Para entender brevemente cual es el enfoque que sobre el concepto de plusvalía (y en particular sobre la tasa de interés) tienen Marx y Gesell vamos a compararlo con una pregunta hipotética de carácter geográfico acerca del camino que deberíamos tomar para viajar de la ciudad de “La Plata” a la “Capital” (Ciudad de Buenos Aires)
.- Ciudadano común:
Buenas tardes Sr Gesell: me encuentro perdido en la ciudad de La Plata, ¿cómo hago para llegar a la Capital?
.- Silvio Gesell:
¿ve ese camino? siga hacia el Oeste, la ciudad de Buenos Aires se encuentra aproximadamente a cincuenta kilómetros.
.- Ciudadano común:
Buenas tardes Sr Marx: me encuentro perdido en la ciudad de La Plata, ¿cómo hago para llegar a la Capital?
.-Karl Marx: ¿ve ese camino? Siga hacia el Este y llegará muy pronto al puerto. Allí encontrará el barco “Plusvalía” Abórdelo y diríjase hacia el Este. Dentro de unos días verá que pasa por el sur del continente africano. ¡No se detenga! Siga hacia el Este y pase entre el Sur de Asia y el Norte de Oceanía. Luego de unos cuantos días llegará a Chile. Allí bájese del barco. Viaje por Chile unos cientos de kilómetros (siempre hacia el Este) Se topará con la Cordillera de Los Andes, ¡crúcela! (no es tan difícil, San Martin ya lo hizo hace muchos años contando con muy pocos medios) Llegará a la hermosa ciudad de Mendoza ¡ánimo! Sólo lo restan recorrer los últimos mil kilómetros (siempre hacia el Este) y llegará finalmente a la ciudad de Buenos Aires.
Esta comparación que al lector le resultará un tanto exagerada (no es lo mismo recorrer 50 kilómetros que aproximadamente 35.000) es la enorme diferencia en el recorrido intelectual y filosófico que realizan Marx y Gesell para explicar el despojo del cual es víctima “el proletariado” a manos de “los capitalistas”
El origen del “saqueo” no debemos buscarlo en el sistema productivo sino en el sistema monetario. Insistimos: el saqueo existe en el mundo de la producción pero EL ORIGEN del saqueo se encuentra en el sistema monetario.
La fenomenal transferencia de recursos “hacia arriba” -el sistema “antiderrame”- que Marx encuentra en la producción es consecuencia del sistema monetario y no a la inversa.
Veamos como inicia Gesell su obra:
Un plan para asegurar un intercambio ininterrumpido de productos de trabajo, libre de injerencia burocrática, usura y explotación.
En las primeras páginas Gesell arremete contra Marx:
Los estudiosos del interés, por las razones ya expuestas, siempre han pasado por alto las investigaciones sobre el dinero. Carlos Marx, por ejemplo, no ha dedicado cinco minutos de reflexión a la teoría del dinero, lo que atestiguan sus tres gruesos volúmenes «El Capital» que tratan del interés.
En tanto veamos que tiene para decir Marx al comienzo de su obra respecto a la teoría del valor
En consecuencia para que una mercancía pueda operar de manera efectiva como valor de cambio, ha de desprenderse de su corporeidad natural, transformarse de oro puramente figurado en oro real, aun cuando esta transustanciación le resulte más «amarga» que al «concepto» hegueliano el tránsito de la necesidad a la libertad o a una langosta romper su viejo caparazón, o a Jerónimo, Padre de la Iglesia, desembarazarse del viejo Adán.
A dos pasos del inicio de su obra, ya nos encontramos con el típico esoterismo marxista: “desprenderse de su corporeidad natural”; “transustanciación”…
A continuación la respuesta de Gesell:
Por otra parte, Marx, que en sus estudios de economía política partía de la teoría del valor, decía: «El valor es un fantasma». No obstante lo cual procuró rebatir al fantasma en tres libros voluminosos. «Si abstraemos -decía Marx- de las substancias elaboradas, las cualidades corporales, queda tan sólo una propiedad, el valor». (…) Quien acepta estas palabras escritas al principio de la obra «El Capital» sin descubrir en ellas algo sospechoso, puede seguir leyendo tranquilamente. Ya no se pervertirá. Pero quien se plentee el interrogante: ¿qué es una cualidad separada de su materia?, quien intente concebir esta frase fundamental de la obra citada desde el punto de vista del materialismo, o perderá la razón, o la tachará de tontera, y su punto de partida de fantasía.
Más adelante, Gesell introduce un elemento propio de la naturaleza humana y que por lo tanto es propio de proletarios y capitalistas:
(…) y hasta sucede muchas veces que un objeto se guarda y se apropia tan sólo porque se sabe que no ha de tardar alguien en necesitarlo. Cuanto más imprescindible le es al otro el objeto, tanto más elevadas serán las pretensiones de su poseedor. (…) Con la toma de posesión o apropiación de un objeto que, no obstante no servirnos, puede, según sabemos o presumimos, servir para otros, perseguimos un sólo fin: poner a éstos en apuros y aprovecharnos de tal circunstancia. En otras palabras, buscamos usurear a los demás.
