Carlos MERENSON

Este artículo pretende aportar algunas reflexiones que motiven un necesario debate sobre el gran desafío que enfrenta la humanidad para las próximas décadas: abandonar la actual y hegemónica racionalidad productivista evolucionando hacia una racionalidad ecosocial. 

INTRODUCCIÓN

limitesEl choque contra los límites biofísicos del planeta y la consecuente globalización de la crisis ecosocial abren las puertas al surgimiento de una racionalidad diferente que -por vez primera- cuestione los cimientos de la modernidad: su sustrato superideológico productivista. Una racionalidad en la que confluyen corrientes de pensamiento de diferente signo que van desde el ecologismo profundo hasta el ecosocialismo, pasando por el ecologismo social, el ecopacifismo, el ecofeminismo, la sabiduría ancestral sagrada y el ecologismo político. Corrientes a las que hoy se pueden sumar aquellas que, encuadradas aún en el campo del productivismo, coinciden en muchos de sus análisis críticos y propuestas con las corrientes antiproductivistas, tal como -por ejemplo- aquellas corrientes ético-religiosas que comulgan con el potente mensaje de la Carta Encíclica Laudato´si; algunas expresiones del ambientalismo reformista y aquellos que trabajan para instalar la agenda ambiental al interior de partidos y movimientos progresistas que aún no han logrado despojarse del utopismo productivista.

Les toca a estas corrientes de pensamiento dar impulso a una nueva cultura ecosocial, capaz de enfrentar a la hegemónica cultura productivista con el objetivo de detener la alocada carrera hacia la autodestrucción.

Las siete tesis que André Gorz propone en Crítica a la razón productivista (ver anexo) dan testimonio de la colosal tarea que implica lograr un cambio de rumbo de la humanidad hacia una sociedad convivencial y sostenible; a lo que debemos agregar, el exiguo tiempo disponible para lograrlo.

La mayor parte de las proyecciones que se formulan sobre la evolución del cambio climático global; del proceso de degradación y pérdida irreversible de los componentes de la diversidad biológica y del inevitable derrumbe del modelo energético fosilista, coinciden en un escenario de convergencia de sus mayores y más graves impactos hacia la década del año 2050.

Cabe entonces preguntarnos si en tan solo algunas décadas la humanidad logrará hacer suya una nueva cultura, una racionalidad radicalmente diferente; si las corrientes de pensamiento y acción que vienen enfrentándose con el sistema-mundo productivista podrán realmente abrir las puertas al indispensable cambio del paradigma superideológico productivista.

Debemos preguntarnos si en las próximas décadas resultará posible desarraigar la secular y generalizada creencia en que las necesidades humanas sólo se pueden satisfacer mediante la permanente expansión del proceso de producción y consumo, transformados en el fin último de la organización social.

Estos interrogantes, no emergen tanto de las obvias dificultades para lograr que la humanidad adopte nuevas ideas y que estas alimenten una racionalidad diferente, sino que emergen de la mayor dificultad que existe para producir los cambios necesarios que -tal como lo afirmaba John M. Keynes- reside en lograr rehuir las viejas ideas que entran rondando hasta el último pliegue del entendimiento de quienes se han educado en ellas, como la mayoría de nosotros.

Esas viejas ideas se han instalado en la sociedad moderna, a manera de verdades axiomáticas, como por ejemplo, la anticientífica idea de que un subsistema abierto -como lo es nuestra economía- puede crecer infinitamente dentro de un sistema mayor que es finito, no creciente y materialmente cerrado como lo es la Tierra.

NEOCAPITALISMO NEOLIBERAL

NEOLIBERALISMOAntes de continuar con este análisis crítico resulta conveniente señalar aquí que si bien en el productivismo confluyen diferentes corrientes de pensamiento que van desde los neoconservadores y neoliberales, hasta expresiones de raíz marxista, pasando por diferentes expresiones del centro y del progresismo; fueron los neoliberales los que lograron imponer su paradigma, axiomas y cultura, dando lugar a una racionalidad que se ha tornado hegemónica y como muy bien lo describe el sociólogo Pierre Dardot en un reportaje publicado en 2014 por Rebelión, el neoliberalismo se ha transformado en:

…una lógica que dirige las prácticas desde su propio interior y no de una simple motivación ideológica o intelectual. El neoliberalismo no gobierna principalmente a través de la ideología, sino a través de la presión ejercida sobre los individuos por las situaciones de competencia que crea…Esa “razón” es mundial por su escala y “hace mundo” en el sentido de que atraviesa todas las esferas de la existencia humana sin reducirse a la propiamente económica. No es la esfera económica la que tiende a absorber las demás esferas, sino la lógica de mercado la que se extiende a todas las otras esferas de la vida social sin destruir sin embargo las diferencias entre ellas…El neoliberalismo es una forma de vida, no sólo una ideología o una política económica.

