Artículo publicado en La Ley – Derecho Ambiental – Septiembre de 2022 N° 1 – TR LALEY AR/DOC/2442/2022

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Carlos Merenson[1]

A lo largo de estas cinco décadas transcurridas desde el inicio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo[2], se ha logrado desarrollar una importante institucionalidad y normativa ambiental internacional, consagrado derechos fundamentales relacionados con el ambiente que han sido recogidos en numerosas constituciones y leyes nacionales, generado una notable jurisprudencia y ha crecido la conciencia ambiental. No obstante, a pesar de tales avances, las actuales tendencias apuntan -inequívocamente- lejos de la sostenibilidad[3] [4] [5] [6] y el actual escenario mundial, antes que ennoblecer la existencia humana, como era el anhelo de la Declaración de la Conferencia de Estocolmo[7], parece deshonrarla.

Lo anterior es la lógica consecuencia del intento por resolver el creciente deterioro de nuestra casa común, empleando el mismo marco mental que lo originó: el productivismo[8] [9].

La devastación ecológica está inextricablemente unida a la lógica del productivismo, devenido en superideología[10] del sistema-mundo[11]. Lógica a la que resultan inherentes la sobrevalorización de la acumulación y la maximización de ganancias que, a su vez, impulsan a un infinito crecimiento de la producción y el consumo. Mientras las dos primeras conducen a asumir la protección del ambiente como una amenaza para el negocio como de costumbre; la segunda conduce a un inevitable choque contra las reservas finitas de recursos y energía, y la limitada capacidad de los ecosistemas para asimilar desperdicios, transformando los problemas ambientales en crisis ecosociales globales.

Las negociaciones ambientales internacionales parecen haberse desarrollado entonces, expulsando primero por la puerta al productivismo, con encendidos discursos a favor de la protección ambiental; para verlo entrar casi inmediatamente por la ventana, con observaciones, reservas, objeciones, pequeños ajustes en los términos de los documentos que los desnaturalizan; con inexplicables dilaciones y si todo ello no resultaba suficiente, y algún acuerdo se alcanzaba, allí estaba la difundida, generalizada y muy efectiva fórmula del incumplimiento.

No resulta casual entonces, por ejemplo, que “el número de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces en todo el planeta sea, en promedio, la mitad de lo que era hace 40 años”[12]; ni que las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera hayan aumentado un 11% en comparación con 2010 y su volumen sea mayor que nunca en la historia de la humanidad[13]; tampoco resulta casual que, de los noventa objetivos ambientales internacionales más importantes, hasta 2012, solo se haya avanzado de modo significativo en cuatro de ellos[14],

En noviembre de 2021, en la COP de Cambio Climático celebrada en Glasgow, se firmó un compromiso para «detener y revertir la pérdida de bosques para 2030»; pareciendo olvidar que ya se había firmado la Declaración de Nueva York sobre los Bosques de 2014, con el compromiso de reducir a la mitad la deforestación para 2020 y ponerle fin por completo para 2030 y que, en la última evaluación se constató que no solo no se había logrado reducir a la mitad la pérdida de bosques en 2020 sino que “no estamos en camino de detenerla para 2030” [15].

Y así vamos, de compromiso a incumplimiento, a nuevo compromiso y seguro nuevo incumplimiento.

Como ya fuera mencionado, la ineficacia sistémica de las políticas ambientales tiene su origen en la sinrazón productivista, pero la perpetuación de dicha ineficacia es consecuencia de la cooptación de las políticas ambientales por parte de los grupos de poder económico; proceso cuyo punto de inflexión fue Río 92[16], cuando, pretendiendo alcanzar un productivismo que se acomode a los “inconvenientes” ecológicos[17], esos grupos comenzaron la tarea de reemplazar la idea de un desarrollo sostenible, por el oxímoron del crecimiento sostenible. Su objetivo principal: tranquilizar a la opinión pública, seriamente movilizada por la preocupación frente al creciente deterioro ambiental, transmitiendo el mensaje sobre la segura solución de los problemas ambientales sin tener que recurrir a cambios radicales en los modelos de desarrollo y en los estilos de vida de los países desarrollados, como lo dejó muy en claro, desde el inicio de la Cumbre de Río de Janeiro, el presidente de EE.UU. George Bush (padre) con su “célebre” frase: “el estilo de vida americano no se negocia”.