Como se ve, la búsqueda de la maximización del beneficio no es un recurso aplicado exclusivamente por los empresarios; la mayoría de los seres humanos al actuar comercialmente en el intercambio de bienes “buscamos usurear a los demás”
Se dice que las «condiciones del mercado» determinan las fluctuaciones de los precios tratando así de excluir el móvil y la acción personales y buscar un pretexto que justifique tal usura, alegando que los precios se rigen por la oferta y la demanda. ¿Pero qué serían tales «condiciones del mercado», tales coyunturas, tal oferta y demanda, sin la actuación de las personas? Ellas provocan las fluctuaciones de precios, sirviéndoles de instrumento las condiciones del mercado. Esas personas en acción somos nosotros, todos nosotros, el pueblo.
Cualquiera que lleva algo al mercado va animado del mismo propósito de pedir precios tan altos como lo permitan las condiciones del mercado.
Más adelante, vemos que nadie se salva del intento de sacar ventaja del resto:
(…) entre comercio y usura sólo hay diferencia de medida, pero no de forma. El poseedor de mercancías, el trabajador, el bolsista, cada cual trata de explotar la situación del mercado, del pueblo en general. El usurero profesional dirige sus ataques con preferencia contra una persona; esta es quizás toda la diferencia entre comercio y usura. Por eso repito: El afán por obtener el beneficio mayor posible, por la prestación menor posible, es la fuerza que rige y domina el intercambio de bienes.
Dice Gesell: …el precio del dinero sólo puede tan solo expresarse en mercancías”, de allí que no tenga ningún sentido hablar del precio del dinero a partir del dinero mismo y su –esotérica- “automultiplicación”
Veamos como Marx toma este escabroso camino:
El dinero — tomado en este caso como la expresión autónoma de una suma de valor, ya exista de hecho en dinero o en mercancías— puede ser transformado, sobre la base de la producción capitalista, en capital, y en virtud de esta transformación se convierte de un valor dado en un valor que se valoriza a sí mismo, que se automultiplica.
(TIII Vol 7)
Por otra parte, para Gesell el único destino lícito del dinero es como medio de intercambio:
El que posee dinero tiene un derecho a la compra inmediata, pero nada más. Un derecho al interés es incompatible con el concepto del dinero, puesto que tal derecho equivaldría a un impuesto privado al intercambio de mercancías, con ayuda de una institución pública
Si por hipótesis se mantuviera el actual sistema monetario “antiderrame” y el proletariado pasara a apropiarse de las máquinas y fábricas, en nada cambiaría su debilidad ante la posición dominante del dinero. La usura seguiría ganando la pulseada:
El interés del dinero se cobra de las mercancías, es decir, directamente del intercambio de mercancía y dinero (como ya se dijo al principio, niega Marx esta posibilidad). El interés del dinero es absolutamente independiente de la existencia de un proletariado desprovisto de medios de trabajo, y no sería en nada inferior si todos los obreros dispusieran de sus propios elementos de trabajo. En este caso se cobraría el interés a los obreros, al entregar éstos sus productos a los comerciantes, (los poseedores del dinero). La razón está en que éstos pueden retener el dinero (sin perjudicarse con ello), imposibilitando así el intercambio de los productos de los obreros, causándoles así un perjuicio inmediato e irremisible, porque todas las mercaderías, casi sin excepción, pierden diariamente en cantidad y bondad, ocasionando además elevados gastos de almacenaje y cuidado.
En algunos tramos de su obra Marx reconoce la irracionalidad del interés en cuanto a precio del capital, pero parece no poder escapar de su escurridiza teoría del valor:
El interés en cuanto precio del capital es, desde un principio, una expresión cabalmente irracional. En este caso, la mercancía tiene un doble valor: en primer lugar un valor, y en segundo término un precio diferente de este valor, mientras que el precio es la expresión dineraria del valor. En primera instancia, el capital dinerario no es otra cosa que una suma de dinero o el valor de determinada masa de mercancías fijado como suma dineraria. Si se presta mercancía en cuanto capital, ella sólo constituye la forma encubierta de una suma de dinero
(TIII Vol 7)
Más adelante,
(…) el dinero, y asimismo la mercancía, son capital en sí mismos, de manera latente, potencial, en que se los puede vender como capital, y en que bajo esta forma representan el poder de disponer del trabajo ajeno, otorgan un título a la apropiación de trabajo ajeno, y por consiguiente son un valor que se valoriza. (TIII Vol 7)
El poder de síntesis de Gesell y su claridad conceptual (no esotérica) queda de manifiesto en lo que sigue:
El dinero crea el proletariado, no porque la carga del interés despoje al pueblo de sus bienes, sino porque le impide, por la fuerza, adquirirlos.
El párrafo que usted acaba de leer es una prueba inobjetable del obstáculo infranqueable que resulta la carga de la tasa de interés para que la gente común pueda sostener cierto poder de compra. Suficiente es tener presente el sistema de crédito “UVA”, o las tasas de recargo para financiar compras con tarjetas de crédito o bien la última novedad: pago de servicios (luz, gas, etc)
¡en cuotas con intereses!