Forma de vida que es causa directa de la crisis ecosocial que nos toca enfrentar.

Veamos entonces algunos aspectos importantes de su génesis para lo cual, como lo propone Fritjof Capra, es necesario remontarse a los siglos XVI y XVII durante los cuales se formularon…las teorías esenciales de la visión del mundo y el sistema de valores que están en la base de nuestra cultura.

Capra afirma que:

entre 1500 y 1700 se produjo un cambio radical en la mentalidad de las personas y en la idea que éstas tenían acerca de las cosas… [que] dieron a nuestra civilización occidental los rasgos que caracterizan la era moderna y se convirtieron en las bases del paradigma que ha dominado nuestra cultura durante los últimos trescientos años.

Fue en esos tiempos en los que comienza a ser abandonada la postura teocéntrica para dar lugar a una postura científica y ético-filosófica en relación con la naturaleza del tipo antropocéntrica e imperial y fue también por ese entonces que comenzó a forjarse un pensamiento al que bien puede definirse como crematístico centrado exclusivamente en adquirir riquezas sin límites, ni de riquezas, ni de medios para obtenerla.

En 1776 Adam Smith en Investigaciones sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones introduce una idea que se transformará en obsesión de la sociedad contemporánea: la clave del bienestar social es el crecimiento económico. Idea que desembocará en la actual sociedad crecimientista caracterizada por su sistema de valoración exclusivamente monetario y por la mercantilización de todas las esferas de la vida. El crecimiento económico se ha transformado en el objetivo central de nuestras sociedades y ha conducido a la idea fundamental de la superideología productivista: hemos venido al mundo a producir y consumir.

En la sociedad contemporánea el objetivo principal, el valor indiscutible es tener más y ha sido mediante el tándem ideológico productivismo-consumismo que el secular elemento fundamental de la racionalidad humana: pienso, luego existo ha mutado a: tengo, luego existo.

CAPITALISMOEmerge en este punto una lógica inherente a la cultura productivista en su vertiente neoliberal: la lógica del mercado la cual desencadena profundas transformaciones en las matrices culturales y políticas, motivando una reorganización economicista de la vida.

A la lógica del mercado se suma un ideologema ampliamente difundido en la sociedad contemporánea: investigación, desarrollo e innovación/mercado es el ariete capaz de derribar los límites biofísicos, la fórmula mágica que nos permitirá realizar el sueño imposible de un crecimiento infinito dentro de un sistema finito.

Completando el cuadro nos encontramos con un elemento fundamental en la configuración de la razón productivista: el darwinismo social, teoría nacida a fines del siglo XIX cuando Herbert Spencer y William Summer propusieron extender las teorías del naturalista inglés Charles Darwin sobre la evolución de las especies por medio de la selección natural a la evolución social de la humanidad, incorporando a nivel social el concepto de supremacía del más apto.

De esta manera la sociedad fue conducida a la negación de la solidaridad intraespecífica y la ayuda mutua; a estimular la agresividad y a asumir como conducta natural de los seres humanos la permanente competencia de todos contra todos configurando una sociedad dividida entre: ganadores y perdedores. Es bajo esta racionalidad que se plantea la no injerencia del Estado ante los problemas de la pobreza y ante las consecuencias genocidas y etnocidas de la expansión neocolonial, pues en realidad lo que se está liberando en la sociedad es una lucha por la existencia en la que sólo perduraran los pueblos y los sectores de la sociedad capaces -por sí mismos- de sobrevivir, los biológicamente superiores, los ganadores.

Con este conjunto de verdades axiomáticas la racionalidad productivista asumió la noción de progreso como la constante superación de límites, desarrollando una cultura del progreso puesta al servicio del mercado, la reproducción y la acumulación del capital.