Es así como, a partir de Río 92, se desató un verdadero festival de greenwashing de las grandes industrias, aun las más contaminantes, con campañas publicitarias que, transcurridos treinta años y frente al evidente agravamiento de las crisis ecosociales, se podrían calificar, como lo ha hecho el conservacionista Stephen Barlow[18], de gigantesca estafa de relaciones públicas. Paralelamente; comenzaron a proliferar propuestas de “soluciones” que no modificaban en nada sustancial al negocio como de costumbre, tales como: la necesidad de la privatización para dar solución al abuso de los recursos naturales; la idea del “desacoplamiento”; los canjes de deuda por naturaleza, los bonos verdes, los de carbono y otras formas de mercantilización de la crisis ecosocial que, mayormente sirvieron como recursos diversivos que, como bien lo afirma el Papa Francisco, han permitido sostener el sobreconsumo de algunos países y sectores[19]. Falsas soluciones que en el presente continúan con propuestas tales como el cero neto y la economía circular, por mencionar algunos ejemplos.

Tal como lo describiera en 2020[20], las políticas ambientales que comenzaron a promoverse a nivel global, con sus enfoques tecnocrático-productivistas y su aproximación administrativista a la cuestión ambiental, las condujeron hacia los márgenes del sistema político, subsumidas a la economía, en un círculo vicioso entre no hacer y mal hacer y -por lo tanto- condenadas a la ineficacia.

Fue así como, a posteriori de Río 92, se acentuó la decadencia en las negociaciones ambientales internacionales. La Cumbre de la Tierra de Johannesburgo (2002) resultó intrascendente y Río+20 (2012) se caracterizó por sus inconducentes propuestas de acción[21].

Pese a que los países desarrollados reconocieron el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas[22], sus monumentales déficits ecológicos, lejos de haberse revertido o descendido se siguen incrementando, obviamente a expensas de la “importación” de la biocapacidad de los países periféricos[23]; habiendo hecho hasta la fecha oídos sordos a la imperiosa necesidad de un decrecimiento en el norte industrializado o a la transición de una economía de siempre más a una de lo suficiente, a una economía ecológica que, obviamente, difiere en mucho de la marketinera economía verde que se instaló, primero en las declaraciones del G-20[24] y luego en la agenda de Río+20.

Riechmann[25] afirma que no se puede querer todo a la vez, y su contrario y quizás esta sea una buena síntesis que explica la ineficacia sistémica de las políticas ambientales. No se puede propiciar un infinito crecimiento económico en un planeta finito y pretender que sea sostenible. No se puede pretender alcanzar los objetivos planteados en los acuerdos ambientales y beneficiar a los intereses económicos que resultan la negación de tales objetivos.

En las últimas cinco décadas, lo que sí parece haberse cumplido a la perfección es la estrategia de atenuación descripta por Slavoj Žižek cuya fórmula sería: sabemos perfectamente que esto es así, pero nos seguimos comportando del mismo modo que si no lo supiéramos en absoluto[26].

Poco y nada es lo que se ha hecho por cambiar el rumbo y todo se ha hecho por seguir acelerando en la senda equivocada, abriendo las puertas al mayor de los males que se puede cernir sobre la humanidad: que sea el planeta, la naturaleza misma, la que detenga la sinrazón productivista.

Más allá de la palabrería de los fundamentalistas del productivismo con su negacionismo, desmesura y apología de la extralimitación, la realidad indica que continuamos en curso de colisión contra los límites biofísicos del planeta, que sin duda existen, están próximos y que la omnipotencia productivista no podrá eludir.

La gravedad de las entrelazadas crisis ecológicas y sociales exige tomar consciencia sobre las restricciones cuantitativas del ambiente mundial y sobre las consecuencias trágicas de los excesos, exige desarrollar “nuevas formas de pensamiento que conduzcan a una revisión fundamental de la conducta humana y, en consecuencia, de la estructura entera de la sociedad actual” [27], exige una transformación profunda de la vida material, de la manera misma de producir, consumir y de compartir la vida en comunidad, tal como lo propone la Ecología Política[28]


[1] Ingeniero Forestal, UNLP. Desempeñó los cargos de Director de Recursos Forestales Nativos; Director Nacional de Desarrollo Sustentable; Director Nacional de Biodiversidad y Secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. Docente en la UNLZ; en la UNLP, en la UADE y en la UBA. Fue miembro titular de la delegación argentina en la CNUMAD; en la Cumbre de Johannesburgo; en diferentes COP´s de los convenios de Biodiversidad y Cambio Climático y en reuniones del PIB/FIB.

[2] Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, Estocolmo, Suecia del 5 al 16 de junio de 1972.

[3] Rockström, J., Steffen, W., Noone, K. et al. A safe operating space for humanity, 2009. Documento electrónico: https://doi.org/10.1038/461472a (consultado el 8 de mayo de 2022).

