ACTIVIDAD AGROPECUARIA Y ALIMENTACIÓN: Comer del sol puede ser ecológicamente sostenible; comer del petróleo no lo es en ningún caso

trayko_popov

 

En nuestro país, muchos dirigentes políticos ponderan el modelo de producción agroindustrial como un alarde tecnológico y permanentemente destacan su contribución al crecimiento económico, pero muy poco o nada es lo que opinan sobre sus graves y crecientes costos sociales y ecológicos, como si tales cuestiones no hicieran al desarrollo y el buen vivir del pueblo argentino.

Hasta la fecha ha prevalecido la idea de mejorar la seguridad alimentaria pero asimilando ésta – únicamente – a la introducción de cambios tecnológicos, aditivos sintéticos y los eufemísticamente llamados productos fitosanitarios, en rigor venenos, solo para incrementar la productividad, aumentando la dependencia tecnológica y dejando de lado los cambios político-sociales indispensables para proteger la base de recursos naturales, asegurar su más justa distribución y promover la soberanía alimentaria.

La devastación de los suelos, pérdida de biodiversidad, gravísimos daños a la salud humana y biosférica, cambio climático, reprimarización de la economía, concentración de la riqueza, desplazamiento de poblaciones humanas, agotamiento de los bienes necesarios para el futuro, ineficacia para dar respuesta al hambre en el mundo, fomento a la especulación y la absoluta dependencia de los menguantes combustibles fósiles; configuran en conjunto un escenario tan grave como complejo que nos conduce a preguntarnos sobre la fragilidad; los reales beneficios sociales, ecológicos y económicos; como así también, sobre la eficiencia y sostenibilidad de este modelo hegemónico[1].

Frente a los agrosistemas supersimplificados e hiperintensivos donde se producen grandes cantidades de productos de mediocre calidad – propios del modelo agroindustrial – emergen como alternativa los agrosistemas más diversificados y equilibrados, más semejantes a los ecosistemas naturales y capaces de producir lo suficiente[2], propios de una agroecología, eficiente y sostenible de verdad, y no por ello de bajos rendimientos, que no resulta intensiva en insumos químicos de síntesis y en energía fósil, sino en trabajo y en conocimiento, apostando por la diversidad (tanto biológica como cultural).

Por sus particulares características, la producción y consumo de alimentos de origen animal, merecen ser profundamente analizados, tanto desde el punto de vista ético, como ambiental y dietético[3].

La producción de alimentos, la alimentación, la seguridad y soberanía alimentaria deberían ser claves en el debate político, de allí nuestro interés en consultar su opinión sobre las cuestiones planteadas y en particular, preguntarle:

¿Qué tendría que cambiar para que en un país productor y exportador de alimentos como el nuestro no exista el hambre y la malnutrición?

¿Considera que la hegemónica industrialización de la agricultura y la ganadería resultan actividades sostenibles sin la ayuda de tres ventajas esenciales que hasta ahora se daban por descontadas: una energía barata, un clima estable y agua en abundancia.

¿Qué propondría para que el aumento de las cosechas de cereales y oleaginosas no se concrete mediante el avance de la frontera agropecuaria a expensas de humedales, bosques nativos y territorios que habitan miles de pobladores rurales, comunidades locales e indígenas?

¿Por qué cree que en nuestro país no se considera prioritario el desarrollo de una estrategia de ahorro, eficiencia y reutilización de las aguas; ni se han ecologizado los planes hidrológicos y de regadíos?

¿Qué propondría para facilitar el acceso a los recursos productivos (particularmente tierra fértil y biodiversidad)?

¿Qué propondría para detener la imparable y creciente pérdida de suelo fértil?

¿Cómo cree que se puede transformar la lucha contra la desertificación en una prioridad política en nuestro país?

¿Apoyaría y/o impulsaría la sanción de leyes para promover en nuestro país la agroecología transformándola en el estándar legal mínimo exigible a todos los productores y fijando metas de incorporación del manejo agroecológico de la superficie cultivada?

¿Apoyaría y/o impulsaría la sanción de leyes para promover en nuestro país la incorporación del costo ambiental en la evaluación económica de las actividades agropecuarias, con el objeto de terminar con la falsa ilusión de riqueza: destrucción del capital, “socialización” del costo y “privatización” de la ganancia?

¿Apoyaría y/o impulsaría la sanción de leyes para garantizar que nuestras dietas no sean ecológicamente insostenibles; socialmente injustas y moralmente inaceptables

¿Apoyaría y/o impulsaría la sanción de leyes para prohibir el empleo de prácticas en granjas y criaderos que implican maltrato animal?

NOTAS

[1] El modelo agroindustrial petrodependiente entrega menos calorías alimentarias que las que entran en el sistema productivo y resulta inviable sin el aporte energético del petróleo; su uniformidad no solamente lo torna altamente vulnerable frente a plagas y enfermedades sino también frente a los cada vez más frecuentes e intensos impactos del cambio climático; sus externalidades van desde diferentes y graves formas de contaminación, deforestación y ruptura de ciclos naturales vitales, hasta la profundización de desigualdades sociales propias de un modelo que agudiza la situación de marginación al enfrentar a las comunidades locales e indígenas a una degradación cada vez mayor de su ambiente natural, redundando en el aumento de la pobreza, el éxodo rural, una mayor vulnerabilidad a las crisis alimentarias, así como el aumento de la frecuencia de los conflictos políticos y sociales por los recursos escasos. La lógica económica inherente al modelo agroindustrial, conduce inevitablemente a un modelo de concentración y a la sobreexplotación del capital natural, con repercusiones a largo plazo para el ambiente, que son absolutamente ignoradas. Los enormes beneficios económicos que genera el modelo raramente quedan en la región que los origina y por tratarse de sistemas de producción altamente mecanizados y automatizados, requieren una fuerza de trabajo pequeña, perdiendo así su legitimación social como fuentes generadoras de empleo.

[2] A nivel global, para alimentar a una población de 10.000 millones de habitantes se requiere de la producción de 1,7 tn de alimentos por hectárea y la agricultura ecológica más auto-restrictiva puede producir con holgura ese tonelaje prácticamente para todos los tipos de productos incluyendo los cereales. “La alternativa agroecológica” José Luis Porcuna (2001)

[3] La producción de carne significa un despilfarro alimentario que se produce al atravesar los sucesivos niveles tróficos, si el hombre se comportara como consumidor primario en lugar de como consumidor secundario, se podrían alimentar a 10 veces más personas con una superficie determinada de, por ejemplo, maíz. Es decir, si la gente comiera maíz directamente en lugar de alimentar con él a los animales y después comer la carne, ampliaríamos notablemente la capacidad de alimentar a un mayor número de personas. Por lo tanto, parte del problema alimentario es un problema de la dieta que se elija. Agroecología: bases teóricas para el diseño y manejo de Agroecosistemas sustentables – Santiago Javier Sarandón y Claudia Cecilia Flores (2014)