El vigésimo sexto fracaso de la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ha motivado a Ferran Puig Vilar a escribir un artículo en el que nos hace llegar una muy valiosa información científica y política como así también comparte profundas reflexiones sobre el complejo escenario en el que nos encontramos y los caminos que se pueden recorrer. En la parte final el autor presenta la «estrategia intersticial» a la que adscribe y propone como palanca de cambio. De esta manera Puig Vilar nos ofrece todos los elementos necesarios para motivar un urgente y necesario debate en la sociedad en general y dentro de las diferentes corrientes de pensamiento del ecologismo en particular sobre qué hacer ante, no solo los desafíos que plantea el cambio climático, sino frente a la crisis ecosocial global que nos toca enfrentar en este, el Siglo de la Gran Prueba, como muy bien lo definiera Riechmann.
El artículo que nos ocupa fue publicado en el blog Usted no se lo cree titulado «Ineficiencia COP-optada (y van 26)».
A continuación se transcriben las tres entregas en las que el autor ha dividido el artículo: (1/3)-«Diagnóstico»; (2/3) «Respuestas político-sociales» y (3/3) «Trabajo intersticial de supervivencia creativa».
Carlos Merenson
La (Re) Verde
Ineficiencia COP-optada (y van 26) (1/3): Diagnóstico
15/11/2021 por Ferran Puig Vilar
La palabra eficiencia siempre suena bien. A los oídos del público lleva a la creencia de que permite obtener algo – supuestamente deseable – con menor esfuerzo que hasta ahora. Esfuerzo que hoy, en la sociedad econócrata de estrechas orejeras que nos ha tocado vivir en nuestra calidad de adolescentes malcriados, se supone medido en pasta. Es un recurso habitual en comunicación política, porque predispone favorablemente sin que el emisor se sienta en la necesidad de entrar en más detalles, por ejemplo, a qué parámetro se refiere. Lo mismo vale para “eliminar las ineficiencias”, que tiene además una connotación de acción.
Esos detalles no son menores. Por ejemplo para explicar que en un mercado libre la eficiencia energética provoca el aumento del consumo de energía (la llamada paradoja de Jevons ya establecida en el siglo XIX en relación al carbón, cosa que los voceros ocultan interesadamente), o que a menudo la consecución técnica de esta eficiencia requiere de unos procesos previos de diseño y fabricación, y de desecho a lo largo de toda su vida útil, que pueden suponer un consumo total de energía mayor antes (aumentando así consumos y PIB), mientras el usuario cree percibir una reducción. Por este motivo los vehículos eléctricos y la energía fotovoltaica están subvencionadas, pues de otro modo serían en general inasequibles o no rentables en relación a lo anterior. O el mismo hecho de llevar la fuente de energía más allá del horizonte, incluso extramuros, y hacer como que no existe. Mucha gente cree que cuando carga la batería del coche la energía es “limpia”.
O asegurar que un coche es “verde” por ser de tracción eléctrica cuando, en realidad, está quemando toneladas de carbón en un valle recóndito en lugar de llenar el depósito de gasolina para también quemarla. Pero solo la fabricación de sus baterías de “alta tecnología” o la de los sofisticados motores y automatismos necesarios para obtener las prestaciones demandadas por el público, consume una cantidad inmensa de energía, por ahora casi toda ella fósil o nuclear. De hecho, según Volvo, no se ahorran emisiones con respecto a uno de gasolina ¡hasta que no se han recorrido 200.000 km! Distancia por lo demás difícilmente recorrida por esos vehículos de baja autonomía que se emplean básicamente para desplazamientos cortos o medios. ¡Pero es que la vida de las baterías difícilmente soporta esa distancia! Eso sí, exhibir coche eléctrico es, hoy, muy guai y cool.
Energía que, por cierto, también está subvencionada para los productores, tan incardinados ellos en el sistema político y mediático. Por lo menos ahora nos vamos dando cuenta de eso de una manera más fehaciente, y van cayendo algunas máscaras. Aunque, de hecho, las mayores subvenciones lo son a la población de los países productores, que tienen la energía a un precio casi regalado y les permite así un cierto confort en países sometidos a la denominada maldición fósil.
La COP26 pretendía eliminar las subvenciones a los combustibles fósiles, pero ha quedado reducido solo a las “eficientes”. La mano PR siempre está detrás de este mundo de “The Culture of Make Believe”, según afortunada expresión de Derrick Jensen 1990. Según se lea, lo ineficiente podrían ser los combustibles o las subvenciones. Si son los combustibles, es evidente que el más eficiente, desde el punto de vista de su densidad energética y portabilidad, es el petróleo convertido a diésel o a gasolina y keroseno. Por tanto este acuerdo estaría autorizando o incluso estimulando a invertir el dinero público que haga falta para extraer a pérdidas la última gota extraíble.
Luego ahora, precisamente cuando la producción comienza a escasear decididamente sin que la mayoría del personal se dé todavía cuenta de su significación en la creación de estenosis infartantes en las arterias del comercio mundial globalizado (y crea que el problema va a estar en las gasolineras o en los contenedores), lo que habría que hacer, según estos coperos, sería subvencionarlos mucho y seguir extrayendo al máximo ritmo posible, hasta el límite de la técnica.
Si el problema de la ineficiencia son las subvenciones, lo lógico desde la ortodoxia económica que aseguran libre de valores éticos es hacer malvivir también a los ciudadanos de los países productores, pobres desdichados a quienes se les ha comprado la fidelidad al califa de turno y no se les ha dado la oportunidad de generar riqueza por otras vías, posibilidad a la que, en cualquier circunstancia, ya han llegado tarde: la disminución de la energía neta a disposición para cualquier actividad que no sea producir energía hace que ya no queden apenas inversiones rentables fuera de un sistema financiero permanentemente inyectado con anfetas – salvo carambola app al alcance de muy pocos.
Por lo demás no se preocupe usted. No sé si van a disminuir las emisiones a corto plazo, pero a medio ya le aseguro yo que sí: de cumplirse la previsión de la Agencia Internacional de Energía, en 2025 la reducción en la producción de petróleo por imposibilidad física de bombear al ritmo anterior será un 30-50% menor que la que era en 2018. El pico del carbón también se ha superado ya, aunque su pendiente de caída se estime menos abrupta. Todo ello salvo que nos dediquemos ahora a quemar toda la leña de los bosques que quedan, o que las emisiones de la propia biosfera ya desestabilizada sean peores de lo esperado o los sumideros se saturen más deprisa de lo previsto. Ya sabe usted que eso es, de hecho, lo más probable.
Todo esto no es nuevo para quienes llevamos décadas siguiendo estos asuntos. Pero sigue siendo funcional – aunque ya por poco tiempo – a vividores del sistema tipo expertos opinólogos, mentirosos profesionales entrenados en labia convincente como el ultraliberal Daniel Lacalle o el ultramarxista Daniel Bernabé (magnífico retrato de Bordera y Turiel en este artículo). Eso en lo personal, junto a grandes conglomerados de comunicación en lo corporativo cuya misión es mantener el estatus quo a toda costa, a costa de lo que sea – simulando siempre pluralidad – cosa que hacen con gran maestría. No cabe esperar tampoco nada de esta gentuza mediática criminal. Me permito hoy así insultarles en la medida de que, ahora sí, conocen perfectamente, o tienen la obligación de conocer, la dimensión existencial del problema que están creando y que contribuyen a empeorar a cambio de comodidades personales o familiares a corto plazo. Ya no tienen excusa, y hay que comenzar a decir ya las cosas por su verdadero nombre.
Y tampoco podíamos esperar nada de la COP, por mucho activista que hubiera fuera del recinto pidiendo soluciones a no se sabe muy bien qué problema. El climático es solo un síntoma de un problema civilizatorio de mucho mayor calado y profundidad que muy pocos atisban – y que no se resuelve con molinazos marinos ni placas fotovoltaicas con limpieza automática. Ni tampoco con materialismo dialéctico.
La hora de las medidas incrementales, las únicas aceptables por el sistema, hace ya mucho tiempo que quedó atrás, y hoy no son otra cosa que una distracción anestesiante para las conciencias y negocionista para ciertas élites. Para la asunción cabal del problema es preciso un cambio cultural muy profundo, de esos cuya generalización requeriría de generaciones que no tenemos. O de esos que, ahora, solo un verdadero colapso – ríase de las epidemias – ejerza de momento iniciático planetario y posibilite una apertura mental, una liminalidad capaz de rehacer marcos cognitivos y cosmovisiones aprendidas. Sí, me refiero a una suerte de apocalipsis, cuyo significado literal es revelación.
No deja de sorprenderme la confianza que abrigan los propios delegados oficiales e incluso los venerables activistas climáticos en este proceso político de las UNFCCC. No entiendo cómo pueden creer que el sistema mundo con las reglas que lo rigen, estimuladas y establecidas por las grandes corporaciones mediante procesos de lobby político y psicológico de una intensidad imposible de igualar, es capaz de lidiar con el problema climático. Los Tratados de Libre Comercio, las indemnizaciones que se han hecho legislar para el caso de que se les exija el cierre de la actividad, son constricciones tan monstruosas que dejarían en papel mojado incluso un acuerdo que nos gustara.
Además, tras dos semanas de trabajo agotador y mucha presión reciente, muchos delegados de buena fe acaban celebrando, maletas en mano, la consecución de un acuerdo por encima de su contenido concreto, lo que explica los trágala de última hora ejercidos con estrategias de juego sucio como la practicada por India y China. Y encima califican el resultado de esperanzador, cuando sería más adecuado el calificativo de el día de la marmota. Santa inocencia, con más motivo cuando vemos que, por lo menos hasta ahora, se han estado tomando decisiones con datos falsos de emisiones suministrados por muchos países, lo que supone un 30% inferior a la realidad. Nótese que, tras 26 años de marear la perdiz, la concentración de gases de efecto invernadero sigue aumentando de forma indeleble. Sin contar con el oxímoron de querer reducir las emisiones manteniendo el crecimiento económico, religión mundial que impide el abordaje racional de la cuestión junto a la alergia por molestar a las grandes fortunas: el 1% más rico de la población emite lo mismo que el 50% más pobre.
A diferencia del IPCC, que se ha ido sacando de encima los infiltrados, las COP han sido progresivamente cooptadas por la gran industria, llegando a la conferencia de Varsovia patrocinada ya descaradamente por la potente industria polaca local del carbón y la de Madrid por la eléctrica Endesa. Pero el clímax se ha alcanzado en Glasgow, donde la mayor delegación en número era la de los lobistas fósiles (ocultados tras las delegaciones nacionales), cuyo gobierno anfitrión se hace asesorar por ExxonMobil y donde el presidente es un activista del fracking y otros delitos climáticos. Las COP se han convertido en un magnífico escaparate para el festival de greenwashing y Glasgow en una vergüenza histórica.
Espero que sea la última vez que los activistas ponen alguna esperanza en el proceso político estándar, aunque sus acciones siguen siendo importantes como mínimo para mantener la presión. Pero confío que esta ocasión (que era “la definitiva”) haya abierto los ojos de quienes todavía se dejan influir por los cantos de sirena del sistema y la utilidad de las acciones incrementales, falacias amplificadas por los medios de comunicación mainstream. Por lo menos que sirva para eso.
Pero no podemos darnos por vencidos. No todo termina ahí. Pero entonces, ¿qué hacer? ¿Podemos seguir confiando en los estados, en el Estado? Difícilmente.
Ineficiencia COP-optada (2/3): Respuestas político-sociales
22/11/2021 por Ferran Puig Vilar

Los tiempos que vienen van a ser muy duros, como atestigua la imagen adjunta elaborada por Rafael Fernández Díez y publicada hace pocos días en el blog de Antonio Turiel. Diésel y fuel-oil son la sangre del sistema. Además de muchos vehículos privados, en principio prescindibles, lo emplean todos los barcos, los camiones, toda la maquinaria pesada de minería y de obra civil, la maquinaria agrícola, muchos grupos electrógenos de campo[1].
¿Transición ecológica renovable sin apagones?
Ocurre, además, que hay otro problema del que he tenido conocimiento muy recientemente. Por si no fueran suficientes las limitaciones termodinámicas y de disponibilidad de materiales en relación a los sistemas alternativos de generación de energía, sabemos ahora que no es posible mantener la estabilidad de la red eléctrica integrada de corriente alterna por encima de cierto nivel de generadores alternativos geográficamente distribuidos y conectados a la red.
Pronto sabremos más acerca de esta nueva limitación fundamental a las soluciones que se venden, restricción nunca contemplada en el discurso público verde. Dicha limitación está relacionada con la dificultad de mantener en sincronismo la fase de la frecuencia de 50 Hz de la red. Si la compleja regulación automática fallara se producirían unas sobretensiones tan imponentes que llegarían a reventar centrales enteras y, presumiblemente, todos los equipos a ellas conectados. Las averías serían de tal magnitud que su reparación llevaría semanas o meses, tal vez muchos. Esta es la auténtica razón de fondo que subyace a la reciente alarma acerca de un posible apagón, que ha dado ya un par de sustos mayúsculos en Europa central y que fueron resueltos in extremis mediante la desconexión manual de la red interconectada.
Esto es así porque en la configuración actual del sistema eléctrico parece haber un compromiso teórico entre la capacidad de estabilizar automáticamente la red y el número de generadores renovables a ella conectados. Esa estabilización solo puede conseguirse mediante el ajuste de las centrales de baja inercia sin intermitencias, tales como las térmicas o cierta generación hidroeléctrica. Las segundas resultan ser insuficientes y las primeras son todas ellas de combustible fósil, generadoras por tanto de emisiones.
Este nuevo descubrimiento echa por tierra cualquier esperanza de transición ecológica renovable mediante generación distribuida conectada a la red sin el concurso de una cantidad significativa de combustibles fósiles como reguladores. Una razón más por la cual, si queremos sostener el sistema eléctrico – que por lo demás es solo el vector de canalización de 20-25% del consumo total de energía – y mantener un sistema de transporte de mercancías, por ejemplo alimentos, el sistema climático pone la directa y su daño se haría, se está haciendo ya, también inasumible.
No preveo un colapso inmediato, pero parece claro que estamos sufriendo un infarto necrosante que va a impedir que el sistema socioeconómico vigente recupere la aparente estabilidad a la que nos tenía acostumbrados. Creo más bien que distintos órganos (transporte, sistemas de comunicación, Internet, sistema eléctrico, agua potable, medicamentos, servicios de salud, etc.) irán perdiendo funcionalidades con frecuencia creciente en áreas geográficas cada vez mayores. Ocasionalmente algunos fallarán completamente, y solo en algunos casos podrán ser reactivados mediante distintos parches o esfuerzos hercúleos. Esas intervenciones se revelarán como remedios peores que la enfermedad original: perjudicarán otros órganos, creando a su vez problemas nuevos. Fallará entonces otro órgano, y otro, y después otra vez el primero, que tendremos ya que abandonar.
De hecho este ha sido el modo clásico de proceder de la modernidad en su denominado pensamiento lineal. El modelo mecanicista, resultón pero cortoplacista en tiempo, espacio e intelectualidad, funciona más o menos así: Si tengo problemas de insectos en mi cosecha, aplico un insecticida industrial. SI ese insecticida liquida especies de insectos que mantienen los hongos bajo control, aplicaré un fungicida industrial. Dado que estos hongos contienen una parte vegetativa denominada micelio, cuya función es mantener la integridad biológica de los suelos y retener la humedad, la respuesta será la irrigación. Dado que la irrigación y las agresiones químicas acabarán contaminando o agotando los acuíferos, tendré que buscar agua en otra parte o trasladar la cosecha – si eso es posible. Es así como Charles Einsenstein describe[2]. con un ejemplo paradigmático lo que denomina Story of Separation, el hecho de haber desconectado completamente de los flujos de toda vida que no sea la nuestra. Yo le llamaría también Story of Arrogance.
La diferencia con el pasado inmediato es que ahora no ya tenemos energía con la que resolver problemas aumentando la complejidad técnica y social como hemos hecho hasta ahora, siquiera con rendimientos decrecientes desde hace ya muchos años[3].; por el contrario, esta complejidad irá siendo progresivamente menor, a ratos muy sonoramente. Ello comportará la reducción progresiva, y ocasionalmente brusca, tanto del número de elementos, de sus relaciones y de sus nodos de conexión. En el proceso, se irá perdiendo complejidad social y tecnológica. El aumento de la frecuencia e intensidad de esos fallos subsistémicos concluirá con un fallo sistémico general. El colapso es esto: un proceso de descomplexificación con un derrumbe final. Es posible asegurar el hecho, pero no determinar el momento en que ocurrirá cada cosa o cada etapa. Como fuere, todo apunta a que el proceso se ha iniciado ya, como en su día avanzó el todavía hoy denostado informe sobre Los Límites del Crecimiento.
¿Cómo afrontar esta situación?
Un paper de los economistas Giacomo D’Alisa y Giorgos Kallis publicado a finales de 2019 en la académica Ecological Economics titulado “Decrecimiento y Estado” nos puede dar algunas pistas sobre posibles los caminos a seguir[4].. D’Alisa y Kallis nos recordaban en la introducción cómo la escuela de la economía ecológica había llegado a la conclusión inequívoca de que para abordar el problema climático no había otra posibilidad que planificar el decrecimiento económico. Parten del supuesto, a mi parecer dudoso, de que tal decrecimiento sea gestionable. Carlos de Castro nos ha mostrado estos días que incluso el IPCC así lo considera, siquiera implícitamente. El informe del grupo III (mitigación), previsto para 2022, debería sancionar este veredicto ineluctable, aunque está por ver con qué agallas y retórica lo va a presentar.
Decrecimiento necesario, decrecimiento inevitable

