Por haberse puesto de pie en defensa de su derecho constitucional a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras. Por haberse puesto de pie para cumplir con su deber de preservarlo.
No se dejaron tentar por los cantos de sirena de gran parte de la dirigencia política tradicional que se dedicó a ensalzar a la megaminería como la gran generadora de empleo y de grandes beneficios económicos y sociales en las provincias donde se asienta, mientras trataban de silenciar sus innegables impactos ambientales asegurando que se iba a desarrollar sosteniblemente.
Dudaron de los generosos beneficios y entendieron que no podía ser ambientalmente sostenible una actividad a la que se le tiene que permitir el uso de sustancias químicas que, como se pretendía en la modificación de la ley 7722/2007 aseguren la sostenibilidad de los proyectos, en lugar de la tutela legal ya establecida por la mencionada ley que prohibía el uso de tales sustancias químicas con el objeto de garantizar debidamente los recursos naturales con especial énfasis en la tutela del recurso hídrico.
De la insostenibilidad inherente a la megaminería ya me he referido en el artículo Sosteniendo lo Insostenible (https://laereverde.com/2019/12/21/sosteniendo-lo-insostenible/), como así también he tratado el tema en general en: Megaminería: el extractivismo salvaje (https://laereverde.com/2015/02/08/megamineria-el-extractivismo-salvaje/) razón por la que quiero detenerme brevemente aquí para aportar alguna información básica -que no pretende ser definitiva y que en todo caso invita a su profundización- sobre la megaminería como herramienta para el desarrollo.
En esa dirección resulta bastante ilustrativo analizar el Índice de Desarrollo Sostenible Provincial (IDSP) que fuera calculado en 2017 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para todas las provincias y la CABA. Este índice se construye considerando tres variables: crecimiento económico, inclusión social y sostenibilidad ambiental. En esta estimación se tienen en cuanta: el ingreso per cápita, el capital humano, indicadores de pobreza, empleo, salud y educación, el manejo de residuos y datos de emisiones de gases de efecto invernadero.
Una de las provincias con mayor desarrollo megaminero es la provincia de Catamarca, donde en el Bajo de la Alumbrera se encuentra uno de los principales yacimientos metalíferos del mundo. Tras 22 años de explotación, Catamarca integra el lote de provincias con bajo nivel de desarrollo y en el ranking nacional se ubica en el décimo quinto lugar con un IDSP de 0,537.
La provincia de San Juan, donde se encuentra Veladero, una mina a cielo abierto de la que se extraen minerales de oro y plata desde el año 2005, también se encuentra en el lote de provincias con bajo nivel de desarrollo y en el ranking nacional se ubica en el décimo segundo lugar con un IDSP de 0,548.
Paradójicamente, dos provincias que resisten la llegada de emprendimientos mineros a gran escala y a cielo abierto, como Chubut y Mendoza, lideran el ranking de desarrollo ocupando el segundo y tercer puesto respectivamente.
En forma complementaria a este índice de desarrollo, resulta conveniente hacer mención al porcentaje de personas multidimensionalmente pobres por provincia. Este indicador agrega a la pobreza monetaria las privaciones en vivienda, en saneamiento, en estrategias de supervivencia y en inclusión social, lo que significa incorporar veintiséis indicadores más, aparte del ingreso monetario de las familias.
En este caso encontramos tanto a Catamarca (24%) como a San Juan (20%) entre las provincias con mayor porcentaje de personas multidimensionalmente pobres. Frente a ello, las provincias de Mendoza con el 11% y Chubut con el 6% se encuentran muy alejadas de las citadas en primer término y también se encuentran por debajo de la media nacional que es del 15% de personas multidimensionalmente pobres.
Desde la década del año 1990 se ha promovido la megaminería otorgando beneficios que han llegado a ser leoninos y hoy -a la hora de los balances- emergen pasivos económicos, sociales y ambientales de tal magnitud que nos hace pensar si la euforia megaminera no se ha convertido en la cuadragésima quinta zoncera en el Manual de Zonceras Argentinas que -hace 51 años- nos legara Arturo Jauretche.
Me pareció muy bueno discutir los resultados de la mega minería con resultados sociales y ambientales.
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