Fotografía: Harold Edgerton (1903-1990)

Guillermo BALIÑA

El vaso de vidrio (frágil) conteniendo agua por la mitad de su capacidad se encuentra al borde de una mesa que vibra.

Si cae, se estrellará contra el piso haciéndose añicos.

¿Tiene el menor sentido ponerse a discutir si el vaso esta medio lleno o medio vacío? En lugar de ello lo que habría que hacer es pensar cómo lograr que no caiga al piso.

La falsa dicotomía entre vaso medio lleno versus vaso medio vacío nos hace perder de vista que lo primordial y urgente es no destruir el vaso y perder su precioso contenido.

Esta dicotomía abarca muchas de las esferas vinculadas a la actividad humana.

No hay duda que la tecnología tiene su lado positivo y su lado negativo. El estudio de la radioactividad hizo posible tratar el cáncer pero también abrió las puertas del infierno en Hiroshima.

Los combustibles fósiles han permitido desplazamientos de personas y productos pero también han generado el calentamiento global.

La lista de actividades humanas con sus dos caras es posiblemente interminable.

Nassim Taleb en su reciente obra “Jugarse la piel” (2019) señala:

El problema básico es que si hay una posibilidad de ruina, ya no se puede hacer análisis de costo y beneficios

Taleb cuenta que en un seminario preguntó a noventa personas “que era lo peor que podía pasarles” y ochenta y ocho respondieron “morir

Posteriormente preguntó si no sería peor que además de morir uno mismo murieran nuestros familiares. Todos respondieron afirmativamente.

Volvió a preguntar si no sería peor que además de uno mismo y sus familiares pereciera toda la humanidad. Nuevamente respuesta masiva por la afirmativa.

¿Cómo es posible que los seres humanos imaginemos que lo peor que nos puede pasar sea la propia muerte y no la muerte de toda la humanidad?

Nuevamente Taleb:

A menos que seas un perfecto narcisista y un psicópata –e incluyendo ese caso-, la peor situación imaginable nunca podrá ser solamente la pérdida de tu propia vida.

La ruina individual no es pues tan importante como la ruina colectiva. Y, evidentemente, el ecocidio, la destrucción irreversible de nuestro medio ambiente, es lo que más debería preocuparnos.

¿Cómo es que entonces la humanidad no reacciona frente a la posibilidad de colapso?

Una posible respuesta es lo que Taleb llama “la regla de la minoría

Dicha regla establece que una cierta minoría intensa –bajo ciertas circunstancias- puede condicionar a toda la población.

La regla de la minoría puede desdoblarse en un formato que podríamos denominar positivo (o inclusivo) y en un formato negativo (o regresivo).

Un ejemplo sencillo de la regla de la minoría positiva es la sala de conferencias de alguna empresa de proyección internacional alemana. Si uno de los asistentes a la reunión no habla alemán, la reunión se hace  … ¡en inglés!

Otro ejemplo: el porcentaje de personas con alguna discapacidad que requieren el uso de una instalación sanitaria especial es ínfima. Sin embargo el porcentaje de cubículos sanitarios para discapacitados no es ínfimo ¿Por qué? Porque las personas no discapacitadas pueden usar el sanitario de las personas discapacitadas.

Veamos que sucede cuando nos topamos con la regla de la minoría en su versión negativa:

La versión local se ve en lo difícil que resulta aprobar una ley para que una minoría ultramillonaria aporte alrededor del 2 o 3 % de su patrimonio para enfrentar los gastos sociales derivados de la lucha contra la pandemia.

A nivel global, salta a la vista que existe una minoría –intensa y poderosa- que es capaz de destruir la democracia y finalmente podría acabar destruyendo al planeta. A este grupo no le interesa en lo más mínimo el destino que le espera a la humanidad si seguimos bajo estas condiciones. Antes que perder sus privilegios prefieren que todos nos hundamos con ellos.

Noam Chomsky -con la precisión que caracteriza a este gran lingüista-, denomina a esta minoría… bufones sociópatas.

Pese a todo, aun contamos con la –por ahora- minoría ecologista, que tal vez –¿porque no? – algún día llegue a ser mayoría.

Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.

Julio Cortázar (1914-1984). Rayuela (fragmento Cap 28 – 1963)