Más allá de las argucias de los economistas ortodoxos (y de algunos ingenieros de mirada corta) que pretenden violar los principios de conservación de la materia y de la energía con sus inventos fake de desmaterialización y desacoplo global[5]., la necesidad e inevitabilidad del decrecimiento es muy fácil de argumentar. El PIB no mide riqueza: es en realidad un indicador de actividad[6].. La actividad requiere movimiento (si, también la digital, a pesar de Jeremy Rifkin y Joseph Stiglitz). Y no hay movimiento sin energía. A menos energía, menos actividad. Lo que quiere decir que ocurren menos cosas, en el mercado y en casa. Sean estas buenas o malas.
Dado que la necesidad imperiosa de reducir drásticamente las emisiones lleva aparejada una reducción de magnitud comparable de la energía neta a disposición – por muchas proclamas mágicas que los energéticos renovables se crean – esa reducción de emisiones llevaría aparejado que en el mundo que sucedieran menos cosas: en términos más formales, se produciría una reducción de la fenomenología social y material. Y ello con cualquier forma de estado o gobierno sea este de derechas, de izquierdas o de todo lo contrario.
¿Qué gobierno, qué estado profundo va a consentir eso voluntariamente? ¿Quién va a tener el valor de presentarse a unas elecciones con un programa decrecentista o cuyas políticas lleven aparejado un decrecimiento? En este sentido habría que entender las piruetas electorales de John Biden o de Pedro Sánchez como muy coyunturales y basadas en la persuasión y el desconocimiento.
Por lo demás en la figura podemos observar que, a partir de 2011 y a nivel global, las emisiones crecen más deprisa que la economía. ¡Viva el desacoplo!
D’Alisa y Kallis planteaban en el texto mencionado que existen solo cuatro únicas posibilidades de interacción con el estado, que me permito reordenar a efectos de mi argumento.
1. Gramsci
Una de las vías planteadas, de hecho por la que abogan, consiste en la estrategia que podemos denominar gramsciana, la de procurar la hegemonía cultural.

Esta vía no hay que abandonarla nunca, es y será siempre necesaria: aquí me tiene usted ejerciéndola. Pero a mi modo de ver tiene dos limitaciones evidentes:
- La potencia de fuego comunicativa fuera del mainstream es incomparablemente menor que la del adversario. De hecho, fueron las élites económicas libertarias, fusionadas con algunas religiosas (evangelistas, teología de la prosperidad)[7]. las que, como reacción a la Revolución del 68, abrazaron esta estrategia que fue teorizada en los Cuadernos de la Cárcel del comunista italiano Antonio Gramsci a principios del siglo XX. Y a fe mía que la ejerce con gran eficacia y, cuando no, la inmensidad de los recursos a disposición compensa sobradamente sus errores más flagrantes (ver figura).
Creada y mantenida con cantidades ingentes de dinero procedente de las principales fortunas, las principales empresas y las principales asociaciones empresariales, la maquinaria llegó a adquirir vida propia. Funciona ahora prácticamente sola, con intervenciones mínimas distintas de las de la selección de los receptores de los fondos.
Así conquistaron medios, una imponente red de think tanks, agencias PR, universidades, escuelas, ONG… Así consiguieron los estados profundos hacerse elegir a Ronald Reagan y a Margaret Thatcher, a Felipe González y a Tony Blair, para acabar descubriendo que no le hacen falta ya ni personalidades especialmente carismáticas: Berlusconis, Bushes, Aznares, Trumps, Boris Johnson… Basta con que sean buenos actores, tengan poca vergüenza y estén bien engrasados. - No solo nuestra potencia de fuego es comparativamente ridícula. Somos además limitados en nuestro alcance mediante técnicas algorítmicas difíciles incluso de percibir o detectar.
Uno podría pensar que esto no es importante pues, al final, la razón triunfa. Pero eso es una ingenuidad en la que he dejado de creer. En todo caso raramente lo hace a tiempo, y ahora ya no tenemos tiempo para convencer pacientemente a nadie que no quiera saber. Bueno, a nadie no. Quiero decir a nadie o a suficientes como para hacer bascular el sistema político, cooptado ya como hemos visto por las mismas élites extractivas que nos han llevado hasta aquí.
De modo que seguiremos intentando mostrar nuestras razones, éticas y científicas, en lo que podamos y mientras nos dejen. Pero esperar de ello una conversión cultural generalizada a corto plazo del nivel que el reto requiere para que ese cambio de conciencia tenga repercusión decisiva en el poder político no me parece razonable. Lo ha pedido hasta el Papa de Roma, pero los resultados de su manifiesto-Encíclica de 2015, aun siendo relevantes para muchas personas, son a todas luces insuficientes socialmente y parecen haber abocado a una mayor polarización sobre estos asuntos[8]. Sorprende que D’Alisa y Kallis no hayan tenido en cuenta este fenómeno.
2. Convencer al poder desde dentro
Otra opción planteada es la que denominan estrategia simbiótica. Consiste esta en penetrar en el poder político para intentar convencerlo desde dentro.

Más allá de las conversiones al pragmatismo contemporizador que he ido observando en gentes bien informadas y bienintencionadas que han apostado por esta vía cuando han escalado posiciones, a todo lo que hemos podido aspirar en España ha sido a una Ley de Cambio Climático que no es otra cosa una ley de crecimiento verde, oxímoron donde los haya; en Europa a un Next Generation con ínfulas de Green New Deal pero completamente fake; y en la arena internacional a un Acuerdo de París manifiestamente insuficiente tanto desde la perspectiva científica como política y ahora a una COP-optación y COP-rrupción del propio proceso internacional. Todas estas iniciativas conforman sendas huidas hacia adelante gatopardianas: aparentar que todo cambia para que no cambie nada sustancial. Desde luego el problema de fondo se mantiene intacto, como muestra bien a las claras la evolución de la concentración atmosférica de dióxido de carbono.
Y es que en un entorno económico (y psicológico) capitalista ningún gobierno, llámese socialista u otros eufemismos de marca, puede proponer a la población, y mucho menos al estado profundo, el decrecimiento económico. Ni tan solo anunciar una crisis de crecimiento sin relativizar su importancia y sin apelar en la frase siguiente a la perspectiva de volver a su senda, siquiera a medio o largo plazo, con las medidas que hagan falta, medidas que acabarán siendo digeridas por la población. Realimentación positiva que sería de gran intensidad, profecía autocumplida reforzada donde las haya. He vivido esta situación en 1977,1981, 1992, 2000, 2008, 2010 y ahora tras la pandemia. El motivo es simple: de hacerlo, la inversión se retraería inmediatamente, la banca restringiría fuertemente su crédito y la crisis se agudizaría todavía más, y mucho más deprisa. El sistema financiero no tiene sentido sin la posibilidad de que se le devuelva el crédito con intereses.
Hay que mantener la esperanza (económica), la ilusión, la fe en el sistema a toda costa, contra toda evidencia. Hay que simular que no pasa nada – o por lo menos nada especialmente grave – y hacer creer al personal que la recuperación está a la vuelta de la esquina para que, por lo menos el público, mantenga la actividad inversora con sus ahorros personales en ausencia del crédito bancario que, en todo caso, resulta menguado. En esta ocasión el poder seguirá, ya está siguiendo, este mismo patrón, y ello a pesar de la gran cantidad de señales que se agolpan, de origen multifactorial pero con un denominador común: la disponibilidad de energía neta está ya en claro retroceso.
¿Qué opciones tiene la política ante estas restricciones innegociables que nos impone la naturaleza? Sabemos que las medidas incrementales han dejado de ser suficientes desde hace mucho tiempo. En relación a otras más drásticas, hagamos un poco de política-ficción.
Política-ficción
En teoría, una opción radical al alcance del estado podría dar lugar una situación extrema en la que los gobiernos del mundo decretaran un paro general, tipo confinamiento pandémico, garantizando la pervivencia simplificada de algunos sectores considerados esenciales como la alimentación (sin tanto envoltorio). La interacción social presencial si debería sería permitida, si bien los viajes quedarían severamente limitados, desde luego el uso del vehículo particular y los de muy larga distancia en cualquier medio. En definitiva, un racionamiento energético explícito y lo más igualitario posible.
Desde luego esto se haría bajo el civilizado lema de preservar el planeta y la democracia, pero nada garantizaría lo primero ni mucho menos lo segundo. Dudo incluso del éxito en el mantenimiento de los suministros esenciales – por lo menos según los tenemos entendidos hoy en el denominado primer mundo – en la medida de que han alcanzado un grado tal de complejidad en sus tecnologías y procesos que no veo cómo podrían garantizarse en un entorno de disponibilidad energética limitada sin que ello supusiera en la práctica relajaciones de esa nueva normalidad que la hicieran inoperativa de cara al objetivo deseado. Y con respecto a lo segundo dudo mucho que no acabara derivando en un auténtico ecofascismo duro, sangriento – si es que esa situación no pudiera considerarse ya directamente una forma de fascismo siquiera medido en la intensidad de la propaganda que habría que desplegar.
No voy a insistir mucho en esta simulación porque tampoco creo que fuera a funcionar. Una cosa es asumir un confinamiento temporal para proteger la salud, y otra perder indefinidamente perspectivas vitales asumidas para salvar el planeta sin una perspectiva clara ni una cosmovisión funcional alternativa. Y ello sin mencionar el negacionismo recalcitrante y la ultraderecha sociológica en ascenso. La insurrección social podría llevar primero al ecofascismo, para perder a continuación el prefijo y la vergüenza derivando en eugenesias de distinto pelaje. O, acabáramos, en un retorno al status quo actual.
De modo que por ahí tampoco. NI por lo físico ni por lo político-social. Los esfuerzos por la vía simbiótica pueden no ser del todo inútiles. Algunos intentos son encomiables de cara a cierta concienciación pública, pero no para esperar resultado concreto alguno ni mucho menos solución al problema sistémico.
3. Sublevación

Otra opción (3) es hacer la revolución, sublevarse, tomar el poder. Dado que hay ciertos métodos que, por varios motivos, no queremos emplear activamente, a los partidarios de esta vía siempre les pregunto cuántos manifestantes quiere usted ver en la calle, y durante cuánto tiempo, para que una revolución sea posible.
La Revolución Catalana de 2017 llevaba unos cuantos años organizando anualmente manifestaciones festivas con alrededor del 20% de la población movilizada, lo que las convirtió en las mayores manifestaciones como mínimo desde la Segunda Guerra Mundial, por lo menos en Europa.
A pesar de que todos llevábamos ya un competente espía en el bolsillo, todo ello culminó en la organización de un referéndum que solo pudo ser desautorizado a base de hostias para todas las edades unidas a una fuerte diplomacia económica internacional por parte el estado. La inmensa mayoría vivimos todo aquello como un hartazgo del estado dominante (en ningún caso de sus pobladores como asegura la propaganda) al que creímos haberle dado todas las oportunidades de diálogo, y como un ejemplo maravilloso de auto-organización popular inclusiva, que desbordó por unos días a todos los poderes.

