Guillermo BALIÑA

Todo exceso es un mal al igual que toda insuficiencia (…) Buscar realizar una civilización superior a la que reclama la naturaleza de las condiciones ambientales es desear desencadenar la enfermedad en la misma sociedad de la que se forma parte, porque no es posible sobreexcitar la actividad colectiva más allá del grado determinado por el estado del organismo social sin comprometer su salud.
Emile Durkheim (1858- 1917) La división del trabajo social (1893)
 
¿Cuál es, después del trabajo, la primera causa de la  multiplicación de las riquezas y de la habilidad de los trabajadores? La división. ¿Cuál es la primera causa de la decadencia intelectual, y, cómo vamos a probar en seguida, de la miseria civilizada? La división.
Pierre Proudhon (1809-1865) Filosofía de la Miseria (1846)

 

La división del trabajo sólo es sostenible en tanto y en cuanto esté basada en la solidaridad y por lo tanto los frutos de ese esfuerzo mancomunado sean distribuidos equitativamente entre quienes participan del mismo.

La división del trabajo en los últimos siglos se ha multiplicado y en particular en las últimas décadas ha sufrido una expansión fenomenal. En el planeta somos siete mil millones de habitantes y alrededor de 800 millones de personas en el mundo no pueden cubrir las necesidades mínimas de alimentación. Estamos hablando de que alrededor del 11% de la población mundial pasa hambre ¡habiendo alimentos de sobra! (la gran paradoja: silos llenos y estómagos vacios)

¿Dónde está la falla? Muy probablemente en la división del trabajo.

La sociedad global está cargando sobre sus hombros “especialidades” que no puede soportar. El hambre de un extremo está explicado por la opulencia y el despilfarro del otro extremo.

Dice Durkheim:

Si gastamos nuestras fuerzas en lo superfluo, no nos quedan suficientes para lo necesario.

Si hay escasez de cosas elementales es porque el esfuerzo de la sociedad se ha dirigido hacia otros rubros descuidando lo más elemental.

La división del trabajo está mal formulada. Hay que “desinvertir” en algunas actividades para “reinvertir” en otras.

Si todos los habitantes del planeta en edad de trabajar nos dedicáramos exclusivamente a producir alimentos y/ó vestimenta y/ó viviendas, todos los habitantes del planeta tendríamos vestimenta, alimentos y vivienda, ¿alguien tiene la menor duda de ello? (Por oposición, si no fuera posible alcanzar el objetivo de la manera indicada querría decir entonces que sería inalcanzable).

Es más, en virtud del espectacular aumento de la productividad de las últimas décadas, quizá se necesitarían sólo un par de días a la semana para proveernos de estos vitales elementos y en consecuencia el tiempo restante se podría ocupar en otras actividades según el gusto y la vocación de cada quien.

Por supuesto que el esquema que se acaba de presentar es de una enorme simplificación. Eso no debe ser un obstáculo para pensar soluciones en la dirección propuesta.

¿Acaso hablar de “libre mercado” no es una mayúscula simplificación?

¿Cuándo los bancos nos invitan a “poner nuestro dinero a trabajar” no es -aparte de una monumental estafa- una enorme simplificación?

¿Cuándo el neoliberalismo nos dice que hay que “hacer ajustes” en la economía para que la situación social mejore no es de un enorme y simple cinismo?

¿Decir que con la flexibilidad laboral va a mejorar la situación de los trabajadores no es una absoluta insensatez?

Por otra parte, la economía global está ingresando en una fase coactiva sin precedentes. En las últimas décadas, el empleo de la fuerza por parte del 1% más opulento en detrimento del 99% restante es creciente y evidente. Flexibilización laboral, talleres clandestinos, informalidad, desprotección, abusos, amenazas, megaminería, agrotóxicos, destrucción ambiental. Nuevamente Durkheim:

La división del trabajo coactiva, es pues, el segundo tipo mórbido que reconocemos. (…) La coacción recién comienza cuando la reglamentación, no correspondiendo ya a la verdadera naturaleza de las cosas, y por lo tanto, no teniendo ya su base en las costumbres, sólo se sostiene por la fuerza. A la inversa, se puede decir entonces que la división del trabajo sólo produce la solidaridad si es espontánea y en la medida que es espontánea.

No cabe duda que si hay un futuro para la sociedad global será en base a la solidaridad y la ayuda mutua, tal como lo señala Kropotkin (1842-1921):

El pensamiento y los sentimientos de millones de seres humanos están emponzoñados por doctrinas urdidas en interés de unos pocos. Indudablemente, todos estos fenómenos constituyen parte de nuestra existencia. Pero el núcleo de instituciones, hábitos y costumbres de ayuda mutua continúa existiendo en millones de hombres; ese núcleo los une, y los hombres prefieren aferrarse a esos hábitos, creencias y tradiciones suyas antes que aceptar la doctrina de una guerra de cada uno contra todos, ofrecida en nombre de una pretendida ciencia, pero que en realidad nada tiene de común con la ciencia. (El apoyo mutuo – 1907)

Retomando el concepto de división del trabajo, podemos observar que existen dos modos fundamentales de división del trabajo. Uno de ellos es el conocido por todos y podríamos llamarlo “división del trabajo por valor agregado” y por lo tanto de estructura vertical.  El otro modo de división del trabajo es menos difundido  y lo podríamos llamar “división del trabajo por valor compartido” y por tanto de estructura horizontal.

