Carlos Merenson

En Glasgow, durante la COP-26 de Cambio Climático, se anunció una inversión de la firma australiana Fortescue de 8.400 millones de dólares para producir hidrógeno «verde» en la provincia de Río Negro, en Argentina.

Un anuncio -en apariencia inscripto dentro de una agenda verde- pero que merece ser detenidamente analizado en cuanto a los contextos e impactos que acompañan a proyectos de esta naturaleza.  

Lo primero que salta a la vista son las limitaciones de este vector energético que requiere más energía para su obtención que la que ofrecerá y que presenta enormes dificultades para su transporte y almacenamiento en cuanto a temperaturas, presiones, inflamabilidad y características de los recipientes y ductos. Sobre el particular, Fernández Duran y González Reyes (2018)[1] luego de enumerar estas limitaciones concluyen afirmando que “en el mejor de los casos, el hidrogeno servirá para una sociedad con un consumo energético mucho menor y en usos no intensivos”.

En igual dirección, Heinberg (2006)[2] tras señalar las limitaciones que presenta el hidrógeno afirma que: “pensar en mover el actual parque mundial de vehículos a partir del hidrógeno, sobre todo a corto plazo, y garantizando además su movilidad en ascenso, es pues una quimera”. (Heinberg, 2006). También podemos mencionar a Pedro Prieto quien aporta abundante información relativa a los inconvenientes que plantea su uso y nos habla sobre el “mito del hidrógeno” (2006)[3].

Frente a lo anterior nos preguntamos entonces qué cambió para que un grupo privado como lo es Fortescue haya decidió hacer una inversión de la magnitud anunciada en Argentina. Esa misma pregunta era la que se hacía en octubre de 2020, Antonio Turiel en su blog: The Oil Crash bajo el título: “Asalto al tren del hidrógeno”. Turiel introduce el tema afirmando que

Durante las últimas semanas, han proliferado las noticias y los anuncios de grandes empresas, de gobiernos y de la propia Comisión Europea anunciándonos la llegada de un nuevo mesías salvador en el panorama energético, una nueva fuente de energía que conseguirá al tiempo descarbonizar nuestra economía (evitando así las emisiones de dióxido de carbono que están desestabilizando el clima de nuestro planeta) y nos proporcionará una alternativa a los combustibles fósiles, ahora que empiezan su declive energético. Y esta fuente milagrosa tiene nombre: el hidrógeno verde. Todo parece perfecto. Demasiado bonito para ser verdad, para ser sinceros, puesto que la idea de usar hidrógeno como combustible lleva circulando ya varias décadas sin que hasta ahora haya podido cuajar. ¿Qué es lo que ha cambiado ahora?

Luego de enumerar todas y cada una de las limitaciones e inconvenientes que trae aparejado el uso del hidrógeno Turiel centra la atención en un factor que explica el cambio de actitud que se experimenta en la actualidad y lo ejemplifica con el caso del proyecto impulsado por Alemania de crear una central hidroeléctrica en el río Inga, en el Congo, que además produciría hidrógeno por hidrólisis; concluyendo que

El hidrógeno verde no es solo un grandísimo error, porque supone un malgasto energético enorme, sino que, en el contexto de la crisis energética que se nos viene encima con el declive del petróleo, probablemente oculta una voluntad infame de apropiación por parte de los países ricos de las fuentes de energía que les quedan a los pobres. Pero quienes diseñan estos planes no se dan cuenta de que ni el potencial renovable de un gran continente como es África basta para satisfacer el actual derroche energético europeo. Todo apunta a que la cosa saldrá mal, a que esta aventura será un peligroso fracaso, así que más valdría comenzar a hacer planteamientos más pragmáticos (y honrados) para los tiempos que vienen.

Abundando en esta argumentación lo tenemos a Felix Moreno[4] quien afirma que

Y no sólo el Congo, la idea es aprovechar toda la fuerza hidroeléctrica de los países menos desarrollados para literalmente robarles la energía que aún no usan para llevarla en preciosos cargueros de gas, o “hidrogeleros” a los países occidentales.

Y lo ejemplifica con el caso de Colombia introduciendo un factor de particular importancia como la disponibilidad de agua abundante.

En el caso de la inversión que se anunció para Argentina en un reportaje publicado el 28 de noviembre por el periódico Río Negro, Julie Shuttleworth, CEO de la Fortescue, ante la pregunta si el agua utilizada será de mar dijo que: “Se evalúan opciones, pero seguramente se utilizarán agua de mar, con una planta de desalinización, cuyo proyecto está en desarrollo…Se realizarán los estudios y se harán las cosas como corresponde. La característica del proyecto es que vamos a mantener informada a la comunidad en todo momento. Será un proceso rápido, pero con los estudios y permisos que corresponden”.

El Diario Río Negro informa además que al final del reportaje Marcelo Kloster, asesor del ministro Kulfas afirmó que: hay “información incorrecta del proceso de desalinización”, pues “su principal subproducto es el cloruro de sodio que se vende en los supermercados” y, “además, puede volver al mar”.

Pero frente a tanta improvisación -increíble para fundamentar un anuncio de inversión de 8.400 mil millones de dólares- la única verdad es la realidad y aquí la realidad es que la desalinización del agua de mar encarece notablemente el proceso de obtención de hidrógeno y que el agua de mar no es habitualmente usada a tales fines. Por otra parte, en la operación del electrolizador antes que sal comercializable en supermercados los iones de cloruro presentes en el líquido generan gas cloro de alto impacto ambiental.

En resumen, una vez más, frente a tanto entusiasmo productivista, se debería apelar a un valor bastante poco común en las dirigencias de la política tradicional y sus tecnoburocracias: la prudencia.


[1] Fernández Duran, R. y González Reyes, L. (2018). En la Espiral de la Energía VOL 2 página 116

[2] Heinberg, Richard: “Se Acabó la Fiesta. Guerra y Colapso Económico en el Umbral del Fin de la Era del Petróleo”. Barrabes Editorial. Benasque (Huesca), 2006

[3] Prieto, P. (2006) Energías renovables: ¿sustitutivas, paliativas o distractivas? Universidad Autónoma de Madrid (Cantoblanco) viernes 31 de marzo y sábado 1 de abril de 2006. Científicos por el Medio Ambiente

[4] Disponible en: CUANDO EL RIO SUENA HIDROGENO LLEVA (felixmoreno.com)