A lo que voy es a poner de manifiesto con un ejemplo reciente que el poder – no solo los gobiernos – ayudado por los avances en psicología de masas, tiene muy buen tomada la medida a los movimientos sociales, y sabe muy bien cómo combatir este tipo de afrentas. Pues lo que quiero destacar es que, en la práctica, nada cambió. De hecho, ha ido a peor. Los medios mintieron a todo tren por acción y por omisión, siguen haciéndolo y se encargan ahora de demonizar y perseguir por todos las vías, legales o no, una sublevación popular ejemplar y, con la colaboración de una judicatura servil convertida en ejército soft, se dedican ahora sigilosamente a provocar la ruina y muerte civil de los protagonistas que no se rindieron y de los miles de actores que tuvieron alguna participación a cualquier nivel. Ese movimiento popular está desde entonces sometido a un redoble en sus campañas de acoso y desprestigio, y de miedo, con mentiras flagrantes e informes inventados en una impúdica exhibición de lawfare. Y no pasa nada.
Volviendo a nuestro caso tengo para mí que, por las razones ejemplificadas y al menos por ahora, es este un camino sin recorrido. Y dado que nuestras energías son cada vez más escasas porque van a suceder cada vez menos cosas, conviene afinar más el tiro: el margen de error es cada vez más reducido.
¿Quiere esto decir que el activismo debe abandonar las calles? ¡De ninguna manera! La calle es muy importante para encontrarse, crear comunidad, decirle al mundo que aquí estamos y que no nos rendimos ni al negacionismo ni al nihilismo. Y para mirarnos a los ojos y reconocernos en el amor entre nosotros, a la vida y a la construcción del futuro.
Resumiendo hasta aquí. ¿Es inútil preparar la revolución? Creo que hoy por hoy sí. ¿Es inútil la estrategia gramsciana? En absoluto, es más necesaria que nunca. Pero no es posible contar con alcanzar por esa vía una hegemonía cultural a corto plazo. ¿Es inútil la estrategia simbiótica? No, pero no se llegarán a conseguir nunca mayorías democráticas nacionales transformadoras del nivel que la situación requiere ni a influir significativamente en las existentes. De ocurrir (de nuevo política ficción), el sistema internacional lo impediría.
Sin embargo, esta estrategia puede ser útil para intentar facilitar el levantamiento de las múltiples barreras legales y administrativas que limitan hoy el desarrollo de la vía intersticial. Que es la que queda por mencionar de entre las posibilidades apuntadas por D’Alisa y Kallis. A la que me adscribo, y que desarrollaré en la próxima entrada.
Ineficiencia COP-optada (3/3): Trabajo intersticial de supervivencia creativa
26/11/2021 por Ferran Puig Vilar
Crisis energética, crisis climática, crisis de alimentos: la tormenta perfecta que ya no es coyuntural.
En la entrada anterior examinamos tres estrategias de presión al estado de cara a la promoción de políticas de decrecimiento gestionado, concluyendo en la pobre incidencia que irían a conseguir. Pero queda una por mencionar, que es a la que me adscribo y que describiré brevemente tras una introducción.
Las dificultades del activismo climático
En todas las movilizaciones del celebrado activismo climático de los últimos años he ido encontrando un elemento común que me ha acabado perturbado, un déficit que las convierte en poco influyentes y que supone, a mi modo de ver, la debilidad principal del movimiento: nadie sabe lo que habría que hacer exactamente. La unidad se produce alrededor del diagnóstico (solo climático) y del miedo consiguiente, en particular por parte de los más jóvenes. Estos prevén un futuro en el que la casa se les irá cayendo encima mientras están estudiando o trabajando en disciplinas, profesiones u oficios contenidos en un marco cognitivo según el cual el edificio es estable y podrán conseguir, o tendrán la posibilidad de poner a su alcance, los bienes materiales que anhelan para proseguir su tarea o que desean para sí. No encuentran sentido a esta situación y se rebelan furiosamente contra ella, por ahora con amor. Piden entonces que los gobiernos actúen (¡act now!), aunque no señalan dirección común ni concreta alguna más allá de que hay que reducir las emisiones.
Pero no dicen cómo hay que hacer tal cosa. Delegan en los gobernantes la forma de hacerlo mientras siguen creyendo (desacertadamente) que la conversión del sistema eléctrico a energías renovables constituye, por lo menos, buena parte de la solución. En todo caso en este entorno activista encontramos un amplio abanico que va desde las personas que son perfectamente conscientes de la dificultad del empeño y de la gravedad de la situación hasta gentes que no están dispuestas a dejar de viajar en avión cuando les plazca, o poco menos.

Ocurre que hemos sido inducidos a creer en un excepcionalismo y, peor, exencionalismo(1) humano que nos lleva a creer que todo problema tiene solución, y a considerar que si no se pone en práctica hay que buscar la causa en intereses particulares o empresariales, en un desarrollo insuficiente de la tecnología o porque no hay voluntad o coraje político suficiente. O que el problema es la organización social. O el sistema económico. O todo a la vez. Situaciones, todas ellas, que en la historia reciente se han ido abordando mediante aumentos de la complejidad técnica o social, sin caer en la cuenta de que hoy, en las nuevas circunstancias de declive energético y salvo pequeños ajustes de corto recorrido, esto ya no es posible.
Dado que percibo que muchos activistas climáticos no son del todo conscientes de la crisis energética concomitante, insisto de nuevo: si intentamos atenuar el problema climático empeoramos el energético; si nos aferramos a la máxima energía que podamos conseguir, el sistema climático quedaría (todavía más) fuera de control. Encima, ambas crisis llevan consigo dificultades muy serias en la disponibilidad alimentaria.
Con la información contrastada que hoy tenemos, seguir creyendo que podemos cambiar la fuente de energía y mantener a la vez una red eléctrica sin racionamiento sin interrupciones, y todo ello sin emisiones, es una quimera. También lo es pretender la transformación de la movilidad a vehículos eléctricos o a base de hidrógeno, y creer además que todo esto es limpio. Y creer ahora que dedicarnos a quemar leña como sustituto es inocuo y sostenible, todo ello ha dejado de ser una ingenuidad para pasar a ser, directamente, negacionismo. Por otra parte, si intentamos abordar el problema climático por la vía de evitar las emisiones, empeoraremos el problema energético. Y entonces hay que tener claro que el coste en vidas humanas sería, en las condiciones sistémicas actuales, totalmente inasumible.
Así pues, ante la imposibilidad de resolver un problema sin crear otro igualmente existencial teniendo como requisito no olvidar un tercero – la alimentación – el activismo climático actual simplifica el problema y delega en los poderes públicos la solución en términos de reducción de emisiones o de presupuesto de carbono. Eso sí es reduccionismo.
Pero los poderes que supuestamente deberían solucionar todo esto están presos tanto por sus intereses consuetudinarios sino, en mucha mayor medida paralizante, por la misma prisión cognoscitiva y conceptual que todos nosotros. En este marco no pueden, ni política ni físicamente, abordar el problema de otra forma que no sea ir aguantando el día a día, acogerse como mucho a los tratados internacionales o acuerdos supranacionales como excusa y mantener el discurso público de que saldremos de ésta. De muchos de ellos no voy a negar su buena fe, por desconocimiento de la magnitud y dificultades de la empresa en unos casos o confiando en que algún demiurgo pondrá a disposición de la humanidad una solución a tiempo. Por cierto que este es el ADN de los educados en la economía ortodoxa, que es la profesión dominante en los ámbitos de poder. Pero muchos no reparan en que las leyes de la física no son negociables con nadie, y en que la ciencia no solo nos informa sobre lo que es posible sino, especialmente, de lo que es imposible.
Por lo demás, cognoscitivamente es imperativo darse cuenta cabal de que un entorno de decrecimiento/colapso – en cuya primera fase estamos ya inmersos – es algo muy distinto de uno con disponibilidad energética creciente y estabilidad climática, donde siempre parece que las dificultades personales, familiares o sociales van a ser resueltas tarde o temprano bien por la tecnología, por el mercado, por los gobiernos o por el sursuncorda. Y que un entorno de cambio climático con fenómenos catastróficos cada vez más frecuentes, intensos y duraderos es muy distinto a una situación de relativa estabilidad climática. A las ocasionales tormentas de otoño y otras catástrofes ocasionales ya se les tenía la medida tomada y era asumida por el sistema y por los estados por la vía de los sistemas de aseguramiento el primero y la declaración de zona catastrófica los segundos. Todo ello iba seguido de una restauración que podía incluso mejorar la situación previa. Pero ahora no solo por su mayor impacto, sino por una energía (y por tanto dinero: la energía es la auténtica moneda fuerte) cada vez más escasa, los estados tendrán cada vez menos posibilidades para responder de esta forma hasta ahora habitual. Y no digamos las compañías de seguros.
Todo lo anterior explica, a mi entender, las contradicciones y la desorientación del movimiento activismo climático y, por ende, su falta de eficacia. Pero no por empujar más fuerte la misma montaña ésta va a ceder en su posición.
Plantear correctamente el problema
En estas condiciones creo que el problema climático está mal planteado incluso en el caso de que el activismo osara presentar sendas concretas, cosa que por lo demás alguna ONG ha intentado ocasionalmente, por cierto con desbarres muy sonoros(9).

Cuando la experiencia nos demuestra la baja o nula eficacia de los esfuerzos, en lugar de presionar a los gobiernos para que reduzcan las emisiones al nivel requerido con un mínimo de incomodidades para la población – problema que no tiene solución – habría que preguntarse qué podría hacer la población para salirse del marco cognitivo que nos ha llevado hasta aquí y que impide que el problema se aborde adecuadamente. Creo que por ahí estaremos mucho más cerca del principio del abordaje correcto.
Porque no estamos frente a ninguna encrucijada. Estamos al final de un camino, el camino del progreso tal como lo teníamos entendido hasta ahora. Progreso por cierto reducido ya, desde hace muchas décadas, a un avance en la complejidad tecnológica que vamos viendo que también, con toda probabilidad, ha llegado a su límite, a su cénit, a su pico. Pues complejidad y disponibilidad energética van siempre de la mano.
Anclaje cognitivo y vía de escape
Nótese, y es muy importante reparar en ello, que nuestra cosmovisión, nuestro hábito mental acerca de las soluciones por la vía del aumento de la complejidad tiene casi tres siglos de historia, y que la presuposición de que el clima es virtualmente estable tiene muchos milenios detrás. Solo por esta última razón ya convendría reexaminar muchas ideas y prejuicios. Pero por las dos a la vez, condiciones de posibilidad hasta hora fijas pero que han dejado de existir como tales, un gran número de ellas deja de tener validez en la nueva situación. Entretanto, la inercia cultural impida su evolución transformadora a la velocidad de cambio que el reto requiere.
Démonos cuenta además de que la gran mayoría de desarrollos intelectuales del pasado – reciente o no – cosmovisiones, filosofías, valores o ideologías políticas enteras fueron desarrollados en un marco físico de crecimiento energético por una parte y de una estabilidad climática dada por supuesta por otra. Y todas basadas en un marco cognitivo basado en la separación entre nosotros y el resto del mundo.
Es bien comprensible que tengamos dificultades para pensar de otra manera.
¿Cómo se sale de aquí? Solo hay una vía. Cuando un problema no tiene solución bajo un sistema de referencia no hay más remedio que desbordarlo mediante la adición creativa de nuevas dimensiones.
Y es aquí donde entra en juego la filosofía. Me acojo en este sentido a las reflexiones al respecto de la filósofa francesa, mística cristiana y activista social Simone Weil, quien en su demasiado corta vida planteó este tipo de situaciones a principios del siglo XX, del siguiente modo:
“Cuando algo parece imposible de obtener, se hagan los esfuerzos que se hagan, significa que se ha llegado a un límite infranqueable en ese plano, e indica la necesidad de un cambio de plano, de una ruptura del techo. Esforzarse hasta el agotamiento en ese plano, degrada. Más vale aceptar el límite, contemplarlo y saborear toda su amargura.”[10]
Romper el techo. A esta misma categoría cabe también incluir ciertas astucias matemáticas bien conocidas en las ciencias físicas y la ingeniería: los ejemplos de la teoría de cuerdas o de las funciones de variable compleja acuden ahora a mi mente como casos en los que se añaden dimensiones y se obtienen conclusiones perfectamente válidas y verificables. La fábula del camello número 18[11] es también instructiva al respecto. Veremos más adelante cómo podemos implementar esta idea.
La gravedad, la inminencia
Todo esto en el plano cognitivo. En el plano fenomenológico vamos contemplando cómo las costuras se están desgarrando ya: el sistema ira cayendo por su propio peso, no sin dar algunos bandazos. Ningún sistema que pide cada vez mayor potencia puede funcionar con su fuente de alimentación deteriorada. Ya puestos, que se derrumbe cuanto antes, pues cuanto más tarde en hacerlo el sufrimiento será mayor y los supervivientes se encontrarán con un planeta todavía más devastado, con una capacidad de carga mucho menor y, por tanto, con mayores dificultades para la propia supervivencia. “Collapse now and avoid the rush”(2), titulaba ya en 2012 uno de sus libros el prolífico ecofilósofo John Michael Greer, resistente archidruida. Colapsemos ahora quienes podamos para intentar evitar la barbarie, puntualizo yo ahora.
Todo apunta a que, más pronto que tarde, ni el mercado ni el Estado podrán garantizar ya de forma general los servicios prometidos por el progreso que suponemos derechos irreversibles – por escasos que ahora nos parezcan – en educación, salud, pensiones y dependencia, y ya veremos hasta qué punto podrá cumplir mínimos en alimentación, en energía o en orden público y defensa (ver “fases del colapso” aquí).
Las señales se agolpan. Por ejemplo: ¿hay algo más preocupante que el posible cierre permanente de fábricas de fertilizantes nitrogenados? Recordemos de pasada que el sistema alimentario industrial actual, del que se nutren las sociedades desarrolladas como la nuestra, es de las cosas más irracionales que hemos creado en los últimos años. Tenemos ahora un sistema que convierte combustibles fósiles en alimentos, y además con un rendimiento muy escaso. Somos detritívoros, como argumenta Manuel Casal[12]. ¿Ha visto lo que ha ocurrido en Vancouver? Todo inundado y helado, previsiblemente hasta la primavera.

