En una entrevista de Ximena Casas a Raúl Timerman -publicada por INFOBAE el 8 de enero- el analista político se refiere al accionar de grupos ambientalistas frente a decisiones gubernamentales que validan e impulsan el desarrollo de actividades a las que estos grupos se oponen.
Si bien celebro que se intente poner en debate estos temas, dado el tenor de algunas de las afirmaciones que se consignan en la entrevista, he creído necesario dar a conocer algunas opiniones que espero puedan servir para profundizar los urgentes y necesarios intercambios de ideas que ameritan temas como el que nos ocupa.
En primer lugar, no es cierto que los grupos ambientalistas se opongan a todo lo que consideran que “puede alterar el orden natural”, esta opinión resulta una verdadera simplificación de la realidad. Así por ejemplo, el ecologismo se opone a aquellas actividades que, además de caracterizarse por su manifiesta insostenibilidad, redundan en profundizar un desarrollo articulado al mercado mundial y por lo tanto, fuertemente exodeterminado, dependiente, centralizado, especializado y de monoproducción. Actividades de muy negativas repercusiones socioambientales y económicas, tal como lo demuestra la larga experiencia regional en la materia, que solo han servido a una inserción internacional subordinada y funcional al modelo comercial y financiero hegemónico, actividades que solo se vuelcan a la maximización de la renta para pocos y la externalización de impactos sociales y ambientales para muchos.
Por otra parte, oponerse a este tipo de actividades no es oponerse al desarrollo económico no tomando en cuenta a los que viven mal. Es exactamente al revés, en tanto aceptar graciosamente el impulso de estas actividades acentúa nuestra alta dependencia económica y política, ensanchando la desigualdad en el intercambio comercial y profundizando la desigualdad social. No será vendiendo barato nuestras materias primas y comprando caros productos transformados, que se podrá resolver los problemas de los que viven mal.
Un renglón aparte merece la afirmación según la cual han sido los grupos ambientalistas los que han creado una palabra más peligrosa que la actividad misma: “extractivismo”, al que se califica como un concepto que asusta y es más peligroso que las propias prácticas extractivas.
Nada más alejado de la realidad que atribuir al ambientalismo la creación de la expresión “extractivismo”. La noción de extractivismo -unida al modelo de saqueo colonial- comenzó a instalarse, lejos de los debates ambientales, cuando a fines de la década de 2000, recrudecieron los debates sobre el desarrollo de América Latina, debates donde emerge el concepto de “paradoja latinoamericana” según la cual para romper con el modelo neoliberal y su lógica de saqueo impulsada por las élites locales, se requería financiamiento y entonces había que optar por expandir el “viejo modelo extractivista” lo cual reprimarizaba las economías de enclave, con escasos encadenamientos locales o nacionales, y una presencia determinante de compañías transnacionales a las que se otorgaban enormes beneficios tributarios. Se imponía por esos tiempos y parece seguir vigente en el pensamiento del campo nacional, la idea que, para salir del extractivismo, hace falta más extractivismo. Idea que ha demostrado ser inconducente, porque una vez más, como lo sostenía Einstein, no se puede hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.
Un argumento largamente empleado a la hora de cuestionar al ambientalismo también es desarrollado por Timerman quien afirma que: si no existiera la minería, no existiría el acero, los autos, los utensilios. Sin energía nuclear, no existirían los diagnósticos médicos más básicos como los rayos X. Aquí, debo señalar que oponerse a la minería a cielo abierto, de gran escala y bajo el modelo que caracteriza el extractivismo poco tiene que ver con el abastecimiento de productos que el ecologismo considera indispensables en una transición hacia una sociedad convivencial y verdaderamente sostenible que, obviamente, está en las antípodas del paradigma productivista/consumista que hoy resulta hegemónico; como menos aún tiene que ver la histórica oposición del ecologismo frente al empleo de la energía nuclear y el uso de los rayos X en medicina.
Se afirma en la entrevista que los grupos anti-extractivistas solo actúan en los países en vías de desarrollo; no en Alemania, Inglaterra, Estados Unidos o Suecia; desconociendo el histórico accionar que, desde las décadas de los años 1960 y 1970, han desplegado notables referentes del ecologismo en Europa y Estados Unidos; las luchas populares desarrolladas en esas latitudes para enfrentar las consecuencias ecosociales de las industrias contaminantes y los megaproyectos extractivistas en sus territorios; o el accionar de los partidos Verdes o el impulso del decrecimiento del mundo industrializado.
Así como increíblemente relaciona energía nuclear con rayos X, el entrevistado termina otorgándole una connotación sexual a la discusión del extractivismo en un país con un 40% de pobreza, al calificar dicha discusión de “pornográfica” ignorando que cuestionar las políticas que impulsan las actividades extractivistas no es otra cosa que interpelar el modelo responsable de ese 40% de pobreza.
Timerman le atribuye a un segmento de clases medias acomodadas oponerse a algo que generaría ingreso de divisas al país que está al borde del default lo cual plantea una situación paradojal: las clases medias acomodadas, que directa o indirectamente se han beneficiado del modelo extractivista y dependiente, serían -en su opinión- las que se oponen al modelo que las beneficia, con lo cual, descalifica e ignora el accionar que vienen desplegando la diferentes expresiones del ecologismo político, el ecofeminismo, el ecosocialismo y el indigenismo; las organizaciones sociales y políticas que, en la medida que aumenta su preocupación por la cuestión ambiental, comienzan a desprenderse de las concepciones productivistas; las organizaciones no gubernamentales; el ecologismo social; las corrientes ético religiosas y todos aquellos que levantan los valores, principios y acciones contenidas en la Carta Encíclica Laudato si´; los dirigentes y militantes peronistas que han hecho suyo y reivindican el Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo de Perón; las organizaciones defensoras de los derechos humanos; las corrientes de pensamiento progresistas, de los movimientos de izquierda y del nacionalismo popular, todo un campo verde que cada día lucha por la construcción de una patria socialmente justa, económicamente independiente, políticamente soberana y ecológicamente prudente, de tal manera de garantizar que el proceso de transición ecosocial nos conduzca –efectivamente- hacia una sociedad convivencial y sostenible; lejos del modelo de dependencia y crisis ecosocial hacia el que nos conduce el extractivismo.
Por último Timerman se pregunta: ¿cómo carajo vamos a recuperar la economía? ¿fabricando pirulines, media hora, chuenga y gofio? No jodamos más! A lo cual se puede responder que, para no joder más, hay que opinar con responsabilidad. No es con golosinas con lo que vamos a recuperar la economía, sino que es restructurándola bio-económicamente como se reactivará, pero esto merecería ser parte del debate pendiente que ojala se logre concretar.
Excelente.
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