Guillermo BALIÑA

Rutger Bregman es un joven historiador y divulgador holandés que escribió en 2017 “Utopía para realistas” una obra sumamente interesante que le significó el reconocimiento de grandes intelectuales, entre otros, de Zygmunt Bauman.

El nudo de esta obra se sostiene en tres pilares fundamentales tal como se indica en el subtitulado: “a favor de la renta básica universal, la semana laboral de 15 horas y un mundo sin fronteras”

Lo interesante de la obra de Bregman es que llega a los tres tópicos –que son compartidos por la ecología política- sin mencionar ni una sola vez la palabra “ecología” y haciendo apenas algún comentario sobre “cambio climático”, “contaminación” o “huella ecológica”

Es más, algunas de sus audaces afirmaciones se dan de patadas con la vertiente ecologista.

El libro comienza con la siguiente afirmación

“empecemos con una pequeña lección de la historia: en el pasado, todo era peor”

De inmediato desmenuza la afirmación anterior recordando que en los últimos doscientos años miles de millones de personas han pasado a estar bien alimentados, sanos y limpios, ya que en 1820 el 94% de la población vivía en la pobreza extrema, para 1981 era el 44% y actualmente es inferior al 10%.

Los dos últimos siglos -afirma Bregman- han visto un crecimiento exponencial en población y prosperidad en el mundo entero.

Hay algunos datos asombrosos que refuerzan el entusiasmo del autor:

.- en 1965 el 51% de la población mundial sobrevivía con menos de 2000 calorías diarias mientras que en 2005 el indicador se desploma a un 3%

.- hace medio siglo, uno de cada cinco niños moría antes de cumplir cinco años mientras que en la actualidad uno de cada veinte.

Bregman nos da la bienvenida a la tierra de la abundancia pero también advierte: “vivimos en una era de riqueza y superabundancia y, sin embargo, que inhóspita es” o “la tierra de la abundancia está envuelta en niebla” o “en los países ricos, la mayor parte de la población cree que sus hijos estarán peor que ellos”

En resumen, Bregman enumerara una cantidad de maravillas que se corresponden con un vaso medio lleno sin mencionar que el vaso está a punto de estrellarse contra el piso.

Más adelante plantea con buen criterio una serie de preguntas pertinentes:

¿Por qué trabajamos cada vez más desde la década de 1980 a pesar de ser más ricos que nunca?

¿Por qué hay millones de personas viviendo en la pobreza cuando somos más que suficientemente ricos para erradicarla para siempre?

¿Por qué más del 60% de nuestros ingresos dependen del país donde por casualidad hemos nacido?

Al final del primer capítulo leemos dos ideas poderosas; con la primera estamos en absoluto desacuerdo y con la segunda hay plena coincidencia:

La primera: “para que no haya ningún malentendido: el capitalismo abrió las puertas a la tierra de la abundancia, pero el capitalismo por sí solo no puede sostenerla”

Está claro que si de la mano del capitalismo llegamos a las puertas de la abundancia es al mismo tiempo que nos compramos dos espadas de Damocles: estar al borde del holocausto nuclear y del holocausto socioambiental, de los cuales Bregman no da la menor señal.

Acordamos en lo siguiente:

“el verdadero progreso empieza con algo que ninguna economía del conocimiento puede producir: sabiduría sobre lo que significa vivir bien”

Al final del primer capítulo se nos invita a posar nuestra mirada en horizontes alternativos que activen nuestra imaginación y para ello nada mejor que las utopías

La utopía que se propone en este artículo coincide con la formulada por Bregman en el segundo capítulo de su obra y que lleva por título

“Por qué deberíamos dar dinero gratis a todo el mundo”

Como se advertirá este tema es de absoluta vigencia en este 2021 impregnado de Coronavirus. Los Estados de casi todos los países del mundo emitiendo dinero para apuntalar a empresas y personas en medio de la pandemia.

El autor cita varios casos en donde el dinero gratis demolió todos los prejuicios

1.- El caso de la organización Broadway (Londres): el experimento consistió en entregarle 3.000 libras a trece personas sin techo, algunos llevaban más de cuarenta años durmiendo en el suelo de la City londinense. Al año y medio de iniciado el experimento, siete de los trece vagabundos dormían bajo techo; la mayoría fue ahorrativa con su dinero pues al cabo de un año en promedio habían gastado solo 800 libras. El diario The Economist sentenció “la forma más eficiente de gastar dinero en los sintecho  podría ser dárselo”

2.- Michael  Faye de la fundación GiveDirectly: le depositó 500 dólares en su cuenta bancaria a Bernard Omondi un habitante de un barrio empobrecido de los suburbios de Kenia que trabajaba en una cantera con un ingreso de dos dólares diarios. Meses después un periodista del New York Times visitó el pueblo de Bernard; él había invertido su dinero en una motocicleta y estaba ganando entre 6 y 9 dólares diarios haciendo de taxista, sus ingresos se habían triplicado.

Faye da dinero a los pobres sabiendo que los verdaderos expertos en sus necesidades son los pobres mismos.

3.- Gobierno de Uganda: distribuyó casi 400 dólares a 12.000 personas con edades entre 16 y 35 años. Luego de cinco años los ingresos de los beneficiarios habían ascendido casi un 50%

4.- La ciudad de Dauphin (Canadá): el experimento en esta ciudad de 13.000 habitantes consistió en entregar a cada ciudadano una renta básica para que nadie quedara debajo del umbral de la pobreza. Durante cuatro años el experimento fue monitoreado por especialistas, pero al llegar las elecciones el experimento fue abandonado. Las nuevas autoridades cortaron el proyecto y la documentación correspondiente fue archivada en 2.000 cajas.

Años después se retomaron las investigaciones y se descubrió que el experimento había sido un éxito rotundo: Dauphin erradicó la pobreza.

5.- Carta abierta el Congreso de EEUU: en 1968 cinco famosos economistas (John Galbraith, Harold Watts; James Tobin, Paul Samuelson y Robert Lampman) publicaron una carta en la portada del New York Times suscripta por 1.200 economistas, allí afirmaban

“El país no habrá cumplido con su responsabilidad hasta que todos los ciudadanos tengan asegurada una renta no inferior a lo que se define oficialmente como umbral de pobreza”

El 16 de abril de 1970 por 243 contra 155 votos el PAF (Plan de Asistencia Familiar) fue aprobado en la Cámara de Representantes. Luego de meses de idas y vueltas entre el Senado y la Casa Blanca el proyecto fue “cajoneado”

Hay varios antecedentes sobre la idea de un salario universal, por ejemplo

Erich Fromm (1900-1980) en sus escritos “Sobre la desobediencia” de los años sesenta ya se refería a la posibilidad de que la sociedad generara un sueldo garantizado y decía textualmente:

¡el derecho de vivir del hombre es absoluto! Este derecho de vivir, de tener alimentos, abrigo, atención médica, educación, etcétera, es un derecho humano intrínseco que no puede ser limitado por ninguna condición, y ni siquiera por la idea de que el individuo debe ser socialmente útil.

La pandemia es una excelente oportunidad para repensar todo.

Tomemos nota que hasta el FMI ha recomendado a los países generar impuestos a la riqueza para combatir los estragos del covid (Sí, leyó bien, el FMI)

Generar una renta básica universal –en Argentina y en todos los países del mundo- sería una herramienta formidable para empezar a cambiar la historia.

La igualdad de derechos para todos los seres humanos y el respeto a la madre naturaleza es la condición primordial para vislumbrar un futuro sostenible para la especie humana.