En cuanto a la energía, y más allá de que lleven perdiendo dinero a espuertas desde principios de la pasada década (ver figura), que debe estar aproximándose al billón de dólares ¿ha sido usted informado de las recientes quiebras de muchas empresas energéticas, que ni los bancos pueden ya sostener para no verse arrastrados a la misma suerte o provocar una inflación galopante? ¿Sabe usted que llevan más de un lustro con la inversión en exploración de nuevos yacimientos prácticamente paralizada? El caso de Repsol, que ha anunciado el abandono del petróleo, es muy gráfico y cercano. ¿Sabe usted del racionamiento de diésel en China y de los problemas energéticos de los Estados Unidos? ¿De las dificultades para conseguir carbón por parte de aquellos países, como China, Alemania y España, que han decidido reactivar sus mayores centrales?
Sin duda ha oído usted hablar de la crisis de los microchips, de las fábricas de automóviles que cierran por esta causa, dicen que temporalmente. Más allá de la excusas coyunturales por la falta de agua ¿no le parece elocuente que sean precisamente esos inauditos componentes, paradigma de la complejidad técnica – y de la social asociada – una de las primeras cosas en fallar? ¿Sabe usted que Internet puede fallar en cualquier momento? ¿Cree usted que las dificultades de suministro de gas en toda Europa son debidas únicamente a razones geopolíticas, como pretende el discurso mediático? ¿A la salida de la pandemia? ¡Ca! Por favor, contemple la realidad en su conjunto, ate cabos y no se deje confundir.
¡El fin del mundo!
Lo que se acerca, lo que ya tenemos prácticamente encima, el colapso más o menos agudo[13], no tiene por qué ser el fin del mundo. Pero desde luego es el fin de un mundo. Del mundo tal como lo conocemos. Es un cambio de época, una nueva axialidad[[14] histórica que llevará condigo un cambio cosmológico, de paradigma, una mutación metafísica de la conciencia[15]. Estamos asistiendo en directo al fin de la civilización[16], lo cual propongo que sea visto como un cierto privilegio vital, siquiera en términos de asistir a la oportunidad de crear otra mucho mejor.
Un mundo de arrogancia antropocéntrica adolescente está a punto de finalizar, y es preciso ponerse ya a la labor de construir uno nuevo mucho más adaptado a los límites – también a los humanos y sociales[17] – y en conexión consciente e interrelacionada con el resto de la realidad, material y espiritual, de la que dependemos. Una realidad en la que somos copartícipes y no seres separados oteando desde una atalaya de superioridad. Quienes somos conscientes de ello tenemos la obligación, el imperativo categórico, de contribuir a crearlo, a darle forma y contenido, a co-crearla.
Los últimos años de mi viaje intelectual – que se inició con la revelación prácticamente súbita un 15 de agosto de la magnitud del peligro del cambio climático a principios de los 2000 y del energético a mitades de los 2010 – me han llevado a la convicción de que el marco cognitivo, la cosmovisión moderna no solo ha alcanzado sus propios límites, sino que constituye precisamente la auténtica raíz de los problemas civilizatorios que nos aquejan. Y así, agotado de haberme convertido en el profeta del desastre, he sentido la necesidad, la pulsión íntima, de resultar más propositivo, lo que me ha llevado al atrevimiento primerizo de sugerir una (re)construcción de una nueva forma de contemplar el mundo, de relacionarnos con él. De amarlo, de amarnos.
En el proceso es menester generar una redefinición de la idea de progreso, proponiendo una nueva cosmovisión que ofrezca un sentido a la existencia mucho más adaptado a la humilde condición humana, y adaptado desde luego a las nuevas condiciones que nos está tocando vivir, a un futuro siempre cambiante de disminución energética (que puede ser brusca) e inestabilidad climática creciente. Y a lo que seamos capaces de anticipar que llegará.
En pocas palabras, a convertirnos en adultos.
4. Salirse
Como señalaban acertadamente Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes en el segundo volumen de su obra magna “La espiral de la energía”, las grandes ciudades no podrán mantener su metabolismo al nivel actual (ni mucho menos), lo que provocará su abandono más o menos súbito[18] a la búsqueda de supervivencia en el campo. Como ha ocurrido en Detroit pero de forma ahora generalizada y esperemos que sucesiva. Esto va a ocurrir. Tardará más o menos, pero ocurrirá indefectiblemente a no mucho tardar, y confiemos en poder evitar las estampidas.

Se trata pues de anticiparse, y de hacerlo creativamente. Todos los estudios confiables – sin excepción – sobre cómo sobrellevar la que se nos viene encima tienen un denominador común: la respuesta reside geográficamente en lo local y socialmente en distintas formas de comunitarismo, colaboración y ayuda mutua[3]. Y podemos hacerlo bajo el sabio criterio práctico de que, en cada eslabón de la caída, conviene ir instalándose sucesivamente en la condición que sea razonable prever como plausible en la siguiente.
En la medida de que las vagas promesas del progreso solo se han cumplido en lo tecnológico y no en lo humano, y que los problemas de suministro pueden ser inminentes, queda una posibilidad para redefinir la idea de progreso y, al mismo tiempo procurar sobrevivir: salirse del sistema. Entre las cuatro opciones de intervención política planteadas por Giacomo D’Alisa y Giorgos Kallis me detendré hoy en esta, que denominan estrategia intersticial. Se trata de aprovechar los intersticios actuales del sistema y los huecos que vaya creando en su descenso, para situarnos fuera del estado[19] con la idea de ejercer presión creciente a medida que estas iniciativas van tomando cuerpo.
Acción intersticial, pero con sentido
Entiendo pues que es necesario y urgente irse organizando – auto-organizarse – todo lo que nos sea posible fuera del mercado, sea éste de productos, de servicios o de comercio de personas (mercado laboral). Es preciso constituirse en comunidades rurales autosuficientes que no dependan para nada del exterior, como mínimo en alimentación. Tampoco en energía, pero con el objetivo permanente de ir minimizando su producción y consumo mientras la realidad no obligue a ello. Y que hagan lo posible por prepararse para defender esas posiciones de soberanía con todos los medios disponibles, sin ingenuidades. Que sean comunidades auténticamente resilientes(4).
Ello no significa que vayan a vivir aisladas, pues pueden y deben intercambiar organización, experiencias, conocimientos, personas y posibles excedentes con otras comunidades equivalentes mientras puedan aprovechar los (menguantes) recursos comunicativos que vayan quedando y las pandemias por llegar lo permitan. Eventualmente pueden crearse organismos de coordinación y defensa, comenzando por la propia bioregión. Su tamaño debe ser relativamente pequeño (ver nota 3).
Entretanto es imperativo exigir al poder político, mientras exista en su configuración actual, no solo que las dejen en paz, sino que levanten todas las trabas administrativas vigentes y, muy particulrmente, que nos defiendan de las posibles agresiones. El municipalismo tiene aquí una gran responsabilidad.
No es esta la ocasión para profundizar en la (difícil) viabilidad operativa de estas comunidades, que necesariamente constituirán en su conjunto, una vez alcanzada cierta masa crítica en número y diversidad, una ecología cultural con ejercicios de prueba y error de los que ir aprendiendo, como de hecho ya ocurre ahora. He visitado alguna con décadas de existencia, heredera de la Revolución del 68, bajo la inspiración teórica y práctica de Dieter Duhm[20], que parece ser muy funcional y donde lo que más me conmovió fue la expresión de felicidad y mirada límpida de sus moradores. Que lo son de todas las edades, en número de unos 500. A considerar también como ejemplo y contraste la historia de muchas sociedades isleñas y la multiplicidad de comunidades monacales de todo el mundo, algunas con milenios a sus espaldas.
Considero de especial interés tanto práctico como filosófico el contacto con las comunidades indígenas, a las que pertenecen hoy entre 370 y 600 millones de personas distribuidas en 87 países(5) – de las que solo se habla para calificarlas de atrasadas – que gestionan como mínimo la cuarta parte de la superficie terrestre[21] y llevan manteniendo su hábitat, su biodiversidad y la fertilidad de sus suelos desde hace miles de años, en ocasiones decenas de miles, sobreviviendo a cambios climáticos comparables al actual . Son gentes que, viéndolas venir, decidieron no sumarse a nuestra exuberancia suicida. Conviene escucharlas, pero con humildad. Con mucha humildad.
En Europa tenemos más a mano la experiencia de la red de ecoaldeas o la Red de Transición y algunas experiencias de okupación, si bien todas ellas constituyen movimientos precoces que, salvo contadas excepciones, siguen de hecho integrados en el sistema sin haber asumido toda la amplitud del problema y sus consecuencias. Lo mismo aplica al zapatismo o a Marinaleda o al rebelde Kurdistán, este último de la mano de una cosmovisión feminista y no dualista teorizada por Abdullah Öcalan[22]. Las denominadas epistemologías del sur son también de gran interés aunque, como se verá, lo que propongo es de más calado: una transformación ontológica, consciente, del propio ser.
Todos estos ejemplos actuales, y muchos otros históricos, constituyen polos de atracción, iniciativas no necesariamente a imitar sino para ser analizadas, dejarse aconsejar y aprender de ellas adaptando lo que se considere válido a la nueva condición. Creo además que hay poca literatura rigurosa al respecto, y que convendría estimularla mientras todavía sea posible.
Por lo demás esta senda, que puede sonar radical a muchos e ingenua y poco combativa a otros, no constituye solución milagrosa alguna y es de todo menos fácil. Requiere mucha determinación y coraje. De ser ciertas las consideraciones del capítulo anterior, es la única posible y, bien llevada, la única que permite el tránsito a una reconsideración cosmológica creativa, ilusionante. La única que une en la misma acción la maximización práctica de las probabilidades de supervivencia con la recuperación del sentido de la vida y de aportación renovada al acervo humano y gaiano. Pues una vez los planteamientos reduccionistas del progreso en su actual concepción han dejado de ser convincentes para muchos, decepcionantes para otros y, en cualquier circunstancia, imposibles para el mundo físico y vital, estamos en condiciones de darnos cuenta del fondo real, de la causa primigenia de la crisis que vivimos: una crisis de sentido.
Somos mucho más que nuestros miedos(6)

Propongo pues recuperarlo mediante una suerte de avance antropológico consciente, un primer paso hacia la madurez de una especie que decide dejarse ya de tonterías y hacerse mayor de una vez. Hasta aquí hemos transitado de la información al conocimiento. ¿No le apetece intentar el salto a la sabiduría? ¿Pasar de la colapsología a la colapsosofía[23] activa?
Sin embargo, hay que ser bien conscientes de que el tránsito a este crecimiento interior, por mucha determinación y coraje que requiera, es un camino psicológicamente duro que no está exento de momentos de desánimo e incluso depresión con tentaciones de abandono. Pero para eso está la ayuda mutua – el factor evolutivo esencial[24] descrito por el príncipe ruso Kropotkin ya en 1902 -, la empatía, las redes de apoyo que cada comunidad debe establecer.
Todos los finales de civilización han conocido este proceso de re-ruralización y comunitarismo de quienes percibían su colapso y veían amenazadas sus perspectivas vitales o su propia vida. Estas comunidades intencionales tienen muchas debilidades, y a menudo son de corta duración, máxime si solo tienen un objetivo, como pueda ser la supervivencia. Con más motivo por cuanto un cambio de vida tan abrupto puede provocar que muchos, atrapados todavía en la prisión cognitiva previa – o en tránsito – consideren, siquiera inicialmente, que los cambios lo son a peor, creándose así tensiones a menudo insuperables. Si las ha promovido un líder entran en decepción cuando el paso del tiempo lo descubre como alguien con tantas virtudes y defectos como el común de los mortales. En las comunidades más pobladas son típicos los conflictos de poder.
Pero puesto que se trata de un cambio de conciencia, de renovación de valores previamente imbuidos, nada mejor que su práctica real para ir asumiendo los nuevos, mejorándolos y apreciándolos, pues el camino entre los valores y su práctica es, afortunadamente, de doble dirección. La experiencia muestra que se realimentan mutuamente, lo que resulta comprensible cuando nos damos cuenta de que estamos pretendiendo recuperar valores atávicos, universales antropológicos como la verdad, la bondad, la belleza, la vida, la armonía, la equidad… El mundo, a pesar de las apariencias culturalmente inducidas, no ha sido tradicionalmente una selva donde luchar, “rojo en dientes y garras”(7).
La condición humana no es intrínsecamente mala, egoísta ni necesariamente egocéntrica, como nos han hecho creer – por lo menos desde Hobbes – hasta el extremo de que muchas epistemologías positivistas toman esta presuposición como punto de partida. El ser humano solo se degrada cuando su perspectiva vital resulta empequeñecida y los estímulos exteriores a los que está sometido le inducen a ello. Pero entonces enferma personal y socialmente. Desde luego el mal existe, hay que confrontarlo y defenderse de él. Pero la gran mayoría de las personas saben (casi siempre) reconocerlo y autocontenerse. “Limitarse para dejar existir al otro”, como insiste Jorge Riechmann[25]. A este respecto afirma el antropólogo Pablo Herreros Ubalde:
“No dejemos que un puñado de indeseables nos impida ver los actos más bellos y nobles que forman parte nosotros desde hace millones de años. La mirada centrada en lo negativo, esto es, pesimista respecto a la verdadera naturaleza de nuestra especie, además de ser errónea, nos impide ser felices y acudir de nuevo a la que fue, es y será siempre la llave para nuestra supervivencia: la cooperación y la ayuda mutua.”[26]
Recuperar el cultivo del espíritu y el sentido de lo sagrado
Hay que dejarse aconsejar por las comunidades vigentes e históricas también, y por encima de todo, espiritualmente. Con una cosmovisión de procedencia solo materialista, y sin un cultivo del espíritu en comunidad que permita un crecimiento, ahora interior – que genere vínculos por la vía de cosmovisiones compartidas, y no solo de ideologías o sensibilidades – no hay salida, no hay comunidad ni movimiento que consiga mantenerse.
Algunos analistas aseguran, con razón a mi modo actual de ver, que el movimiento ecologista surgido en los años 70 fracasó en sus objetivos precisamente por orillar este componente y centrarse solo en lo político, en lo ecosocialista. Lo espiritual, de estar presente, se manifestaba y se manifiesta en un amor difuso por la naturaleza viviente y los paisajes maravillosos, pero demasiado a menudo reducidos a su belleza extrínseca y desprovistos de su amplitud, su profundidad, sus señales, su misterio intrínseco. En otros ámbitos quedó reducido a un mero conservacionismo, con o sin tintes utilitaristas. O a unos ecosistemas formulados solo matemáticamente. O a una Gaia académicamente aceptada solo en términos cibernéticos (y lo que le costó), cuyas implicaciones espirituales no han prosperado en la práctica mucho más allá de la simplicidad New Age.
Nada de todo esto es incierto ni absurdo, pues conduce a una ampliación de la sensibilidad y del conocimiento que, desde luego, contiene un componente espiritual inherente y generan cierto sentido vital en el mundo en que vivimos. Pero en estas condiciones, por muy preciosa que sea una orquídea, nos cautive el comportamiento de muchos animales o algunos nos extasiemos momentáneamente ante la belleza de ciertas ecuaciones, el vínculo será poco consistente y efímero. Seguiremos presos del desencanto del mundo, en feliz expresión de Max Weber[27].
Fue precisamente esta liviandad espiritual la que motivó el nacimiento de la corriente de la Ecología Profunda en los años 80. Arne Naess, George Sessions, Gary Snyder, George Sessions y muchos otros intentaron cubrir el vacío adoptando para ello perspectivas renovadas de inspiración animista y conexiones con la naturaleza de profunda intimación. Pero fue denostado tan pronto surgió (años 80) por derechas e izquierdas[28], y poco después combatido mediante el denominado movimiento Bright Green[29], de ínfulas ecomodernistas y aceleracionistas y aires, una vez más, New Age.
Por tanto por favor no me malinterprete. En ningún caso me estoy refiriendo a establecer comunidades ingenuas de este tipo o similar. Demasiado a menudo se reducen a refugios de escapismo místico naïf donde reina la sinrazón militante, la inacción colectiva y el conformismo anestesiante. Desde luego no excluyo la contemplación y la misticidad siempre que no sean sustitutos, sino los complementos enriquecedores que pueden ser, de la acción consciente, decidida, alegre y responsable. Hemos estado apuntando tan arriba, creyéndonos dioses, que hemos perdido el contacto con el suelo, con la Tierra – lo que Yayo Herrero denomina el “síndrome del astronauta”[30] – y ahora la caída será muy dura. No cometamos el mismo error por otro camino. En todo caso la diversidad será siempre bienvenida en la medida de que permita ir generando lo que he calificado de ecología cultural y facilitando el aprendizaje cruzado y la evolución del conjunto.
Se trata, en lo material y operativo, de comenzar a poner en práctica desde ahora mismo lo que Ted Trainer y Samuel Alexander llevan algunos años teorizando: la vía de la simplicidad[31], liquidadas por los golpistas durante la guerra civil española. ¿Anarquismo? Llámelo como quiera. Como ve, no estoy planteando solo una respuesta política[32] sino, principalmente, una renovación de la cosmovisión, una nueva percepción de la realidad que, con el tiempo, podrá irse concretando en formas de organización diversas. Pero ahora hay que empezar por aquí.
Así pues, abogo por una nueva cosmovisión alejada de la modernidad dualista y escindidora del ser, que nos aprisiona en el ego. Por un cambio cultural radical, una conversión, una metanoia, una ampliación de la conciencia. Un pensar distinto, el inicio de un camino hacia un sentir distinto (o viceversa). Ampliación cognitiva que solo puede comenzar por un (difícil) cambio de conciencia personal, una transformación y un crecimiento interior junto a otros, una nueva forma de estar y de relacionarse con el mundo que posibilite el derrumbe progresivo del principal mito disociador de la modernidad: la división ontológica entre el ser humano y el resto de la naturaleza (en sentido lato). Hay mucho más recorrido en la percepción, el sentimiento si usted quiere, de conexión, de pertenencia, de reverencia por la vida, de unicidad de la existencia. Todo esto no se educa. Si acaso, se ayuda a despertar.
De modo que nada de vuelta a las cavernas ni bobadas por el estilo, pues es mucho lo que hemos aprendido y que debemos poner en valor – eso sí, selectivamente. Pero ahora desmercantilizando y desmaterializando, dejando la ética utilitarista muy en segundo plano, abandonando el mercado regulador como criterio dominante y abrazando una nueva manera no dual de contemplar la realidad. Por cierto por lo menos tan ilustrada como la vigente, pero que, por haber permanecido en muy segundo plano, es muy poco conocida y requiere más desarrollo.
Otra ilustración fue posible