CONSECUENCIAS

Paco Puche en El crepúsculo del capitalismo (2010), afirma que a partir de la década del año 1980, tras la caída del Muro de Berlín y la autodisolución de la Unión Soviética, se abrió una inédita etapa, un laboratorio en el cual se podían experimentar los supuestos e hipótesis del neocapitalismo y su modelo basado en el libre mercado, el Estado mínimo y el equilibrio general procurado por una mano invisible que, guiados por el afán individual de maximizarlo todo, iba a procurar el bienestar general y universal. Pero dejado a sus anchas, el libre mercado lo que ha demostrado es que suma tres efectos letales:

  • tánatosEl efecto Tánatos que en la teoría psicoanalítica es la pulsión de muerte identificada por Sigmund Freud y que en este caso se manifiesta en la incompatibilidad del sistema con la vida tal como la conocemos y ello en razón del crecimiento exponencial, a interés compuesto que le es inherente y que en un mundo limitado, socava los fundamentos ecosistémicos en los que se sustenta la especie humana, expresado todo ello en la globalización de la crisis ambiental.
  • mateoEl efecto Mateo que es la denominación  sociológica de un fenómeno de acumulación de bienes, riqueza o fama, simplificado por la frase: el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre y que en este caso se manifiesta con la exacerbación de las desigualdades de partida, condenando a la inmensa mayoría a la miseria material, cultural y moral, efecto que se expresa en las recurrentes crisis sociales.
  • escorpiónPor último, lo que Puche denomina efecto Escorpión Suicida que se manifiesta en la tendencia autodestructiva del sistema, en tanto se realimenta exponencialmente a sí mismo con la ponzoña del beneficio hasta dosis mortales, efecto que se expresa en las recurrentes crisis financieras.

Lo cierto es que la adicción al infinito crecimiento, la lógica del mercado y la tecnolatría han adquirido su propia dinámica convirtiendo al neocapitalismo en un sistema que es incapaz de detenerse o de ralentizar su marcha hacia el colapso ecosocial. 

Haciendo centro en el modo de vida como causa directa del colapso ecosocial que nos amenaza, no podemos dejar de mencionar al modelo energético fosilista, en tanto él es el que nos ha dado la posibilidad de alcanzar objetivos económicos, sociales y científicos jamás imaginados; él es el que ha permitido nuestro insostenible modo de vida actual y él es también el más claro ejemplo de un crecimiento exponencial contra un recurso finito, condición esta última que lo torna frágil y nos obliga a su reemplazo mediante una transición que, por vez primera en la historia, no será hacia un mayor consumo de energía.

Muy bien describe la situación que nos toca enfrentar en materia energética el geólogo Walter Youngquist cuando afirma que:

En conjunto no hay un sustituto para el petróleo… El pico de la producción mundial de petróleo…será un punto de inflexión en la historia de la Tierra cuyo impacto mundial sobrepasará todo cuanto se ha visto hasta ahora. Y es seguro que ese acontecimiento tendrá lugar durante la vida de la mayoría de las personas que viven hoy.

A LOS BOTES

titanicFue en la década del año 1970 cuando perdimos la última oportunidad por evitar el naufragio. Hoy la nave se está hundiendo y solo queda intentar salvar a la mayor cantidad de náufragos; pero la tarea no será sencilla frente a un sistema que, acorralado en sus propias contradicciones, se quitará sus máscaras humanas y comenzará a mostrar su verdadero rostro de barbarie; uno de cuyos más destacados emergentes será la neocolonización de la periferia, con la profundización del extractivismo y sus graves secuelas ecosociales.

Jorge Riehmann en Caminos practicables en escenarios de decrecimiento ¿y colapso? destaca el paralelismo existente entre el rumbo de nuestra sociedad productivista y el naufragio del Titanic (ver anexo) advirtiendo que debemos centrar los esfuerzos en intentar maniobrar con alguna habilidad nuestro Titanic, con el objeto de crear mejores condiciones para el salvamento de los pasajeros, exhortando a construir más botes salvavidas y organizar formas de cooperación solidaria que pueden reducir los costes del inexorable naufragio.

Es en tal dirección que cobra relevancia centrar los esfuerzos en la deconstrucción de la razón productivista a partir de la deconstrucción del antropocentrismo despótico; del pensamiento económico productivista; del darwinismo social y de la hegemónica y fatalmente errada noción de progreso.

