Por estos días, en defensa del proyecto “Adquisición Sísmica Off-shore” presentado por EQUINOR, algunos funcionarios gubernamentales argentinos -con absoluta ligereza- afirman que no hay que preocuparse porque el mismo se desarrollará a más de 300 km de la costa.
Un controversial caso de posible exploración y explotación off-shore lo tenemos con la intención del gobierno de Australia de buscar petróleo en el Great Australian Bight, aventura de la cual se fueron bajando, sucesivamente: Chevron; BP y -la última de ellas- EQUIINOR, que lo decidió en febrero de 2020.
En este caso, la exploración se realizaría a 370 km de la costa y resulta de sumo interés verificar que, por ejemplo, el informe Worst Credible Discharge de 2016, presentado en 2016 por EQUINOR y su antiguo socio de empresa conjunta: BP, estimaba la posibilidad de un derrame que podría filtrar entre 4,3 millones de barriles y 7,9 millones de barriles, lo cual equivaldría al mayor derrame de petróleo de la historia, indicando que, hasta 750 km de costa, que abarca desde Australia Occidental hasta Tasmania y Nueva Gales del Sur, estarían contaminados. Un dato que no se puede pasar por alto, es que algún alto funcionario de BP -con absoluto descaro- destacaba por esos días, que en el caso de derrames, se abría a las comunidades locales una gran actividad económica por las tareas de descontaminación (no aclaren, que oscurece).
Por su parte, EQUINOR en su Plan de Emergencia de Contaminación para dicha cuenca, muestra que, en un escenario de «peor caso de descarga», que implica una «pérdida de control de pozos» y liberaciones submarinas de petróleo crudo durante más de 100 días, el derrame podría afectar a toda la costa sur de Australia e incluso llegar tan al norte como Sydney, según el documento.
Y no es que estos accidentes no puedan ocurrir. Para ejemplo tenemos lo ocurrido con la plataforma Deepwater Horizon en el Golfo de México, cuando su estallido produjo 11 muertos y 17 heridos, mientras que el incontrolable derrame de petróleo en alta mar alcanzó unos 4,9 millones de barriles de petróleo, el mayor del mundo y el mayor desastre ambiental en la historia de Estados Unidos.
Por otra parte, sería interesante indagar los motivos reales -más allá de los esgrimidos por la empresa- que impulsaron a EQUINOR a abandonar el proyecto en Australia, no sea que la historia se repita y se malgasten recursos en proyectos destinados al fracaso.
Entre las causas que pueden haber influido en la decisión de EQUINOR podemos mencionar que es notoria la reducción del apoyo financiero de la comunidad inversora internacional hacia proyectos de exploración de combustibles fósiles como ya lo han decidió por ejemplo Goldman Sachs o JP Morgan. En igual dirección tenemos la decisión del Banco Europeo de Inversiones de eliminar gradualmente la financiación de los combustibles fósiles o la solicitud de la Agencia Internacional de la Energía a las compañías de petróleo y gas para que reduzcan sus emisiones, advirtiendo que no hacerlo «podría amenazar su aceptabilidad social y rentabilidad a largo plazo»; o la creciente preocupación por la exposición financiera al denominado riesgo de carbono por parte de los bancos; a lo cual se suma la creciente oposición de las comunidades por motivos ambientales y económicos, particularmente los impactos sobre la vida marina y la arriba mencionada posibilidad de un derrame de petróleo catastrófico lo cual redunda en la no obtención de la indispensable licencia social (en el caso de Australia las encuestas mostraban que el 60% de las personas a nivel nacional y el 68% de las personas en Australia del sur se oponían a los planes de EQUINOR); unido a lo anterior emergen los obstáculos legales continuos para este tipo de emprendimientos particularmente en lo que hace a los mecanismos de consulta a las partes relevantes; en su conjunto, factores que deberían motivar una profunda reflexión sobre los riesgos y costos que conlleva el impulso de proyectos que marchan a contramano de un desarrollo socialmente justo, económicamente independiente, políticamente soberano y ecológicamente prudente.
Un dato (Australia) impresionante, Carlos. Impecable, muchas gracias.
Un abrazo. Jorge
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