Esta bifurcación naturaleza-cultura viene de muy lejos. Está vigente en la filosofía de Occidente desde hace más de 25 siglos. Tomó velocidad en la tardía edad media con Petrarca y Pico della Mirandola y el surgimiento del humanismo, aunque todavía por entonces la idea de Madre Tierra se mantenía vigente[33]. Pero esa bifurcación no mostró en sus inicios una separación ontológica tan radical como la que más adelante abrazó, posibilitando a partir de ahí la denominada “angustia cartesiana”. Pero que adquirió especial ímpetu totalizante cuando, a caballo entre los siglos XVII y XVIII, fracasó una de las corrientes de la Ilustración en sus inicios británicos: la denominada “Ilustración Radical”.
La historia quiso optar por una cosmología dualista-mecanicista cartesiana y newtoniana, teísta y determinista, masculinizante, dominadora, impulsada por Francis Bacon – más resultona en lo material a corto plazo – que está en la base de todas las ideologías del mercado ideológico y político vigente y, por tanto, ninguna nos sirve a día de hoy. Mark Hathaway y Leonardo Boff denominan monocultivo de la mente[34] Boaventura de Sousa Santos “western cognitive empire”[35] a esta forma de entender el mundo de la que muy pocos somos explícitamente conscientes. Y si alguna vez lo somos la damos por buena, por útil, incluso la encontramos autoevidente sin mayor reflexión, pero sin nada esencial que nos lleve a pensar que así es. Es una cosmovisión educada, inducida, imbuida. Herbert Marcuse se refería en los años 50 a la llegada del hombre unidimensional[36]. Le ruego que reflexione sobre esto.

En cambio, otra Ilustración podría haber sido posible, cosmovisión que el romanticismo intentó reavivar muchas décadas más tarde. Era la de Giordano Bruno, Baruch Spinoza y John Toland, de orientación más deísta, panteísta (en sus diversas variantes, panenteísmo incluido), organicista y vitalista. Republicana y antimonárquica, con la inclusión del ser humano en la naturaleza como copartícipe en tanto que punto de partida[37]. Ese debería ser el nuestro.
Respecto al romanticismo: ¿será atribuible a la casualidad la aparición en ese marco de genios como Goethe, Schelling, Beethoven o William Blake, junto a distintos precursores[38] de la teoría de la evolución de Darwin (pero críticos con la selección natural generalizada)? Por otra parte algunos autores, con los que coincido en tanto que coetáneo algo tardío, afirman que restos del romanticismo estaban todavía presentes en lo que consideran su punto final: la Revolución del 68(8). Ahí donde convergen la mirada holística que llevó al desarrollo del pensamiento sistémico condensado alrededor de las conferencia Macy, con Ludwig von Bertalanffy seguido de Francisco Varela y Humberto Maturana en la nueva biología y las ciencias cognitivas que se unieron a Lynn Margulis, James Lovelock, Gregory Bateson y Fritjof Capra y muchos otros agrupados por William Irwin Thompson en la Lindisfarne Association, desarrollando nuevas ciencias de la vida y la autopoiesis con perspectiva gaiana y los inicios de la ciencia con conciencia[39] que, inspirada en Goethe, propugnaba David C. Orr.
Fue el tiempo de The Beatles, Pink Floyd y Fredy Mercury, de Elton John y Simon & Garfunkel, también de Joan Baez, Leonard Cohen, George Brassens y George Moustaki, de Lluís Llach, Maria del Mar Bonet, Luis Eduardo Aute y Joan Manuel Serrat y de tantos otros en la época más densa de creatividad y excelencia musical de la historia. Paco de Lucía, Dalí, Picasso … ¿Fue casualidad? ¿O sería su cosmovisión? ¿No es esto el verdadero, el auténtico progreso? ¿No necesitamos ahora un Romanticismo 2.0, como propone el filósofo alemán Andreas Weber, un Enlivenment?[40]
Concluyendo: la tarea
En la medida que es mi convicción (y la de muchos) que el Titanic ha chocado ya con el gran iceberg, que se está ya inclinando perceptiblemente – mientras unos intentan fijar las sillas de cubierta, otros recolocarlas y otros, en fin, tocan el violín – propongo que nos dediquemos, desde ahora mismo, a organizar creativamente los botes salvavidas. Este es el reto de nuestro tiempo.
Vivimos inmersos en lo que la filósofa catalana Marina Garcés denomina “condición póstuma”[41], para lo cual solicita la emergencia de una “nueva ilustración radical” como acto de insumisión respecto a los códigos, los mensajes y los argumentos del poder. Considera que la tarea actual del pensamiento crítico consiste precisamente en esta declaración de insumisión a la “ideología póstuma”, y que esta rebelión, si no quiere seguir siendo un acto suicida o autocomplaciente, necesita herramientas para sostener esas posiciones[42]. David C. Korten, exprofesor de la Harvard Business School, aboga asimismo por una nueva ilustración que incluya una espiritualidad inmanente como desarrollo del ser[43].
Sin embargo, con esto no bastaría. Si los consideramos como meras tablas de salvación en lo físico sin una profunda reconversión cognitiva personal y colectiva en la creación de un nuevo sentido vital su recorrido será limitado, su potencial no desarrollado, su existencia efímera. Su defunción, previsible. Ciertamente, hay que sustituir el lema “sálvese quien pueda” con el de “salva cuantos puedas”. Pero esto requiere de esperanza, de responsabilidad y también de alegría, como apunta acertadamente Luis González Reyes. Emplear simultáneamente tres frentes, como apuntan Rob Hopkins y Joanna Macy: la cabeza, el corazón y las manos. Y añado que eso exige trabajar siempre con las dos manos: una para sí, y la otra para los demás.
Este es el reto, y también la nueva esperanza: convertir estos botes en humanamente viables al tiempo que, filosóficamente y en común, les vamos dotamos progresivamente de un sentido vital creciente, enriqueciéndolo y creando un mundo nuevo, más amable y más rico, donde podamos tener tanto tiempo de trabajo como para el juego, la música, la danza, el arte, la sexualidad reposada, para la reflexión y para la contemplación. Para crear, para co-crearnos, para cuidarnos.
Celebremos pues los hitos alcanzados por las posibilidades que nos ha ofrecido el reduccionismo metodológico y la enormidad de la energía fósil a disposición para el avance del conocimiento y del arte. Pero teniendo claro que, deslumbrados como estábamos, no habíamos reparado en los costes a corto plazo y mucho menos en los de largo plazo. Y abracemos, recuperemos y desarrollemos la perspectiva holística, sistémica, vitalista, incluso animista[44] de la realidad, de toda la realidad interrelacionada, interconectada e interdependiente.
Tenemos para ello como herramientas a disposición una suerte de ciencia 2.0 con más de 50 años de recorrido, académicamente aceptada en su mayor parte – o que lo será – que nos sirve tanto de justificación[45] como de inspiración: pensamiento sistémico, no linealidad, indeterminación, sistemas complejos, propiedades y dominios emergentes, no localidad, nuevas ciencias de la vida, ecología integral, ciencias cognitivas, psicología transpersonal, noosfera, Gaia… Y filosofías y perspectivas atemporales como las de Goethe, Friedrich von Schelling, Alfred North Whitehead, Owen Barfield y tantos otros, sensibilidades como las de Alexander von Humboldt o Rachel Carson[46]… La lista sería enorme. Convirtamos esas comunidades en arcas de Noé de todo este conocimiento inestimable, y procuremos, en a medida de nuestras nuevas posibilidades, hacerlas avanzar. Con tiempo, lentamente, reposadamente.

Hay también mucho que desaprender, y mucho más, y tal vez mejor, por reaprender. Descolonicemos nuestra política y nuestro imaginario de un monocultivo impuesto. Asimismo despatriarcalicémonos , y atendamos más a los valores generalmente atribuidos a la condición femenina. Es muy posible, y tal vez necesario, que en este cambio de época las mujeres adquieran un papel decisivo. Transitemos desde una percepción de escasez a una de suficiencia material y de abundancia espiritual. Se trata, en definitiva, de añadir dimensiones a la existencia, de desarrollarlas y de hacerlas crecer.
Percibamos pues la realidad, toda ella, en los términos evolutivos de los que formamos parte, y no como una foto fija a la que aferrarnos mirándola desde afuera. Abandonemos la necesidad de certidumbres de detalle, integrando en el gran conocimiento adquirido también la docta ignorancia[47], reconociendo no solo lo que no sabemos sino lo que sabemos que nunca vamos a saber. Recuperemos y revaloremos saberes y técnicas[48] del pasado, de otras culturas del presente, y desarrollemos otras apropiadas a la nueva realidad cambiante[50]. Consideremos, con Thomas Berry, a la Tierra y a la realidad toda como una comunión de sujetos y no como una colección de objetos. Percibamos la amplitud y profundidad de la tríada evolutiva cosmogenética diferenciación-autopoiesis-comunión planteada por este mismo autor (o autopoiesis-diferenciación-comunión, el orden preferido por Sean Kelly citando a Raimon Panikkar[50]), y reflexionemos acerca de nuestra posición en ella.
Quitémonos las orejeras, percibamos más ancho, más largo y más interiormente; ejerzamos la imaginación creativa. Porque se trata de eso: de crear un nuevo mundo alejado del actual en descomposición. Una nueva cultura, un nuevo mundo más rico, más justo, más profundo, más inmanente y quién sabe si más trascendente.
Afirma Jordi Pigem:
“Si a las distintas variedades de experiencia religiosa se las despoja de lo que tienen de dogmático, sectario o superficial, en muchas de ellas no quedará nada. Lo que quede en el resto, es decir, lo esencial, lo mejor del cristianismo, budismo, hinduismo, taoísmo, etcétera, puede verse como distintas metáforas que con el tiempo se transforman y reescriben, todas ellas válidas mientras no se arroguen la posesión de la Verdad.”[51]
Josep Maria Mallarach nos recuerda a este respecto un elocuente párrafo del preámbulo de la Carta de la Tierra, aprobada por Naciones Unidas en el año 2000:
“El espíritu de solidaridad humana y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.»[52]
Pero ya
El momento es ahora. Hay indicios de que distintos aromas de esta nueva cosmovisión están ya en el ambiente, apuntando a un zeitgeist(10) prometedor.

Percibí con claridad esta espiritualidad en la COP alternativa de Madrid de 2019 expresada desde distintas culturas y con distintas voces de Blockadia, de feminismo, de naturalismo… Ese lazo conductor estaba ahí presente pero, ay, salvo ese foro nada operativo parecía unirlas. También había sido muy evidente, y con mayor profundidad incluso, pocos meses antes durante una visita a la comunidad de Tamera en el Alentejo portugués en ocasión de la conferencia ‘Defend The Sacred: Conference for Global Change Makers’(11) en agosto de 2019 acompañado de la paz e inspiración serena de Marga Mediavilla. Nos encontramos ahí centenares de personas en lo que califiqué como magnífico costado espiritual del Foro de Porto Alegre – sin que pretendiera parecerlo en ningún momento – donde todas las culturas, religiones y cosmovisiones eran bienvenidas y apreciadas. La enorme sala de conferencias, llena a rebosar durante los cuatro días que duró el evento, estaba construida toda ella en madera y recordaba inequívocamente un templo. Junto a las presentaciones, distintos talleres, exquisitamente no invasivos, conseguían hacer aflorar emociones diversas y promover sentimientos de conexión profunda.
Por otra parte, más allá de los convencidos del colapso, a algunos de los cuales esta invitación puede sorprenderles, es posible ya detectar en muchas personas una conciencia difusa de que algo no encaja, de que algo va realmente mal. Que abarcaría mucha más gente(12) de la que tiene conciencia clara del tiempo póstumo descrito por Garcés. La denominada “Gran Dimisión”[53], que muchas personas están ejerciendo ya, puede ser indicativa del principio de una renovación del inconsciente colectivo todavía por cristalizar. La pandemia y la perspectiva de colapso estarían, en este sentido, operando como rito de paso hacia una nueva realidad en proceso de nucleación.
En este punto tengo la convicción de que la teoría Gaia Orgánica de Carlos de Castro puede constituir una buena base para esa religación necesaria[54]. Plantea, en el lenguaje que Occidente valida – el científico – una realidad que muchas cosmovisiones han expresado a lo largo de la historia en términos religiosos o que, simplemente, han vivido como una certeza autoevidente. Creo que esa teoría, que requiere desarrollo y profundización, marca un antes y un después en nuestra concepción del mundo y de la vida, y que es potencialmente nucleadora de una nueva espiritualidad, una re-sacralización, laica si se quiere, pero necesaria para la recuperación del sentido de la vida.

