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HACIA UNA DEFINICIÓN DE SUELO
En virtud de la reflexión sobre una ley de presupuestos mínimos sobre el suelo, es imperativo definir lo más claramente posible nuestro objeto de legislación. En este trabajo partiremos de una definición amplia del suelo como unidad, una definición que sea operativa en relación a la discusión posterior, y en vistas de una legislación que cumpla con el objetivo de orientar hacia la conservación, la restauración y la resignificación social de los suelos de nuestro país. A continuación definimos nuestra unidad descriptiva, con sus funciones y sus dimensiones.
UNIDAD “SUELO”
El suelo es una unidad ecosistémica, autoorganizada y autorregulada, integrada por un biotopo y una biota. Es un espacio multifuncional y multidimensional, formado a través de procesos ecológicos retroalimentados que vinculan el espacio físico con la biodiversidad del propio suelo y del ecosistema superior que sustenta, en el cual se intercambia materia, energía e información. En tanto ecosistema surge como resultado del operar de leyes ecológicas y tiene una doble identidad: es a la vez contexto y resultado. A través de la biodiversidad emerge como ecosistema y a su vez como ecosistema brinda el contexto para el despliegue, desarrollo y conservación de la misma biodiversidad que lo genera. Si bien cada suelo es único, todos comparten características similares que los hacen parte del mismo tipo de unidad. Una ley de suelos es una pauta general para casos particulares.
UNIDAD MULTIFUNCIONAL
La unidad “Suelo” comprende un espacio multifuncional que brinda bienes y servicios ecosistémicos, como resultado del operar de leyes ecológicas. Su importancia se debe al menos a siete razones:
- Es la base de la vida, el escenario que sostiene físicamente y nutre todas las acciones humanas;
- desempeña un rol central en la descomposición de la materia orgánica muerta y su transformación a potenciales nutrientes;
- almacena elementos que, en la proporción y disponibilidad apropiadas, actúan como nutrientes para las plantas que crecen en él;
- protege las semillas y provee el soporte físico para su germinación y enraizamiento;
- es la nursery de las esporas de los microbios, organismos descomponedores y hongos de los cuales depende la vida de las plantas;
- los suelos de diferentes tipos, actuando en concierto, desempeñan un rol crítico en la regulación de los mayores ciclos de elementos de la Tierra (los del carbono, nitrógeno, azufre, etcétera); y
- almacena y purifica el agua.
UNIDAD MULTIDIMENSIONAL
Las múltiples funciones del suelo, además del sistema de valores y creencias de las diferentes personas que lo emplean, determinan que el concepto de suelo puede tener distintos significados, con lo cual se lo puede considerar desde varias dimensiones. En este trabajo asumimos que estas dimensiones son cinco: ecológica, económica, social, temporal y ética.
Dimensión ecológica: la unidad “suelo” es un ecosistema en el cual se intercambia materia, energía e información, a través de complejos procesos retroalimentados que dan por resultado un funcionamiento autoorganizado y autorregulado, sujeto a leyes ecológicas. La pérdida de su integridad ecológica sobreviene de la ruptura de los procesos que lo generan y regeneran.
Dimensión social: la dimensión social de la unidad “suelo” se justifica en tanto es contexto y condición de existencia de sociedades humanas. Como ecosistema es el contexto espacial, energético, material para la inclusión de sociedades humanas y condición de existencia para las mismas. Permite el despliegue social a través de la provisión de bienes y servicios. Es mucho más que un bien social (o una fuente de recursos naturales), es el sostén mismo de los procesos sociales.
Dimensión económica: en tanto proveedor de bienes y servicios que pueden participar de sistemas de intercambio, la unidad “suelo” tiene una dimensión económica. El término “económica” hace referencia a la disciplina que se ocupa de la administración de los intercambios, sean éstos mediados o no por precios, y participen o no de diversos mercados. (Los economistas asumen que muchos bienes y servicios del suelo tienen valor aunque no se les pueda asignar un precio. Esta dificultad en la valoración puede invisibilizar su dimensión económica, que no por ser invisible es menos tangible especialmente cuando sus propiedades se deterioran). La dimensión económica, entonces, no implica necesariamente una valoración monetaria o la asignación de un precio, sino el reconocimiento pleno del conjunto de valores mensurables o inconmensurables que el suelo tiene para la sociedad que lo habita.