DEJAR ATRÁS EL ANTROPOCENTRISMO DESPÓTICO

antropoNo podemos abordar la cuestión del antropocentrismo ignorando sus raíces bíblicas y es por ello que resulta esclarecedor el mensaje que transmite el Papa Francisco en su Carta Encíclica Laudato´si, donde afirma que la Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas y agrega que hoy la Iglesia no dice simplemente que las demás criaturas están completamente subordinadas al bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí mismas y nosotros pudiéramos disponer de ellas a voluntad. A renglón seguido cuestiona el antropocentrismo moderno en el que el ser humano ni siente la naturaleza como norma válida, ni menos aún como refugio viviente, viéndola sin hacer hipótesis, prácticamente, como lugar y objeto de una tarea en la que se encierra todo, siéndole indiferente lo que con ello suceda. El Papa Francisco afirma también que hubo una gran desmesura antropocéntrica que, con otro ropaje, hoy sigue dañando toda referencia común y todo intento por fortalecer los lazos sociales y que una presentación inadecuada de la antropología cristiana pudo llegar a respaldar una concepción equivocada sobre la relación del ser humano con el mundo. Por último advierte que se transmitió muchas veces un sueño prometeico de dominio sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles; destacando que la forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como «señor» del universo consiste en entenderlo como administrador responsable.

En forma coherente con esta clara visión sobre la relación humanos-naturaleza, deconstruir la hegemónica posición antropocéntrica e imperial requiere de un cambio copernicano hacia una posición ambiocéntrica en la cual la cuestión central sean las complejas relaciones de reciprocidad e interdependencia entre ambos entes, en lugar de preocuparnos por establecer jerarquías entre ellos.

Edgard Morin en El pensamiento ecologizado, un artículo publicado en Gazeta de Antropología (1996) hace un importante aporte para ayudar a esclarecer esta nueva visión ambiocéntrica:

Ciertamente, nos es necesario valorar al hombre, pero hoy sabemos que sólo podemos valorar verdaderamente al hombre si valoramos también la vida, y que el respeto profundo hacia el hombre pasa por el respeto profundo hacia la vida. La religión del hombre insular es una religión inhumana.

El pensamiento ecologizado emerge como resultado de la reintegración de nuestro ambiente en nuestra consciencia antroposocial y de la complejización de la idea de naturaleza a través de las ideas de ecosistema y de biosfera.

El pensamiento ecologizado rompe con el paradigma de simplificación y disyunción y requiere un nuevo paradigma complejo de la auto-eco-organización.

No se puede separar un ser autónomo (autos) de su hábitat bio-físico (oikos), a la par que oikos está en el interior de autos sin que por esto autos cese de ser autónomo.

Este paradigma rehúye la concepción «extra-viviente» del ser humano y define a éste por su inserción (somos íntegramente seres bio-físicos) a la vez que por su distinción (distanciamiento bio-socio-cultural a través del proceso evolutivo) con respecto a la naturaleza.

DEJAR ATRÁS EL PENSAMIENTO ECONÓMICO PRODUCTIVISTA

Producción-en-serie.-Sociedad-industrialFrente al naufragio también se hace indispensable deconstruir el hegemónico pensamiento económico del siempre más para instalar una economía de lo suficiente.

Hasta ahora, el siempre más ha conducido a la utopía de un posible y deseable crecimiento económico ilimitado, ignorando las inflexibles leyes de la termodinámica y principios básicos de la ecología, de allí que resulte urgente y necesario construir un paradigma económico diferente a partir de la interacción de tres conceptos básicos: a-crecimiento; enfoque entrópico y estado estacionario en equilibrio dinámico de la economía.

Pero aquí también tenemos que preguntarnos si en tan solo dos o tres décadas será posible cambiar un pensamiento económico cada día más alejado del verdadero objetivo de la economía. Objetivo que fuera bien definido por el padre de la bioeconomía, Nicholas Georgescu-Roegen cuando afirmaba que:

La economía es una ciencia que se ocupa de la especie humana que vive en sociedad dentro de un ambiente finito, o no es nada.

Cómo hacer para terminar con el encandilamiento –no solo de los economistas, sino de toda la clase dirigente- con indicadores económicos tales como el Producto Interior Bruto (PIB) con el que –supuestamente- se miden los avances económicos y sociales.

Una impecable descripción de este tan hegemónico como perverso indicador económico la formuló Robert Kennedy en 1968:

¿Qué mide el Producto Bruto Interno? El PIB incluye la polución del aire, la publicidad de cigarrillos y las ambulancias que limpian de sangre nuestras autopistas. Tiene en cuenta las cerraduras especiales para nuestras puertas y las cárceles para la gente que las rompe. El PIB incluye la destrucción de las sequoias y la muerte del Lago Superior. Crece con la producción de napalm, misiles y cabezas nucleares… no incluye la salud de nuestras familias, la calidad de su educación, o el gozo de sus juegos. Es indiferente a la formalidad de nuestras fábricas y la seguridad de nuestras calles. No incluye la belleza de nuestra poesía o la fuerza de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestro debate público, o la integridad de nuestros funcionarios. En pocas palabras, mide todo menos aquello que hace que la vida valga la pena.