Hemos pues de reconectar con la Tierra, con Gaia – pulsión atávica a reencontrar -, soltar lastre antropocéntrico, reverenciar la vida – toda ella y así también la de los demás seres -, desdualizar nuestra visión del mundo superando la división sujeto-objeto que nos aprisiona el ego y limita y corrompe el amor, y naturaleza-cultura que convierte al resto del mundo en un instrumento a disposición. Por el contrario conviene atribuir, con Henryk Skolimowski, a la Tierra, a Gaia, la condición de templo, de santuario. Un temenos – que en griego significa recinto [cerrado] sagrado[55].
Y también desdualizarnos a nosotros mismos allanando la separación mente-cuerpo, que escinde el ser. Desarrollemos, hagamos crecer esta nueva espiritualidad enriquecedora. Espiritualidad, insisto, que puede ser perfectamente laica, participativa, sin apriorismo[56]. Laica o no, o que se encuentre a mitad de camino entre la religión y la laicidad, que re-ligue y razone al mismo tiempo, que entienda la materia y el espíritu como dos aspectos de una misma realidad. Una espiritualidad inmanente, rica, basada en la belleza, el conocimiento y el amor. ¿Nos vamos preparando?
Pues todo esto es lo que podemos intentar legar a nuestros hijos, a las generaciones venideras: esta es la forma de retomar la ética generacional que resulta de imposible ejercicio desde dentro. También hacia atrás: homenajeando, a la manera de Walter Benjamin, a quienes nos precedieron en estos esfuerzos[57].
“Vivo para conocer, conozco para vivir. Vivo para amar, amo para vivir.”, articuló Edgar Morin[58]. Lo que no amemos no lo vamos a salvar, puntualizó el biólogo Stephen Jay Gould. Esa es la tarea que tenemos por delante.
Nada menos.
[Post dedicado a Jordi Pigem, Jordi Solé, Josep Maria Mallarach, Carlos de Castro y Jorge Riechmann, como agradecimiento por haberme abierto perspectivas cognitivas y vías perceptivas que desconocía]
Notas
[1] Creencia según la cual el ser humano está exento de las leyes de la naturaleza o que puede desbordarlas a voluntad
[2] Colapsemos ahora y evitemos la estampida
[3] Lo local no es necesariamente lo municipal pues, de hecho, el tamaño óptimo estimado por sociólogos e historiadores para este tipo de comunidades es considerablemente reducido: se estima que un máximo de 150 personas permite mantener la cohesión, facilita intercambios suficientes y evita la necesidad de jerarquías y privilegios reales o percibidos. Esto es así porque con un mayor número de personas no parece bastar con la presión de los iguales para evitar comportamientos socialmente inadecuados para el mantenimiento de la estabilidad y la continuidad festiva del grupo. Existen incluso comunidades que se escinden voluntariamente cuando corren el riesgo de superar este número.
[4] Y siempre cruzando los dedos para que no llegue, precisamente ahí, una tormenta imposible o un incendio de sexta generación que se lleve por delante todo lo construido y cultivado. O una agresión indefendible. Pero teniendo en cuenta esa posibilidad, asumiéndola a la manera de Sísifo. Pero la creación espiritual debería subsistir
[5] Dependiendo de la definición adoptada
[6] Cita atribuida a Esteban Goode Hill. Ver sus consideraciones sobre la crisis alimentaria en este video
[7]] Expresión de Nietzsche que fue tergiversada y sacada de contexto para justificar la barbarie civilizada. Ver Mazzino Montinari (2003), Lo que dijo Nietzsche, Editorial Salamandra (gracias, Elena Nájera)
[8] Sin embargo, hoy parece estar renaciendo a través distintas variantes de la denominada Ecología Integral. Pero cuidado con Ken Wilber.
[9] Del 67, me corregiria Jordi Vilardell desde California
[10] Palabra en alemán que puede traducirse como «espíritu del tiempo» o «espíritu de la época». Hace referencia al clima, ambiente o atmósfera intelectual y cultural de una determinada era (Wikipedia)
[11] Defiende lo sagrado. Conferencia para los practicantes del cambio global.
[12] Un test interesante puede practicarse en el ascensor. Haga la prueba.
REFERENCIAS
- Rafael Fernández Díez – El pico del diésel: edición de 2021 – The Oil Crash, 19/11/2021 – https://crashoil.blogspot.com/2021/11/el-pico-del-diesel-edicion-de-2021.html
“Se aprecia con claridad la típica meseta ondulante, entre 2015 y 2018, que se produce cuando un recurso llega a su límite. En esta edición ya no hay ninguna duda sobre la caída de la producción de diésel. Siempre lo dijimos, los picos de producción sólo se ven bien por el retrovisor. En este caso el máximo de producción fue de 26 Mb/dia y hoy estamos en 23 Mb/dia, lo que supone un retroceso del 11% desde 2018, en línea con los retrocesos estudiados con anterioridad, y que nos sitúa en el mismo nivel de producción que teníamos en 2008, hace ya 13 años. ” - Charles Eisenstein (2018) – Climate. A New Story – North Atlantic Books – ISBN-13: 978-1623172480 – 352 Págs
“For example, the mechanistic mindset says if insect damage to crops is the problem, then insecticides are the solution. And if the insecticide kills non-target species that kept a fungus under control, then the solution is a fungicide. And if the fungicide damages mycelial networks that maintain soil integrity and water retention, the solution is irrigation. And when irrigation and chemicals exhaust or poison the aquifer, the solution is to pipe water in from somewhere else. On and on it goes—a series of technical fixes that postpone the consequences of the damage indefinitely into the future, and that distance effects from causes. In other words, we have chosen to continually degrade the biosphere because we don’t know what we are choosing.” (p. 169-170) - Joseph A. Tainter (1988) – The Collapse of Complex Societies – Cambridge University Press – Rocky Mountain Research Station, United States Department of Agriculture Forest Service – ISBN-13: 978-0521386739 – 266 Págs.
“Dr Tainter describes nearly two dozen cases of collapse and reviews more than 2000 years of explanations. He then develops a new and far-reaching theory that accounts for collapse among diverse kinds of societies, evaluating his model and clarifying the processes of disintegration by detailed studies of the Roman, Mayan and Chacoan collapses. ” - Giacomo D’Alisa and Giorgos Kallis (2020) – Degrowth and the State – Ecological Economics doi:10.1016/j.ecolecon.2019.106486 – CES, University of Coimbra; ICTA, Autonomous University of Barcelona – https://www.researchgate.net/publication/339604557_Degrowth_and_the_State
“This paper addresses a gap in degrowth scholarship: the lack of a theory of the state. Those who write about degrowth advocate radical policy and social change, but have no model to explain how, why and under what conditions such change could come about and what role the state would play in it … We review for the first time the Anglophone and Francophone literatures on state and degrowth and find both wanting. We propose a Gramscian theory of the state suitable for thinking about degrowth and show with the example of strategizing for a maximum income policy how this suits the degrowth literature’s emphasis on a combination of grassroots and institutional actions.” - Helmut Haberl et al (2020) – A systematic review of the evidence on decoupling of GDP, resource use and GHG emissions, part II: synthesizing the insights – Environmental Research Letters 15:065003 doi:0.1088/1748-9326/ab842a – Institute of Social Ecology, University of Natural Resources and Life Sciences, Vienna – https://iopscience.iop.org/article/10.1088/1748-9326/ab842a/pdf – 16 autores
“We conclude that large rapid absolute reductions of resource use and GHG emissions cannot be achieved through observed decoupling rates, hence decoupling needs to be complemented by sufficiency-oriented strategies and strict enforcement of absolute reduction targets. More research is needed on interdependencies between well-being, resources and emissions.» - Robert Costanza et al (2009) – Beyond GDP: The Need for New Measures of Progress – Boston University Creative Services – Frederick S. Pardee Center for the Study of the Longer-Range Future, Boston University – http://www.oecd.org/site/progresskorea/globalproject/42613423.pdf 4 autores
“Since its creation, economists who are familiar with GDP and SNA methodology have emphasized that GDP is a measure of economic activity, not economic well-being. In 1934, Simon Kuznets, the chief architect of the United States national accounting system, cautioned against equating GDP growth with economic or social well-being.” - Sara Diamond (1995) – Roads to Dominion: Right-Wing Movements and Political Power in the United States – Guilford Press, New York – ISBN-13: 978-0898628647 – 445 Págs.
“Fusionism represented the kind of breakthrough ideological transformation that can either help catalyze a new movement or lead an already existing one through a period of impasse. Fusionism, simply put, was the historical juncture at which right-wing activists and intellectuals focused, diversely, on the libertarian, moral-traditionalist, and emerging anticommunist strains of conservative ideology, recognized their common causes and philosophies, and began to fuse their practical agendas.” (p. 29) - [Asheley R. Landrum and Rosalynn Vasquez (2020) – Polarized U.S. publics, Pope Francis, and climate change: Reviewing the studies and data collected around the 2015 Papal Encyclical – WIREs Climate Change e674 doi:10.1002/wcc.674 – 10/08/2020 – College of Media & Communication, Texas Tech University; College of Communication, Boston University – https://onlinelibrary.wiley.com/doi/pdfdirect/10.1002/wcc.674
“U.S. population data collected following the encyclical’s release show small, potentially temporary, increases in perceptions of papal credibility, climate change concern, and the perspective that global climate change is a moral issue.» - Sven Teske et al (2015) – Energy [r]evolution – A sustainable world energy outlook 2015: 100% renewable energy for all – Greenpeace International, Global Wind Energy Council, Solar Power Europe – 01/09/2015 – Greenpeace International – http://www.greenpeace.org/international/Global/international/publications/climate/2015/Energy-Revolution-2015-Full.pdf
“The decoupling of energy demand and GDP growth is therefore a prerequisite for an Energy [R]evolution.” (p. 65) - Simone Weil (1941-1943,2001) – Cuadernos – Editorial Trotta – ISBN: 978-84-8164-455-5 – 864 Págs.
- Lynn Segal (1986) – The Dream of Reality: Heinz von Foerster’s Constructivism – WW Norton & Co – ISBN-13 : 978-0393700268 – 204 Págs.
“A traveling mullah was riding on his camel to Medina, when he saw several camels standing next to a group of three young men who clearly were in distress. What befell you, my friends? he asked, and the eldest replied, Our father died. Be he blessed by Allah. I sympathize with you. But he must have left you something in his will. »Yes,» said the young man, «these seventeen camels. That’s all he had.» Rejoice! What then ails you? You see, the eldest brother continued, «his will says I should get one-half of his possessions, my younger brother one-third, and the youngest here one-ninth. But however we try to distribute these camels, it never works out.» Is this all that troubles you, my friends? the mullah said. «Then take my camel for a moment and let’s see what we can do.» With 18 camels now the eldest brother got one-half, that is, nine camels, and nine were left. The next in line got one-third of the 18 camels, that is, six, and three were left. Since the youngest brother got one-ninth ofthe 18 camels, that is, two, one camel was left. It was that of the mullah, who mounted it and rode away, waving the happy brothers good-bye. To this Heinz Von Foerster says: «Reality, like the eighteenth camel, is needed as a prop that can be discarded when everything else is clear.» ” (p. vi) - Manuel Casal Lodeiro (2014) – Nosotros, los detritívoros – Queimada Ediciones – ISBN-13:978-8416674015 – 114 Págs.
“Vaclav Smil lo explica con rotundidad: ‘la población mundial no podría haber pasado de los 1600 millones de personas en 1900 a los 6000 millones (de 1999) sin el proceso de Haber-Bosch». Sin él —concluye Smil— ‘los 2/5 de la población mundial (de 1999, recordemos; ahora la proporción sería incluso mayor) no estaríamos aquí. Podemos medir la creciente dependencia de los combustibles fósiles con otro dato: en 1940 se necesitaban 0,43 calorías de energía fósil para producir una caloría de alimento; hoy día se necesitan 10 calorías fósiles. Como dice Michael Pollan muy gráficamente ’cuando comemos del sistema alimentario industrial, estamos comiendo petróleo yi vomitando gases de efecto invernadero’ [ref].” (p. 6) - Craig Collins – Cuatro razones por las que nuestra civilización no se irá apagando: colapsará – Rebelión, 18/03/2020 – https://rebelion.org/cuatro-razones-por-las-que-nuestra-civilizacion-no-se-ira-apagando-colapsara/
“Pero la hipótesis de [John Michael] Greer [de colapso lento] es poco sólida porque la civilización industrial muestra cuatro diferencias fundamentales con todas las anteriores …1) La civilización industrial moderna se alimenta de una fuente de energía excepcionalmente rica, no renovable e irremplazable … 2) La economía de la sociedad industrial es capitalista … el capitalismo no desaparecerá cuando la prosperidad se convierta en descalabro … se volverá catabólico … 3) La civilización industrial no es romana, china, egipcia, azteca o maya. La civilización moderna es HUMANA, PLANETARIA y ECOCIDA. Las civilizaciones preindustriales agotaron su suelo fértil, talaron sus bosques y contaminaron sus ríos. Pero el daño era mucho más temporal y estaba geográficamente delimitado. 4) La capacidad colectiva de la civilización humana para afrontar sus crecientes crisis se ve paralizada por un sistema político fragmentado entre naciones antagonistas gobernadas por élites corruptas a quienes preocupa más la riqueza y el poder que las personas y el planeta. La humanidad se enfrenta a una tormenta perfecta de calamidades globales que convergen … este sistema político díscolo y fracturado impide casi por completo la organización de una respuesta cooperativa.” - Sean M. Kelly (2019) – Gaia and a Second Axial Age – Gaian Systems, 20/12/2019 – Professor Philosophy, Cosmology and Consciousness Program, California Institute of Integral Studies, San Francisco – https://digitalcommons.ciis.edu/context/embraceoftheearth2016/article/1013/type/native/viewcontent