[4] Barnosky, A. Hadly, E. Bascompte, J. Approaching a state shift in Earth’s biosphere, 2012. Documento electrónico:  https://doi.org/10.1038/nature11018 (consultado el 8 de mayo de 2022).

[5] Documento electrónico: https://www.unep.org/resources/global-environment-outlook-5 (consultado el 8 de mayo de 2022).

[6] Puig Vilar, F. Peor de lo esperado-Índice, 2020. Documento electrónico: https://ustednoselocree.com/background-climatico/otros/%20mucho-peor-de-lo-esperado/. (consultado el 12 de abril de 2021)

[7] Documento electrónico: https://ceiba.org.mx/declaracion-estocolmo-1972/ Punto 3 (consultado el 12 de mayo de 2022)

[8] Degans, F. «Qu’est-ce que le productivisme?», en LES VERTS: Textes fondateurs des Verts. 1984.

[9] En el productivismo convergen el antropocentrismo despótico y la actitud imperial frente al resto de la naturaleza; la tecnolatría y la mercadolatría; la ilusión neolítica de un planeta inagotable y el consumismo; el darwinismo social y el militarismo.

[10] Porritt, J. Seeing Green: The Politics of Ecology Explained. Blackwell Publishers. 1984.

[11] Emplearemos aquí la teoría del sistema-mundo, como aquella perspectiva macrosociológica que busca comprender y explicar la dinámica de la economía del mundo productivista como un sistema social total.

[12] Documento electrónico: https://www.wwf.org.co/?229931/Indice-Planeta-Vivo (consultado el 7 de mayo de 2022)

[13] Documento electrónico: https://vientosur.info/informe-del-gt3-del-ipcc-del-rigor-cientifico-a-la-fabula-social/ (consultado el 30 de abril de 2022)

[14] Documento electrónico: https://www.unep.org/resources/global-environment-outlook-5 (consultado el 8 de mayo de 2022).

[15] Plataforma de la Declaración Forestal de New York. Documento electrónico: https://www.forestdeclaration.org/goals/goal-1 (consultado el 25 de abril de 2022)

[16] Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Río de Janeiro, Brasil, 3 a 14 de junio de 1992.

[17] Gorz, A. “Su ecología y la nuestra”, Ecología y política: 1-24. 1974.

[18] Documento electrónico: https://www.medialens.org/2021/a-crime-against-humanity-the-greenwash-festival-of-cop26/ (consultado el 10 de diciembre de 2021)

[19] Carta Encíclica Laudato si´ parágrafos 171. 2015.

[20] Merenson, C. La política ambiental ha muerto, Viva la Política Ambiental. La (Re) Verde. 2020. Documento electrónico: https://laereverde.com/2020/01/18/la-politica-ambiental-ha-muerto-viva-la-politica-ambiental/ (consultado el 10 de mayo de 2022)

[21] Entre las soluciones que se propusieron se pueden mencionar: una plataforma internacional para compartir el conocimiento; una hoja de ruta para implementar y evaluar el progreso; la reforma o transformación de la Comisión del Desarrollo Sostenible y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente; un examen periódico del estado del planeta y de la capacidad de carga de la Tierra; el nombramiento de un Defensor de las Generaciones Futuras o el lanzamiento en 2015 de una serie de Objetivos del Desarrollo Sostenible (calcados de los fracasados Objetivos del Milenio).

[22] Principio 7 de la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, 1992.

[23] Documento electrónico: https://laereverde.com/2016/03/30/del-productivismo-a-la-convivencialidad/ (consultado el 22 de mayo de 2022)

[24] Frente a la crisis financiera desatada en 2007 y en vísperas de la cumbre Río+20, el G-20 realizo seis cumbres de jefes de Estado en las que propuso impulsar una “economía verde”.

[25] Riechmann, J. Un apartheid planetario. Ecología, globalización y desigualdad socioeconómica. Conferencia inaugural del VI Congreso Vasco de Sociología pronunciada en Bilbao el 26 de febrero de 2004. Documento electrónico: http://istas.net/descargas/desigualdad.pdf (consultado el 22 de mayo de 2022)

[26] Zapata, A. Ideas sobre la literatura. 2007. Documento electrónico: https://www.voltairenet.org/article148358.html (consultado el 22 de mayo de 2022)

[27] Meadows, D.- Meadows, D – Randes, J. – Behrens, W. Los límites del crecimiento. México: FCE. 1972

[28] Merenson, C. Para una definición de Ecología Política. 2021. Documento electrónico: https://laereverde.com/2021/10/23/para-una-definicion-de-ecologia-politica-su-ecologia-y-la-nuestra-en-el-siglo-xxi/ 2021