Paul Hawken lo resume de la siguiente manera:…actualmente estamos robando el futuro, vendiéndolo en el presente y denominándolo Producto Interior Bruto.

Y Jorge Riechmann amplía la definición de Hawken cuando afirma que:…en realidad la situación es aún más cruda: estamos robando del futuro (destrucción de biodiversidad) del pasado (combustibles fósiles) y del presente (expoliación de recursos naturales y fuerza de trabajo mal pagada) y lo llamamos PIB.

Resulta muy claro que la teoría económica imperante y sus indicadores no explican cómo, cuánto y porqué la economía está alterando y destruyendo los sistemas naturales de nuestro planeta.

Una nueva teoría económica: la economía ecológica y nuevos indicadores, como la Huella Ecológica, son los que encabezan el indispensable cambio de rumbo en materia económica.

Pero no solo hace falta deconstruir la racionalidad económica vigente sino que además se hace indispensable trabajar denodadamente para conducirla hacia una racionalidad ecosocial, en la que la balanza del poder económico se incline en favor de las personas y hogares, lejos de la economía de gran escala, promoviendo la autosuficiencia de comunidades y regiones; una racionalidad económica que privilegie el desarrollo de cooperativas y mutuales; una racionalidad que conduzca al fortalecimiento de la banca pública para canalizar la inversión necesaria para la transición económico-ecológica; una racionalidad económica que ponga la política monetaria al servicio de las áreas social y ambientalmente sanas de la economía, lejos de las áreas insostenibles e impulsoras del consumismo; que promueva la creación de monedas sociales como herramienta alternativa para el desarrollo local, en tanto rompen los esquemas de la economía dominante y además crean cohesión social; una racionalidad económica que conduzca a una reforma fiscal ecológica orientada a jugar un papel central en el logro de una sociedad basada en la equidad social y sostenibilidad ecológica; una racionalidad económica capaz de promover la renta básica de ciudadanía y la reducción de la jornada laboral.

Dejando de lado la absurda obsesión por el aumento en la productividad del trabajo, hoy resulta tarea prioritaria el aumento de la productividad en el uso de los recursos. Tal como lo proponen Paul Hawken, Amory Lovins y Hunter Lovins es el aumento en la productividad de los recursos lo que posibilitará retardar grandemente el agotamiento de los recursos en un extremo del proceso económico; retardar grandemente la descarga de polución en el otro extremo y comprar tiempo, para construir una economía diferente y alcanzar tres importantes objetivos:

  • eliminar el concepto de desecho rediseñando la economía en líneas biológicas que cierran los flujos de materiales;
  • cambiar la estructura de la economía de su enfoque en el procesamiento de materiales y la fabricación de cosas a la creación de servicios y flujos; y
  • revertir la destrucción planetaria con programas de restauración que inviertan en el capital natural.

DEJAR ATRÁS EL DARWINISMO SOCIAL

Darwinismo-social-historiaSeis principios básicos para el cambio de rumbo: justicia social, democracia participativa, no-violencia, respeto por la diversidad, sabiduría ecológica y sostenibilidad.

Enmarcados en tales principios se encuadran valores y posiciones políticas, indispensables para encaminarnos hacia una sociedad convivencial y sostenible tales como: el rechazo a cualquier tipo de violencia; la lucha sin cuartel contra la corrupción; la prioridad por el interés general sobre el interés particular; el reconocimiento y valoración de las diferencias y la pluralidad; la coherencia entre fines y métodos; la erradicación de la pobreza, de las modalidades insostenibles de producción y consumo, la protección de las bases naturales de la vida y la integración de la economía, el desarrollo social y la protección del ambiente como pilares interdependientes del proceso de desarrollo.

DEJAR ATRÁS LA ERRADA NOCIÓN DE PROGRESO

limites6Hemos visto que en el productivismo la noción de progreso es sinónimo de la constante superación de límites. Obviamente, esta noción resulta radicalmente diferente bajo la razón ecosocial.

Al respecto José Albelda en Progreso, ¿qué progreso? (2017) – citado por Jorge Riechmann- menciona que:

El cuestionamiento del modelo de desarrollo que ha caracterizado a la Modernidad no surge únicamente de las promesas incumplidas o de señalados accidentes de sistema -que podrían tener siempre su corrección y ajuste interno-, ni siquiera del abandono de los grandes proyectos simbólicos por razones económicas y energéticas.