En definitiva: la tasa de interés es la máquina de impedir para los asalariados.
Volviendo a Gesell, toma como punto de partida de su obra, los trabajos de Proudhon, el cual no casualmente se enfrentó –en términos filosóficos y políticos- a Marx:
Proudhon preguntaba: ¿por qué tenemos tan pocas casas, máquinas y barcos? Y dió a ello también la respuesta exacta: ¡porque la moneda no permite su construcción! O si queremos emplear sus mismas palabras: “porque la moneda es un guardia que, apostado a las entradas de los mercados, tiene la consigna de no permitir el paso de nadie. El dinero, así lo creéis vosotros, es la llave del mercado (debiendo entenderse en este caso por intercambio de productos) -eso no es cierto- el dinero es un cerrojo”.
Al final de su obra, Gesell parece estar hablando desde el siglo XXI
Nuestros oligarcas observan impasibles la formidable mortandad infantil en Nueva York, Berlín, Londres, París, de la que solamente en Alemania anualmente caen víctimas 300.000 criaturas, es decir casi tanto como la actual contienda sacrifica en hombres, y más de lo que han costado las matanzas en Armenia. Bien saben ellos que estos niños, en su mayoría, sucumben sólo porque la pobreza impide a las madres el cuidado indispensable que ellos requieren -¡pobreza y necesidad en los mismos países en los que 100.000 millonarios ya no saben qué hacer de puro soberbios! ¿Acaso uno sólo; nada más que uno, de esos oligarcas alguna vez se ha rebelado contra esa situación?
Resumiendo: tanto Marx como Gesell denuncian las injusticias del sistema económico que les tocó vivir. El primero centra su análisis en el sistema productivo ignorando casi por completo el sistema monetario, el segundo advierte que los abusos del sistema productivo son consecuencia de un sistema monetario fraudulento.
Finalmente, en la introducción al Tomo III del Orden Económico Natural, Silvio Gesell pone el dedo en la llaga y ya no quedan dudas:
La eliminación de las utilidades sin trabajo, la llamada plusvalía, conocida también por interés o renta, es la finalidad económica inmediata de todos los movimientos socialistas. Para su realización suele exigirse el comunismo la fiscalización de toda la producción, con todas sus consecuencias y sólo conozco a un único socialista, P. J. Proudhon, cuyas investigaciones sobre la naturaleza del capital le permitieron encarar otra solución del problema. Los socialistas justifican la exigencia de una fiscalización general de toda la producción con la naturaleza, vale decir, con las cualidades intrínsecas de los medios de producción. Se afirma ingenuamente, tal como suelen decirse las cosas más naturales, que la posesión de los medios de producción procura al capitalista, en las transacciones de salarios con sus obreros, una supremacía cuya expresión es, precisamente, esa plusvalía o interés del capital. Generalmente nadie puede imaginarse que esa preponderancia de la propiedad puede pasar simplemente a los desposeídos (trabajadores) si se construye para los poseyentes al lado de cada casa, de cada fábrica – otra casa, otra fábrica más. Ese camino de atacar conscientemente al capital por medio del trabajo ininterrumpido, tesonero, inteligente y no obstaculizado, para vencerlo finalmente, que les fue señalado a los socialistas hace ya muchos años por P. J. Proudhon les es hoy menos comprensible que entonces. (…) Pero, ¿por qué logró la teoría capitalista de Marx desplazar la concepción de Proudhon y pudo dominar completamente el movimiento socialista? (…) Ningún capitalista teme esa teoría, del mismo modo como ningún capitalista teme a la doctrina cristiana. Sería hasta verdaderamente ventajoso para el capital hablar largo y tendido de Marx y de Cristo. Marx jamás podría causarle algún daño al capital, ya que juzga equivocadamente la naturaleza del mismo. En cambio con Proudhon hay que estar alerta. Mejor es rodearlo de silencio. Es un individuo peligroso, pues lo que afirma es sencillamente indiscutible, cuando dice que si los obreros pudiesen trabajar sin obstáculos, sin ser molestados y sin detenerse, bien pronto el capital se ahogaría en una superproducción de capitales (no confundir con superproducción de mercancías). Lo que Proudhon recomienda para combatir al capitalismo puede ser puesto inmediatamente en práctica, y es por consiguiente peligroso. Hasta el mismo programa marxista habla de la formidable capacidad productiva del obrero adiestrado, provisto de herramientas modernas que la técnica actual le facilita, pero Marx no sabe qué hacer con esta formidable fuerza productiva; en cambio, en manos de Proudhon se transforma en un arma de primer orden contra el capital. Por eso, hablad largo y tendido de Marx, así quizás Proudhon sea olvidado por completo.
La humilde intención de este artículo es que la gente empiece a hablar largo y tendido de Proudhon, de Gesell y más aun de Ecología Política…
En el próximo artículo nos referiremos a un notable científico y pensador del siglo XX que sin ser economista (pero Nobel de Química) toma la posta de Silvio Gesell e introduce en 1921 en la ciencia económica un elemento fundamental y que en el siglo XXI es insoslayable….
la termodinámica.