (aclaremos que ningún país puede crecer al 8.25% anual durante 100 años -para más detalle veáse en esta columna el artículo el triple cero)

¿Para este desastre le han pedido confianza a nuestra maltratada sociedad?

¿Estará próximo el día en que la humanidad por fin se vea liberada del terrorismo del interés compuesto?

De todos modos el endeudamiento argentino bien podría tratarse de un pagadiós.

Ni deudores ni acreedores comprenden que muy probablemente -si seguimos como hasta ahora- el entramado socioambiental tal como hoy lo conocemos ni siquiera sorteará los próximos 30 años.

Que los “expertos” expliquen porque es posible endeudarse al 8.25% anual durante 100 años pero no es posible que ningún país crezca a esa misma tasa durante ese mismo período.

   (1,0825) 100  = 2.772

En vista de la igualdad anterior, nuestros dirigentes políticos parecen locos.

En vistas del decretazo de los supremos, el curro del 2×1 con los derechos humanos  y la represión creciente parecen fascistas.

Para finalizar: se nos viene encima la economía global de confinamiento.

Si se toman las medidas correctas debería transformarse en la economía de la sostenibilidad.

El sabio piensa y luego hace; el necio hace y -a veces- luego piensa.

¿Qué pensamos hacer?

¿Pensamos-hacer?