La esencia del cambio decisivo tiene que ver con algo mucho más profundo y estructural: la necesidad de reenfocar los criterios de progreso hacia la emancipación humana y el reequilibrio de la biosfera como principales objetivos a lograr, entendiendo la economía y la técnica como medios, no como fines.

Sustituir, pues, el concepto de progreso de las sociedades basado en el crecimiento de su economía, por otro modelo vinculado a la ética ecológica y a la equidad redistributiva, defendiendo la vida buena humana y de las demás especies a través de la preservación de la biosfera como nuestra casa común. (…)  Debemos potenciar la matriz común de la biosfera como primer objeto de preservación, cuidando del medio y de todos los que lo habitan desde el comedimiento y el respeto. Proteger la vida, redistribuir la riqueza sustentable, evitar el dolor, preservar la belleza.

Es importante aclarar aquí que bajo la razón ecosocial el concepto de límite no es tanto el de un impedimento a vencer, sino una condición a la que adaptarse.

Estamos entonces frente a dos ideas radicalmente distintas: progreso como superación y progreso como adaptación. 

De esta manera la razón ecosocial cuestiona el significado unívoco que hasta nuestros días ostenta el concepto de progreso y es a partir del reconocimiento de la existencia de límites naturales que la idea de progreso se transforma en el reto por perfeccionar -lo más posible- la adaptación a aquellos límites que resulta contraproducente traspasar.

LA RAZÓN ECOSOCIAL

ecosocialLa razón ecosocial se caracteriza por un redescubrimiento de nuestros vínculos con la Tierra y una relación espiritual con la naturaleza.

Para la razón ecosocial, es la aceptación de la existencia de límites del crecimiento la que conduce a promover cambios radicales en nuestras prácticas y hábitos sociales, a postular que ellos se expresan en una sociedad sostenible, pero el concepto de sostenible aquí dista bastante del que se ha generalizado.

En Desarrollo Sostenible: la lucha por la interpretación, Riechmann afirma que:

No podemos seguir llamando “desarrollo sostenible” a algo que ni es desarrollo –sino mero crecimiento de magnitudes monetarias— ni desde luego es sostenible.

Bajo la razón ecosocial, el desarrollo sostenible es un modelo de desarrollo (esto es, mejora cualitativa) sin crecimiento en el flujo metabólico (de energía y materiales a través del sistema productivo).

Globalmente, lo que necesitamos es desarrollo sin crecimiento y en última instancia ésta es la única definición breve de desarrollo sostenible que no traiciona el contenido radical del concepto.

Otro de los postulados de la razón ecosocial es la convivencialidad, entendida como la reconstrucción de la convivencia entre nosotros (los humanos) y entre nosotros y el resto de la naturaleza.

Iván Illich en La Convivencialidad, reflexiona sobre el aspecto técnico de la relación entre el hombre y la sociedad, señalando que para reconstruir la sociedad se requiere una nueva teoría de la justicia y una nueva teoría económica. En cuanto a la dimensión política de la reconstrucción, Illich sostiene que:

Esta crisis obliga al hombre a elegir entre herramientas convivenciales y el aplastamiento por la megamáquina, entre el crecimiento indefinido y la aceptación de límites multidimensionales. La única respuesta posible consiste en reconocer su profundidad y aceptar el único principio de solución que se ofrece: establecer, por acuerdo político, una autolimitación.

Illich formula un llamamiento para reemplazar el sueño y el deseo de no limitación por lo razonable y por la necesaria autolimitación. Frente al eslogan del bienestar y de la igualdad mediante el crecimiento, propone levantar el valor del vivir bien, juntos en la equidad. Llama también a luchar inteligentemente contra la servidumbre del hombre por las herramientas e insta a llevar a cabo actividades que tengan por objeto vivir bien juntos. Por último afirma que debemos dar prioridad a la sociedad y terminar con el desorden histórico provocado por la prioridad otorgada a la economía.

EL PUNTO DE REFERENCIA: LA ECOLOGÍA POLÍTICA

PERDER EL RUMBOEl paso de la ecología a la ecología política introdujo la cuestión del sentido de lo que hacemos, elemento básico de la razón ecosocial; de allí el rol clave que le corresponde a esta nueva y diferente ideología en el indispensable proceso de deconstrucción de la racionalidad productivista.