“I propose that an emerging Gaian consciousness is the radiating center of a possible second axial age. While the great achievement of the first axial age was the bringing to consciousness of the universal in its noetic, cosmic, and ethical dimensions, the several axial epiphanies of the universal remained rooted in the exclusive (ethno-linguistic) particularities of their respective culture spheres, and in this sense the universal remained abstract. A central task of the second axial age is the articulation of a concrete universal which could mediate between the particular culture spheres and help them confront their shared predicament: the threat of planet-wide ecological and civilizational collapse.” - Isabelle Stengers (2013,2015) – In Catastrophic Times: Resisting the Coming Barbarism – Meson Press – Professor of Philosophy of Science, Université Libre de Bruxelles; Grand Prix de Philosophie de l’Académie Française, 1993 – ISBN-13 : 978-1785420092 – 158 Págs. – https://meson.press/wp-content/uploads/2015/11/978-1-78542-010-8_In-Catastrophic-Times_Stengers.pdf
“That is what the change of epoch consists of, for us all. To try to think starting from this “fact,” that is to say, from that which has, brutally, become commonly evident, is to avoid taking it as an argument (“the epoch has changed, so…”). It is a matter of taking it as a question, and a question that is posed, not in general, but here and now, at a moment when the grand theme of progress has already stopped being convincing. ” (p. 28) - Roy Scranton (2015) – Learning to Die in the Anthropocene. Reflections on the End of a Civilization – City Lights Open Media – ISBN-13: 978-0872866690 – 144 Págs. – http://tratarde.org/el-interruptor-de-roy-scranton-por-cortesia-de-sara-plaza/
“The greatest challenge the Anthropocene poses isn’t how the Department of Defense should plan for resource wars, whether we should put up sea walls to protect Manhattan, or when we should abandon Miami. It won’t be addressed by buying a Prius, turning off the air conditioning, or signing a treaty. The greatest challenge we face is a philosophical one: understanding that this civilization is already dead. The sooner we confront our situation and realize that there is nothing we can do to save ourselves, the sooner we can get down to the difficult task of adapting, with mortal humility, to our new reality.” (p. 25) - Ervin László (1978,1989) – The Inner Limits of Mankind: Heretical Reflections on Today’s Values, Culture and Politics – Oneworld Publications – ISBN-13:978-1851680153 – 160 Págs.
“The evolution of its members, individually and collectively, in no way matches that which they have brought about in everything else, literally revolutionizing life over the entire planet. In this sense, modern man is ‘unfinished’, his transition to a greater maturity retarded.” (p. 10) - Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes (2014) – En la espiral de la energía (Vol II) – Ecologistas en Acción – ISBN-13: 978-8494318337 – 944 Págs. http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/en-la-espiral-de-la-energia_vol-2.pdf
“Será a partir de entonces cuando se den los escenarios más duros, se hagan inhabitables las ciudades y se caiga internet. Se producirá el progresivo colapso de la civilización industrial global. Dicho colapso será un Largo Declive hacia sociedades posfosilistas que probablemente dure siglos, con pequeñas recuperaciones momentáneas y largos y profundos periodos de depresión y crisis que producirán irreversibilidades … las ciudades se convertirán en las nuevas minas. Allí se encontrarán las concentraciones mayores de muchos de los materiales.” - Giacomo D’Alisa and Giorgos Kallis (2020) – Degrowth and the State – Ecological Economics doi:10.1016/j.ecolecon.2019.106486 – CES, University of Coimbra; ICTA, Autonomous University of Barcelona
“Interstitial metamorphosis instead is focused on the promotion of horizontalist alternatives within the crack of the capitalist system, building the new in the cracks (interstices) of the old but outside the state. This strategy is in line with anarchist visions of building parallel systems in the civil society arena around self-management.” - Dieter Duhm (2008) – The Sacred Matrix – Verlag Meiga – Tamera community founder – ISBN-13 : 978-3927266162 – 420 Págs.
“Acting on the assumption of the most recent scientific realisations the author develops the concept of a global peace force that initially comes from a few points on earth, Healing Biotopes, and that is able to change the existing system in a future orientated way.” - Stephen T. Garnett et al (2018) – A spatial overview of the global importance of Indigenous lands for conservation – Nature Sustainability 1:369–374 doi:10.1038/s41893-018-0100-6 – Research Institute for the Environment and Livelihoods, Charles Darwin University – https://bit.ly/3FHNj5m – 20 autores
“Using publicly available geospatial resources, we show that Indigenous Peoples manage or have tenure rights over at least ~38 million km2 in 87 countries or politically distinct areas on all inhabited continents. This represents over a quarter of the world’s land surface, and intersects about 40% of all terrestrial protected areas and ecologically intact landscapes (for example, boreal and tropical primary forests, savannas and marshes). Our results add to growing evidence that recognizing Indigenous Peoples’ rights to land, benefit sharing and institutions is essential to meeting local and global conservation goals.” - Abdullah Öcalan (2015) – Manifesto for a Democratic Civilization: The Age of Masked Gods and Disguised Kings: Volume 1 – New Compass Press – ISBN-13: 978-8293064428 – 216 Págs.
“To prevent us from falling into a state of silent desperation, we need to remedy the situation. To find a solution, we have to question when and where we have made the enormous mistakes that led to these aberrations … I am convinced that capitalist modernity acquires most of its power from erroneous social construction. Our reasoning has been weakened and distorted by the juxtaposing of the dualistic pairs subject-object, idealist-materialist, dialectical-metaphysical, philosophical-scientific and mythological-religious. The intense polarization of these dichotomies constitutes the fundamental methodological error that has led to capitalist modernity.” (p. 39-40) - Pablo Servigne y Raphaël Stevens (2015,2020) – Colapsología – Arpa Editores – ISBN-13: 978-8417623562 – 256 Págs.
“Nuestra generación debe emplear simultáneamente tres frentes, como dicen Rob Hopkins y Joanna Macy: la cabeza, el corazón y las manos. Necesitamos comprender lo que ocurre («colapsología»), imaginar otros mundos y encontrar el valor («colapsosofía») y reunir las fuerzas vivas para construir alternativas y dirigir la lucha contra los poderes destructores («colapsopraxis»). Ya es demasiado tarde para muchas cosas, pero nunca es tarde para entrar en acción. ” (p. 189) - Petr Alekseevich Kropotkin (1902,2016) – El apoyo mutuo: Un factor de evolución – Pepitas de calabaza – ISBN-13: 978-8415862727 – 420 Págs
«Reseña del editor (parcial): En su versión divulgativa, la teoría de la evolución de Darwin suele llegarnos filtrada por la ideología capitalista, que se ha apropiado de ella para justificar científicamente sus presupuestos. Así, la victoria en la famosa «lucha por la vida» ha pasado en el imaginario occidental a ser patrimonio de «los más fuertes». Sin embargo, esta simplificación interesada no figuraba como tal en la teoría de Darwin, que se inclinaba más por la figura de «los más aptos». Aunque Piotr Kropotkin no fue el primero que denunció esta grosera manipulación, sí fue el primer naturalista que estuvo en condiciones de ofrecer un estudio pormenorizado de sus implicaciones.” - Jorge Riechmann Fernández (2015) – Autoconstrucción: La transformación cultural que necesitamos – Los Libros de la Catarata – Profesor titular de Filosofía Moral, Universidad Autónoma de Madrid – ISBN-13: 978-8483199855 – 304 Págs.
«Se trataría entonces de a) anclar la cultura en los valores de cuidado desarrollados por muchas subculturas femeninas bajo el patriarcado [np]; b) desarrollar la propuesta de autocontención (autolimitarnos para dejar existir al otro) [ref] que se plantea desde los mismos orígenes del movimiento ecologista, y hoy se actualiza en las corrientes decrecentistas (entre otros fenómenos socioculturales); c) conservar la «sustancia antropológica neolítica“ como vienen reivindicando Santiago Alba Rico y Carlos Fernández Liria“; y d) promover sistemáticamente los valores de compasión, solidaridad y ayuda mutua en la perspectiva de una ‘moral de larga distancia’ [ref], recogiendo aquí la rica herencia de las éticas de la compasión que han desarrollado las religiones universalistas (como el budismo, el judaísmo, el cristianismo o el islam).” - Pablo Herreros Ubalde – El mito de la ‘ley de la selva’ – El Mundo. Blog Yo, mono, 24/05/2014 – https://www.elmundo.es/blogs/elmundo/yomono/2014/05/24/el-mito-de-la-ley-de-la-selva.html
“Los estudios realizados durante la última década están destruyendo el mito de una naturaleza cruel en la que los individuos sólo miran por sí mismos. Por ejemplo, en varios estudios con niños llevados a cabo por el psicólogo Felix Warneken, un investigador adulto fingía tener problemas bajo la atenta mirada de niños menores de 15 meses de edad. Los resultados demostraron la existencia de una fuerte tendencia a la ayuda sin obtener recompensa alguna, ya que 22 de los 23 niños ayudaron de manera incondicional. Cuando se repitieron las pruebas con bobonos y chimpancés, los resultados fueron idénticos, lo que sugiere un origen innato y biológico del altruismo.” - Max Weber (1920) – The Sociology of Religion – Beacon Press; 2nd edition – https://ia601903.us.archive.org/0/items/in.ernet.dli.2015.191237/2015.191237.The-Sociology-Of-Religion_text.pdf
“With Newton we became disenchanted and entered Modernity.” - Murray Bookchin (1987) – Social Ecology versus Deep Ecology: A Challenge for the Ecology Movement – Green Perspectives: Newsletter of the Green Program Project – http://dwardmac.pitzer.edu/Anarchist_Archives/bookchin/socecovdeepeco.html
“This kind of absurdity tells us more than we realize about the confusion Naess-Sessions-Devall, not to speak of eco-brutalists like Foreman, have introduced into the current ecology movement as it grew beyond the earlier environmental movement of the 1970s.” - George Sessions (2014) – Deep Ecology, New Conservation, and the Anthropocene Worldview – The Trumpeter 30:106-114 – http://trumpeter.athabascau.ca/index.php/trumpet/article/viewFile/1404/1658
“Recently, a so-called “Bright Green Environmentalism” has arisen which has much in common with the New Age movement. Michael Schellenberger and Ted Nordhaus, of “The Death of Environmentalism” fame, appear to identify with the Bright Greens, when they criticize the goals of the traditional environmental movement.». Such critics reject the “Dark Green” (i.e., deep ecological) position that civilization has to be scaled down, and the Earth’s wildness and biodiversity protected. For Bright Greens, global warming doesn’t require major changes in society – we can technologically engineer our way past it, with alternative energy and by redesigning industrial society – and keep our high levels of consumption, endless growth, and all the rest.” - Yayo Herrero – Ausencia de gravedad y extravío del equilibrio – Contexto, 16/07/2021 -https://ctxt.es/es/20210701/Firmas/36675/
“Nuestra sociedad padece el síndrome de astronauta. Ha crecido en ausencia de gravedad. Y ahora, en esta fase de aterrizaje al que aboca la crisis ecosocial, se ve obligada a reducir el tamaño que adquirió en condiciones artificiales.” - Ted Trainer (2012) – La Vía de la Simplicidad: Hacia un mundo sostenible y justo – Editorial Trotta – ISBN-13: 978-8498796582 – 360 Págs.
“Manuel Casal (prólogo): En este libro cristalizan las temáticas que caracterizan el conjunto de la obra de Ted Trainer … el resto del libro lo dedica Trainer a desarrollar una propuesta práctica y estratégica que permita no solamente sobrevivir al colapso civilizatorio que parece inminente sino construir una nueva forma de vivir mejor con menos … caracterizada por modos de vida mucho más simples: economías de pequeña escala, autosuficientes, bajo control social, sin crecimiento y orientadas a satisfacer necesidades reales en lugar de al lucro; sistemas de gobierno locales basados en la democracia directa y el funcionamiento cooperativo, y un radical cambio de valores y de visión del mundo. - Carlos Taibo (2019) – Ante el colapso: Por la autogestión y por el apoyo mutuo – Los Libros de la Catarata – – ISBN-13:978-8490976562 – 96 Págs.
“Si así se quiere, la “izquierda” que voy a defender en estas páginas presenta un primer carácter que no debe escapársenos: ha sido manifiestamente proscrita desde muchas décadas atrás. Hablo de la que bebe por igual de lo que entenderé que es el “anarquismo europeo”, de las varias corrientes que se vinculan con la “autonomía” y de un sinfín de prácticas asumidas por numerosos pueblos que desde tiempo inmemorial, y en los cinco continentes, han abrazado espontáneamente la causa de la autogestión, la democracia y la acción directas, el federalismo y el apoyo mutuo. ” (p. 4-5) - Carolyn Merchant (1976,1990) – The Death of Nature: Women, Ecology, and the Scientific Revolution – HarperOne; Reprint edition – Professor of Environmental History, Philosophy, and Ethics, Department of Conservation and Resources, University of California, Berkeley – ISBN-13: 978-0062505958 – 384 Págs. – https://bibliodarq.files.wordpress.com/2015/09/merchant-c-the-death-of-nature-woman-ecology-and-the-scientific-revolution.pdf
“The metaphor of the earth as a nurturing mother was gradually to vanish as a dominant image as the Scientific Revolution proceeded to mechanize and to rationalize the world view. The second image, nature as disorder, called forth an important modern idea, that of power over nature. Two new ideas, those of mechanism and of the domination and mastery of nature, became core concepts of the modern world. An organically oriented mentality in which female principles played an important role was undermined and replaced by a mechanically oriented mentality that either eliminated or used female principles in an exploitative manner.” (p. 2) - Mark Hathaway y Leonardo Boff (2009,2014) – El Tao de la liberación: Una ecología de transformación – Editorial Trotta – University of Toronto – ISBN-13 : 978-8498794915 – 504 Págs. – https://bit.ly/3CE1HJX
“Monocultivo de la mente. El sistema patológico que domina el planeta parece, en efecto, estar convirtiendo a la comunidad humana y a otras comunidades bióticas en «meros accesorios del sistema económico». Al hacerlo impone una cultura globalizadora (o la caricatura de una cultura) que destruye las culturas y los conocimientos locales, empobrece a toda la humanidad y, potencialmente, pone en peligro nuestra propia supervivencia como especie.” (p. 83) - Boaventura de Sousa Santos (20178) – The End of the Cognitive Empire. The Coming of Age of Epistemologies of the South – Duke University Press – ISBN-13 : 978-1478000150 – 392 Págs