Dimensión temporal (intergeneracional): la dimensión temporal de la unidad “suelo” está dada por el mantenimiento en el tiempo de los procesos que la definen como unidad, con lo cual se mantienen a su vez las condiciones que sustentan los procesos sociales. En tanto generada a través de procesos retroalimentados, la unidad “suelo”, está en continuo cambio y en constante ejecución de su doble identidad. Considerarla algo estático lleva a aplicar lógicas lineales que rompen los procesos circulares y retroalimentados que están en la base de su estructura autoorganizada, produciendo la pérdida de su unidad y por ende de sus dimensiones y su función. Las sociedades también son procesos, y como tales están imbricadas en los procesos ecológicos. Sin suelo no hay condición de existencia para las generaciones venideras.
Dimensión Ética: La dimensión ética de la unidad “suelo” emerge a partir de la relación que establece con ella la sociedad, a través de las distintas actividades humanas que la modifican. Estas actividades significan interacciones, y siempre que hay interacciones hay reglas y valores (visibles o invisibles, manifiestos o implícitos) que los rigen. La ética se refiere al conocimiento de estas reglas, al esfuerzo por hacerlas visibles, y al conjunto de prácticas que se deducen de ellas. En tanto la capacidad del ser humano para modificar irreversiblemente la unidad “suelo” puede llevar al colapso en la producción de bienes básicos, como alimentos, la dimensión ética implica una doble dirección: hacia el suelo y hacia la sociedad, entendiendo que una depende del otro. En la consideración de esta dimensión ética, es imperioso reformular los valores, ideas, presupuestos epistemológicos que se ponen en juego en los sistemas productivos, porque éstos no son más que la expresión de aquellos en términos concretos. El cambio de epistemología es el imperativo ético para garantizar la supervivencia social que depende de la supervivencia del suelo.
Esta multidimensionalidad del suelo no niega su unidad. En este sentido, legislar sobre el suelo demandará considerar la unidad completa, contemplando las 5 dimensiones mencionadas. La eliminación de una dimensión (o el privilegio que se otorga a otra) en el proceso de toma de decisiones respecto a cualquier tipo de uso, pone en riesgo la integridad de la unidad y, por extensión, de la sociedad que lo utiliza.
ALGUNOS COMENTARIOS
La aproximación al suelo desde la economía clásica, basada en la teoría de la renta de la tierra, asume que las propiedades del suelo se mantienen constantes en el tiempo, y que las únicas variables dependientes para obtener una renta son el capital y el trabajo. Como el uso productivo del suelo se basa finalmente en las interacciones recursivas entre seres vivos, asumir como variables independientes los parámetros ecológicos es una contradicción que invalida todo el razonamiento posterior. Sin embargo, este tratamiento económico sigue primando en las distintas variantes de la agricultura industrial, y el no reconocimiento de la naturaleza dinámica y vulnerable de los sistemas ecológicos es la principal causa de la pérdida de suelos y otras catástrofes ambientales.
Continuar tratando al suelo como un eslabón más dentro de un montaje industrial es desconocer la integridad sistémica inherente tanto al suelo como a la sociedad, llevándolos a su mutua desintegración. Esto es posible por dos causas principales: la simplicidad del paradigma industrial que deriva de la aplicación de visiones lineales sobre sistemas que no lo son, y la posibilidad de contar con mucha energía disponible a partir de los combustibles fósiles. La energía derrochada en los actuales sistemas productivos enmascara la pérdida de su integridad ecológica. Paralelamente, la misma energía, a través del éxito inicial de los modelos industriales, enmascara la simplificación de los sistemas de pensamiento complejo en pos de ideas reduccionistas y lineales que erosionan la base epistemológica necesaria para el genuino desarrollo humano.
Por otra parte, la dimensión ética también se manifiesta a través del lenguaje. Definir al suelo como recurso renovable o no renovable, por ejemplo, presupone ingenuamente una propiedad intrínseca del suelo, cuando en realidad puede ser definido como renovable o no sólo en términos del manejo productivo que haga con él, es decir en términos de la relación que la sociedad establezca con el suelo, relación que está mediada por reglas que responden a ciertos presupuestos epistemológicos y que por ende, generan un conjunto determinado de prácticas con una determinada ética.
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