Como bien lo afirma Florent Marcellesi en Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, es la ecología política la que plantea preguntas fundamentales para las sociedades industriales: ¿para qué?, ¿por qué?, ¿cómo estamos produciendo? ¿Qué valor tiene el bienestar de una sociedad y de sus miembros si ese mundo no ofrece la viabilidad a largo plazo para las generaciones futuras y si no asegura la supervivencia de la especie humana en condiciones decentes?

Sin duda, al introducir los conceptos de solidaridad planetaria, intergeneracional y también interespecies, la ecología política interpela a los movimientos sociales y políticos catalogados como progresistas en tanto pone en duda que se puede llamar progresista una ideología que no incorpora los nuevos conceptos de solidaridad y cuyas lógicas ideológicas descansan en postulados productivistas.

En La ecología política ¿remedio a la crisis de lo político?, Alain Lipietz afirma que la ecología política pone el contenido en el centro de la política, es una inmensa oferta de contenidos nuevos, un gran llamado a ocuparse del contenido en contraposición a una política que actualmente parece haberse reducido a la competencia por el poder entre hombres y partidos intercambiables y alternantes, con inusitadas dosis de nepotismo.

Desde la década del año 1980, asistimos a un vaciamiento de lo político tanto en los contenidos (lo que se hace) como en las forma y los espacios (cómo y con quién se hace).

Una sociedad sin proyecto político, dejada a las simples fuerzas del mercado, envuelta en la espiral del producir más, no puede sino conducir a un crecimiento de las desigualdades y la multiplicación de las crisis ecológicas.

Es necesario y urgente volver a dar sentido y contenido a la política.

Mientras muchas ideologías y sus movimientos socio políticos vienen enfrentándose con la contradicción entre capital y trabajo, otros han centrado su accionar en combatir la contradicción entre capital y naturaleza. Ni unos ni otros  parecen advertir que cualquier lucha que intente combatir solo una de las contradicciones mientras se perpetúa la otra, será inefectiva.

El futuro de la humanidad está unido a la formación de una alianza que sea capaz de confrontar ambas contradicciones simultáneamente. Una alianza indispensable para torcer el rumbo de autodestrucción en el que hoy nos encontramos.

Ambas contradicciones han definido un escenario que nos obliga a expandir el clásico concepto de Justicia Social hacia el de Justicia Ecosocial como la base para la construcción de una sociedad convivencial y sostenible, capaz de garantizar el buen vivir de las generaciones presentes y futuras.

ANEXO

1-Crítica a la Razón Productivista

André Gorz

Siete tesis a modo de conclusión

  1. La crisis actual del capitalismo tiene sus causas en un superdesarrollo de las capacidades de producción y en la destructividad, generadora de penurias interminables, de las técnicas empleadas. Esta crisis sólo puede ser superada por un modo de producción nuevo que, rompiendo con la racionalidad económica, se cimente sobre el ahorro de los recursos renovables y el consumo decreciente de energía y de materias primas.
  2. La superación de la racionalidad económica y la disminución de los consumos materiales pueden realizarse tanto a través de la heterorregulación tecnofascista, como a través de la autorregulación convivial. El tecnofascismo únicamente podrá evitarse mediante una expansión de la sociedad civil, lo que a su vez supone la puesta a punto de técnicas y útiles que permitan una soberanía creciente de las comunidades de base.
  3. El vínculo entre “más” y “mejor” se ha roto. Lo mejor puede obtenerse con menos. Se puede vivir mejor trabajando y consumiendo menos, pero a condición de producir cosas más duraderas y que no engendren ni perjuicios ni penurias interminables cuando todos tengan acceso a ellas. Únicamente merece ser producido socialmente aquello que sigue siendo bueno para cada uno cuando todos lo disfrutan… y al revés,
  4. La pobreza, en los países ricos, tiene su causa no en la insuficiencia de las producciones, sino en la naturaleza de los bienes producidos, en la manera de producirlos y de repartirlos. La pobreza solo será suprimida cuando se deje de producir socialmente[1] riquezas raras, es decir, reservadas y exclusivas per se. Únicamente merece ser producido socialmente aquello que no privilegia ni humilla a nadie.
  5. El paro, en las sociedades ricas, refleja la disminución del tiempo de trabajo socialmente necesario. Demuestra que todos podrían trabajar mucho menos a condición de que todos trabajasen. El idéntico reconocimiento y remuneración social de todos los trabajadores socialmente necesarios es la condición exigida, a la vez, para la supresión de la pobreza y para el reparto del trabajo entre todos aquellos que sean aptos.
  6. Al estar limitado el trabajo social a las producciones socialmente necesarias, la reducción del tiempo de trabajo podrá correr pareja con la expansión de las actividades autogestionadas y libres. Además de lo necesario que está garantizado por la producción social, los individuos podrán crear durante su tiempo libre, solos o colectivamente, todo cuanto siendo superfluo les parezca deseable. La producción de variedad ilimitada de bienes y servicios en las fábricas y cooperativas comunitarias garantizará la expansión de la esfera de libertad y la debilitación de las relaciones mercantiles: la expansión de la sociedad civil y la debilitación del Estado.
  7. La uniformidad del modelo de consumo y de vida desaparecerá simultáneamente a las desigualdades sociales. Los individuos y las comunidades se diferenciarán y diversificarán sus estilos de vida en un grado muy superior al que hoy se puede imaginar. Sus diferencias serán, sin embargo, el resultado de los distintos usos que den a su tiempo libre, y no de las desigualdades de las remuneraciones sociales y de los poderes. El despliegue de las capacidades autónomas durante el tiempo libre será la única fuente de diferencias y de las riquezas.