El primero conduce a la concentración de la economía en pocas manos (desigualdad) y a la producción de cualquier cosa –aunque sea nociva para la gente y el ambiente.

El segundo conduce a una economía redistributiva en donde se produce fundamentalmente aquello estrictamente necesario para un buen vivir y por tanto  conduce a la igualdad. Un buen ejemplo es la famosa isla “Utopía” de Tomás Moro.

Paulo Freire (1921-1997) da una magnífica explicación del papel que toman los trabajadores en uno y otro sistema:

Los llamados marginados, que no son otros sino los oprimidos, jamás estuvieron “fuera de”. Siempre estuvieron “dentro de”. Dentro de la estructura  que los transforma  en “seres para otro”. Su solución pues,  no está en el hecho de “integrarse”, de “incorporarse” a esta estructura que los oprime, sino transformarla para que puedan convertirse  en “seres para sí”.

Pedagogía del oprimido (1970)

En palabras de Freire los trabajadores (es decir todos los que trabajan) deberían intentar transformar la división del trabajo por valor agregado en división del trabajo por valor compartido. Lógicamente que dentro de esta segunda estructura queda afuera todo intento de obtener el producto final del trabajo por la vía de la renta y el interés monetario. (la tasa de interés es rigurosamente un NO trabajo)

En este sentido Silvio Gesell (1862-1930) es expeditivo:

La división del trabajo en sí no exige ningún interés. ¿Quién lo pagaría y por qué? La división del trabajo debía haber traído, pues, a la humanidad un bienestar general, ya que ella no es prerrogativa de algunos pocos, sino accesible a todos. Pero esta fuerza divina sólo ha sido entregada por el oro a la humanidad a condición de retribuir interés, y con eso, también la división de la humanidad en ricos y pobres.

El orden económico natural –  Tomo I (1906)

Asimismo resulta interesante profundizar la cuestión en relación con el tipo de producción que se obtiene por medio de la división del trabajo. Nicholas Georgescu Roegen (1906-1994) hace una distinción fundamental al respecto: los instrumentos endosomáticos y los exosomáticos:

Pero los instintos humanos, de habilidad y de curiosidad ociosa, concibieron gradualmente instrumentos exosomáticos capaces de producir más de lo que necesitaba un clan familiar. Además, esos nuevos instrumentos, por ejemplo, un gran bote de pesca o un molino de harina, exigían, tanto para su construcción como para su funcionamiento, más manos de las que podía proporcionar un solo clan familiar.  Fue entonces cuando la producción tomo la forma de una actividad social en vez de una actividad de clan. Aún es más importante observar que únicamente entonces se hizo operativa la diferencia entre instrumentos exosomáticos y endosomaticos. Al no ser los instrumentos exosomáticos una propiedad natural e indisoluble de la persona, la ventaja derivada de su perfección se convirtió en fuente de desigualdad entre los diversos miembros de la especie humana, así como entre las diferentes colectividades. La distribución de los ingresos comunales -entendiendo esos ingresos como una coordenada compuesta de ingresos reales y tiempo de ocio- se convirtió así en un problema social cuya importancia no ha dejado nunca de aumentar. (…) La eterna raíz del conflicto social sobre la distribución de la renta reside en el hecho de que nuestra evolución exosomática ha convertido la producción en una tarea social. Evidentemente, la socialización de los medios de producción no podría modificar este hecho.

La ley de entropía y el proceso entrópico (1971)

No podemos dejar de mencionar el fenómeno de la globalización en relación con la problemática de la división del trabajo; es decir la división internacional del trabajo. A la esfera global es trasladable la disyuntiva entre las dos formas de división y allí los resultados –nefastos- son más evidentes.

No hay la menor duda de que la división internacional del trabajo funciona mediante el esquema de valor agregado.

Las consecuencias de este funcionamiento las describe muy bien Eduardo Galeano (1940-2015) en el primer párrafo de su inolvidable obra “Las venas abiertas de América Latina” (1971):

La división internacional del trabajo consiste  en que unos países se especializan en ganar  y otros en perder

Para cerrar, una última reflexión de un gran pensador, en donde pido al lector que ponga especial atención a la expresión “todos juntos”…

(…) y juntando así las vidas y los trabajos de diversos hombres, llegásemos todos juntos mucho más allá de donde cada uno podría llegar en particular.

Descartes (1596-1650) El discurso del método (1637)