“There is no social justice without cognitive justice … From the standpoint of the epistemologies of the south, the epistemologies of the north have contributed crucially to converting the scientific knowledge developed in the global north into the hegemonic way of representing the world as one’s own and of transforming it according to one’s own needs and aspirations … modern epistemological arrogance is the other side of the arrogance of modern colonial conquest.” - Herbert Marcuse (1954) – El hombre unidimensional: ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada – Editorial Planeta – ISBN: 978-84-344-1022-8 – 286 Págs. – https://perio.unlp.edu.ar/catedras/filosofia/wp-content/uploads/sites/129/2020/04/05-Marcuse-El-hombre-unidimensional.pdf
“Ésta es la forma pura de servidumbre: existir como instrumento, como cosa … la cuantificación de la naturaleza, que llevó a su explicación en términos de estructuras matemáticas, separó a la realidad de todos sus fines inherentes y, consecuentemente, separó lo verdadero de lo bueno, la ciencia de la ética … Si lo bueno y lo bello, la paz y la justicia no pueden deducirse de condiciones ontológicas o científico-racionales, no pueden pretender lógicamente validez y realización universales.” - Margaret C. Jacob (1981,2006) – The Radical Enlightenment: Pantheists, Freemasons and Republicans – Allen & Unwin – – ISBN-13: 978-1887560740 – 304 Págs.
“The radicals were intellectual dissenters, men, and possibly a very few women, often with a Protestant refugee background, who could not share the willingness of the major philosophes like Voltaire and d’Alembert, or liberal churchmen like the Newtonians in England, to put their faith in enlightened monarchy … The radicals of the Enlightenment, from their first stirrings within Whig circles after the Revolution of 1688-89, tended to subscribe to this pantheistic conception of the universe, to a metaphysic that conflated spirit and matter and tended to proclaim nature, and not God, as the sole object of worship and study. More than anyone else, John Toland (1670 – 1722) was their spokesman.” (p. ix,xi) - Robert J. Richards (2003) – The Romantic Conception of Life: Science and Philosophy in the Age of Goethe – University of Chicago Press; 2nd ed. – Professor of history, psychology, and philosophy, University of Chicago – ISBN-13 : 978-0226712109 – 576 Págs.
“Charles Darwin, to be sure, introduced history into biological analysis in a profound and dramatic way, eclipsing the contributions of his grandfather and his French predecessor. But at the end of the eighteenth century in Germany, the application of historical analysis to nature had already begun with the work of Herder and the Romantics. They understood human beings to be constituted historically; man was a creature in a state of becoming, a creature profoundly influenced by the habits and customs of his time and directed toward a more perfect, if infinitely receding, fate. ” (p. 506) - Georges Friedmann (1976) – La puissance et la sagesse – Éditions Gallimard – ISBN-13: 978-2909289564 – 503 Págs.
« La rencontre des deux courants, qui nous intéresse particulièrement ici (non leur juxtaposition, mais leur combinaison), permettrait de développer une « science avec conscience » à tous ses niveaux, dans tous ses domaines : cette science, orientée au sommet de l’homme, contrôlée par ses ambitions les plus hautes, dont l’absence fait si cruellement défaut à la civilisation technicienne et lui sera peut-être mortelle. » (p. 247) - Andreas Weber (2016,2019) – Enlivenment. Towards a fundamental shift in the concepts of nature, culture and politics – The MIT Press – Leuphana University + University of Fine Arts, Berlin – ISBN-13: 978-0262536660 – 195 Págs.
“We could call the enlivenment approach «Romanticism 2.0.» Romanticism was the search to understand the fertile character of the world through its appearances. It followed the claim that «phenomena» are not to be shoved aside as mere illusions but that they convey a poetic knowledge through which the world expresses itself.” (p. 149) - Marina Garcés – Condición póstuma, o el tiempo del “todo se acaba” – Contexto y Acción, 18/03/2020 – https://ctxt.es/es/20200302/Firmas/31436/Marina-Garces-condicion-postuma-sostenibilidad-posmodernidad-muerte.htm
“En la condición póstuma, la relación con la muerte atraviesa el tiempo en sus tres dimensiones vividas y lo somete, así, a la experiencia de la catástrofe. Somos póstumos porque de alguna manera la irreversibilidad de nuestra muerte civilizatoria pertenece a una experiencia del ya fue … Es la catástrofe del tiempo. La catástrofe del tiempo es la expresión que utiliza Svetlana Aleksiévich para referirse a Chernóbil. Merece toda la atención leer directamente sus palabras … En Chernóbil se recuerda ante todo la vida «después de todo»: los objetos sin el hombre, los paisajes sin el hombre.” - Marina Garcés (2017) – Nova il·lustració radical – Editorial Anagrama – Universidad de Zaragoza; Espai en Blanc – ISBN-13: 978-8433916150 – 80 Págs.
“El no-saber, des d’aquest gest sobirà de declarar-se fora del sentit ja heretat, és tot el contrari de l’analfabetisme com a condemna social. És un gest d’insubmissió respecte de la comprensió i l’acceptació dels codis, els missatges i els argumenta del poder. Declarar-nos insubmisos a la ideologia pòstuma és, per mi, la tasca principal del pensament crític avui. Tota insubmissió, si no vol ser un acte suïcida o autocomplaent, necessita eines per sostenir i compartir la seva posició. En aquest cas, necessitem eines conceptuals, històriques, poètiques i estètiques que ens retornin la capacitat personal i col·lectiva de combatre els dogmes i els seus efectes polítics. Per això proposo una actualització de l’aposta il·lustrada, entesa com el combat radical contra la credulitat.” (p. 29-30) - David C. Korten (2018) – A New Enlightenment – En: Matthew Fox et al (2018), The Order of the Sacred Earth, ISBN-13: 978-1939681867 – Living Economies Forum
“This is the story of a great spirit seeking to know itself and its possibilities through becoming—the greatest of epic journeys of self-discovery. It is the story of a spirit imminent in all that it creates from the quantum particle to the grain of sand, to the mountain, to the living Earth, to the human being. All are manifestations of the Spirit seeking to know itself through becoming.” (p. 129) - Miguel Astor-Aguilera and Graham Harvey (Eds.) (2018) – Rethinking Relations and Animism: Personhood and Materiality – Routledge – Associate Professor of Religious studies, Arizona State University; Professor of Religious Studies, The Open University – ISBN-13 : 978-1138562349 – 214 Págs.
“Sahlins, Eduardo Viveiros de Castro and others who have argued for understanding kinship in terms of the “mutuality of being” (inclusive of other-than-human kin). The concept “person” seems too static and continues, in academic debate as in wider Western or Modern discourse at least, to resist being opened up to relationality rather than interiority.” (p. 7) - Josep Maria Mallarach (2021) – El consens científic sobre el col.lapse global – Pelle Maha 5:13:18 – Universitat de Girona – https://issuu.com/pellemahamag/docs/pelle_maha._n_mero_5
“Cal distingir entre la ciència occidental moderna orientada al coneixement, a descobrir parcel·les o dimensions del món material, d’aquella altra que s’orienta a generar medis tecnològics al servei del control i el poder, que ha acabat impulsant tendències desmesurades i autodestructives, com una mena de reflex extern de la destrucció de la intel·ligència que ha provocat la ideologia cientifista i la seva derivada: la tecnocràcia. Ho confirma el fet que hagi hagut sempre científics destacats que han estat, persones profundament religioses o espirituals, persones que han estat capaces d’integrar -amb més o menys encert- les descobertes científiques emergents amb les cosmologies tradicionals. En són exemples, en les ciències físiques i naturals: Johann Wolfgang von Goethe, Albert Einstein, David Bohm, Erwin Schrödinger, Henri Bortoft, Rachel Carson, Ramon Margalef, Fritjof Capra, Jane Godall o Carlos de Castro, entre molts d’altres.” - Rachel Carson (1956,2012) – El sentido del asombro – Encuentro – ISBN-13 : 978-8499201474 – 48 Págs.
“Para mantener vivo en un niño su innato sentido del asombro se necesita la compañía de al menos un adulto con quien poder compartirlo, redescubriendo con él la alegría, la expectación y el misterio del mundo en que vivimos.” - Henryk Skolimowski (1994,2016) – La mente participativa – Ediciones Atalanta – Chair of Eco-Philosophy, Technical University of Lodz – ISBN-13: 978-8494523168 – 488 Págs.
“Tenemos que recordar, sin embargo, que si la mente fuera lo bastante simple para que llegáramos a explicarla, seríamos tan simples que no podríamos comprenderla. Con todo, la incurable curiosidad de la mente humana no cesa en su deseo de saber. En verdad, este impulso es muy saludable. No obstante, la ciencia se muestra presuntuosa al prometer, aunque sea de forma implícita, lo que no puede dar.” (p. 351) - Adrián Almazán Gómez (2021) – Técnica y tecnología. Cómo conversar con un tecnolófilo – Taugenit – ISBN-13: 978-84-17786-13-7 – 184 Págs
“Construir una distinción conceptual clara entre la técnica y la tecnología es uno de los objetivos de este libro. Aunque … podemos ofrecer ya a la lectora o el lector un par de definiciones preliminares. Por técnica entenderemos un atributo general de toda sociedad humana que se vincula con la capacidad de fabricación o utilización de un determinado tipo de objetos, los objetos técnicos, y que es inseparable de los saberes asociados a dicha fabricación o uso. La tecnología, en cambio, sería una forma particular de técnica exclusiva de las sociedades modernas y capitalistas.” (p. 15) - Philippe Bihouix (2014) – L’âge des low-tech : Vers une civilisation techniquement soutenable – Éditions du Seuil – Ingénieur. Spécialiste de la finitude des ressources minières et de son étroite interaction avec la question énergétique. – ISBN-13: 978-2021160727 – 330 Págs.
“Hacia una sociedad […] basada en bajas tecnologías, sin duda más rígidas y básicas, tal vez un poco menos eficientes, pero nítidamente más económicas en recursos y controlables localmente.” [Text citat a Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro (2019), p. 208, np 15] - Sean Kelly (2021) – Becoming Gaia: On the Threshold of Planetary Initiation – Integral Imprint – Professor, Philosophy, Cosmology, and Consciousness, California Institute of Integral Studies – ISBN-13 : 978-1947544284 – 224 Págs.
“I am not suggesting an unambiguous identification of the three cosmogenetic principles of autopoiesis, differentiation, and communion (my preferred order) with the NeoConfucian triad of li, qi, and xin, or the Japanese Tendai Buddhist triad of emptiness (kuutai), conventional existence (ketai), and the middle (chuutai). I do believe, however, that all three triads participate in the same archetypal complex, or «cultural invariant», to use Raimon Panikkar’s term, which he calls the «radical Trinity.».” (p. 53) - Jordi Pigem (1994) – La Odisea de Occidente: modernidad y ecosofía – Editorial Kairós
“Si a las distintas variedades de experiencia religiosa se las despoja de lo que tienen de dogmático, sectario o superficial, en muchas de ellas no quedará nada. Lo que quede en el resto, es decir, lo esencial, lo mejor del cristianismo, budismo, hinduismo, taoísmo, etcétera, puede verse como distintas metáforas que con el tiempo se transforman y reescriben, todas ellas válidas mientras no se arroguen la posesión de la Verdad.” (p. 136-137) - Carta de la Tierra, 29/06/2000 – https://cartadelatierra.org/lea-la-carta-de-la-tierra/preambulo/
“Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados. Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud. El espíritu de solidaridad humana y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.” - M. A. Sánchez-Vallejo – La Gran Dimisión revoluciona EE UU – El Mundo, 21/11/2021 – [sin enlace directo]
“Phyllis Curran, 67 años, dejó su trabajo de recepcionista en Manhattan hace dos meses. No podía más. Peter Chistophe Atwill, de 25, abandonó un empleo de ges-tor de cuentas empresariales con el que soñarían muchos jóvenes. No le veía «sentido». A fines de julio había en EE UU 11 millones de puestos de trabajo vacantes. En octubre, los cesantes fueron más de 4,4 millones; 4,3 millones en septiembre. Los expertos hablan de una sacudida sísmica, casi de una reescritura del contrato social.” - Carlos de Castro (2019) – Reencontrando a Gaia. A hombros de James Lovelock y Lynn Margulis – Ediciones del Genal – Departamento de Física Aplicada, Universidad de Valladolid – ISBN-13: 9788417974367 – 269 Págs.
“Definiríamos la segunda ley de la termodinámica o ley de la entropía así: en el universo, la entropía tiende a aumentar. Es decir, hay una tendencia natural a difundir y a compartir la energía dentro del universo. Con una expresión antropocéntrica: el universo se ama a sí mismo, de tal forma que sus partes tienden a repartirse equitativamente lo más preciado que tienen, la energía. Otra forma más: la naturaleza física intenta reducir siempre los desequilibrios (en términos más físicos, aborrece los gradientes).” (p. 67) - Henryk Skolimowski (1993) – A Sacred Place to Dwell: Living with Reverence upon the Earth – Element Books – Professor of Ecological Philosophy, University of Michigan + University of Lodz, Poland – ISBN-13: 978-1852304430 – 160 Págs.
“We must treat this entire oikos as Temenos, which in Greek means a «sacred enclosure». Only when we develop a reverential attitude towards the entire oikos as Temenos will we be able to put Green politics on the right basis.” (p. 43) - Jorge N. Ferrer (2003) – Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal – Editorial Kairós – ISBN: 9788472455597 – 328 Págs.
“Tal como veremos en la segunda parte de este libro, una visión participativa abraza y puede explicar una rica variedad de paralelismos interreligiosos sin compartir los rígidos presupuestos del perennialismo (por ejemplo, sobre la universalidad de los fundamentos últimos y las liberaciones espirituales).” (p. 103) - Michael Löwy (2020) – Walter Benjamin. Avís d’iincendi – Editorial Flaneur – ISBN-13 : 978-1897126035 – 274 Págs.
“A la socialdemocràcia li va resultar agradable atribuir a la classe obrera el paper de redemptora de les generacions futures. I amb això li va afeblir les millors forces. En aquesta escola la classe obrera va desaprendre tant l’odi com la voluntat de sacrifici, ja que l’un i l’altra s’alimenten de la imatge dels avantpassats esclavitzats, no pas de l’ideal dels néts alliberats.” - Edgar Morin (1980,2006) – El método 2: La vida de la vida – Ediciones Cátedra, Universitat de València – ISBN-13: 978-8437623313 – 544 Págs.
« Je vis pour connaître, je connais pour vivre, je vis pour aimer, j’aime pour vivre ».
Impresionante trabajo, Carlos. Gracias, muchas gracias por difundirlo así. Enorme abrazo.
Jorge
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