[1] Una producción se llama social cuando está garantizada por unos trabajadores asalariados por cuenta de una institución (empresa o administración). El trabajo de un domestico no es social, aunque lo realice un trabajador asalariado, y tampoco lo son los productos que unos obreros pueden realizar por su propia cuenta con las máquinas de “su” taller.

2-A bordo del Titanic

Jorge Riehmann

Y si nos encontramos en el Titanic…

“SISTEMA DE CLASES TIPO TITANIC.// Cuando el capitalismo nos dice:/ ¡Sálvese quien pueda!,/ en realidad nos está diciendo/ que el salvamento se hará/ según el importe del billete/ y el espacio disponible.” Antonio Orihuela; poema de su libro Salirse de la fila, consultado en http://vocesdelextremopoesia.blogspot.com.es/2015/12/4-poemas-de-salirse-de-la-fila-ii.html

Hay algo importante que recuerda Ferran Puig Vilar en una de las entregas de un importante libro (¿Hasta qué punto es inminente el colapso de la situación actual?) que a finales de 2014 comenzó a publicar por entregas en su blog Usted no se lo cree, y es lo siguiente: el Titanic ya estaba técnicamente hundido algo antes de que nadie viera el enorme iceberg e intentara, inútilmente, bordearlo.

Dada su posición y velocidad, su masa, su capacidad máxima de frenado, su radio máximo de giro, la resistencia mecánica de los laterales, la configuración interna del buque, etc., hubo un momento en que ya era imposible evitar el hundimiento, mientras pasaje y tripulación seguían de fiesta (como se sabe, la orquesta del buque siguió tocando con bravura hasta al final: murieron con los violines y los clarinetes puestos).

Probablemente ya no podamos evitar el naufragio

Comenta Ferran que “ése es el tipping point auténtico, el punto a partir del cual la vida propia del sistema convierte en inútil la mejor estrategia de los gestores más lúcidos”. http://ustednoselocree.com/2014/12/27/hasta-que-punto-es-inminente-el-colapso-de-la-civilizacion-actual-3/#more-9713

Creo que ésa es nuestra situación ahora: aún no hemos visto del todo el iceberg, desde luego la mayoría de la tripulación y el pasaje no lo han visto, y sin embargo ya no podremos evitar el naufragio.

Operaciones de salvamento

Ésa era la tecnolatría de la época: como el buque, de forma insensata, se consideraba insumergible, no se le había dotado más que con unas pocas lanchas de salvamento, prefiriendo ganar más espacio en la cubierta superior para el esparcimiento y los paseos de los acaudalados pasajeros de primera clase.

Con tiempo suficiente, incluso si el choque del transatlántico no puede ya evitarse, podemos construir más botes o balsas salvavidas, a partir de otras estructuras del mismo barco que va a hundirse…

Problemas de comunicación

Hay otro aspecto en este paralelismo que quiero destacar. En un naufragio, hay que evitar causar pánico, o poner en marcha los resortes peores de la interacción humana (la lucha por los recursos escasos, por ejemplo).

Si alguien grita “¡estamos hundiéndonos, sálvese quien pueda!” según en qué momentos del proceso, puede provocar estampidas que arruinarán las posibilidades de todos los náufragos, o de la mayoría.

Tenemos por delante un camino difícil: se trata de comunicar responsablemente la gravedad de la situación, sin por ello inducir al desánimo, la des-responsabilización o las reacciones insolidarias.